No lo puedo leer entero, pero parece que dice que es una cabeza de turco, por los comentarios.
Carlos Vermut es el elegido para el sacrificio ritual en aras de que la tantas veces llamada "gran familia del cine español" pueda seguir adelante. Era raro que, si en Hollywood se señalaron decenas de casos de abuso sexual, en España no hubiera aparecido ninguno. Y era un tanto frívolo traer el #MeToo a España y que no tuviera la menor consecuencia. Sin embargo, el hecho de que Carlos Vermut haya sido el señalado nos habla de cierta prudencia estructural en la purga realizada. Sin Carlos Vermut, el cine español no pierde prácticamente nada, salvo las películas y guiones del propio Vermut. Como seguramente ha pensado ya él mismo, la concentración de todos los abusos posibles y de todas las tropelías masculinas conocidas o por conocer dentro de la industria audiovisual española en la figura del director de Mantícora, se debe a que su director es uno de los eslabones más débiles de la cadena, prácticamente un outsider. Vermut no es un gran productor, sus películas no "salvan" el cine español con recaudaciones impresionantes, su nombre no está en primera línea de la representación de nuestro cine en el extranjero y su prestigio internacional aún no había cuajado. O sea, era perfecto para el sacrificio.
Como estaba planeado, gracias a la gala de los premios Feroz la prensa pudo recoger innumerables reacciones de distintos miembros de la industria cinematográfica sobre la noticia del día, que sobrevoló toda la entrega de premios y sirvió para medir moralmente a todos los presentes. Si decían algo, se estimaba lo que decían; si no decían nada, se criticaba que no dijeran nada. Lo mismo ocurría en Twitter, ya no sólo con actrices y directoras y actores y directores, sino con cualquiera que tuviera cierta visibilidad en los medios de comunicación o en el mundo de la cultura.
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El sacrificio ritual de Carlos Vermut
La industria audiovisual necesitaba una catarsis, pero una que no removiera sus pilares fundamentales
Carlos Vermut, durante la presentación en 2022 en el Festival de Sitges de 'Mantícora'. EFE / Alejandro García
Por
Alberto Olmos
28/01/2024 - 15:58
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Por lo menos
desde mediados del año pasado,
corría por los mentideros culturales el rumor de que el diario
El País preparaba una serie de informaciones sobre
agresiones sexuales en el entorno del
audiovisual español. Fue a comienzos del verano de 2023 cuando este rumor llegó a mis oídos. Se aderezaba la revelación con
cuatro o cinco nombres, todos de profesionales varones y con un peso mayor o menor dentro del cine nacional. Uno de esos nombres era el de
Carlos Vermut.
La publicación del escabroso titular (a la manera del caso
Weinstein desvelado por
The New York Times y
The New Yorker en 2017) parecía inminente, y las gentes del cine
estaban en vilo. Sin embargo, acabó el año y nada se supo.
Ha sido ahora, finalizando enero y el mismo día en que se entregaban los
premios Feroz a películas y series de televisión, cuando ha visto la luz una parte de lo que supuestamente iba a aparecer en julio del año pasado. Como es obvio, una información de esta gravedad no se puede publicar a la ligera, sin seguridad jurídica para el medio, consultas al principal acusado, consolidación de los términos y afirmaciones empleados y una evaluación de las propias responsabilidades como periodistas. Básicamente, ya sólo el titular supone
la aniquilación de la carrera como director de Carlos Vermut, y su
linchamiento inmediato en redes sociales y demás espacios públicos.
'Blood sacrifice'
En el capítulo 9 de la segunda temporada de
Succession (HBO), Logan, el patriarca, reconoce estar contra las cuerdas. Su emporio vive asediado por la competencia, la prensa y los casos de abusos sexuales ocurridos en su línea de cruceros. "Estamos tocados", reconoce Logan. Y concluye: "Es la hora de un
sacrificio de sangre" (según la traducción ofrecida).
Blood sacrifice, en realidad, no se refiere a la sangre inevitable en un sacrificio, sino a la condición de "familiar" del sacrificado. Lo que Logan dice es que hay que
prescindir de "uno de los nuestros" para poder seguir adelante.
La concentración de todas las tropelías masculinas en el director de Mantícora se debe a que es uno de los eslabones más débiles
Carlos Vermut es el elegido para el sacrificio ritual en aras de que la tantas veces llamada "gran familia del cine español" pueda seguir adelante. Era raro que, si en
Hollywood se señalaron decenas de casos de abuso sexual, en España no hubiera aparecido ninguno. Y era un tanto frívolo traer el #MeToo a España y que no tuviera la menor consecuencia. Sin embargo, el hecho de que Carlos Vermut haya sido el señalado nos habla de
cierta prudencia estructural en la purga realizada. Sin Carlos Vermut, el cine español no pierde prácticamente nada, salvo las películas y guiones del propio Vermut. Como seguramente ha pensado ya él mismo, la concentración de todos los abusos posibles y de todas las tropelías masculinas conocidas o por conocer dentro de la industria audiovisual española en la figura del director de
Mantícora, se debe a que su director es
uno de los eslabones más débiles de la cadena, prácticamente un
outsider. Vermut no es un gran productor, sus películas no "salvan" el cine español con recaudaciones impresionantes, su nombre no está en primera línea de la representación de nuestro cine en el extranjero y su prestigio internacional aún no había cuajado. O sea,
era perfecto para el sacrificio.Reacciones
Como estaba planeado, gracias a la gala de los premios Feroz la prensa pudo recoger innumerables reacciones de distintos miembros de la industria cinematográfica sobre la noticia del día, que sobrevoló toda la entrega de premios y sirvió
para medir moralmente a todos los presentes. Si decían algo, se estimaba lo que decían; si no decían nada, se criticaba que no dijeran nada. Lo mismo ocurría en Twitter, ya no sólo con actrices y directoras y actores y directores, sino con cualquiera que tuviera cierta visibilidad en los medios de comunicación o en el mundo de la cultura.
Lógicamente,
los más rápidos en reaccionar fueron los prelados de la Nueva Moral, prácticamente regocijados por la ocasión de darse aires y celebrar su propia santidad exclusiva. Estas reacciones instantáneas no tomaban en consideración el calvario que estaría viviendo Carlos Vermut (un ser humano, a fin de cuentas), pero tampoco el sufrimiento de las presuntas víctimas. Algunas adhesiones eran sinceras y sentidas, otras, como digo, totalmente interesadas; y otras más, obligadas y preventivas. Habría que ver cuáles habrían sido las reacciones de determinados actores y actrices si el señalado por
El País hubiera sido -es sólo un ejemplo- un
Pedro Almodóvar.
Personalmente, creo que es muy feo, muy desagradable sumarse a un linchamiento,
incluso si el linchado es la peor persona que ha pisado nunca la faz de la Tierra.
A continuación, después de la primera cosecha de reacciones, vino la consabida exigencia de reacciones. Esto siempre es curioso de ver: no sólo te permites decir algo tajante y heroico a los cinco minutos de conocer una información de extrema gravedad, sino que te permites también exigir masivamente a los demás que digan algo. En esta línea iba un tuit de la comisaria (cultural)
Lucía Lijmaer: "Venga, compañeros hombres de la cultura. Periodistas, artistas, escritores, críticos, productores, directores. No cuesta tanto hablar del tema del día, del mes, del año." Impresiona ver a alguien
disfrutar tanto con la desgracia ajena.