Cómo elegir el ordenador portátil que mejor se adecua a tus necesidades: guía de compras con consejos y modelos recomendados

Dar con el ordenador portátil que mejor se adecua a nuestras necesidades no es trivial. El mercado está repleto de fabricantes en los que merece la pena que nos fijemos por la calidad de sus productos. Y, además, el catálogo de cada uno de ellos suele estar repleto de propuestas interesantes. Esto es muy bueno porque tenemos un abanico muy amplio de opciones entre las que podemos elegir. Pero, a la par, el proceso de selección puede abrumar ante tanta diversidad y equipos a priori atractivos.
El objetivo de este artículo es, precisamente, ayudaros a encontrar el ordenador portátil que estáis buscando. Pero para hacerlo es crucial que antes de empezar a indagar cada uno de vosotros identifique sus necesidades. Como vamos a ver, el abanico de opciones es lo suficientemente amplio como para que sea el portátil el que se adapte a nosotros y no tengamos que conformarnos con unas pocas categorías, que es lo que sucedía hace unos años, antes de la llegada de los auténticos equipos para gaming, los ultraligeros, los «dos en uno» y los convertibles.
Empiezan los desafíos: así es como podemos organizarlos
El primer reto al que nos enfrentamos a la hora de organizar esta guía es la necesidad de clasificar los ordenadores portátiles. Podemos utilizar varios criterios, pero, dado que lo que realmente nos interesa es encontrar la opción idónea por su afinidad con el uso que le vamos a dar, lo más razonable es que nuestro punto de partida sean dos grandes categorías: equipos para jugones, que, ante todo, van a ser utilizados en un escenario lúdico, y portátiles de propósito general.
Una primera forma de clasificar los ordenadores portátiles requiere dividirlos en equipos para jugar y propuestas de propósito general
Esta última categoría no aglutina únicamente los equipos con vocación profesional, sino también aquellos que queremos utilizar para ejecutar aplicaciones ofimáticas, crear y manipular todo tipo de contenidos, y navegar en Internet, pero en casa. Por esta razón, aquí tienen cabida todos los ordenadores portátiles que no van a ser utilizados para aplicaciones estrictamente lúdicas. Aunque, como veremos más adelante, muchos de ellos nos permitirán jugar de forma ocasional.

Es evidente que esta segunda categoría puede transformarse en un «cajón de sastre» debido a que aglutina varios tipos de equipos. Por esta razón, me parece una buena idea que definamos un criterio de clasificación adicional, y dadas las circunstancias nos interesa que esté identificado por las características físicas de los portátiles.
De esta forma, dentro de la categoría de ordenadores de propósito general nos toparemos con los ultraligeros (ultrabooks), los convertibles, los «dos en uno» y, cómo no, también con los portátiles convencionales que no encajan en ninguna de estas tres últimas tipologías.
No te la juegues con tu próximo portátil para juegos
Los juegos, especialmente los de última hornada, son muy exigentes con el hardware. Para «correr» con una cadencia de imágenes sostenida de al menos 60 FPS, que es a lo que todos los jugones aspiramos, suele ser necesario contar con una CPU rápida, una GPU potente bien arropada por una amplia y veloz memoria local, mucha memoria principal, y también un disco duro ágil. Como veis, el equipo tiene que ser, ante todo, equilibrado.
Este nivel de exigencia provoca que su precio a menudo sea elevado, por lo que, y aquí viene el primer impacto con la realidad, no es fácil encontrar un portátil gaming mínimamente capaz por debajo de los 1.000 euros. Y con «mínimamente capaz» me refiero a un ordenador que pueda mover títulos de última hornada a 1080p, con la máxima calidad de imagen y con una cadencia media no inferior a 60 FPS. Quizás encontréis alguno por debajo de ese precio, pero difícilmente estará muy por debajo, y, además, es posible que su configuración asuma algunos sacrificios.

Pero todo esto tiene un lado bueno: a un portátil para juegos «de pura raza» no suele resistírsele ningún escenario de uso. Esto quiere decir que su hardware relativamente puntero nos permitirá utilizarlo para prácticamente cualquier cosa. Podremos editar vídeo, retocar fotografías, modelar gráficos en 3D, y, por supuesto, programar, ejecutar aplicaciones ofimáticas y navegar por Internet, entre otras opciones. No está mal, ¿verdad?
La pantalla
Este es, sin duda, uno de los componentes más importantes de un equipo para juegos. Y lo es porque la calidad de la pantalla condiciona nuestra experiencia. Para averiguar qué va a ofrecernos la pantalla del portátil en el que nos hemos fijado tenemos que prestar atención, sobre todo, a tres parámetros: su resolución, su tiempo de respuesta y su frecuencia de refresco.
El segundo de estos valores refleja el tiempo invertido por un píxel del panel en cambiar el color que está emitiendo, y si es demasiado elevado puede provocar que aparezca un molesto desenfoque de movimiento (motion blur). Este problema suele manifestarse como halos y bordes poco definidos cuando el panel muestra imágenes en movimiento, algo que afecta negativamente a nuestra percepción de la nitidez. Lo ideal es que el tiempo de respuesta de la pantalla de nuestro ordenador portátil para juegos sea inferior a 5 ms, algo, afortunadamente, bastante habitual en los equipos para gaming.

Los otros dos parámetros, la resolución y la frecuencia de refresco, deben ir de la mano de la GPU del equipo. De poco nos sirve, ciñéndonos al ámbito que nos ocupa, el de los videojuegos, tener un portátil equipado con un panel 4K UHD si la GPU no tiene potencia suficiente para alcanzar una tasa de imágenes estable, y, a ser posible, cercana a los 60 FPS a esa resolución. Al final acabaremos jugando a 1080p y recortando la calidad de imagen. Por esta razón, las características del panel deben ir en consonancia con las prestaciones que nos ofrece la GPU.
Si queremos jugar a 4K UHD tenemos necesariamente que hacernos con un portátil con una GPU GeForce GTX 1070, o, mejor aún, con una o dos GeForce GTX 1080
Para jugar a 4K UHD necesitamos contar con un procesador gráfico ambicioso, como los GeForce GTX 1070 y 1080 de NVIDIA, o equivalente de AMD, que montan muchos portátiles para juegos actualmente. Si nuestro presupuesto no es demasiado generoso es probable que tengamos que conformarnos con un equipo con panel Full HD y una GPU GeForce GTX 1060 o similar. Eso sí, la buena noticia es que un equipo bien diseñado puede ofrecernos una experiencia fantástica al jugar a 1080p. No es imprescindible hacerlo a 4K UHD para disfrutar.
En lo que concierne al refresco nos toparemos habitualmente con paneles de 144, 120 y 60 Hz. Una velocidad de actualización más alta permite al panel restituir una mayor cantidad de imágenes en un segundo, lo que dota al movimiento de una mayor continuidad y suavidad. Pero de poco sirve tener un panel de 144 Hz si la GPU es incapaz de superar los 60 FPS al renderizar los gráficos de nuestros juegos.

Esta es la razón por la que la frecuencia de refresco del panel debe ir en consonancia con las características de la GPU. Muchos jugones consideramos que la tasa de imágenes por segundo incide de una forma más clara en nuestra experiencia que la resolución (siempre y cuando tomemos como punto de partida los 1080p), por lo que suele ser preferible adaptar esta última y la calidad de imagen de manera que nos permitan obtener una mayor cadencia de FPS, y, así, sacar más partido al refresco nativo de nuestro panel.
En lo que concierne a la tecnología utilizada en la fabricación del panel los más habituales en los portátiles gaming de última generación son los LCD IPS debido a que son los que proporcionan la mejor calidad de imagen global, y, además, su tiempo de respuesta se ha reducido muchísimo durante los últimos años. Pero también podemos encontrar algunos equipos con panel VA o TN si nos decantamos por un ordenador de gama de entrada.
Un último apunte: si vais a utilizarlo de vez en cuando para jugar en exteriores, fijaos en que el panel cuente con cobertura antirreflejos. De lo contrario los reflejos de la pantalla podrían transformar vuestra experiencia en un suplicio.
El microprocesador
La mayor parte de los ordenadores portátiles para gaming que podemos encontrar actualmente en el mercado incorpora un microprocesador Intel Core i5, si es un equipo de las gamas de entrada o media, o Intel Core i7, si pertenece a las gamas media/alta o alta. Estas dos familias de procesadores son perfectamente válidas para jugar, aunque entre unos modelos y otros, tanto si pertenecen a distinta familia como a la misma, puede haber diferencias importantes que se materializan en las frecuencias de reloj base y máxima, la cantidad de núcleos, el número de hilos de ejecución (threads), el tamaño del subsistema de memoria caché de tres niveles y el TDP (Thermal Design Power), que condiciona sensiblemente la autonomía del equipo.

AMD también tiene microprocesadores muy interesantes para ordenadores portátiles, como son los que forman parte de las familias Ryzen y Ryzen PRO con lógica gráfica Radeon Vega. Sin embargo, se prodigan muy poco en las máquinas para gaming. En cualquier caso, a la hora de decantarnos por un portátil con una CPU en particular nos interesa saber que en el ámbito de los juegos la frecuencia de reloj tiene una incidencia más clara en el rendimiento que el número de núcleos. Esto se debe a que el código de los juegos que se ejecuta en la CPU no es altamente paralelizable, por lo que, una vez que tenemos cubierto un mínimo de núcleos, que hoy en día yo estimaría en cuatro, nos interesa apostar por aquel chip que nos ofrece una frecuencia de reloj máxima más alta.
Ciñéndonos a Intel, dado que es la marca por la que apuestan la mayor parte de los fabricantes de equipos para gaming, podéis veros en la tesitura de tener que elegir entre un chip Core i5 o uno Core i7. O, incluso, por uno de sus nuevos Core i9. Estos últimos son los que tienen las especificaciones más ambiciosas, pero también suelen ser más caros, por lo que tienen un impacto en el coste del PC. Por esta razón, lo que nos interesa es comparar las características de los microprocesadores integrados en los portátiles que nos gustan, y no decantarnos por uno de ellos a la ligera.
La comparación de las frecuencias de reloj y los subsistemas de memorias caché es muy simple. Más es mejor. Aquí no cabe duda. Sin embargo, cuando entramos en el terreno de los núcleos y los hilos de ejecución, la elección se complica. Solo los chips Core i5 de séptima generación con dos núcleos y los de octava generación con cuatro núcleos incorporan la tecnología Hyper-Threading, por lo que son capaces de procesar dos hilos de ejecución por núcleo físico. Los demás procesadores Core i5 carecen de ella, por lo que solo pueden procesar un thread en cada núcleo físico.

Por otro lado, todos los microprocesadores Core i7, tanto los de séptima como los de octava generación, cuentan con la tecnología Hyper-Threading, por lo que pueden procesar el doble de hilos de ejecución que núcleos físicos tengan. Sin embargo, en el porfolio de Intel hay chips Core i7 de séptima generación con dos núcleos físicos y cuatro lógicos. Si tropezamos con una máquina que tiene uno de estos procesadores podría ser más interesante que nos decantemos por otra equiparable con procesador Core i5 con cuatro núcleos físicos, aunque sea de séptima generación y carezca de la tecnología Hyper-Threading.
Este ejemplo es poco probable porque los Core i7 con dos núcleos no resultan atractivos en una máquina para gaming. Aun así, es interesante que lo contemplemos porque ilustra lo complicado que es el porfolio de Intel actualmente, dado que, además, en él conviven dos generaciones de productos, y lo importante que es mirar con calma las características de la CPU de los portátiles que nos interesan.
El procesador gráfico
A la hora de elegir los chips gráficos que van a integrar en sus portátiles para gaming los fabricantes de equipos apuestan mayoritariamente por NVIDIA. Y es que es evidente que en esta gama de ordenadores son esta última empresa e Intel, en el terreno de los microprocesadores, las que se llevan «el gato al agua». Un buen punto de partida a la hora de elegir la GPU que deberá tener nuestro próximo ordenador portátil para juegos consiste en determinar la resolución a la que queremos jugar y la cadencia de imágenes por segundo que queremos disfrutar.
Todos los portátiles que se comercializan desde hace varios años incorporan una salida HDMI que nos permite enviar la señal de A/V a nuestro televisor, aunque si decidimos hacerlo nos veremos obligados a aceptar las limitaciones impuestas, por un lado, por la norma HDMI de los enlaces del portátil y la tele, y, por otro, por el refresco del panel de esta última. En cualquier caso, lo interesante es saber con cierta precisión qué podemos esperar de cada uno de los procesadores gráficos de la serie GeForce GTX 10 de NVIDIA, que es por la que apuestan mayoritariamente los fabricantes de portátiles para gaming hoy en día.

Si nuestra intención es jugar a 1080p podemos fijarnos en tres familias de procesadores gráficos: las GeForce GTX 1050, 1060 y 1070. Los portátiles equipados con una GPU GeForce GTX 1050 nos permiten jugar a 1080p, pero con cadencias medias de imágenes por segundo que en juegos exigentes quedarán claramente por debajo de los 60 FPS. Un portátil equipado con una GPU GeForce GTX 1060 pone en nuestras manos la posibilidad de jugar a 1080p y con la máxima calidad de imagen con cadencias que en muchos juegos se situarán en la órbita de los 60 FPS, por lo que, en principio, es una opción más apetecible que una GPU GTX 1050.
Y si lo que queremos es jugar a 1080p con cadencias medias por encima de los 60 FPS con la máxima calidad de imagen, y con caídas que en prácticamente ningún caso bajarán más allá de los 30 FPS, la opción idónea es una GPU GeForce GTX 1070. Este procesador gráfico también es perfectamente válido para jugar a 1440p con cadencias medias que con frecuencia se situarán en torno a los 60 FPS. E incluso a 4K UHD, aunque a esta última resolución la cadencia media se situará casi siempre en la órbita de los 30 FPS.

La mejor experiencia de juego a 4K UHD la obtendremos, sin duda alguna, si nos decantamos por un ordenador portátil equipado con una GPU GeForce GTX 1080. O incluso con dos de estos procesadores gráficos con distribución SLI, si somos extremadamente exigentes. De una GPU GTX 1080 podemos esperar jugar a 4K UHD con cadencias medias que, con la máxima calidad de imagen, oscilarán en casi todos los títulos entre 40 y 60 FPS. Con dos GTX 1080 en SLI nos iremos a cadencias medias superiores a los 60 FPS en 4K UHD en prácticamente todos los juegos. Pero, eso sí, los portátiles que cuentan con este subsistema gráfico son carísimos, muy voluminosos (suelen integrar un sistema de refrigeración líquida) y bastante pesados.
La memoria principal
La cantidad mínima de memoria RAM que podemos admitir en un portátil para juegos de gama básica es 8 GB de tipo DDR4 (a ser posible que trabajen a una frecuencia de reloj efectiva de 2.400 MHz al menos). Una cantidad mucho más interesante es 16 GB DDR4, que es la que nos ofrecen buena parte de los fabricantes en sus propuestas de las gamas media y media/alta.

Y si nuestro presupuesto es generoso y queremos hacernos con un portátil gaming de alta gama, que posiblemente estará equipado con una GPU GeForce GTX 1080 con 8 GB GDDR5, la cantidad idónea de RAM que debería equipar para que su configuración esté bien balanceada es 24 o 32 GB DDR4. Eso sí, es importante, como en el caso anterior, que prestemos atención a la frecuencia de reloj efectiva a la que trabajan los chips de memoria, que debería ser, al menos, de 2.400 MHz. Hablamos de velocidad efectiva porque los chips de memoria DDR se activan dos veces en cada ciclo de reloj, ante el flanco de subida y bajada de la señal, por lo que la frecuencia real de esta señal (1.200 MHz) es justo la mitad de la frecuencia efectiva (2.400 MHz).

Dar con el ordenador portátil que mejor se adecua a nuestras necesidades no es trivial. El mercado está repleto de fabricantes en los que merece la pena que nos fijemos por la calidad de sus productos. Y, además, el catálogo de cada uno de ellos suele estar repleto de propuestas interesantes. Esto es muy bueno porque tenemos un abanico muy amplio de opciones entre las que podemos elegir. Pero, a la par, el proceso de selección puede abrumar ante tanta diversidad y equipos a priori atractivos.
El objetivo de este artículo es, precisamente, ayudaros a encontrar el ordenador portátil que estáis buscando. Pero para hacerlo es crucial que antes de empezar a indagar cada uno de vosotros identifique sus necesidades. Como vamos a ver, el abanico de opciones es lo suficientemente amplio como para que sea el portátil el que se adapte a nosotros y no tengamos que conformarnos con unas pocas categorías, que es lo que sucedía hace unos años, antes de la llegada de los auténticos equipos para gaming, los ultraligeros, los «dos en uno» y los convertibles.
Empiezan los desafíos: así es como podemos organizarlos
El primer reto al que nos enfrentamos a la hora de organizar esta guía es la necesidad de clasificar los ordenadores portátiles. Podemos utilizar varios criterios, pero, dado que lo que realmente nos interesa es encontrar la opción idónea por su afinidad con el uso que le vamos a dar, lo más razonable es que nuestro punto de partida sean dos grandes categorías: equipos para jugones, que, ante todo, van a ser utilizados en un escenario lúdico, y portátiles de propósito general.
Una primera forma de clasificar los ordenadores portátiles requiere dividirlos en equipos para jugar y propuestas de propósito general
Esta última categoría no aglutina únicamente los equipos con vocación profesional, sino también aquellos que queremos utilizar para ejecutar aplicaciones ofimáticas, crear y manipular todo tipo de contenidos, y navegar en Internet, pero en casa. Por esta razón, aquí tienen cabida todos los ordenadores portátiles que no van a ser utilizados para aplicaciones estrictamente lúdicas. Aunque, como veremos más adelante, muchos de ellos nos permitirán jugar de forma ocasional.

Es evidente que esta segunda categoría puede transformarse en un «cajón de sastre» debido a que aglutina varios tipos de equipos. Por esta razón, me parece una buena idea que definamos un criterio de clasificación adicional, y dadas las circunstancias nos interesa que esté identificado por las características físicas de los portátiles.
De esta forma, dentro de la categoría de ordenadores de propósito general nos toparemos con los ultraligeros (ultrabooks), los convertibles, los «dos en uno» y, cómo no, también con los portátiles convencionales que no encajan en ninguna de estas tres últimas tipologías.
No te la juegues con tu próximo portátil para juegos
Los juegos, especialmente los de última hornada, son muy exigentes con el hardware. Para «correr» con una cadencia de imágenes sostenida de al menos 60 FPS, que es a lo que todos los jugones aspiramos, suele ser necesario contar con una CPU rápida, una GPU potente bien arropada por una amplia y veloz memoria local, mucha memoria principal, y también un disco duro ágil. Como veis, el equipo tiene que ser, ante todo, equilibrado.
Este nivel de exigencia provoca que su precio a menudo sea elevado, por lo que, y aquí viene el primer impacto con la realidad, no es fácil encontrar un portátil gaming mínimamente capaz por debajo de los 1.000 euros. Y con «mínimamente capaz» me refiero a un ordenador que pueda mover títulos de última hornada a 1080p, con la máxima calidad de imagen y con una cadencia media no inferior a 60 FPS. Quizás encontréis alguno por debajo de ese precio, pero difícilmente estará muy por debajo, y, además, es posible que su configuración asuma algunos sacrificios.

Pero todo esto tiene un lado bueno: a un portátil para juegos «de pura raza» no suele resistírsele ningún escenario de uso. Esto quiere decir que su hardware relativamente puntero nos permitirá utilizarlo para prácticamente cualquier cosa. Podremos editar vídeo, retocar fotografías, modelar gráficos en 3D, y, por supuesto, programar, ejecutar aplicaciones ofimáticas y navegar por Internet, entre otras opciones. No está mal, ¿verdad?
La pantalla
Este es, sin duda, uno de los componentes más importantes de un equipo para juegos. Y lo es porque la calidad de la pantalla condiciona nuestra experiencia. Para averiguar qué va a ofrecernos la pantalla del portátil en el que nos hemos fijado tenemos que prestar atención, sobre todo, a tres parámetros: su resolución, su tiempo de respuesta y su frecuencia de refresco.
El segundo de estos valores refleja el tiempo invertido por un píxel del panel en cambiar el color que está emitiendo, y si es demasiado elevado puede provocar que aparezca un molesto desenfoque de movimiento (motion blur). Este problema suele manifestarse como halos y bordes poco definidos cuando el panel muestra imágenes en movimiento, algo que afecta negativamente a nuestra percepción de la nitidez. Lo ideal es que el tiempo de respuesta de la pantalla de nuestro ordenador portátil para juegos sea inferior a 5 ms, algo, afortunadamente, bastante habitual en los equipos para gaming.

Los otros dos parámetros, la resolución y la frecuencia de refresco, deben ir de la mano de la GPU del equipo. De poco nos sirve, ciñéndonos al ámbito que nos ocupa, el de los videojuegos, tener un portátil equipado con un panel 4K UHD si la GPU no tiene potencia suficiente para alcanzar una tasa de imágenes estable, y, a ser posible, cercana a los 60 FPS a esa resolución. Al final acabaremos jugando a 1080p y recortando la calidad de imagen. Por esta razón, las características del panel deben ir en consonancia con las prestaciones que nos ofrece la GPU.
Si queremos jugar a 4K UHD tenemos necesariamente que hacernos con un portátil con una GPU GeForce GTX 1070, o, mejor aún, con una o dos GeForce GTX 1080
Para jugar a 4K UHD necesitamos contar con un procesador gráfico ambicioso, como los GeForce GTX 1070 y 1080 de NVIDIA, o equivalente de AMD, que montan muchos portátiles para juegos actualmente. Si nuestro presupuesto no es demasiado generoso es probable que tengamos que conformarnos con un equipo con panel Full HD y una GPU GeForce GTX 1060 o similar. Eso sí, la buena noticia es que un equipo bien diseñado puede ofrecernos una experiencia fantástica al jugar a 1080p. No es imprescindible hacerlo a 4K UHD para disfrutar.
En lo que concierne al refresco nos toparemos habitualmente con paneles de 144, 120 y 60 Hz. Una velocidad de actualización más alta permite al panel restituir una mayor cantidad de imágenes en un segundo, lo que dota al movimiento de una mayor continuidad y suavidad. Pero de poco sirve tener un panel de 144 Hz si la GPU es incapaz de superar los 60 FPS al renderizar los gráficos de nuestros juegos.

Esta es la razón por la que la frecuencia de refresco del panel debe ir en consonancia con las características de la GPU. Muchos jugones consideramos que la tasa de imágenes por segundo incide de una forma más clara en nuestra experiencia que la resolución (siempre y cuando tomemos como punto de partida los 1080p), por lo que suele ser preferible adaptar esta última y la calidad de imagen de manera que nos permitan obtener una mayor cadencia de FPS, y, así, sacar más partido al refresco nativo de nuestro panel.
En lo que concierne a la tecnología utilizada en la fabricación del panel los más habituales en los portátiles gaming de última generación son los LCD IPS debido a que son los que proporcionan la mejor calidad de imagen global, y, además, su tiempo de respuesta se ha reducido muchísimo durante los últimos años. Pero también podemos encontrar algunos equipos con panel VA o TN si nos decantamos por un ordenador de gama de entrada.
Un último apunte: si vais a utilizarlo de vez en cuando para jugar en exteriores, fijaos en que el panel cuente con cobertura antirreflejos. De lo contrario los reflejos de la pantalla podrían transformar vuestra experiencia en un suplicio.
El microprocesador
La mayor parte de los ordenadores portátiles para gaming que podemos encontrar actualmente en el mercado incorpora un microprocesador Intel Core i5, si es un equipo de las gamas de entrada o media, o Intel Core i7, si pertenece a las gamas media/alta o alta. Estas dos familias de procesadores son perfectamente válidas para jugar, aunque entre unos modelos y otros, tanto si pertenecen a distinta familia como a la misma, puede haber diferencias importantes que se materializan en las frecuencias de reloj base y máxima, la cantidad de núcleos, el número de hilos de ejecución (threads), el tamaño del subsistema de memoria caché de tres niveles y el TDP (Thermal Design Power), que condiciona sensiblemente la autonomía del equipo.

AMD también tiene microprocesadores muy interesantes para ordenadores portátiles, como son los que forman parte de las familias Ryzen y Ryzen PRO con lógica gráfica Radeon Vega. Sin embargo, se prodigan muy poco en las máquinas para gaming. En cualquier caso, a la hora de decantarnos por un portátil con una CPU en particular nos interesa saber que en el ámbito de los juegos la frecuencia de reloj tiene una incidencia más clara en el rendimiento que el número de núcleos. Esto se debe a que el código de los juegos que se ejecuta en la CPU no es altamente paralelizable, por lo que, una vez que tenemos cubierto un mínimo de núcleos, que hoy en día yo estimaría en cuatro, nos interesa apostar por aquel chip que nos ofrece una frecuencia de reloj máxima más alta.
Ciñéndonos a Intel, dado que es la marca por la que apuestan la mayor parte de los fabricantes de equipos para gaming, podéis veros en la tesitura de tener que elegir entre un chip Core i5 o uno Core i7. O, incluso, por uno de sus nuevos Core i9. Estos últimos son los que tienen las especificaciones más ambiciosas, pero también suelen ser más caros, por lo que tienen un impacto en el coste del PC. Por esta razón, lo que nos interesa es comparar las características de los microprocesadores integrados en los portátiles que nos gustan, y no decantarnos por uno de ellos a la ligera.
La comparación de las frecuencias de reloj y los subsistemas de memorias caché es muy simple. Más es mejor. Aquí no cabe duda. Sin embargo, cuando entramos en el terreno de los núcleos y los hilos de ejecución, la elección se complica. Solo los chips Core i5 de séptima generación con dos núcleos y los de octava generación con cuatro núcleos incorporan la tecnología Hyper-Threading, por lo que son capaces de procesar dos hilos de ejecución por núcleo físico. Los demás procesadores Core i5 carecen de ella, por lo que solo pueden procesar un thread en cada núcleo físico.

Por otro lado, todos los microprocesadores Core i7, tanto los de séptima como los de octava generación, cuentan con la tecnología Hyper-Threading, por lo que pueden procesar el doble de hilos de ejecución que núcleos físicos tengan. Sin embargo, en el porfolio de Intel hay chips Core i7 de séptima generación con dos núcleos físicos y cuatro lógicos. Si tropezamos con una máquina que tiene uno de estos procesadores podría ser más interesante que nos decantemos por otra equiparable con procesador Core i5 con cuatro núcleos físicos, aunque sea de séptima generación y carezca de la tecnología Hyper-Threading.
Este ejemplo es poco probable porque los Core i7 con dos núcleos no resultan atractivos en una máquina para gaming. Aun así, es interesante que lo contemplemos porque ilustra lo complicado que es el porfolio de Intel actualmente, dado que, además, en él conviven dos generaciones de productos, y lo importante que es mirar con calma las características de la CPU de los portátiles que nos interesan.
El procesador gráfico
A la hora de elegir los chips gráficos que van a integrar en sus portátiles para gaming los fabricantes de equipos apuestan mayoritariamente por NVIDIA. Y es que es evidente que en esta gama de ordenadores son esta última empresa e Intel, en el terreno de los microprocesadores, las que se llevan «el gato al agua». Un buen punto de partida a la hora de elegir la GPU que deberá tener nuestro próximo ordenador portátil para juegos consiste en determinar la resolución a la que queremos jugar y la cadencia de imágenes por segundo que queremos disfrutar.
Todos los portátiles que se comercializan desde hace varios años incorporan una salida HDMI que nos permite enviar la señal de A/V a nuestro televisor, aunque si decidimos hacerlo nos veremos obligados a aceptar las limitaciones impuestas, por un lado, por la norma HDMI de los enlaces del portátil y la tele, y, por otro, por el refresco del panel de esta última. En cualquier caso, lo interesante es saber con cierta precisión qué podemos esperar de cada uno de los procesadores gráficos de la serie GeForce GTX 10 de NVIDIA, que es por la que apuestan mayoritariamente los fabricantes de portátiles para gaming hoy en día.

Si nuestra intención es jugar a 1080p podemos fijarnos en tres familias de procesadores gráficos: las GeForce GTX 1050, 1060 y 1070. Los portátiles equipados con una GPU GeForce GTX 1050 nos permiten jugar a 1080p, pero con cadencias medias de imágenes por segundo que en juegos exigentes quedarán claramente por debajo de los 60 FPS. Un portátil equipado con una GPU GeForce GTX 1060 pone en nuestras manos la posibilidad de jugar a 1080p y con la máxima calidad de imagen con cadencias que en muchos juegos se situarán en la órbita de los 60 FPS, por lo que, en principio, es una opción más apetecible que una GPU GTX 1050.
Y si lo que queremos es jugar a 1080p con cadencias medias por encima de los 60 FPS con la máxima calidad de imagen, y con caídas que en prácticamente ningún caso bajarán más allá de los 30 FPS, la opción idónea es una GPU GeForce GTX 1070. Este procesador gráfico también es perfectamente válido para jugar a 1440p con cadencias medias que con frecuencia se situarán en torno a los 60 FPS. E incluso a 4K UHD, aunque a esta última resolución la cadencia media se situará casi siempre en la órbita de los 30 FPS.

La mejor experiencia de juego a 4K UHD la obtendremos, sin duda alguna, si nos decantamos por un ordenador portátil equipado con una GPU GeForce GTX 1080. O incluso con dos de estos procesadores gráficos con distribución SLI, si somos extremadamente exigentes. De una GPU GTX 1080 podemos esperar jugar a 4K UHD con cadencias medias que, con la máxima calidad de imagen, oscilarán en casi todos los títulos entre 40 y 60 FPS. Con dos GTX 1080 en SLI nos iremos a cadencias medias superiores a los 60 FPS en 4K UHD en prácticamente todos los juegos. Pero, eso sí, los portátiles que cuentan con este subsistema gráfico son carísimos, muy voluminosos (suelen integrar un sistema de refrigeración líquida) y bastante pesados.
La memoria principal
La cantidad mínima de memoria RAM que podemos admitir en un portátil para juegos de gama básica es 8 GB de tipo DDR4 (a ser posible que trabajen a una frecuencia de reloj efectiva de 2.400 MHz al menos). Una cantidad mucho más interesante es 16 GB DDR4, que es la que nos ofrecen buena parte de los fabricantes en sus propuestas de las gamas media y media/alta.

Y si nuestro presupuesto es generoso y queremos hacernos con un portátil gaming de alta gama, que posiblemente estará equipado con una GPU GeForce GTX 1080 con 8 GB GDDR5, la cantidad idónea de RAM que debería equipar para que su configuración esté bien balanceada es 24 o 32 GB DDR4. Eso sí, es importante, como en el caso anterior, que prestemos atención a la frecuencia de reloj efectiva a la que trabajan los chips de memoria, que debería ser, al menos, de 2.400 MHz. Hablamos de velocidad efectiva porque los chips de memoria DDR se activan dos veces en cada ciclo de reloj, ante el flanco de subida y bajada de la señal, por lo que la frecuencia real de esta señal (1.200 MHz) es justo la mitad de la frecuencia efectiva (2.400 MHz).