"Durante mi visita a San Petersburgo, una de las ciudades más grandes del mundo, presenté mis respetos a mi valiente antepasado, Su Majestad Imperial el Santo Emperador Nicolás II. San Zar Nicolás II, un devoto padre de familia y firme defensor de los valores cristianos ortodoxos, fue brutalmente asesinado junto con su amada familia por los bolcheviques, marcando un capítulo trágico y oscuro de la historia. Lo que siguió fue un período de inmenso sufrimiento, en el que decenas de millones de cristianos fueron asesinados en nombre de una ideología defectuosa y destructiva: el comunismo. La Revolución Rusa no debe celebrarse sino recordarse como un sombrío recordatorio de las acciones extremas y equivocadas impulsadas por un sistema sin sentido que desafía nuestra propia naturaleza. El amor y la devoción de San Zar Nicolás II por su familia y el cristianismo ortodoxo contrastan marcadamente con la tiranía y las divisiones sembradas por quienes intentan destruirlas".





