Historia del vehículo eléctrico
Baker Electric Model V de 1912
Por curioso que pueda parecer, el inicio de la historia del vehículo eléctrico es anterior a la de su homólogo de combustión interna. Era el siglo XIX, y los avances en electromagnetismo, así como los experimentos de Ányos Jedlik, que en 1828 desarrolló el primer motor eléctrico formado por un estator, un rotor y un conmutador, o Joseph Henry, pronto facilitaron que algunos hombres adelantados a su época probaran a montar este tipo de motores a sus coches de caballos, y así fue como el norteamericano Thomas Davenport construyó el que se dice que es el primer vehículo eléctrico de la historia, en 1834, y aunque se trataba de un vehículo en miniatura, que solo se desplazaba haciendo círculos sobre una mesa y ni soportaba el propio peso de su batería, se convirtió en el primer prototipo equipado con motor eléctrico, adelantándose 50 años al nacimiento del motor de combustión.
En esa época, Robert Davidson diseñó una locomotora eléctrica que alcanzaba los 6 Km/h. La fiebre de la motorización eléctrica acababa de empezar. Sin saber el año exacto de su fabricación (se dice que entre 1832 y 1839), un hombre de negocios escocés llamado Robert Anderson, inventó el coche eléctrico puro al diseñar un carruaje con tracción eléctrica y pila de energía no recargable. Era el primer proyecto pensado desde cero para ser un vehículo eléctrico. En aquellos años se patentaba la línea electrificada, gran avance para la movilidad, pero que no sirvió de empujón a los coches eléctricos, siendo más indicada para trenes y tranvías.
En 1859 Gaston Planté mejoró la primitiva pila eléctrica utilizada hasta esa época, inventando la batería de plomo-ácido, que podía recargarse mediante la regeneración de las sustancias químicas gastadas haciendo pasar una corriente eléctrica en sentido inverso a través de ella. En 1881, el ingeniero químico francés Camille Alphonse Faure, aprovechando los avances de Planté, evolucionó la batería plomo-ácido añadiéndole unas placas formadas por una rejilla de plomo con pasta de dióxido de plomo. Esta mejora incrementó la capacidad de las baterías y permitió iniciar su fabricación industrial a escala mundial.
1- Ányos Jedlik 1828, 2- Jeantaud 1881, 3- Electrobat 1894, 4- Le Jamais Contente 1899, 5- Baker Electric 1903, 6- Thomas Edison Electric Car 1928.
Gracias a estos inventores franceses, se vivió un florecimiento de prototipos de vehículo eléctrico. El austriaco Franz Kravogl ideó un ciclo de dos ruedas con motor eléctrico que mostró en la Exposición Mundial de Paris en 1867. El francés Gustave Trouvé presento en público en la Exposición Internacional de la Electricidad de Paris, en 1881, un automóvil de tres ruedas totalmente funcional, siendo para muchos el verdadero primer vehículo alimentado por electricidad de la historia. En ese mismo año otro francés, Charles Jeantaud, construyó el primer coche eléctrico de cuatro ruedas alimentado con baterías, se llamaba «Tilbury», y acabó consumido por las llamas tras recorrer escasos cien metros. En Manchester, Gran Bretaña, el ingeniero Thomas Parker diseño en 1884 el automóvil eléctrico más práctico hasta ese momento, gozando de un gran éxito entre la clase alta británica.
Como vemos, Gran Bretaña, pero sobre todo Francia, eran los países que dominaban el diseño y la fabricación de los vehículos eléctricos a finales del Siglo XIX, gozando de apoyo a nivel institucional, el cual propició un desarrollo generalizado de este tipo de vehículos. Pero la verdadera invención eléctrica que maravilló a un mundo en constante desarrollo fue el record de velocidad alcanzado el 29 de abril de 1899 por «La Jamais Contente», el coche eléctrico que rompió la barrera de los 100 km/h, llegando a una velocidad máxima de 105,88 km/h. Era el primer coche fabricado específicamente para lograr batir un record de velocidad. Por aquella época, en Estados Unidos también tuvo lugar la aparición de vehículos eléctricos más desarrollados que los vistos antes de la mano de Thomas Davenport. Fue William Morrison quién fabricó en 1890 una camioneta para seis pasajeros y capaz de circular a 23 km/h, precedente de los actuales monovolúmenes. Henry Morris y Pedro Salom, inventaron en Philadelphia, en 1894, el primer coche eléctrico con una fiabilidad nunca antes vista, el «Electrobat».
A principios del Siglo XX, existían en el mundo 19 fabricantes de vehículo eléctrico, y los datos de ventas en Estados Unidos reflejaban la tendencia dominante; de los 4.200 vehículos vendidos, el 38% eran alimentados por electricidad, mientras que un 40% eran de vapor y el 22% restante recurría a la gasolina. Precisamente fue este país el que recogió el testigo de líder en movilidad eléctrica. Grandes fabricantes americanos de la época fueron Detroit Electric, Studebaker, Edison, Riker Electric Vehicle Company y Antonhy Electric entre otros, que tuvieron un importante éxito comercial. La desaparición del coche a vapor supuso un aumento de cuota de mercado para los eléctricos, pero sin saberlo, poco a poco se acercaba su declive.
Estación de recarga de General Electric en Estados Unidos (principios del sigo XX)
La historia del vehículo eléctrico prosigue, entre los años 1908 y 1912, con un periodo de inestabilidad. Los coches de combustión, muy ruidosos y contaminantes, poco fiables y difíciles de arrancar, eran elegidos por el público masculino, y conforme se solucionaban sus defectos, cada vez ganaban más usuarios. Los eléctricos, simples, limpios, fiables, fáciles de arrancar y de conducir eran los elegidos por el público femenino y la burguesía. Pero Henry Ford y su cadena de montaje en serie provocaron una bajada de precios en sus modelos de combustión, llegando al mayor sector de la población, la clase media. El proceso, iniciado en 1908, se basaba en la fabricación masiva, logrando vender el mismo coche que en 1909 costaba 600$ a 250$ en 1925.
Ante esta innovación industrial, el vehículo eléctrico tenía poco que hacer. Sin embargo un avance del genial inventor americano Thomas Edison hizo que las previsiones de coches eléctricos se dispararan, había creado la batería hierro-níquel. Pero otros descubrimientos acabaron de enterrar a la industria automovilística eléctrica. La introducción del arranque eléctrico en 1912, patentado por Charles Kettering, provocó que desapareciera uno de los pocos puntos flacos del coche a combustión, el complicado y desagradable arranque a manivela. La creación de mejores carreteras que permitían una mayor velocidad y necesidad de autonomía, ambos aspectos favorables a este tipo de vehículos, junto con la proliferación de yacimientos petrolíferos al sur de Estados Unidos, que originó el nacimiento de una potente industria, fueron aspectos imposibles de remontar por parte del vehículo eléctrico, motivando la elección del coche con motor de combustión por parte de la sociedad americana, y posteriormente, del resto del mundo.
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