No sabe ni pronunciar la pobre.
O sea, que no podemos llamar gorda a Lalachus porque es superofensivo, todos los cuerpos son válidos y si lo decimos somos fachas, pero ella sí puede sacar una estampita para mofarse del cristianismo, la religión mayoritaria en España, en la TV pública que pagamos entre todos, mientras sobre el islam no hace bromitas, no sea que la lapiden por la calle.Broncano y Lalachus son productos de una sociedad líquida, tan estúpida como cobarde. Encarnan, cada uno a su manera, lo peor de nuestro tiempo: un simple, palmero del poder y con la gracia en donde amargan los pepinos, que se cree cómico subversivo y antisistema, y una gorda feminista con la gracia en donde no brilla el sol, que se cree cómica y jamás asumirá que la han encumbrado precisamente por gorda y feminista.Pero son productos perecederos destinados a un público carente de crítica y con un CI negativo. El péndulo ya se está moviendo y estos personajes caerán pues no aportan nada intelectualmente relevante o moralmente aceptable. Mientras tanto, se harán de oro pues la izquierda sí premia a los que no se salen ni media letra del guion para politizar hasta unas puñeteras campanadas.