Firma o bombardeo: el ultimátum de Trump para que Irán acepte un acuerdo nuclear "mejor que el de Obama"
El problema para Trump es que la respuesta iraní ha sido, por ahora, más bien negativa. Jameneí ha dicho que su país no aceptará "amenazas" de "gobiernos matones"
Manifestantes en Teherán contra Trump en el día Al-Quds. (EFE/EPA)
Por
Daniel Iriarte 07/04/2025 - 05:00
En enero de este año, el grupo Unidos Contra un Irán Nuclear (UANI, por sus siglas en inglés) publicó
un informe titulado ‘Un plan de 100 días sobre Irán para la próxima Administración Trump’, en el que proponía una serie de medidas dirigidas a castigar masivamente al régimen de Teherán por su comportamiento en la escena internacional. Esta organización semi-informal, integrada por muchos de
los principales ‘halcones’ de Washington en lo que a Irán se refiere, describía una estrategia de aislamiento diplomático total, uso de operaciones de información, represalias militares y castigos económicos para “recortar la capacidad de la República Islámica de irán para el terrorismo, quebrar su influencia desestabilizadora, y reforzar la fortaleza y seguridad de América”.
La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, mucho más beligerante hacia la teocracia iraní que las administraciones demócratas, desató auténtico entusiasmo entre las filas de la UANI, que ahora esperaba recoger los frutos de años de campañas políticas en este sentido. A los integrantes de este grupo, todo lo que sea bombardear objetivos medianamente relacionados con Irán les parece bien. Han aplaudido
los ataques contra las milicias hutíes en Yemen y prácticamente todas las acciones de Israel en Gaza, Líbano, Siria y alrededores. Y ahora se muestran complacidos ante la idea de que el gobierno de Trump, en colaboración con las autoridades israelíes, lance un bombardeo masivo contra instalaciones nucleares del propio Irán.
La posibilidad es real. La Fuerza Aérea de EEUU ha desplegado
al menos seis bombarderos estratégicos B-2, invisibles a los radares, en la isla de Diego García, preposicionándolos de cara a un eventual ataque. Se trata de un despliegue extremadamente caro. Esta cifra supone un 30% del total de la flota de aeronaves de este tipo de las que dispone Estados Unidos, y
la elección de estas bases en el Océano Índico es de carácter pragmático: poder esquivar, llegado el momento, el veto al uso del espacio aéreo de los países árabes, que ya han dicho que no permitirán que se use su territorio para un bombardeo de este tipo. El mensaje a Irán es claro: Washington no está bromeando.
Pero hay otro factor en toda esta ecuación que les gusta menos a los miembros de la UANI: el hecho de que, como alternativa al bombardeo, la Administración Trump está
tratando de negociar con el gobierno iraní para llegar a un nuevo acuerdo sobre su programa nuclear. El pasado 19 de marzo, el presidente estadounidense envió una carta a través de Emiratos Árabes Unidos al líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jameneí, exigiéndole alcanzar un pacto al respecto en un plazo de dos meses, o de lo contrario el país tendría que “afrontar las consecuencias”.
“Hay dos formas en las que se puede manejar a Irán: militarmente, o llegas a un acuerdo. Yo preferiría llegar a un acuerdo, porque no quiero hacerle daño a Irán”, declaró Trump poco después a la cadena Fox News.
"Gobiernos matones"
Según los análisis menos conservadores, Irán podría estar a apenas unas pocas semanas de distancia de conseguir una bomba atómica. “Estamos en los momentos finales.
No podemos dejarles que tengan una bomba nuclear”, afirmó el presidente estadounidense a principios de marzo, cuando anunció por primera vez su intención de resolver esta cuestión mediante una negociación.
El problema para Trump es que la respuesta iraní ha sido, por ahora, más bien negativa. Jameneí ha dicho que su país no aceptará “amenazas” de “gobiernos matones”. Y el presidente Masoud Pezeshkian declaró la semana pasada que Irán no llevaría a cabo negociaciones directas con EEUU. En cambio Teherán,
utilizando al sultanato de Omán como intermediario, ha dejado
la puerta abierta a una negociación indirecta con Washington. Pero está por ver si eso —que implicaría un arduo trabajo diplomático silencioso, probablemente durante bastante tiempo— bastará para contentar a un presidente obsesionado con la imagen, con golpes de efecto que pueda vender a sus seguidores como grandes triunfos, sin importar los resultados reales.
Los iraníes, de hecho, han planteado la cuestión al revés, sugiriendo que los bombardeos acelerarían la determinación de Irán de adquirir armamento atómico: “Si América o Israel atacan Irán bajo el pretexto de temas nucleares, Irán podría avanzar hacia la bomba atómica”, declaró la semana pasada el principal asesor de Jameneí, el ayatolá Ali Larijani, en un canal de televisión estatal.
“No estamos avanzando hacia las armas [nucleares], pero si haces algo incorrecto en el tema nuclear iraní, fuerzas a Irán a moverse hacia allí porque tiene que defenderse”, añadió.
"Si América o Israel atacan Irán bajo el pretexto de temas nucleares, Irán podría avanzar hacia la bomba atómica"
Otros países están maniobrando por su cuenta para lograr un acuerdo. Francia, por ejemplo, ha dicho claramente que su prioridad es alcanzar un nuevo pacto que “constriña de forma verificable y duradera” el programa nuclear iraní, según el ministro de exteriores galo Jean-Noël Barrot, quien ha dicho que de no lograrlo “una confrontación militar sería casi inevitable”. Y ese ataque le crearía
una complicación adicional a Trump: daría al traste con una de las escasas características que muchos estadounidenses y extranjeros valoran positivamente del presidente estadounidense independientemente de cuál sea su posicionamiento político: el hecho de que durante su primer mandato no inició ninguna guerra, en claro contraste con todos sus antecesores recientes.
Debates internos y mensajes contradictorios
Públicamente,
Trump ha expresado su confianza de que los iraníes terminarán plegándose a sus exigencias. “Creo que es mejor tener conversaciones directas. Creo que va más rápido, y uno entiende a la otra parte mucho mejor que si vas a través de intermediarios. Ellos querían usar intermediarios, pero no creo que eso siga siendo necesariamente así”, declaró el pasado viernes. Pero
según el medio Axios, en realidad es la Casa Blanca la que está sopesando la posibilidad de unas negociaciones indirectas si acaba siendo la única otra opción posible frente a una acción militar.
Incluso si tiene razón y al menos una parte del gobierno iraní está dispuesta a establecer negociaciones directas con Washington para evitar un ataque, muchas cosas podrían salir mal. La primera es la existencia de múltiples polos de poder dentro del régimen iraní, en el que algunos representantes de la línea dura consideran que el país no solo ha hecho enormes sacrificios por su programa nuclear, sino que el anterior acuerdo tampoco produjo los frutos deseados, como un levantamiento generalizado de las sanciones.
Esta facción podría fácilmente acabar prevaleciendo en el debate que sin duda está teniendo lugar al más alto nivel en Teherán, incluso si la consecuencia es sufrir un bombardeo de alcance inédito en sus instalaciones nucleares y otras infraestructuras.
La existencia de diferentes posturas dentro del régimen queda de manifiesto en los mensajes contradictorios que Irán ha lanzado al mundo en las últimas semanas, por ejemplo diciéndole
al diario The Telegraph que Teherán ha “abandonado a los hutíes”, ordenando que todo su personal especializado salga de Yemen, apenas unos días después de que otro alto cargo iraní
le filtrase a ese mismo medio que existe una enorme presión interna dentro del ejército iraní para lanzar un bombardeo preventivo contra la base de Diego García. En esta operación psicológica, Irán también
ha hecho públicos vídeos sobre
una “ciudad de misiles” subterránea que aloja cientos de proyectiles de medio y largo alcance, dando a entender que podría lanzarlos contra sus enemigos en caso de ataque.
"Creo que es mejor tener conversaciones directas. Creo que va más rápido, y uno entiende a la otra parte mucho mejor"
La otra gran variable es el propio Israel, cuya posición en Washington jamás ha sido tan favorable como en estos momentos, y que podría tratar de arrastrar a EEUU a una acción militar contra Irán por la que
el primer ministro Benjamin Netanyahu ha mostrado su preferencia durante años, a menudo contra el consejo de sus propios generales y altos mandos de inteligencia. Dada la reestructuración del aparato de seguridad israelí en el último año y medio, en el que los críticos más acérrimos de Netanyahu han sido relegados frente a sus aliados políticos —
muchos de ellos auténticos extremistas—, y cada vez más
amenazado por los escándalos de corrupción, el líder israelí podría concluir que una guerra con Irán es la mejor baza para su supervivencia política y actuar de forma unilateral, obligando a Estados Unidos a posicionarse a su favor.
Las trampas de un ataque que (casi) nadie quiere
Desde el principio, Donald Trump fue uno de los principales críticos del llamado Plan Exhaustivo de Acción Conjunta firmado en 2015 por la Administración Obama con Irán para restringir el programa nuclear de Teherán, que el entonces candidato calificó de “desastre” y de “el peor acuerdo jamás firmado”. Por eso, pese a la resistencia de sus asesores de inteligencia y su cuerpo diplomático —
que tuvieron que admitir que estaba funcionando—, Trump acabó
abandonando unilateralmente el acuerdo en mayo de 2018.
¿Por qué retomarlo ahora?
Muchos observadores creen que el único motivo por el que Trump decidió salirse del acuerdo es porque había sido obra de su predecesor Barack Obama, por el que el actual presidente estadounidense no esconde su profundo resentimiento. De hecho, nada más cancelarlo, Trump empezó a negociar con los iraníes otro acuerdo “mejor” que
se parecía muchísimo al que EEUU acababa de dinamitar. Pero la eliminación del comandante supremo de la Guardia Revolucionaria iraní Qassem Soleimani en Irak en 2020 enterró definitivamente cualquier posibilidad de acercamiento. Ahora, sin embargo
, Trump ha vuelto a desempolvar aquella ambición, como alternativa a una guerra que en el fondo no desea.
Aún así, las dificultades de alcanzar un consenso entre ambos países son gigantescas. La Administración Trump insiste en que cualquier pacto debe cubrir lo que califican de “deficiencias” en el plan de 2015, exigiendo que Irán abandone todos los aspectos de su programa, no solo las capacidades de enriquecimiento de uranio sino también otras áreas como los misiles. También demanda que
Irán desmantele su programa de drones, así como el llamado ‘Eje de la resistencia’, la red de apoyo a milicias y grupos ‘proxies’ en Líbano, Siria, Palestina e Irak. Para el régimen iraní, estas exigencias son inaceptables. “Irán se negó categóricamente a restringir sus actividades regionales como parte de las negociaciones del JPAC [en 2018], y seguramente volverá a rechazar las restricciones a dichas actividades en un nuevo acuerdo. Irán también ha rechazado enérgicamente cualquier acuerdo que le obligue a poner fin al enriquecimiento de uranio, argumentando que tiene ‘derecho’ a hacerlo en virtud del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)”, señala
un análisis de la consultoría de inteligencia privada Soufan Group. “Otro obstáculo para un posible acuerdo es la probable renuencia del equipo de Trump a proporcionar a Irán el alivio de las sanciones que exige”, añade el documento.
"Irán se negó categóricamente a restringir sus actividades regionales como parte de las negociaciones del JPAC"
En ese contexto, aquellos que creen que la vía militar es la única manera de acabar con la República Islámica de Irán —entre ellos, muchos iraníes exiliados en el extranjero, así como los ‘halcones’ en Washington— se regocijan ante el probable descarrilamiento de las negociaciones y la posibilidad, cada vez más tangible, de un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes. “
El escenario está listo para un enfrentamiento entre EEUU e Irán, no un acuerdo”, escribe por ejemplo el director político de la UANI, Jason Brodsky, en
un reciente artículo en el Atlantic Council. Pero no deja de ser un signo de lo inaudito de estos tiempos que en mitad de la tormenta de actualidad en la que vivimos, este drama, que en otra época habría abierto las portadas de casi todos los medios importantes, esté pasando casi desapercibido.