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Cuando el boxeo renació en una plaza de toros
La lección de un descendiente de esclavos y de un sobrino de Oscar Wilde en la Monumental

Domingo Marchena, Barcelona
16/05/2020 02:00 | Actualizado a 19/05/2020 14:59
El boxeo ha muerto mil veces. Mil veces lo han enterrado y mil veces ha renacido. Hoy hablaremos de la resurrección del 23 de abril de 1916, a raíz del combate entre Jack Johnson y Arthur Cravan en la Monumental, una de las tres plazas de toros que tuvo Barcelona. Pero para comprender qué pasó aquel día hay que avanzar medio siglo en la máquina del tiempo. Bienvenidos al Palacio de Convenciones de Miami Beach. Es el 25 de febrero de 1964. Ha nacido el boxeo moderno y una leyenda, Cassius Clay.
Aquel jovenzuelo de 22 años, que más adelante abrazaría la fe musulmana y se transformaría en Muhammad Ali, dejó pasmado a medio mundo (y a las casas de apuestas). Se deshizo de Sonny Liston y le arrebató el título de los superpesados contra todo pronóstico. Nadie creía en las posibilidades del aspirante. Pero si su victoria de 1964 fue inapelable, aún lo fue más la de 1965, cuando ganó por KO técnico en el primer asalto de la revancha. Hubo más de un derrotado: Liston fue uno de los últimos grandes campeones en manos de la mafia.
Unos años antes, cuando aún no lo habían destronado, Liston se tropezó en un hotel de Los Ángeles con un conocido, Moe Dalitz, un capo del crimen organizado de Las Vegas. El boxeador le sonrió y amagó con golpearlo, pero el otro no estaba para bromas: “Si me tocas, eres hombre muerto, negrazo”. Y aquel titán, que en el cuadrilátero era capaz de romper mandíbulas, reculó y bajó la mirada, como explica David Remnick en Rey del mundo: Muhammad Ali y el nacimiento de un héroe americano (Debolsillo).
Por eso fue tan importante la irrupción de Ali, que pudo triunfar y manejar su carrera al margen de gentuza como Moe Daliz. Su historia no tiene nada que ver con la del propio Liston ni con la de otros campeones negros, como Johnny Saxton, dos veces campeón mundial del peso welter. Ganó ingentes cantidades de dinero, que pasaron de su bolsillo a los de un hampón del clan Lucchese: el promotor Paolo Giovanni, Frankie, Carbo. Sus tentáculos en el ring trataron de llegar hasta Jake LaMotta (el Toro salvaje de Scorsese).

El Clay vs Liston de 1964 (Getty)
Los Lucchese ya eran entonces, y lo fueron hasta finales del siglo XX, “una de las bandas mafiosas más importantes de Nueva York”, como subraya Mike Dash en La primera familia: extorsión, venganza, muerte y el nacimiento de la mafia americana (Debate). Sus negocios abarcaban los asesinatos y las extorsiones en la construcción, el transporte aéreo, las industrias de tratamiento de basuras y, entre otros, los mercados mayoristas de frutas y hortalizas de Brooklyn y el Bronx. Y también las apuestas deportivas y el boxeo…
¿Qué le pasaba a un púgil en las garras de los Lucchese? El caso de Johnny Saxton es revelador. El 5 de marzo de 1959, apenas tres meses después de su retirada, lo detuvieron por un robo con un exiguo botín de cinco dólares y 20 centavos. En su carrera había ganado más de un cuarto de millón. El juez le preguntó: “¿Dónde está su dinero?”. Y él respondió: “No lo sé. Nunca tuve mucho”. Cuando el magistrado quiso saber por qué se había retirado, contestó: “Porque a ellos ya no les hacía falta”.

El entrenamiento de Cravan © Arxiu Fotogràfic Centre Excursionista de Catalunya (AFCEC)
Ellos, la mafia, lo abandonaron tras exprimirlo como un limón. Eso no pasó con Muhammad Ali. Su vida fue una montaña rusa con mil altibajos. Tuvo tantos problemas que no caben aquí. Pero hasta que llegó él, los campeones negros acababan sin un céntimo, como Saxton, o tenían que agachar la cabeza, como Liston. “Él no hizo ni una cosa ni la otra”, dice Norman Mailer en El combate (Contra), que narra su pelea de 1974 contra George Foreman, en Kinshasa, Zaire (hoy República Democrática de Congo).
El mismo bocazas que derrotó a Liston, y que se quejaba en 1964 de que no le dejaran entrar en los hoteles y restaurantes de los blancos, decía diez años después: “Voy a destrozar a ese negro”, en referencia a Foreman. Quizá Ali fue el primer boxeador negro de la historia que logró que lo vieran “sólo como a un boxeador, no como a un negro que boxeaba”, concluye Joyce Carol Oates, autora de Del boxeo (Alfaguara) y de frases como esta: “La vida se parece al boxeo, pero el boxeo sólo se parece al boxeo”.
La pelea © AFCEC
La lección de un descendiente de esclavos y de un sobrino de Oscar Wilde en la Monumental

Domingo Marchena, Barcelona
16/05/2020 02:00 | Actualizado a 19/05/2020 14:59
El boxeo ha muerto mil veces. Mil veces lo han enterrado y mil veces ha renacido. Hoy hablaremos de la resurrección del 23 de abril de 1916, a raíz del combate entre Jack Johnson y Arthur Cravan en la Monumental, una de las tres plazas de toros que tuvo Barcelona. Pero para comprender qué pasó aquel día hay que avanzar medio siglo en la máquina del tiempo. Bienvenidos al Palacio de Convenciones de Miami Beach. Es el 25 de febrero de 1964. Ha nacido el boxeo moderno y una leyenda, Cassius Clay.
Aquel jovenzuelo de 22 años, que más adelante abrazaría la fe musulmana y se transformaría en Muhammad Ali, dejó pasmado a medio mundo (y a las casas de apuestas). Se deshizo de Sonny Liston y le arrebató el título de los superpesados contra todo pronóstico. Nadie creía en las posibilidades del aspirante. Pero si su victoria de 1964 fue inapelable, aún lo fue más la de 1965, cuando ganó por KO técnico en el primer asalto de la revancha. Hubo más de un derrotado: Liston fue uno de los últimos grandes campeones en manos de la mafia.
Unos años antes, cuando aún no lo habían destronado, Liston se tropezó en un hotel de Los Ángeles con un conocido, Moe Dalitz, un capo del crimen organizado de Las Vegas. El boxeador le sonrió y amagó con golpearlo, pero el otro no estaba para bromas: “Si me tocas, eres hombre muerto, negrazo”. Y aquel titán, que en el cuadrilátero era capaz de romper mandíbulas, reculó y bajó la mirada, como explica David Remnick en Rey del mundo: Muhammad Ali y el nacimiento de un héroe americano (Debolsillo).
Por eso fue tan importante la irrupción de Ali, que pudo triunfar y manejar su carrera al margen de gentuza como Moe Daliz. Su historia no tiene nada que ver con la del propio Liston ni con la de otros campeones negros, como Johnny Saxton, dos veces campeón mundial del peso welter. Ganó ingentes cantidades de dinero, que pasaron de su bolsillo a los de un hampón del clan Lucchese: el promotor Paolo Giovanni, Frankie, Carbo. Sus tentáculos en el ring trataron de llegar hasta Jake LaMotta (el Toro salvaje de Scorsese).


Los Lucchese ya eran entonces, y lo fueron hasta finales del siglo XX, “una de las bandas mafiosas más importantes de Nueva York”, como subraya Mike Dash en La primera familia: extorsión, venganza, muerte y el nacimiento de la mafia americana (Debate). Sus negocios abarcaban los asesinatos y las extorsiones en la construcción, el transporte aéreo, las industrias de tratamiento de basuras y, entre otros, los mercados mayoristas de frutas y hortalizas de Brooklyn y el Bronx. Y también las apuestas deportivas y el boxeo…
¿Qué le pasaba a un púgil en las garras de los Lucchese? El caso de Johnny Saxton es revelador. El 5 de marzo de 1959, apenas tres meses después de su retirada, lo detuvieron por un robo con un exiguo botín de cinco dólares y 20 centavos. En su carrera había ganado más de un cuarto de millón. El juez le preguntó: “¿Dónde está su dinero?”. Y él respondió: “No lo sé. Nunca tuve mucho”. Cuando el magistrado quiso saber por qué se había retirado, contestó: “Porque a ellos ya no les hacía falta”.


Ellos, la mafia, lo abandonaron tras exprimirlo como un limón. Eso no pasó con Muhammad Ali. Su vida fue una montaña rusa con mil altibajos. Tuvo tantos problemas que no caben aquí. Pero hasta que llegó él, los campeones negros acababan sin un céntimo, como Saxton, o tenían que agachar la cabeza, como Liston. “Él no hizo ni una cosa ni la otra”, dice Norman Mailer en El combate (Contra), que narra su pelea de 1974 contra George Foreman, en Kinshasa, Zaire (hoy República Democrática de Congo).
El mismo bocazas que derrotó a Liston, y que se quejaba en 1964 de que no le dejaran entrar en los hoteles y restaurantes de los blancos, decía diez años después: “Voy a destrozar a ese negro”, en referencia a Foreman. Quizá Ali fue el primer boxeador negro de la historia que logró que lo vieran “sólo como a un boxeador, no como a un negro que boxeaba”, concluye Joyce Carol Oates, autora de Del boxeo (Alfaguara) y de frases como esta: “La vida se parece al boxeo, pero el boxeo sólo se parece al boxeo”.

