Ha puesto esto:
11 meses dando el pecho, 6 lactancia exclusiva materna y 5 complementando con comida y algún biberón el fin de semana.
Nació y se enganchó a la teta al momento, me sentí como un animal mitológico lleno de magia, un animal que sentía una ternura y un amor tan grande cuando miraba a su hija como si se tratara de la mismísima virgen con Jesús.
Esa protección y fiebre de amor me hizo estar los 4 días siguientes sin dormir, solo con ella.
Ese mes pasé por casi una mastitis, una herida en el pezón, (tenía que morder un trapo, para no chillar del dolor cuando lactaba)fiebre, pensamientos machacadores ¿estará saciada, lo estoy haciendo bien? ¿Tengo poca leche?.
Me pasé unos 4 meses con ella enganchada las 24horas
Me quejaba, —qué esclavo es esto.
Y lo era, mucho, requería no descansar, no ducharte y estar 24h pendiente de ella, te ves unos pechos vacíos y sin gracia, sujetadores horrorosos, vestirte con lo que puedas, tiene que ser cómodo para sacarte la teta donde sea, pero a pesar de todo, era lo más guay y especial que había hecho en mi vida.
Digamos que es como una especie de adrenalina emocional que sale del corazón.
Me pongo plasta porque es imposible de explicar .
Lo que sientes cuando se te duerme en tus brazos mientras se alimenta y te mira con ojos de amor y agradecimiento, eso crea un vínculo muy fuerte, es un trozo de tu alma.
Te puedes alimentar de ese momento sin más.
todo te da igual porque sientes una felicidad tremenda.
Y repito, suena contradictorio pero es duro el antes,durante y después.
Pasó de forma gradual, Athenea cada vez pedía menos teta y le saciaba más la comida y el biberón.La teta terminó quedando de chupete y juego.
El último día que le di teta, me mordió y se cabreó, le metí el biberón y rápidamente se calmó y durmió.
Ella decidió que se acabara la lactancia . (Por una parte fue un alivio que lo decidiera ella, yo era incapaz de cortar ese vínculo). Por otra parte no había marcha atrás , me tomaría la pastilla, y lo que viví solo se almacenaría en mis recuerdos. Lloré , lloré mucho, delante y a escondidas, pensé que siempre era el bebé el que peor lo pasaba, pero estaba equivocada.