En la década de 1980, el Gobierno de Ronald Reagan decidió resarcir a las tribus nativas por la expropiación de sus mejores territorios en el siglo XIX Gracias a la Ley para la Reglamentación del Juego en las Tierras Indígenas de 1988, las tribus nativas pudieron poner en marcha todo tipo de establecimientos dedicados a los juegos de azar, un negocio redondo ya que, además, las tribus no pagan impuestos por esta actividad. El mayor casino del país es Foxwoods, en manos de la tribu mashantucket pequot en Connecticut. Los cahuillas poseen el casino Morongo de Palm Springs, en California, que ingresa anualmente unos 10.000 millones de euros.