Trumpadas 2.0

GUERRA ARANCELARIA

Lo que esconde la estrategia de Trump: EEUU es un desastre comercial​


EEUU es una economía más competitiva y productiva que otras áreas del planeta. Pero su enorme déficit comercial revela un problema de fondo. No compite en la producción de manufacturas. El desequilibrio crece y crece​


Foto: El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters/Kevin Lamarque)
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Reuters/Kevin Lamarque)

Por Carlos Sánchez 11/02/2025 - 05:00 Actualizado: 11/02/2025 - 07:30

Si es verdad que la mejor defensa es un buen ataque, Donald Trump ha cumplido el dicho al pie de la letra. Su ofensiva arancelaria, al margen del interés electoral por razones de política interna, tiene que ver, fundamentalmente, con un problema de fondo que hay que vincular a las crecientes dificultades de su país para competir en los mercados internacionales de bienes (no así en los servicios). Lo dijo incluso, durante su anterior mandato, su asesor principal en comercio, Peter Navarro, muy cercano al presidente: “Los problemas estructurales relacionados con el comercio en la economía estadounidense han dado lugar a un crecimiento más lento, menos empleos y una mayor deuda pública”.

La paradoja estriba, sin embargo, en que eso ocurre cuando EEUU barre a sus socios comerciales en productividad o inversión extranjera, lo que ha acabado por generar una economía dual. O expresado en otros términos, el país es incapaz de mejorar su posición competitiva con sus socios comerciales, pero su supremacía en factores que impulsan la productividad, como la inteligencia artificial o el uso de capital tecnológico, es indiscutible. Lo demuestra el hecho de que su PIB per cápita ha crecido más que el de Europa desde que comenzó el siglo.

Algunos datos ponen negro sobre blanco las dificultades comerciales de EEUU. El país acumuló el año pasado un impresionante déficit comercial equivalente a 918.416 millones de dólares, pero es que si se elimina el superávit registrado en los servicios, el desequilibrio entre lo que el país vende al extranjero y lo que compra supera ya los 1,21 billones de dólares, lo que representa un 14% más que un año antes. Es decir, el 3,1% del PIB, tres décimas más que en 2023.

El deterioro, hay que decir, según datos de Census Bureau, la oficina estadística de EE. UU., es persistente en el tiempo, y ni siquiera la subida arancelaria iniciada en el primer mandato Trump para penalizar las importaciones —que en líneas generales mantuvo Biden— ha servido para mitigar el desequilibrio. Es más, el déficit no ha dejado de crecer desde entonces en el caso de los bienes y mercancías, que es lo que más preocupa a la Casa Blanca por su efecto sobre el tejido industrial del país. Entre otras cosas porque las manufacturas son más intensivas en empleo que los servicios.

Locos por consumir en el extranjero​


Esta falta de competitividad de la economía de EEUU en el ámbito comercial se manifiesta en una cifra que no da pie a interpretaciones, y que explica que la ofensiva arancelaria de Trump haya puesto sus ojos también en Europa. La UE logró el año pasado un superávit comercial en bienes equivalente a 235.600 millones de dólares, casi 27.000 millones más que un año antes.

Esto significa que la cuarta parte del desequilibrio tiene que ver con la capacidad de Europa de penetrar en los mercados estadounidenses. En particular, los países más competitivos, como Alemania, que acumula un superávit de 84.800 millones de dólares con EEUU. El superávit de Irlanda es ligeramente mayor (86.700 millones), pero en este caso hay que tener en cuenta que una parte importante tiene que ver con empresas estadounidenses radicadas en la isla para producir por razones fiscales.
China, en todo caso, continúa siendo el gran agujero de la economía norteamericana. Con un excedente entre ingresos y pagos equivalente a 295.400 millones de euros, representa prácticamente la tercera parte del desequilibrio. A ello contribuyen tanto el apetito de EEUU por bienes importados (sus automóviles u otros bienes manufacturados son menos competitivos que los chinos o los europeos) como el tipo de cambio del dólar, fortalecido en los últimos años por la entrada de inversión extranjera. Una apreciación que será todavía mayor si la Reserva Federal diseña una política monetaria más dura para compensar los efectos en la inflación de los aranceles.
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Los problemas de competitividad de la economía estadounidense son tan relevantes que ocho de las diez rúbricas que utiliza el Census Bureau para reflejar de forma sintética la evolución del comercio con el exterior tienen déficit. Sólo se salva la industria aeronáutica (por el efecto Boeing) y la venta de armas, espoleada en los últimos años por la guerra de Ucrania, el rearme europeo y la invasión de Gaza por Israel. En el primer caso, algo más de 78.538 millones de dólares, y en el segundo casi 3.000 millones. En el resto de rúbricas el déficit es inapelable. Nada menos que 231.466 millones en el caso de la información y las comunicaciones, que incluye los productos informáticos o el suministro de equipos de telecomunicaciones. La biotecnología, las ciencias de la vida o la optoelectrónica, igualmente, generan enormes déficits en el comercio de EEUU, que lejos de remitir van en aumento.


Reglas comerciales justas​


El argumento utilizado en los últimos años por la Casa Blanca para justificar los aranceles tiene que ver, en parte, con que las reglas del comercio no son justas. Se esgrime, en concreto, que sus empresas deben interiorizar en sus balances elevados costes (salariales y no salariales), lo que les impide competir con otras del exterior cuyo punto de partida es sensiblemente mejor en términos comparativos. El caso de China es el más evidente, pero también México o Vietnam. No es de extrañar, por eso, que China y México estén en la lista negra de Trump, junto a Europa.


A falta de contabilizar los últimos movimientos de la Casa Blanca sobre el nivel arancelario, el promedio aritmético de los tipos arancelarios de EEUU en 2021 (último análisis), según la Organización Mundial de Comercio, sigue siendo bajo. En su conjunto, un 4,8%. Ahora bien, el proteccionismo es especialmente relevante en el caso de los productos agropecuarios, un 9,2% el arancel medio. Es decir, más del doble, principalmente para salvar a la industria láctea y a los productores de tabaco.
Esta madrugada Trump ha firmado la imposición de un 25% de aranceles a todas las importaciones de acero y aluminio, sin excepciones


No hay que olvidar, sin embargo, que EEUU recurre con frecuencia a los derechos antidumping para defender su posición comercial. Entre 2018 y 2021 se iniciaron nada menos que 178 investigaciones, pero es que aún se mantienen en vigor 489 órdenes de imposición de derechos antidumping, de los que el 48% se aplican a productos de hierro y acero. Precisamente, el sector que ahora quiere proteger Trump con su política arancelaria. De hecho, esta madrugada el presidente ha firmado las órdenes ejecutivas anunciadas sobre la imposición de un 25 por ciento de aranceles a todas las importaciones de acero y aluminio, sin excepciones ni exenciones, que, según la Casa Blanca, entrarán en vigor el 12 de marzo.


No es una actividad cualquiera para su economía. Según la patronal, la industria siderúrgica estadounidense genera más de 520.000 millones de dólares en producción económica y emplea a casi dos millones de trabajadores de forma directa e indirecta. Lo singular es que, según un estudio de Brookings, un think tank especializado en políticas públicas, los aranceles de represalia anunciados por China castigarán más a los condados que votaron a Trump, lo que da a entender que se trata de una respuesta quirúrgica, como la que hizo Europa contra el whisky de Kentucky, de mayoría conservadora.


Problemas similares​


Ocurre, sin embargo, que también Europa está en las mismas circunstancias que EEUU en cuanto a la capacidad para competir con terceros países de menor nivel de renta, y en los que los salarios son sensiblemente más bajos y las normas medioambientales o fitosanitarias son menos exigentes.


Europa, sin embargo, mantiene un extraordinario superávit comercial con EEUU (casi un cuarto de billón de euros) pese a factores que juegan en su contra como los mayores costes de la energía, los problemas regulatorios en una economía compleja con 27 Estados miembros y, por supuesto, el hecho de que puede aprovechar menos las economías de escala al contar con un mercado único subóptimo, incluyendo un deficiente mercado de capitales para financiar a las pymes.

Su punto negro se manifiesta en el comercio de servicios, cuyo peso en el PIB, según este trabajo de los economistas Enrique Feás y Judith, Arnal, pesa 30 puntos menos en el PIB que el de bienes. Esto sugiere que el problema estructural de EEUU tiene que ver con su pobre producción de manufacturas y su escasa penetración en el exterior. Entre otras razones, porque aunque tenga una posición muy favorable en servicios, el peso del comercio exterior de servicios respecto del PIB es de apenas el 6,3%. Es decir, muy poco para compensar el abultado déficit comercial en bienes. Ni siquiera el hecho de que EEUU sea el primer destinatario en el mundo de la inversión extranjera directa equilibra la balanza comercial. Los aranceles, en este sentido, sólo servirán para desviar la atención sobre un problema de naturaleza estructural. El comercio exterior de EEUU, simplemente, no es competitivo.
 
Un gigante con vanidad de barro

Sánchez, toma nota: así se gana una negociación a Trump. "Le pierde el ego"​


Aunque parte de una posición de fuerza, rociada siempre con amenazas, el presidente de EEUU tiene un Talón de Aquiles negociador: su objetivo final es la apariencia de victoria​


Foto: El presidente de EEUU, Donald Trump, en la Super Bowl. (Reuters/Evelyn Hockstein)
El presidente de EEUU, Donald Trump, en la Super Bowl. (Reuters/Evelyn Hockstein)

Por Carlos Prieto 11/02/2025 - 05:00


Es uno de los vídeos caseros más relevantes políticamente de nuestra era. Otra cosa es que hayamos interpretado bien sus efectos

2016. Indiana. Fábrica de aire acondicionado de Carrier (empresa estadounidense de un gran conglomerado industrial). Un cargo de la compañía anuncia a los trabajadores que 2000 empleos van a deslocalizarse a México. A la planta le quedan dos telediarios. "Quiero ser claro: esta es una estricta decisión de negocios", dice el encargado. Abucheos.

Grabado con un móvil, el vídeo viraliza en YouTube en un contexto inflamable: la precampaña que llevaría a Donald Trump a la Casa Blanca por sorpresa. Trump cogió la crisis de Carrier en Indiana como bandera de enganche, el tema que agrupaba todos los temas de su campaña: de la muerte del obrero industrial (símbolo de la decadencia de una nación que Trump quería hacer grande otra vez) a las grietas del tratado de libre comercio con México y Canadá, de los honrados trabajadores estadounidenses a los dudosos inmigrantes mexicanos.

La primera de las muchas veces que el candidato Trump habló sobre la fábrica de Carrier en Indiana, en un mitin en Arkansas, dijo: “Déjenme contarles algo sobre Carrier. En el vídeo de hace una semana, vi a esas gentes devastadas. Trabajan allí desde hace mucho. Buena gente y buenos aires acondicionados. Siempre compré aires acondicionados de Carrier, pero ¡no los compraré nunca más! [clamor del público]. Trump, además, amenazó con poner firme al CEO de Carrier en cuanto llegara a la Casa Blanca. “Van a decir que es algo terriblemente antipresidencial, pero no me importa, ¿vale? Primero, felicitaré al CEO por su nueva fábrica mexicana. Luego, le explicaré algo: cada vez que uno de sus aires acondicionados cruce la frontera -porque conmigo habrá una frontera real en la que inmigrantes y aires acondicionados no podrán cruzar porque sí- le cobraré un 35% más por aparato" [y el mitin se vino abajo].

"Trump es un disruptivo que siempre hace el mismo truco. Ya no sorprende"

O Trump empatizando con la gente común, mientras Hillary Clinton, según él, lo hacía solo con las élites. El relato funcionó. Trump tenía tan claro que eso decantó las elecciones a su favor, que una de las primeras cosas que hizo al ganar, antes de tomar posesión, fue llamar al CEO de Carrier, Greg Hayes, al que llevaba meses sacudiendo en público y amenazando con enterrarle a impuestos. ¿Les suena la estrategia?

O el mismo género de negociación intimidante que vemos estos días entre Trump, México y Canadá, que puede ser escandalosa, pero tiene un aire familiar. Si cuando Chimo Bayo canta siempre hay un HU-HA, cuando Donald Trump negocia, por loco que parezca, siempre hay una coreografía de hierro: amenazas con castigos económicos, charla constructiva con rival amedrentado, apretón de manos y un eufórico Trump jactándose de ser el mejor negociador del sistema solar.

La solución (o algo) a la crisis mexicana de Carrier fue el primer gran anuncio del Trump presidencial, la fábrica de aire acondicionado se quedaba en Indiana a cambio de incentivos fiscales, golpe de efecto político y mediático [primera letra pequeña del acuerdo: en realidad, solo volvieron a Indiana 800 de los 2000 trabajadores purgados]. Trump lo anunció en un mitin apoteósico con los trabajadores de la fábrica, al que asistió el CEO Greg Hayes, que compartió chascarrillos con el presidente de EEUU durante el acto. Pero, y aquí va la otra gran letra pequeña del acuerdo, mientras ponía la mejor de las caras mientras Trump presumía de su acuerdo, Hayes ya musitaba nuevos planes deslocalizadores para Carrier, en dirección opuesta a lo anunciado por el presidente del mundo libre.

Un año después del acuerdo con Trump, Hayes, se sinceró en el Wall Street Journal sobre su rol de conejillo de indias del primer trumpismo: “Mi mujer me llama el paciente cero”. "Es incómodo cuando te telefonea el presidente, que está en una posición poderosa y persuasiva". “Fui el primero en caminar sobre el tablón [del trumpismo] y sobreviví, lo que da idea del éxito que tuvimos”, arrancó Hayes, que se explayó sobre los entresijos de la negociación con Trump. Tras el pim pam pum de la campaña, cuando Trump le llamó tras ganar las elecciones, Hayes se encontró con un tono bien diferente: “No hubo amenazas. Trump me dijo: “Greg, tienes que ayudarme”. Cuando le expliqué que ya habíamos construido la nueva fábrica en México, me dijo: “Greg, no lo entiendes, tienes que ayudarme, soy presidente gracias a ti. Mi campaña no iba bien, no tenía foco, hasta que apareció Carrier, y empecé a usar el caso todo el rato”.

Lo siguiente que supimos es que Trump y Hayes habían llegado a un acuerdo. La revista Fortune lo vendió como un evento milagroso: Trump era tan bueno negociando que había revertido cuarenta años de declive industrial estadounidense. Pero, ¡ay!, al final de su primer mandato, el Washington Post revisó el legado Carrier con resultados desoladores…

“Solo este año, 2020, los empresarios de Indiana han deslocalizado más empleos a México, China, India y otros países extranjeros que los que fueron salvados en Carrier. Acabados los titulares de prensa y el control presidencial, 17 compañías han cerrado fábricas o recortado empleo en Indiana… El renacimiento del empleo industrial prometido por el presidente se ha desvanecido. Tras subir un 4% en sus dos primeros años en el cargo, EEUU tiene ahora menos trabajadores fabriles que cuando Trump llegó a la Casa Blanca, con Indiana bajando un 6% en lo que llevamos de año… El 75% de los trabajadores de Carrier (por horas de trabajo) están ya en fábricas de países de mano de obra barata”, enumeró el Post.

“Lo de Trump es política comercial por la vía del comunicado de prensa y, a menudo, no hay nada detrás del comunicado de prensa. Trump cierra el acuerdo, sonríe a los fotógrafos y nunca más se supo”, razonó Robert Scott, economista del Economic Policy Institute, en el artículo del Post.

Resumiendo: Aunque Hayes partía de una aparente situación de debilidad en la negociación -el gran conglomerado industrial que gestionaba, United Technologies, tenía muchos contratos con la administración, que un Trump empoderado podía sabotear- acabó cediendo entre poco y nada. El ejecutivo dio a Trump lo que quería -un relato triunfal, una foto y un baño de masas-, pero las deslocalizaciones siguieron como siempre, hasta aumentaron.


El presidente de los Estados Unidos, Donald J. Trump. (EFE)
En efecto, no es eso lo que vendió Trump en su triunfal discurso en Indiana cuando anunció la salvación de la fábrica de Carrier. Extracto: “Las empresas ya no van a salir de EEUU sin consecuencias. No va a suceder. No-va-a-suceder-más. Seis de las ocho grandes empresas estadounidenses de aires acondicionados están en México, seis de ocho… No lo vamos a permitir más”.

Dicho lo cual, Trump cargó contra México en su speech de Indiana. Más allá de sus críticas a las empresas estadounidenses que se iban del país -que, en cuanto el presidente perdía interés por el tema tras colgarse la medalla por ‘solucionarlo’, volvían al business as usual- el chivo expiatorio acababa siendo México y su tratado de libre comercio con EEUU: “Nos gusta México. Es un país maravilloso. Estuve allí hace tres meses con su presidente, un tipo estupendo, pero tenemos que recibir un trato justo”.

O la previsible línea negociadora que une el primer mandato de Trump con el segundo. Y su vía de agua...

Ser y parecer​


Corey Lewandowski, tertuliano de Fox y antiguo mánager de campaña de Trump, dejó hace tiempo una frase para la historia: “Donald Trump es el negociador más grande que nuestro país haya visto nunca”. La paradoja es que es justo el gusto de Trump por este tipo de frases aduladoras, lo que le convierte en un negociador más vulnerable de lo que parece.

Carrier es uno de los casos que usa Thomas Kochan, profesor de la Sloan School of Management del MIT, en sus análisis sobre las fisuras del Trump negociador: “Trump busca la admiración y la gratificación personal cuando negocia, rasgo de carácter que lo hace vulnerable, al sobreestimar las pequeñas concesiones de la otra parte si van acompañadas de cortesías y muestras de respeto (auténticas o fingidas) que alimenten su ego. Su anuncio de que Carrier había aceptado mantener algunos puestos de trabajo en EEUU, mientras seguían deslocalizando y subcontratando a otros países, es un claro ejemplo de ello”.

"La principal debilidad del Donald Trump negociador es que más que ganar, lo que más le importa es poder decir que ganó"

Es decir, aunque casi siempre parta de una posición ganadora -la correlación de fuerzas entre EEUU y el resto del mundo es la que es- el mito de Trump como Messi de las negociaciones tiene agujeros. Preguntamos a Kochan por ellos. “La principal debilidad del Trump negociador es que más que ganar, lo que más le importa es poder decir que ganó”, matiza el profesor del MIT.

O un ego frágil como talón de Aquiles accesible a los antagonistas sagaces. “Un negociador inteligente dará a Trump algo que pueda utilizar para alimentar su ego, le dirá que “ganó”, al tiempo que se mantiene firme en las cuestiones sustantivas de la negociación”, añade Kochan.

Un tratado mutante​


Más allá del ego de Trump, Kochan ha detectado en sus estudios otras distorsiones estratégicas en las negociaciones del presidente de EEUU: “Muestra poco interés en la construcción de relaciones duraderas. Ve cada negociación como una transacción única, no como un anticipo de negociaciones futuras que podrían beneficiarse de unas relaciones estables de confianza, algo difícil de lograr con Trump, dado a romper relaciones cuando las circunstancias cambian y ya no sirven a sus intereses inmediatos”.

Esta descripción viene al caso ahora que Trump carga contra México y Canadá por un acuerdo de libre comercio que él mismo firmó y vendió como un triunfo hace pocos años.

Ildefonso Guajardo, exsecretario de Economía cuando Enrique Peña Nieto era presidente de México por el PRI, fue el negociador jefe del tratado de libre comercio entre México, EEUU y Canadá (T-MEC) firmado durante la primera presidencia Trump. Hablamos con Guajardo sobre los viejos y nuevos trucos negociadores del presidente de EEUU.

P. El nuevo mandato de Trump ha empezado declarando la guerra arancelaria a México y Canadá, para congelarla temporalmente poco después, pero sin retirar la amenaza del todo. ¿En qué quedamos?

R. Solo es Trump siendo Trump. Exactamente el mismo Trump que en mi época. Tan disruptivo como previsible.

P. ¿Se puede ser disruptivo y previsible a la vez?

R. Sí, porque disruptivo es no seguir las reglas del juego. Lo que pasa es que Trump es un disruptivo que siempre hace el mismo truco. Ya no sorprende, aunque siga partiendo en posición de fuerza: sus desafíos se le pueden volver en contra como un boomerang, aunque las consecuencias para el otro siempre sean más devastadoras que para él.

P. Hay quien sostiene en Europa que es mejor no entrar al choque directo con Trump. Sin embargo, mostrarse demasiado pasivo cuando amenaza tampoco parece ser una opción. ¿Dónde está el equilibrio?

"A Trump hay que ponerle límites y líneas rojas"

R. Es muy importante no sentarte a negociar con él con una pistola en la cabeza, como trata de hacer ahora con México y Canadá con los aranceles. A Trump hay que ponerle límites y líneas rojas. Por otro lado, en su libro El arte de la negociación, Trump dice que al oponente sumiso, le pasa por encima. Respeta más a los que, como él, atacan. No hay más que ver su trato deferencial hacia Netanyahu o Putin. Hay una frase en México que explica esto: el cerdo sabe en qué palo rascarse.

En cualquier caso, sería estúpido responder a las amenazas de Trump con aranceles generalizados, pues perjudicarías a tus propios productos, como la industria automotriz. Si quieres responder a Trump con más aranceles, tienen que ser estratégicos y a la carta. Cuando negociamos el tratado de libre comercio, preparamos una lista concreta de productos estadounidenses a los que poner aranceles- manzanas, carne de cerdo, lácteos, pollo, maíz- que tenían algo en común: todos ellos se producían en los distritos más republicanos del país. Desde ahí sí puedes presionar a Trump.

P. Siguiendo con los equilibrios, has dicho que negociar con Trump requiere sutileza a la hora de comunicar los resultados: hay que dejarle espacio para que pueda presumir de una victoria, la haya conseguido o no.

R. Él es así, le pierde el ego, le gusta colgarse medallas de oropel. Ahora vende como un triunfo que, gracias a sus presiones, México haya enviado 10.000 guardias a la frontera norte, pero esto no vale de nada para luchar contra el fentanilo, que era lo que decía pretender. Además, las ganas de sumar tantos les llevan a precipitarse: Marco Rubio, jefe de la diplomacia estadounidense, vendió el otro día que los barcos de EEUU ya no pagarían por cruzar el canal de Panamá, y a las pocas horas le desmintieron.


El exsecretario de Economía de México, Ildefonso Guajardo. (EFE)
P. Los anuncios de Trump siguen generando incertidumbre. ¿Aún no le hemos tomado la medida?

R. En parte, sí. Con un solo tuit, el Trump 1.0 era capaz de devaluar el peso mexicano, hundir las acciones de Toyota o tumbar las bolsas. Pero las bolsas han reaccionado ahora con más calma a la amenaza arancelaria del Trump 2.0. Creo que han aprendido a interpretar a Trump, a diferenciar entre cuando dice algo (no tomarlo del todo en serio) y cuando hace algo.

P. El Trump 2.0 parece tener un súbito interés por la geopolítica. ¿Por qué?

R. Su primera victoria le pilló por sorpresa, se centró en lo que conocía un poco mejor, los asuntos internos de su país. Su interés geopolítico tiene que ver con que este será su último mandato, es decir, con el egocentrismo y con el legado. Quiere dejar huella, no ya en EEUU, sino en todo el mundo. El Trump 1.0 dijo que EEUU no tenía que ser la policía del mundo y ahora quiere abrir una Trump Tower en Palestina y otras pendejadas. Es un megalómano.

La hora del peloteo​


En el Gobierno Sánchez piensan que la diferencia entre negociar con el PNV y hacerlo con Junts, es que si los primeros lo hacen en las sombras y venden los logros discretamente a los suyos, los segundos montan una escenificación histriónica para visibilizar su poder, espectáculo permanente de drama y chantaje. Pues bien: comparado con el negociador Donald Trump, Puigdemont parece un monje de clausura.

Negociar con Trump, en definitiva, requiere ser firme y lisonjero a la vez. Que te respete como adversario, pero sin tocarle las narices en exceso. Venderle que el único ganador de la negociación es él, aunque no sea toda la verdad.

Hasta ahora, en público, Pedro Sánchez solo parece haber activado la marcha de ir al choque retórico con Trump (eso sí, sin mencionarle por el nombre, aludiendo a los peligros de la nueva oligarquía tecnológica autoritaria). Sánchez, en definitiva, aprovecha para venderse como el penúltimo dique de contención contra el trumpismo internacional, lo que sin duda le dará réditos electorales internos. El problema es que EEUU es el peor rival y que, para decepción de la parroquia sanchista, Sánchez acabará teniendo que dorar la píldora al presidente del mundo libre (aunque sea como astuta estrategia negociadora). Un gigante con vanidad de barro, pero gigante al fin y al cabo.
 
DIRECTO | Actualizado hace 5 minutos.

Última orden | Trump amenaza con poner fin al alto al fuego en Gaza si no se liberan a todos los rehenes​


El presidente de EEUU advirtió que si todos los rehenes israelíes retenidos en Gaza no son devueltos antes de del sábado, propondrá cancelar el alto el fuego entre Israel y Hamás y dejar que "se desate el infierno"​


Foto: El presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada. (Reuters/Carlos Barria)

El presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, sostiene una orden ejecutiva firmada. (Reuters/Carlos Barria)

Por El Confidencial M. M. 10/02/2025 - 19:30 Actualizado: 11/02/2025 - 09:45


Donald Trump ha advertido que si todos los rehenes israelíes retenidos en Gaza no son devueltos antes del mediodía del sábado, propondrá cancelar el alto el fuego entre Israel y Hamás y dejar que "se desate el infierno". Además, en declaraciones a los periodistas en la Oficina Oval este lunes, el presidente estadounidense también dijo que podría retener la ayuda a Jordania y Egipto si esos países no aceptan a los refugiados palestinos que están siendo reubicados desde Gaza.

Por otra parte, el presidente estadounidense continúa con la puesta en marcha de nuevas órdenes ejecutivas. Este domingo, el republicano anunció que instaurará aranceles del 25% sobre el acero y el aluminio que importe EEUU a partir de este mismo lunes. Al respecto, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha asegurado este martes que la UE responderá con "contramedidas firmes y proporcionales"
 
Así chantajea Muskillo a los congresistas republicanos.

"Musk advirtió a los legisladores republicanos que estaba compilando una “lista negra” de miembros que se oponen a la agenda de Trump. También prometió poco después del día de las elecciones que su comité de acción política “jugaría un papel importante en las primarias” del año próximo."

 
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