Si se analiza todo el proceso, tal y como está organizado en España, es fácil ver la estafa.
Las listas son menús cerrados, donde los platos y su orden los dicta el partido. Primera en la frente, quienes se hagan con un escaño/concejalía consideran que se deben al partido y no al ciudadano, porque es el partido el que le coloca en las listas y quien les puede defenestrar. Nunca el votante.
Se da por válido el recuento provisional, y no se hace el preceptivo recuento definitivo, el miércoles siguiente. Lo que digan las máquinas de Indra. ¿Son independientes los consejeros y presidente de Indra? Para nada.
Cualquier matemático medio puede cocinar el pucherazo, programando hábilmente las maquinitas.
Pactos en despachos, no hay segunda vuelta.
Por otra parte, en lo fundamental son todos los partidos iguales prácticamente. Es que da igual las peleas que simulen en la tribuna del congreso. Es lo mismo. Aburren soberanamente.
Todos aplaudieron con ganas al corruptísimo y antidemócrata Zelenski. Todos nos encerraron en la primavera de 2020, tomando decisiones anticonstitucionales.
A todos les parece perfecto castigarnos con impuestos cada vez mayores y restringir nuestras libertades en pro de combatir esa gran mentira del cambio climático.
Si vamos a lo mollar, ¡Son prácticamente iguales todos!
Tan iguales son, que ninguno reclama ese recuento definitivo. Un escaño viene acompañado de múltiples ventajas, no sólo el sueldo del diputado. Dinero para el partido, móvil y tableta de última generación, viajes pagados, dietas, etc etc. ¡Y no fiscalizan el voto! Hace muchas convocatorias que no se hace ese recuento definitivo.
Así que concluyo que las elecciones son una puesta en escena, puro teatro para aparentar que hay democracia. Ninguno quiere comprobar los resultados reales, porque es un “hoy por ti y mañana por mi”.
Pues mi única libertad es decidir si quiero o no ser un figurante en esa obra, y decido que NO