Recuerdo hace años algo relacionado con Sanchez Dragó y Spidogirl, no sé exactamente pero tengo ahí en la memoria algo y no acabo de encajar piezas... a ver si hago memoring.
Por cierto ¿no podríamos poner a Spidogirl en el hilo de Blogotómicos loboguers? Joer que pintas
Jolín con la Espidogirl (que pensaba que era un nombre que le habíais puesto vosotras.... ¡y se lo puso ella!), ahora metida a It Girl. O It Grill. Espidogrill.
Está tardando en hacer un dueto con nuestra querida Vaga. O eso, o pelea de gatas, con Chineles y pamelas volando por los aires.
Por favor....
... de ese curso. Tiene pinta de que tienes anécdotas de lo más jugosas.
Yo a un curso de esta inepta no he asistido ni asistiré jamás . En el que menciono, formaba parte de la organización, así que lo que cuento lo sé a través de terceros (gente seria y de confianza).
Por si os queréis seguir riendo: tiene una "jefa de prensa" que, imagino, es la que le tira las fotitos tan preciosas que estáis viendo.
Interesante información. No sabía que Espido fuera una mujer tan "lanzada"...
Enseñando las t*tas otra vez. ¡Qué ordinariez!
Un tío comenta: "Dicen que la belleza y la inteligencia no suelen ir de la mano, pero en tu caso..." Yo creo que a Espido le encantan estos comentarios. Necesita alimentar su ego. Por eso va provocando al personal con escotes y demás...
Opino que una tía tan lista debería seducir a los hombres con su inteligencia, no con sus t*tas.
¿Alguien tiene alguna foto de Espido con alguno de sus novios (uno de esos hombres guapos e inteligentes de los que habla)? He buscado en Google Imágenes pero no he encontrado nada.
Parece que Espido Freire ha sacado otro libro. La interesante presentación de este evento comenzaba una oración que dice exactamente lo contrario de lo que el presentador pretendía: “Lo primero que me maravilló de Espido fue su inteligencia, algo que, trabajando en Telecinco, valoro mucho”.
Y es que claro, cuando el baremo de la inteligencia se mide en referencia al cúmulo de estupidez que opera en Telecinco, cualquiera puede ser extremadamente inteligente.
Pero, ojo, que el libro es de autoayuda.
Voy más allá de tu libro, ¿crees que hay personas que trabajan en ONG y que aparentemente viven para ayudar a los demás que puedes ser personas tóxicas? Claro que sí. De hecho, hay entre ellos narcisistas, que encuentran una veneración y un respeto por quienes los consideran bondadosos, y, sobre todo, una causa. En nombre de esa causa positiva se pueden realizar muchas barbaridades.
Se me ocurre que, por ejemplo, por la causa de la literatura podrían presentarse al Premio Planeta. E incluso adherirse a una turba antitaurina y calificar de sádicos y psicópatas a los seguidores de la fiesta. O, ¿por qué no?, publicar un libro de autoayuda para encontrar veneración y respeto por parte de quienes nos consideren bondadosos.
El otro día escribiste algo así como que sabías que había gente que aborrece tu estilo literario, que preferiría que no existieras. Eran unas palabras un poco fuertes. ¿De verdad crees que hay gente que te tiene tanta inquina?, ¿a qué crees que se debe? Bueno, escribí lo que me habían dicho en más de una ocasión. No es que lo crea, es que se toman la molestia en hacérmelo saber, o publicarlo en foros para que otros pueden saberlo. ¿Cómo puedo saber por qué despierto ese odio? No creo haber hecho nunca daño a nadie sabiendo que se lo hacía. Es un problema de ellos, claramente no mío. Escribir, por mal que se haga, no creo que merezca esas reacciones.
De nuevo otra autora que tiene problemas con la libertad de expresión y cuya única forma de enfrentarla es calificarla de "odio". ¡A lo mejor es que escribes muy mal, chica! O mejor: a lo mejor es que podrías escribir mejor (aunque esto es sólo una hipótesis). La cuestión es que, si nadie te lo dice, ¿cómo diablos podrías siquiera pensar en mejorar? ¡Que te están haciendo un favor y no lo sabes, mujer! Y, sí, embaucar a la gente con múltiples premios amañados se merece reacciones altamente atrabiliarias, por no hablar de procesos judiciales o de embreamiento con plumas.
El perjuicio es general: la perjudican a ella, que, planetizada, ha seguido una carrera de premios amañados y ha acabado escribiendo libros de autoayuda; y también a todos aquellos que podrían haber sido justamente premiados. Espido padece un profundo narcisismo que la vuelve incapaz de comprender que lo que se odia seguramente no sea a su imagen mediática de escritora con nombre absurdo (se llama María Laura, Espido Freire son sus apellidos), sino a los hechos reales que ha ido perpetrando la auténtica Espido Freire: la que ha aceptado premios amañados, por ejemplo, en lugar de "ganarlos".
Pero tus seguidores son legión, y yo creo que te siguen desde hace muchos años.
¡Pues claro! Helos aquí, preparados para escuchar a Espido:
La legión de seguidores de Espido Freire.
Publicado por Lector Iracundo a las 10:00 Etiquetas: Espido Freire 3 comentarios:
Ozanu1 de abril de 2013, 11:23
Es un tópico, pero debería dejar este tipo de cuestiones para los profesionales.
P.L. Salvador12 de abril de 2013, 18:59
(Yo) solo he leído Melocotones. Me pareció algo infantil. Fue el último Planeta (que leí). No, me lo regalaron. Como ese año me presenté... Ah, sigo pensando que mi novela era (y es) más interesante (¡y aún no ha visto la luz!).
¿Profesionales?: ¿eso garantiza algo?
Al rico libro17 de abril de 2013, 14:22
¿Os acordáis de cuando salió en un concurso de Planeta en el que los concursantes tenían que adivinar la identidad de unos sujetos? Pues Espido Freire era uno de los sujetos, y tenía que estarse quietecita en una pose tipo musa griega o qué sé yo.
http://los32rumbos.com/pages/entrevista.asp?Id=1 Un viaje es como el matrimonio. Uno se equivoca si piensa que tiene todo controlado. John Steinbeck
En ruta con...
Espido Freire
Un viaje me cambió la vida Manila es una de las pocas ciudades que me han hecho sentir rica, y avergonzada de serlo. Aproveché para escaparme con alguna poeta más a darnos varios masajes, y pedí a los escritores varones que me llevaran a un burdel.
Espido Freire es una de las escritoras más implicadas del panorama actual. Esta vasca nacía el 16 de julio de 1974 en Bilbao, ya en su más pronta infancia se interesó por las artes. Desde bien pequeña estudió música para continuarlo, en la adolescencia, con lecciones de canto. Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Deusto, y diplomada en Edición y Publicación de Textos, desde siempre ha estado interesada en la literatura. Lo demostró participando, en la época universitaria, en distintos talleres literarios, haciendo que más tarde la pedagogía en la creación literaria formara parte de su vida.
Conocida a gran escala después de que su novela “Melocotones helados” ganara el Premio Planeta de 1999, convirtiéndose en la ganadora más joven, ya había comenzado la andadura como escritora en 1998, con “Irlanda”.
Acaba de publicar “Soria Moria”, con el que ha sido galardonada con el premio Ateneo de Sevilla 2007. Su obra es conocida internacionalmente y es considerada una de las mejores escritoras jóvenes de nuestro tiempo.
Es una mujer activa, que aparte de escribir novelas y poemas, colabora con varios medios de prensa nacionales, como El Mundo, ADN, Onda cero, Cadena Ser y en televisión cada vez que quieren contar con ella, así como en revistas. Sin olvidar una de sus pasiones, los viajes.
-¿Viajar es un placer?
Y un lujo. Claro, que casi todos los placeres son, en realidad, un lujo. Si fuera realmente rica es posible que no dejara de trabajar, pero lo que tengo clarísimo es que dedicaría mucho más tiempo a viajar, más tiempo, más lejos, más elaborados...
-Tu trabajo te lleva a viajar mucho, ¿cuál es el lugar que más te ha impactado?
Los campos de refugiados de Tinduf. No viajé por trabajo en esa ocasión; formaba parte de una caravana humanitaria que llevaba juguetes a los niños. Había visto pobreza extrema en México, y la ví luego en Filipinas, pero nunca una dependencia tan terrible de la ayuda externa. Lamento decir que regresé con una idea muy distinta de los dirigentes saharauis. No me parecieron a la altura de su pueblo.
-Cuando viajas por trabajo, ¿dejas tiempo para las visitas del placer? A menudo no es posible: son viajes breves, muy determinados por conferencias, o encuentros, o entrevistas. No depende de mí, sino de la organización que me invita. En ocasiones sí puedo hacerlo; en el peor de los casos, al menos, ya conozco el lugar y puedo planear un viaje futuro. O descartarlo de pleno.
-Sé que estos son tus lugares preferidos, la Patagonia Chilena, Noruega, Estambul, Manila y Tokio. Dime una cosa de cada uno de ellos.
La Patagonia pudo haber supuesto un cambio de vida, pero no lo hizo. Noruega no hubiera debido cambiarme, pero lo hizo. Estambul era azul y sonora, Manila amarilla y polvorienta. Tokio me permitió viajar al futuro por unos días.
-Como has dicho, la Patagonia te marcó. ¿Qué tiene que no tenga Tokio?
Focas. Bueno, posiblemente el zoo de Tokio tenga focas... espacio, espacio infinito, silencio, algo agreste en cada elemento... Recuerdo las excursiones a tierra (la recorrí en barco), un león marino que vimos con una profunda herida en el cuello y que dejamos sin curar, porque la vida debía continuar con su propia crueldad.
-Y, ¿Qué tiene Tokio que no tenga la Patagonia?
Modernidad. En La Patagonia el tiempo no existe. Todo ha sido para siempre o lo será. En Tokio el movimiento no cesa. Soy yo la que viene del pasado allí. Recuerdo la extrema cortesía de la que disfruté. Cuando regresé, a través de Milán, todo el mundo me parecía grosero.
-¿Qué imagen tienes en la mente de aquel viaje a Chile?
El mar, el color del mar. Lo cierto es que la gastronomía fue excelente, también, una escena repetida sería la comida en el barco en el que realicé el crucero, pero sobre todo, el tono del hielo y el mar. Las fotografías no lo recogen. Y el olor...
-Miraste las Torres del Paine, tu primer pensamiento fue para…
Sentirme muy pequeña. Y un poco de miedo. Nos habían contado tantas historias terroríficas de viajeros imprudentes y desobedientes...
-El cielo, dicen, que el Cono Sur es diferente, ¿es cierto?
El suelo sí lo es. Era imposible reconocer ninguna planta, ni la composición de la tierra, ni las pequeñas piedras. Resulta indescriptible: como si se hubiera pasado a través del espejo.
-Has viajado a lugares fríos, Noruega y Patagonia, ¿con cual de ellos te sientes más identificada?
Bueno, Noruega es la civilización más extrema. Posiblemente sea más fácil sentirse identificarse con ella, porque resulta algo conocido. Hablan perfecto inglés, muchos veranean en España, los códigos sociales son similares. Echo mucho de menos vivir en Noruega. Me encantaría regresar.
-Manila es una ciudad de contrastes, ¿la viviste de la misma manera?
Manila es una de las pocas ciudades que me han hecho sentir rica, y avergonzada de serlo. Aproveché para escaparme con alguna poeta más a darnos varios masajes, y pedí a los escritores varones que me llevaran a un burdel. La humedad, la contaminación, la huella española, los jazmines que los niños nos vendían por la calle... las descripciones de Manila no terminan nunca.
-¿Eres de las que come los platos típicos del cada lugar?
Sí, siempre que no lleven cebolla. Soy alérgica. Salvo eso, como de todo. Creo que no me atrevería con perro o gato... tengo serios prejuicios. Pero no es un plato que me ofrezcan con frecuencia.
-Me queda preguntarte por Estambul, ¿te dejaste algo en aquella ciudad Turca?
Muchas cosas. Mi anterior novio había crecido allí. Era hijo de diplomáticos, y había pasado parte de su infancia entre Irán y Turquía. Me contó sus experiencias, y luego yo viví las mías a través de su visión. Recuerdo los gatos del hotel (me encantan los gatos, tengo cuatro), los pensamientos, el canto que llamaba a la oración de la noche. Hasta ese viaje no había conocido ningún país de mayoría musulmana, y no sabía cómo actuar. Encontré a una traductora encantadora, Zeynep, que me enseñó la ciudad moderna y la más antigua. Nunca me han mirado los pies (llevaba sandalias) como en esa ciudad.
-Todos tenemos un viaje idílico, ¿lo has realizado o tal vez estás pensado aun en él?
Uno que a priori no lo parecía... en agosto de 2000, a Molde, Noruega. Todo lo bello, todo lo que podía desear, ocurrió en él. De no haberlo realizado, no me hubiera ido a vivir allí. Ahora, si lo analizo con frialdad y en la distancia, no fue tan maravilloso. Pero entonces fui plenamente feliz.
-El tiempo es algo que siempre nos falta, en cada viaje lo sacas para…
Un baño con calma, en el hotel, o en los baños públicos, en la piscina, en el mar... depende del lugar. No necesito que sea lujoso, sólo agua y soledad. Y para leer.
-¿Eres de las que traes detalles de tus estancias?
Sí... bueno, ahora menos. Compro algo para mi casa, campanas para mi hermana, o algo para alguna amiga, si lo veo adecuado. Antes regresaba como de una expedición, con regalitos para todo el mundo. No es que me haya vuelto más tacaña, es que valoro mucho más viajar sin peso.
-¿Dejas amigos en cada ciudad?
A veces sí. Al menos, intento dejar un buen recuerdo. Procuro ser amable, cortés, respetuosa. Lo que sí es fantástico cuando regresas por trabajo, es que cuando ha existido una amistad, o un atisbo de la misma, puedo profundizar en ella.
-Hablando de dejar, en cada uno de esos trayectos ¿qué dejas atrás? Prejuicios. Ideas estancadas. Mucha energía, también suelo regresar cansada y siento que mi casa no es la que quiero, ni mi vida la que deseaba... cada viaje, sobre todo si ha sido largo, o difícil, obliga a crecer.
Esta entrevista ha sido leída por 5586 personas
Leer más entrevistas.
Espidogirl usa muchas frases manidas y bienquedas, como en el último párrafo. SU calidad literaria está en entredicho.
Dejó el canto al entrar en Deusto, demasiada entrega, en giras por toda Europa, acompañó a Carreras. Y en la Universidad de los padres jesuitas le enseñaron la vocación de servicio a los demás, ¿sufre crisis existenciales?, ¿para qué sirve la literatura? “No, me he librado de eso. Nos movemos en el terreno del arte, que es gratuito, el alimento del alma, de lo invisible. No hace falta buscar una utilidad práctica, es obvio para lo que sirve: para satisfacer la necesidad de belleza, de símbolos, de una ideología abstracta; y sirve para transmitir conocimientos a través de la palabra. Mi problema fue hacérselo ver a los demás: dejar Derecho y dedicarme a la literatura”. Antes quiso ser astronauta, “lo deseaba con toda mi alma, y las niñas se reían de mí, sabía de memoria las distancias entre planetas, investigaba los efectos de la ley de la gravedad, dibujaba extraterrestres”. Relacionaba dioses con galaxias, estudiaba en colegio religioso, aprendió a distinguir el bien del mal; era una extraña para los otros y era líder, por sus metáforas. Luego supo de eso que se llama “el prestigio social”, en la preadolescencia, y eligió como sueño la diplomacia, viajar, conocer idiomas, mediar, ayudar: caballera andante. De ahí lo de las leyes. Le duró bien poco. (El Mundo)