Lidia Lozano

Haberse enrollado con muchos tíos no es tener un pasado oscuro, ni aunque uno de esos folleteos sea Pipi.
 
El viernes oí decir a esta impresentable mujer en Salvame que la Campanario estaba con
su novio en Barcelona .Carlota la corregia diciendo amigo pero ella erre que erre repetia novio.
Por lo que os leo aquí todo fué un montaje del "morenito",me gustaria saber si Lidia rectifico
y pidio perdón que es lo que tenia que hacer.
Que maldad tiene esta mujer es de la escuela de la Patiño pero a lo zorro.Pobre de la persona que caiga en las redes de T5
 
LYDIA LOZANO
12/12/2020

EN TÓMBOLA “HABÍA COPAS DEBAJO DE LAS SILLAS”​

LA ALEGRÍA DE LA PANTALLA
A Lydia Lozano el éxito de ‘Tómbola’ (1997-2004) le pilló ya con una carrera periodística consolidada. Tal vez por eso no se ha ‘quemado’, como otros compañeros, y mantiene su buenhumor.​

La periodista, uno de los rostros más conocidos de ‘Sálvame’, pospone por la pandemia la celebración de su subida a la ‘sexta planta’ POR JAVIER BLÁNQUEZ

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A LYDIA LOZANO LE GUSTARÍA CELEBRAR que hoy cumple 60 años con una fiesta épica de las que hacen temblar el suelo. No sería la primera vez: los saraos en su chalé de Madrid tienen fama de ser acontecimientos despreocupados en los que las señoras se suben la falda para hacer el baile chuminero mientras se van vaciando las botellas de champán. Pero en estos tiempos en los que una reunión social es un delito, no queda más remedio que dejar las celebraciones para otro día. “Este año seremos seis, qué le vamos a hacer”, cuenta la periodista y colaboradora de Sálvame. “También te digo que ahora me tiraría para atrás meter a 500 personas en mi casa. Este año ha sido triste, han fallecido amigos míos, y me parecería una frivolidad. Pero el año que viene, esto se celebrará”.
Lozano, que responde al perfil de la española sufridora y disfrutona a partes iguales –y por eso la hemos visto tirarse de un trampolín y llorar a mares en los platós de Telecinco–, entiende que la ocasión es única y, aunque sea en diferido, el cumpleaños merece una fiesta de la misma manera en que París merece una misa. “Tengo una sensación rara, porque no me lo acabo de creer”, cuenta. “El número no va conmigo, no me siento de esa edad. Estoy en un momento en el que no me da pereza nada. A ver, no estoy como cuando cumplí 30, porque tengo mis dolores, pero mi actitud ante la vida es otra. Fue más raro a los 40. Ahora me siento como Benjamin Button, que parece que voy para atrás”.
Mientras tanto, ella sigue con su rutina: levantarse, peinarse, maquillarse –“desde que estamos con lo del covid, en Telecinco sólo te arreglan si presentas el programa, nos lo tenemos que hacer todo”–, irse a Mediaset y pasar la tarde comentando la actualidad del famoseo en el reality más alucinógeno de la parrilla. Ahí ha pasado de todo: desde broncas legendarias con invitados a testificaciones en el polígrafo sobre su vida sexual, confesiones íntimas y enemistades en directo, como la que le ha distanciado en estas últimas semanas con Mila Ximénez, y que ha concluido este miércoles con una paz firmada en directo.
COREOGRAFÍA SEXUAL
Sin embargo, su momento memorable, el que pasará a los anales, es su patente del baile chuminero –acuñación de Kiko Hernández–, un paso despendolado, con el pubis apuntando al techo, que compite con el twerking como agitación coreográfico-sexual más significativa del siglo. “A mí me sigue divirtiendo”, reconoce Lydia. “Si te lo pide la gente, es porque les gusta. Dices lo del chuminero, y todo el mundo sonríe. Es un baile que no genera ningún mal rollo, anima a participar. Hace tiempo que no lo bailo, pero cuando toque volver a celebrar, por supuesto que habrá un chuminero. Que me lo compares con el twerking… Me hace ilusión”.
METAMORFOSIS
Lydia Lozano ha sido testigo y protagonista de las dos grandes transformaciones que ha sufrido el periodismo del corazón en los últimos años: la primera, la metamorfosis de muchos famosos en influencers –“es que ahora te venden de todo, desde un producto adelgazante a un microondas”, apunta; ella no tiene redes sociales, pero sí un ejército de fans que postean imágenes suyas en Instagram en las que analizan sus joyas, su ropa, las gafas que lleva–, y la segunda, la deriva de muchos periodistas en protagonistas de la información, de la que Sálvame ha sido el principal factor de aceleración, al considerar mucho más interesante la vida privada de un colaborador que los cuernos de un famoso.
“Mucha gente me dice: ‘yo te sigo desde Tómbola’”, recuerda Lydia. “Ahí cambió todo. El programa se hizo tan popular que la gente empezó a fijarse en los periodistas. Yo lo noté al tener que viajar a Valencia. Los periodistas de Madrid que estaban en DEC[Dónde estás, corazón] terminaban el programa y se iban a su casa, pero nosotros nos quedábamos en el hotel y la gente nos reconocía”. Lydia no puede evitar sentir nostalgia de Tómbola, “porque era buenísimo, no había entrevistas previas, ni reuniones. No sabíamos quién venía, y de repente ahí estaba Ricardito Bofill”. Ante la falta de guión, un secreto escondido: “Esas copas debajo de las sillas... Era algo brutal”.
Lozano reivindica –como muchos más hacemos– el corazón como una variante española del yoga, una rama no reconocida de la cultural del wellness, un relajante más eficaz que el Lexatin.
“La gente”, explica, “necesita ver que hay otros que tienen problemas más gordos que los tuyos, y que toda madre, como ocurre con la Pantoja, puede tener problemas con sus hijos. Yo reivindico ese corazón puro y duro, y por eso disfruté muchísimo con La Herencia Envenenada de Cantora. Esa noche no cogí el móvil, no leí nada, sólo llamé a mi madre. Fue maravilloso recuperarme como consumidora de corazón. Y por eso me gusta tanto LOC, porque es corazón de verdad”. Aceptado el halago, sólo queda desearle a Lydia que cumpla muchos más.
 
LYDIA LOZANO
12/12/2020

EN TÓMBOLA “HABÍA COPAS DEBAJO DE LAS SILLAS”​

LA ALEGRÍA DE LA PANTALLA​

A Lydia Lozano el éxito de ‘Tómbola’ (1997-2004) le pilló ya con una carrera periodística consolidada. Tal vez por eso no se ha ‘quemado’, como otros compañeros, y mantiene su buenhumor.​

La periodista, uno de los rostros más conocidos de ‘Sálvame’, pospone por la pandemia la celebración de su subida a la ‘sexta planta’ POR JAVIER BLÁNQUEZ

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A LYDIA LOZANO LE GUSTARÍA CELEBRAR que hoy cumple 60 años con una fiesta épica de las que hacen temblar el suelo. No sería la primera vez: los saraos en su chalé de Madrid tienen fama de ser acontecimientos despreocupados en los que las señoras se suben la falda para hacer el baile chuminero mientras se van vaciando las botellas de champán. Pero en estos tiempos en los que una reunión social es un delito, no queda más remedio que dejar las celebraciones para otro día. “Este año seremos seis, qué le vamos a hacer”, cuenta la periodista y colaboradora de Sálvame. “También te digo que ahora me tiraría para atrás meter a 500 personas en mi casa. Este año ha sido triste, han fallecido amigos míos, y me parecería una frivolidad. Pero el año que viene, esto se celebrará”.
Lozano, que responde al perfil de la española sufridora y disfrutona a partes iguales –y por eso la hemos visto tirarse de un trampolín y llorar a mares en los platós de Telecinco–, entiende que la ocasión es única y, aunque sea en diferido, el cumpleaños merece una fiesta de la misma manera en que París merece una misa. “Tengo una sensación rara, porque no me lo acabo de creer”, cuenta. “El número no va conmigo, no me siento de esa edad. Estoy en un momento en el que no me da pereza nada. A ver, no estoy como cuando cumplí 30, porque tengo mis dolores, pero mi actitud ante la vida es otra. Fue más raro a los 40. Ahora me siento como Benjamin Button, que parece que voy para atrás”.
Mientras tanto, ella sigue con su rutina: levantarse, peinarse, maquillarse –“desde que estamos con lo del covid, en Telecinco sólo te arreglan si presentas el programa, nos lo tenemos que hacer todo”–, irse a Mediaset y pasar la tarde comentando la actualidad del famoseo en el reality más alucinógeno de la parrilla. Ahí ha pasado de todo: desde broncas legendarias con invitados a testificaciones en el polígrafo sobre su vida sexual, confesiones íntimas y enemistades en directo, como la que le ha distanciado en estas últimas semanas con Mila Ximénez, y que ha concluido este miércoles con una paz firmada en directo.
COREOGRAFÍA SEXUAL
Sin embargo, su momento memorable, el que pasará a los anales, es su patente del baile chuminero –acuñación de Kiko Hernández–, un paso despendolado, con el pubis apuntando al techo, que compite con el twerking como agitación coreográfico-sexual más significativa del siglo. “A mí me sigue divirtiendo”, reconoce Lydia. “Si te lo pide la gente, es porque les gusta. Dices lo del chuminero, y todo el mundo sonríe. Es un baile que no genera ningún mal rollo, anima a participar. Hace tiempo que no lo bailo, pero cuando toque volver a celebrar, por supuesto que habrá un chuminero. Que me lo compares con el twerking… Me hace ilusión”.
METAMORFOSIS
Lydia Lozano ha sido testigo y protagonista de las dos grandes transformaciones que ha sufrido el periodismo del corazón en los últimos años: la primera, la metamorfosis de muchos famosos en influencers –“es que ahora te venden de todo, desde un producto adelgazante a un microondas”, apunta; ella no tiene redes sociales, pero sí un ejército de fans que postean imágenes suyas en Instagram en las que analizan sus joyas, su ropa, las gafas que lleva–, y la segunda, la deriva de muchos periodistas en protagonistas de la información, de la que Sálvame ha sido el principal factor de aceleración, al considerar mucho más interesante la vida privada de un colaborador que los cuernos de un famoso.
“Mucha gente me dice: ‘yo te sigo desde Tómbola’”, recuerda Lydia. “Ahí cambió todo. El programa se hizo tan popular que la gente empezó a fijarse en los periodistas. Yo lo noté al tener que viajar a Valencia. Los periodistas de Madrid que estaban en DEC[Dónde estás, corazón] terminaban el programa y se iban a su casa, pero nosotros nos quedábamos en el hotel y la gente nos reconocía”. Lydia no puede evitar sentir nostalgia de Tómbola, “porque era buenísimo, no había entrevistas previas, ni reuniones. No sabíamos quién venía, y de repente ahí estaba Ricardito Bofill”. Ante la falta de guión, un secreto escondido: “Esas copas debajo de las sillas... Era algo brutal”.
Lozano reivindica –como muchos más hacemos– el corazón como una variante española del yoga, una rama no reconocida de la cultural del wellness, un relajante más eficaz que el Lexatin.
“La gente”, explica, “necesita ver que hay otros que tienen problemas más gordos que los tuyos, y que toda madre, como ocurre con la Pantoja, puede tener problemas con sus hijos. Yo reivindico ese corazón puro y duro, y por eso disfruté muchísimo con La Herencia Envenenada de Cantora. Esa noche no cogí el móvil, no leí nada, sólo llamé a mi madre. Fue maravilloso recuperarme como consumidora de corazón. Y por eso me gusta tanto LOC, porque es corazón de verdad”. Aceptado el halago, sólo queda desearle a Lydia que cumpla muchos más.
 
Sí de acuerdo, que Lidia cumpla muchos más. Pero tanto "lloriqueo" ya empieza a cansar.
En dos minutos pasa del llanto a la risa. Esta señora muy equilibrada no está. Claro que
en Sálvame son todos iguales. Destripan al que le toca y no tienen respeto por nadie.
¡¡¡¡¡¡¡ Qué pena....!!!!!!. Así se mantienen en el candelero.
Y si hablamos de JJ....... ha perdido el norte, ..es zafio, ordinario, endiosado y se le nota
que está "necesitado "........
Saluditos....
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Se cree "divino de la muerte" y es feo. horrible y vanidoso

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LYDIA LOZANO
12/12/2020

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LA ALEGRÍA DE LA PANTALLA​

A Lydia Lozano el éxito de ‘Tómbola’ (1997-2004) le pilló ya con una carrera periodística consolidada. Tal vez por eso no se ha ‘quemado’, como otros compañeros, y mantiene su buenhumor.​

La periodista, uno de los rostros más conocidos de ‘Sálvame’, pospone por la pandemia la celebración de su subida a la ‘sexta planta’ POR JAVIER BLÁNQUEZ

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A LYDIA LOZANO LE GUSTARÍA CELEBRAR que hoy cumple 60 años con una fiesta épica de las que hacen temblar el suelo. No sería la primera vez: los saraos en su chalé de Madrid tienen fama de ser acontecimientos despreocupados en los que las señoras se suben la falda para hacer el baile chuminero mientras se van vaciando las botellas de champán. Pero en estos tiempos en los que una reunión social es un delito, no queda más remedio que dejar las celebraciones para otro día. “Este año seremos seis, qué le vamos a hacer”, cuenta la periodista y colaboradora de Sálvame. “También te digo que ahora me tiraría para atrás meter a 500 personas en mi casa. Este año ha sido triste, han fallecido amigos míos, y me parecería una frivolidad. Pero el año que viene, esto se celebrará”.
Lozano, que responde al perfil de la española sufridora y disfrutona a partes iguales –y por eso la hemos visto tirarse de un trampolín y llorar a mares en los platós de Telecinco–, entiende que la ocasión es única y, aunque sea en diferido, el cumpleaños merece una fiesta de la misma manera en que París merece una misa. “Tengo una sensación rara, porque no me lo acabo de creer”, cuenta. “El número no va conmigo, no me siento de esa edad. Estoy en un momento en el que no me da pereza nada. A ver, no estoy como cuando cumplí 30, porque tengo mis dolores, pero mi actitud ante la vida es otra. Fue más raro a los 40. Ahora me siento como Benjamin Button, que parece que voy para atrás”.
Mientras tanto, ella sigue con su rutina: levantarse, peinarse, maquillarse –“desde que estamos con lo del covid, en Telecinco sólo te arreglan si presentas el programa, nos lo tenemos que hacer todo”–, irse a Mediaset y pasar la tarde comentando la actualidad del famoseo en el reality más alucinógeno de la parrilla. Ahí ha pasado de todo: desde broncas legendarias con invitados a testificaciones en el polígrafo sobre su vida sexual, confesiones íntimas y enemistades en directo, como la que le ha distanciado en estas últimas semanas con Mila Ximénez, y que ha concluido este miércoles con una paz firmada en directo.
COREOGRAFÍA SEXUAL
Sin embargo, su momento memorable, el que pasará a los anales, es su patente del baile chuminero –acuñación de Kiko Hernández–, un paso despendolado, con el pubis apuntando al techo, que compite con el twerking como agitación coreográfico-sexual más significativa del siglo. “A mí me sigue divirtiendo”, reconoce Lydia. “Si te lo pide la gente, es porque les gusta. Dices lo del chuminero, y todo el mundo sonríe. Es un baile que no genera ningún mal rollo, anima a participar. Hace tiempo que no lo bailo, pero cuando toque volver a celebrar, por supuesto que habrá un chuminero. Que me lo compares con el twerking… Me hace ilusión”.
METAMORFOSIS
Lydia Lozano ha sido testigo y protagonista de las dos grandes transformaciones que ha sufrido el periodismo del corazón en los últimos años: la primera, la metamorfosis de muchos famosos en influencers –“es que ahora te venden de todo, desde un producto adelgazante a un microondas”, apunta; ella no tiene redes sociales, pero sí un ejército de fans que postean imágenes suyas en Instagram en las que analizan sus joyas, su ropa, las gafas que lleva–, y la segunda, la deriva de muchos periodistas en protagonistas de la información, de la que Sálvame ha sido el principal factor de aceleración, al considerar mucho más interesante la vida privada de un colaborador que los cuernos de un famoso.
“Mucha gente me dice: ‘yo te sigo desde Tómbola’”, recuerda Lydia. “Ahí cambió todo. El programa se hizo tan popular que la gente empezó a fijarse en los periodistas. Yo lo noté al tener que viajar a Valencia. Los periodistas de Madrid que estaban en DEC[Dónde estás, corazón] terminaban el programa y se iban a su casa, pero nosotros nos quedábamos en el hotel y la gente nos reconocía”. Lydia no puede evitar sentir nostalgia de Tómbola, “porque era buenísimo, no había entrevistas previas, ni reuniones. No sabíamos quién venía, y de repente ahí estaba Ricardito Bofill”. Ante la falta de guión, un secreto escondido: “Esas copas debajo de las sillas... Era algo brutal”.
Lozano reivindica –como muchos más hacemos– el corazón como una variante española del yoga, una rama no reconocida de la cultural del wellness, un relajante más eficaz que el Lexatin.
“La gente”, explica, “necesita ver que hay otros que tienen problemas más gordos que los tuyos, y que toda madre, como ocurre con la Pantoja, puede tener problemas con sus hijos. Yo reivindico ese corazón puro y duro, y por eso disfruté muchísimo con La Herencia Envenenada de Cantora. Esa noche no cogí el móvil, no leí nada, sólo llamé a mi madre. Fue maravilloso recuperarme como consumidora de corazón. Y por eso me gusta tanto LOC, porque es corazón de verdad”. Aceptado el halago, sólo queda desearle a Lydia que cumpla muchos más.
 
VANITATIS

Lydia Lozano: "En mi funeral desvelaré quién fue mi fuente en el caso Ylenia"

Hablamos en exclusiva con la periodista sobre 'La venganza de la llorona' su primer libro, que repasa al detalle su trayectoria profesional y será publicado este próximo 23 de octubre

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Por Álvaro Rey

19/10/2024

Inesperada, camaleónica, divertida, alocada y dramática, muy dramática. Sí, todos creemos conocer perfectamente a Lydia Lozano. Es normal. Teniendo en cuenta sus casi tres décadas ininterrumpidas en los programas más vistos de la televisión en España, probablemente hayamos pasado con ella más tiempo que con muchos miembros de nuestras familias. Pero, en este punto, es para mí importante recalcar el matiz del verbo 'creer'; según la RAE: "tener por cierto que algo existe verdaderamente".

Si de algo me ha servido realizar una inmersión a través de las 314 páginas de 'La venganza de la llorona', el inmejorable autohomenaje a toda su trayectoria profesional y su primer libro, que verá la luz el próximo miércoles 23 de octubre bajo el sello de La Esfera de los Libros, es para darme cuenta de que sí, Lydia es igual que en la tele, pero Lydia no es solo la tele. Lydia es la enciclopedia del universo del corazón, Lydia es el relato sabio y en primera persona de cada arista del sector, Lydia son las lágrimas y los grandes sillones, pero también la calle, las fiestas y las exclusivas más cotizadas, ¡ah! y, por último, pero no menos importante, Lydia también es la devoción personificada por la radio. Así me lo confirma en nuestro encuentro en una de las salas más exclusivas del hotel cinco estrellas, Hyatt Centric Gran Vía de Madrid. Llegó el momento. ¡Que empiece la charla!

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Lydia, haciendo alusión al título, me surge una duda… ¿De quién te quieres vengar?

Pues mira, los títulos despistan bastante. No es propiamente una venganza. Este libro va enfocado para todas esas personas que intentaban denostarme profesionalmente y humillarme diciendo que yo era la del chuminero y la llorona; para que vean que soy algo más. Soy una periodista, que no solamente he trabajado en Sálvame, que no solamente he bailado y que no solamente he llorado cuando tenía que llorar.

Por cierto, ahora llora mucho la gente en televisión. Uy, hasta María Casado lloró el otro día en un informativo dando la noticia de la muerte de Mayra Gómez-Kemp. Aún recuerdo los titulares de la primera vez que lloró la reina Sofía… Pues sí, los reyes lloran y todos lloramos.

Pero, con la cantidad de libros que se publican a día de hoy. ¿Por qué uno de los rostros más conocidos del corazón no tenía uno (hasta ahora)?

He tardado porque me daba muchísimo pudor. Hay que saber cuándo hacerlo. Escribir un libro es algo importante y nada tiene que ver con la frase de "no eres una persona hasta que no tienes un hijo, plantas un árbol y escribes un libro". Yo solo he hecho la última y tengo 63 (risas). No se puede escribir un libro por dinero. Bueno, a lo mejor la Preysler se puede forrar si escribe un libro. Yo no. Te lo puedo asegurar.

A mí ya me lo habían propuesto en su momento desde Planeta con el caso Ylenia y dije que no. Simplemente, llegó en el momento perfecto, como caído del cielo, y a La Esfera de los Libros le interesó muchísimo la propuesta de contar las grandes anécdotas de mi vida profesional. Es más, a mí también me ha venido bien porque había olvidado muchas partes de mi largo recorrido laboral.

Y, ¿cómo has logrado crear tu primera obra escrita?

Pues mira, lo primero que hice es marcarme un horario, porque esto no es una novela que necesites que vengan las musas; es una narración en cadena. Me ponía de 4 a 7, que se solía alargar hasta las 8. Yo quería que fuese un sistema de que yo hablase como en una conversación, como si estuviera en televisión. Para eso tienes que tener una persona que te guíe, que, en mi caso, es Yolanda, a quien le dedico mi libro, pero no me lo ha escrito ¡eh! Lo he redactado todo yo. Todas mis frases las he cogido, las he mirado, he tachado, he dicho esto no, he revisado, he vuelto a revisar… Es un libro en el que yo me he reído, he disfrutado tanto… No sabéis lo que era el sótano de mi casa, o sea, todo lleno de reportajes, de fotos, de todo. Eso sí, se ha acortado medio libro, que lo sepas; y aún así hubiese escrito mucho más.

Si te parece, nuestros lectores van a comenzar a viajar con nosotros por los primeros capítulos de ‘La venganza de la llorona’. Lydia, llegaste al corazón de rebote y tras un gran inicio en la radio, el cual desconocía, de la mano de RNE, Antena 3 Radio…

Pues mira, por una de las cosas que yo dije que sí a este libro es porque tengo muchos seguidores jóvenes. Me di cuenta en tu ciudad, en Salamanca, que es un sitio de estudiantes propiamente dicho. Fui a hacer un bolo a una tienda de ropa y había 3.000 personas haciendo cola para hacerse una foto conmigo y muchas eran muy jóvenes. Entonces dije: "esta gente no sabe que yo empecé con 18 años en Radio Nacional". En el libro demuestro que mi verdadera pasión es la radio, no chupar cámara. Yo no miro a cámara… Queda muy feo; a no ser que tengas que decirle algo a alguien y mandarle un mensaje. Este libro también es para toda la gente que se ha quedado en mi yo de 'Tómbola', 'A tu lado' y todos sus afluentes.

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Sin embargo, no empezaste en un sillón de colaboradora de televisión, sino desde abajo, en la calle, con las agencias.

Sí. Por eso defiendo tanto el trabajo de los reporteros, porque sé lo duro que es, pero me encantaba y guardo grandes anécdotas. Recuerdo aún un día en Pasta y basta, uno de los restaurantes italianos más bonitos que ha habido en Madrid, que siempre estaba lleno de gente conocida y un día pillamos ahí a Phillipe Junot con Sofía de Habsburgo. Yo veía cómo se cogían de la mano desde la barra, yo veía la complicidad y aun así mantuve la educación sin acercarme. Claro, cuando salen, Sofía Habsburgo no quería que se supiera y llevaba un bolso con las dos ‘C’ y me pegó tal bolsazo en la cara que las tuve marcadas en el moflete con costra y todo no te puedes imaginar el tiempo. Mis compañeros decían que era una pija porque llevaba las dos ‘C’ tatuadas a fuego. Me ha pasado de todo, que no cuento en el libro, también me han intentado tirar a un ataúd y enterrar el féretro, pero es que la calle te da tanta experiencia…

Con el paso del tiempo, figuras del nivel de Marta Sánchez o Lola Flores llegaron a convertirse en amigas íntimas para ti. Siempre se dice que si eres periodista del corazón no puedes ser amigo de los personajes, porque te priva de muchas informaciones, pero te dará otras. ¿Dónde marcas los límites?

Sí, siempre lo he escuchado, pero yo creo que los límites te traen después beneficios si tienes verdadera amistad con la persona. Eso de que no puedes ser amigo de un famoso siendo periodista es ridículo. Simplemente, ni por una parte ni por la otra hay que abusar de la confianza. Las mejores fuentes son siempre las que viven los acontecimientos en primera persona, es decir, las que los protagonizan; en el corazón, en sucesos, en política o donde sea.

Por ejemplo, yo tenía muchísima amistad con Marta Sánchez y la aconsejaba sobre cómo tenía que ser su relación con la prensa, cómo hacer los reportajes… Es más, yo la convencí para que no vendiese su boda con Jesús Cabanas y organicé a la prensa en ese enlace. Yo creo que esto no se sabía. Yo nunca me he callado cosas y después las he echado en cara o he pedido algo a cambio; lo haces porque quieres a esa persona. Otro ejemplo, mis conversaciones con Lola Flores, en su cama, en su edredón, se irán conmigo a la tumba.

A colación de esto, aseguras sobre Encarna Sánchez: "Tuve que morderme la lengua en numerosas ocasiones para no largar lo que ella me contaba. Por eso, no temo equivocarme si aseguro que Encarna Sánchez murió de amor".

Sí. Ella murió de amor cuando vio publicadas las fotos de María del Monte con Isabel Pantoja. Esas fotos, la primera que las vi fui yo y me tiré una hora con ella en su despacho en la COPE. Y yo soy de las que piensa que cuando tienes una enfermedad que todavía no está solucionada, tu mala energía o tus bajos ánimos te van mermando. Así que creo que ella murió de amor y lo pasó mal. Solamente puedo decir que lo pasó muy mal con Isabel.

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A día de hoy parece que vivimos una profesión completamente opuesta. Has estado en Nochebuena en casa de Lola Flores, en la reboda de María Jiménez con Pepe Sancho… Grandes figuras con una cercanía tremenda hacia la prensa y ahora personajes como Ángel Cristo Jr. o Carlo Costanzia nos rehúyen. ¿Qué ha sucedido para que se genere esa brecha?

Yo digo en el libro de Lola Flores que era un ser de luz y Lola Flores no se movía por dinero y el dinero mata a los personajes. La prensa del corazón ya no es lo mismo. ¿Por qué? Porque las televisiones pagan millonadas a la gente y en dos días se creen que son Lola Flores. Yo he vivido lo bueno del periodismo, a los grandes personajes a los que podías entrevistar y a los que yo respetaba y ellos me respetaban a mí.

Personalmente, yo no entiendo el caso de Alejandra Rubio, habiendo mamado lo que ha mamado de su abuela. Ya no te hablo ni de su tía ni de su madre. Te hablo de su abuela, que era una mujer que respetaba a la prensa, que nunca habrás visto de ella una mala salida del AVE, ni en televisión, ni en Telecinco, ni nunca. ¿Cómo eso no lo ha podido mamar una niña? Porque a lo mejor Terelu tampoco lo hace, porque vas al funeral y no contestas a los reporteros habiendo vivido sentadita en un sofá de esas imágenes durante años y años. Eso es lo que me repatea. Es que encima son tontos porque saben que una bronca con el periodista vale más que decir: “no, muchas gracias”.

Dices que el periodismo del corazón ha cambiado y no siempre para mejor. El star system es ya otra cosa… ¿No te produce pereza?

Totalmente. Mira, a mi casa llegan invitaciones de todo y es que… ya no voy a las fiestas, porque ya no conozco a nadie. Antes ibas a un estreno y te encontrabas con un Paco Valladares, veías gente con la que podías hablar, con la que podías decir: "oye, ¿qué obra de teatro vas a hacer?". Pero, me explicas qué le voy a preguntar yo a una influencer. ¿Dónde vas a pasar tu cumpleaños? Y que me suelte, por ejemplo, en Santo Domingo; ¿y qué repregunto? Es que me da tan igual.

Aun así, yo pienso que la burbuja del mundo de las influencers va a explotar en máximo tres años. Esto es un cachondeo. ¿Las quejas porque las sesiones duran 14 horas? "Es que he tenido que cortar las redes porque estoy fatal de la cabeza". Mira, cariño, fatal de la cabeza es hacer un tomate, un limón, una naranja, una sandía, llegar las nueve, cambiarte el maquillaje y hacerte un Deluxe. Eso sí que te cambia la cabeza, eso sí es currar. ¿Qué me estás contando?

Viviste la fiebre de las exclusivas, la época más dorada del sector. Firmaste exclusivas como el embarazo de Belén Esteban de Jesulín o la deuda de Lola Flores con Hacienda. ¿Cuál es la noticia por la que te has llevado más dinero?

Sí, también di, por ejemplo, que no sale en el libro, el embarazo del primer hijo de Richard Gere con Alejandra Silva. He ganado mucho dinero. Ni yo me lo creía. Llegaba a casa y decía: ‘he cobrado tanto’, porque me parecía increíble. Hay muchas noticias, pero recuerdo el primer beso de Chábeli Iglesias en un centro comercial de Estados Unidos, que, bueno, era un pico en los años 80: 10 millones de pesetas. Nunca he hablado de dinero, pero me llamó la atención una barbaridad. Yo me hice tres folios de ese beso.

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¿Y la mayor locura que has hecho por conseguir una exclusiva?

Pues mira, esto no tiene nada que ver con el corazón, pero fui a hacer un reportaje a Brasil y mi gran locura fue hacer un reportaje sobre las favelas. Allí me metí y un niño me puso un cuchillo en la yugular y tuve que tranquilizar al fotógrafo, que era cinturón marrón, pero no paraba de temblar. Entonces tuve que darle al niño 200 dólares que llevaba en el sujetador para que nos dejara salir de allí. ¡Buah! Eso sí que molaba.

Bueno, te hiciste pasar por la hija del servicio de Isabel Preysler para acudir a las mejores fiestas de Marbella a finales de los 80. Allí viste de todo… personas con las que te relacionabas, como Yeyo Llagostera, fueron a la cárcel por tráfico de cocaína…

Ese reportaje está publicado, no sé si en 'Tribuna' o en 'Tiempo', fue idea de mi padrino, Otero, y me sirvió para que me acogieran en todas las fiestas con mucho cariño. Yo me lo pasaba muy bien con Ortiz, con Gunilla, en Puente Romano, en Puerto Banús, en El Rodeo… Sí, vi de todo, pero fíjate que en la vida me planteé contarlo, ni lo contaré, porque creo que no hay necesidad de ir en contra de la gente que te trata bien. Yo también en las fiestas que monto en mi casa dejo a los invitados hacer lo que les da la gana.

Dicen que, en muchas ocasiones, el corazón es pura fantasía. ¿Por eso decidiste publicar el reportaje del embarazo de Bienvenida Pérez sabiendo que estaba bebiendo vodka con naranja?

¿Y qué vas a hacer? Una señora te dice que está embarazada. Yo me moría de sed. Esa nevera estaba vacía. Venía ella de la peluquería. Bebo el zumo de naranja que traía, porque estaba muerta de sed del viaje, y llevaba cantidad de vodka. Pues le dije a la fotógrafa: "esta señora no está embarazada, pero tiremos palante". Y no hubo ni ecografía, ni parto, ni aborto, ni nada. El reportaje se publicó en la revista ‘Semana’ y no lo pagaron, creo, pero ella me pedía dinero y le dije que no, porque me había mentido. Después me insultó, claro, con las cuatro letras.

Todo este bagaje te llevó a cumplir un sueño aún mayor: iniciar en ‘Tómbola’ tu faceta como colaboradora con noches de hasta un 55% de audiencia. ¿Cómo te cambia la vida a nivel personal? Porque ahí ya nace el personaje público.

Nunca he notado diferencia, te lo juro. O sea, si quieres ahora salimos por la Gran Vía y verás que soy la misma. Nunca me he privado de nada, ni he querido cambiar. Yo disfrutaba muchísimo en esa época. Aún recuerdo cuando llegábamos al NH de Valencia y me quedaba hasta las cinco de la mañana después del programa hablando en la cama o en el bar con los personajes, desde Laura Valenzuela hasta Pino D’Angiò; eso es un lujo.

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Lydia, inicio del capítulo 11, 'No volveré a hablar de un desaparecido', reflexionas: "Cuando empecé a trabajar en este libro no pensaba dedicarle ni una sola línea al caso de Ylenia Carrisi". ¿Por qué no ibas a hablar y cambias de opinión?

Pues, porque sabía que me iba a hacer daño. Y ese capítulo me costó dolor y lágrimas. Claro, era como flagelarme un poquito otra vez. Pero, yo creo que se lo debía al público. Le debía al público hablar de mis sentimientos, le debía al público hablar de cómo lo viví y le debía al público hablar de cómo se vivió en la cadena.

Aseguras: "He vivido durante décadas torturada por mi metedura de pata". ¿Has logrado cerrar esa herida?

No, siempre está ahí. Y no porque yo quiera, sino porque Albano resurge como las noticias. Aunque las informaciones las publique un periodista de California, de Tennessee, de Oklahoma, nunca carga contra ellos, contra los profesionales que recogen esos datos; siempre termina nombrándome a mí. Es muy difícil cerrar la herida si este señor no me olvida. ¿Que el daño está hecho? Está hecho, es verdad. Pero hombre, métete con los otros periodistas como te metiste conmigo.

Tú misma lo dices en el libro: "Todos nos equivocamos, en cualquier profesión, y eso no nos hace peores". Al final, personalmente considero que las personas somos el resultado de los aprendizajes, de nuestros grandes errores y caídas. A mí nunca me gusta arrepentirme de nada, pero, en tu caso, ¿si volvieras atrás volverías a hacer lo mismo paso por paso?

No, no, no, no, no, no, no. Me arrepiento totalmente. Si volviese a nacer, no lo haría, porque, aunque la gente diga que de los errores se aprende, yo he vuelto a meter la pata. Y te preguntarás por qué y es porque confío mucho en la bondad de la gente y esa es mi debilidad. Y mientras que siga pensando así, pues seguiré metiendo la pata. Mira, el otro día hice un debate en Televisión Española sobre si organizaría mi funeral y yo dije que sí. ¿Y sabes lo que he pensado? Que en mi funeral voy a dejar por escrito quién fue mi informador en el caso Ylenia para que todos los que sois jóvenes investiguéis quién es esa persona y por qué lo creí.

A raíz de este asunto nace una de las mayores decepciones profesionales, Antonio Montero. Así lo reconoces en el libro, pero ¿hay más?

Hay muchas verdaderas decepciones, pero ¿para qué voy a hablar de ellas? Créeme que saben quienes son. ¿Te puedo decir una cosa? La televisión cambia mucho a la gente. ¿Y sabes dónde se nota? En maquillaje y peluquería. Notas que cuando comienzan dicen: "lo que quieras, péiname, como quieras, maquíllame, como quieras". Y en cuanto van subiendo como la espuma, empiezan a tratar mal a la gente. Pues ahí, en la parte llana de la televisión, ahí notas a la gente que se vuelve imbécil. ¿Entonces para qué las voy a mencionar? Ellas ya saben que se han vuelto imbéciles, pero lo peor es que disfrutan de su imbecilidad.

Se especuló con que el fin de 'Sálvame' y la Mediaset de Vasile vino condenado por el relato de Rocío Carrasco, pero ahora, en 'De Viernes', vemos semana tras semana como se hace lo mismo, pero al revés. Almoguera, Ángel Cristo Jr… ¿No te produce rabia teniendo en cuenta lo que se ha llegado a decir sobre vuestra ética profesional?

A ver, yo nunca voy a hablar mal de Mediaset porque ahí he estado 25 años. Yo se los agradezco muchísimo y echo muchísimo de menos a Vasile, porque él sabía perfectísimamente lo que era el espectáculo. Fíjate, ahora parece que Vasile se ha ido a Televisión Española. Sí, sí, parece que Vasile a lo mejor no está en Roma, está en Prado del Rey.

Creo que nosotros hemos hecho un espectáculo, aunque a veces las formas no fueron bonitas. Aun así, creo que conseguimos hacer mucho con muy poco dinero, con lo cual tiene mucho más mérito. Y ahora hay programas que pagan mucho y, bueno, suben un poquito en audiencias, pero es muy difícil hacer un 16, 17, 18% con la mitad, de la mitad, de la mitad; esas cifras todavía no las he visto. Lo de la televisión blanca no me gusta, porque escuchar a un señor decir que se le metía Orfidal en el biberón… creo que es lo más negro que he escuchado en televisión. Entonces, a nosotros nos llamaron salvajes y ellos son los buenos, ¿no?

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Sea como fuere, 'Sálvame' es y será historia viva de la televisión. ¿Qué crees que ha aportado al medio?


Muchísimas cosas. Hemos enseñado a hacer televisión. 'Sálvame' abrió la televisión a 360 grados, por detrás, por delante…"Voy a comer", "voy a hacer pis" y ¿por qué lo dices en alto? Pues, porque es lo natural, porque voy a hacer pis, a llorar, a reír, a saltar, a romperme una pierna o a salir en ambulancia. Yo veo poco movimiento después de lo que yo he vivido y gusta lo que hacemos. Mira ahora cómo nos ha acogido la gente. Yo salgo a la calle y todo el mundo me dice: "te veo en Quickie", "te veo en Ten", "te veo en Shhh"; porque tenemos mil nombres… [risas].

Exprimiste al máximo el formato, pero también lo pasaste mal a nivel emocional en muchas ocasiones. ¿Cómo es tu cabeza post 'Sálvame'?

Este libro me ha reseteado mucho ya. Ahora mismo que me haga una broma metiéndose conmigo Kiko Matamoros o Kiko Hernández ya es como ufff… pues es que he vivido la película, la he visto y estoy en otro capítulo completamente distinto. Ahora, en Televisión Española, 'Mañaneros' me parece un paseo en barca al lado de todo lo que hemos hecho ahí [risas].

Te enteraste del fin de 'Sálvame, como todos tus compañeros, a través de un medio de comunicación. ¿Tuviste miedo a que no volviese a sonar el teléfono?

Hombre, me volví desquiciada [risas]. Te lo vuelvo a decir: este libro me salvó. Lo de Netflix me volvió loca. No tanto México como Miami, te lo tengo que decir así de claro… Pero bueno, mira, que me llamase Televisión Española para mí fue la pera. No olvidaré en la vida que empecé con el 'Lazos de Sangre' de Concha Velasco, respaldada por mi Jordi González. Después llegó 'Mañaneros' y otra vez más el 'Lazos de Sangre' de Carlos Fernando y estoy muy feliz.

'La venganza de la llorona' es el resumen perfecto de tu vida laboral. Haciendo balance, ¿Estás plenamente satisfecha con tu recorrido profesional?

Absolutamente, te lo digo con la mano en el corazón. De todo y he disfrutado tanto…y sigo disfrutando. Soy una tía muy trabajadora, nunca me he quejado, nunca he dicho 'estoy cansada', siempre he querido seguir, seguir y seguir…

Entonces, ¿llegará en algún momento el día en el que 'cuelgues la libreta'?

Pues, no lo sé, no lo he pensado. La gente lo dirá, bueno, es absurdo lo que te estoy diciendo si la gente está todo el rato: "¿pero, por qué no se va ya?", "que se jubile la del chuminero"... Pues aquí sigo. Y si me siguen llamando, será por algo. El día que no suene el teléfono. Pues como los actores, pues ya está; me retiraré y punto. Pero haré muchas cosas. Y lo primero, un viaje a Australia.
 

Lydia Lozano, periodista: “Nunca sufrí el machismo porque yo actuaba como un hombre”​

La comunicadora publica ‘La venganza de la llorona’, unas memorias en las que repasa sus casi 45 años de trayectoria en la prensa del corazón. Para ella, ‘Sálvame’ fue su ‘cum laude’, y el ‘caso Ylenia Carrisi’, “la metedura de pata más televisada, más publicada y más radiada de la historia”​


 

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