Yo tampoco veo una bonita historia de amor porque ellos fueron dos seres profundamente egoístas cuya irresponsabilidad lo pagó Carmen.
Y aunque Serrano era muy mujeriego, no creo que para él la marquesa fuera una conquista más. De hecho, él mismo confesó a su biógrafo que se había enamorado de ella y que incluso se atrevió a llevarla a los toros en un descapotable sin importarle las habladurías. Y la marquesa podría ser muy superficial y muy fría, pero se enamoró profundamente de Serrano.
Hoy en día se habrían separado de sus respectivos, pero en aquella España franquista eso era impensable y tuvieron que guardar las apariencias.
Carmen escribió a Serrano sobre lo que su madre le había contado de su affaire:
"Pero mi madre jamás estuvo enamorada de su marido, ni sabía a su edad lo que era el amor… Y así fueron naciendo sus hijos, mis hermanos Sonsoles, Francisco y Antonio.
Pero, entonces apareciste tú, joven, guapo, poderoso y triunfante, y mi madre solo al verte se enamoró de ti (y esto y todo lo que me dijo lo decía mientras lloraba como una niña… «Carmen, no lo pude evitar, fue algo superior a mis fuerzas») y por lo que ella me contó también a ti debió pasarte algo parecido. O sea, que el amor llegó y que los dioses o Cupido o quien fuese hizo lo demás. Sí, anoche cayó la venda de mis ojos y comprendí que lo vuestro fue un amor sincero, noble, hermoso y hasta romántico… Y te juro, y no por Dios en el que ya no creo, que también yo me eché a llorar porque comprendí en el acto que había sido injusta contigo… y que yo no había sido fruto de una pasión de amantes furtivos. ¡¡Y por eso te pido perdón!! «Carmen, él no tuvo la culpa de nada, aunque bien caro lo pagó»."
Y esto es lo que Serrano le contó a su biógrafo Merino sobre su relación con la marquesa de Llanzol:
Lo que sufrimos esos años su madre y yo quedó para nosotros, pues tuvimos que cortar nuestras relaciones. Esa fue la única condición que puso el marqués para afrontar la situación. ¡Dios, y aquello sí que fue un castigo para los dos! ¡Era bella, muy bella; era culta, muy culta; era inteligente, muy inteligente y sobre todo era elegante, la mujer más elegante de su tiempo… y además estaba llena de amor! Sí, me volví loco, nos volvimos locos.
Lo que vivimos desde aquel momento fue un verdadero viacrucis, un martirio, ya que a nivel social no dejamos de vernos, incluso las familias pasábamos las vacaciones juntos en San Sebastián y aquella niña y mis hijos vivían aquellos días juntos y como verdaderos hermanos. Le juro, y no me gusta jurar, que vernos, sin poder vernos a solas, era una tortura. ¡Estaba siempre tan guapa! Muchas veces, muchos días, yo me inventaba algo para no bajar a la playa y no verla si era posible. Naturalmente, Zita también sufrió lo suyo. Pero, cumplimos… Y nuestro amor se fue enfriando y yo me enfrasqué de lleno en mi profesión. Pero, nunca podré olvidar lo que llegué a sentir por ella.