Lo de la superioridad moral lo puedo llegar a entender, porque les sirve para inflar su propio ego... Pero lo de la utopía me llama muchísimo más la atención. A mí también me da la impresión de que hay un cierto grupo generacional cuya visión del mundo es radicalmente distinta a la de las personas más jóvenes. Bueno, si ellos quieren seguir creyendo que la sociedad no cambió en absoluto durante estos años... Quién soy yo para quitarles esa ilusión, supongo...
Me alegro mucho de que los judíos no olviden su propio pasado. Siempre pensé que, si los perpetradores de esos crímenes eran personas a las que el relato occidental siempre intenta favorecer (ucranianos, lituanos...), la propaganda estaba destinada a que esos sucesos quedaran olvidados. Recuerdo tener varias conversaciones con un lituano sobre esto. Cuando se trataba de señalar los episodios crueles de la historia de otras naciones, se mostraba muy dispuesto a ello, pero no se te ocurriera decir nada sobre la colaboración lituana con los nazis.
La superioridad moral es muy agradable... Hasta que te piden que juzgues a tu propio país con la misma vara de medir.
Apoyamos lo que nos va bien. Y a mucha gente mayor le fue bien con lo que ocurrió después de Mayo del 68, sobre todo en comparación con lo que había antes. Venían de una época muy negra. Mi padre vivió la guerra civil española como niño y mi madre nació justo al final. Se tragaron toda la postguerra y los años 50, con sus numerosas limitaciones. En Europa el trauma de la II GM, aunque acallado por el refuerzo económico del Plan Marshall seguía ahí. Cierto que los del 68 , son de una generación posterior a mis padres, pero venían de un lugar muy negro y muchos de la generación anterior se apuntaron.
Y llega una utopía de libertad que triunfa, también apoyada por la tecnología y la economía. Ellos creían de verdad en esa utopía. Mi madre era trotskista y en la universidad se relacionó mucho con Lidia Falcón (la denostada feminista de hoy en día, que, puedo avalar, fue feminista cuando aquello era difícil). Aunque, en aquellos grupos llenos de ilusión mi madre tuvo sus primeros encontronazos. Ella era una adicta a la música clásica, no se perdía un concierto, a veces se iba a dos, uno tras otro en el mimo día. Y los del partido decidieron que aquello era burgués (que lo era, mi madre era liberal de izquierdas y muy burguesa por dentro). y estaba prohibido A pesar de la inmensa ilusión de aquellos años, muchos eran muy sectarios y les gustaba poco, para los demás, la libertad de la que hablaban.
A mi madre le fue bien. Pudo divorciarse de mi padre, que era dificilito de aguantar, también muy de izquierdas, e hizo su vida. Mi padre también. Comenzó con su actividad ecologista y nos dio bien la matraca con aquello ya en los años 80 -un pionero-. Teníamos prohibido comer infinidad de cosas y vivíamos rodeados de libros y revistas de ciencia y ecología en el campo. No lo recomiendo.
Pero ellos lo disfrutaron. Sobre todo el separarse (y yo doy gracias a la diosa Minerva - porque de tanto leer sobre religiones abrahámicas últimamente me he hecho pagana total -) de no haberlos vivido juntos desde mis 5 años.
Hay muchas cosas que agradecer a aquellos años, el fin de los 70, los 80, los 90. El divorcio, sobre todo. Y la izquierda abrió caminos nuevos, era necesario. La sociedad se ahogaba, pedía cambios.
Pero después las cosas evolucionaron humanamente de la manera en la que el ser humano es, y ni la utopía ni la religión pueden con la fuerza de la naturaleza que el ser humano es, contradictorio, superviviente, territorial y muy animal. Y todas esas utopías se han ido por el desagüe.
Que en un principio la cosa fuera bien nos dio a los europeos arrogancia y una condescendencia con otros pueblos un tanto excesiva. Somos muy condescendientes todos, es el mal de nuestro tipo. A mí me educaron para serlo y lo soy, la mayor parte de las veces no me doy cuenta. Está grabado muy hondo.
Me educaron en plan intelectual, con verdades muy de izquierdas, muy racionales, con toda la verdad ética de aquellos tiempos en nuestro poder. Y esa condescendencia, nos lleva también a tomar decisiones que nos dañan, por la cuestión de querer parecer más buenos de lo que somos. Otros se aprovechan de unas leyes muy laxas, pensadas para seres casi angelicales, pero tontorrones, que necesitan ser educados y el problema está servido. Porque ese ser humano tan bondadoso por haber sido educado es una utopía. Hay gente que lo es, pero mucha otra no. Y así está Europa, entrando en una época oscura por exceso de utopía.