Cómo me duele seguir viendo a las mujeres sometidas y dominadas por el canon oficial de belleza.
Qué dolor ver a Mónica Randall, una de las mejores actrices de nuestro país, irreconocible porque está obligada a estar joven y guapa como siempre ha sido. O a Malena Alterio, una cómica excelente, que ya entra en la edad de operarse de todo porque te dejan de llamar si empiezas a envejecer.
Qué tristeza ver tantas actrices al borde de la muerte por inanición, llevarán meses pasando hambre para poder estar hoy en esa alfombra y caber en ese vestido.
Ellos sin embargo, como siempre, pueden tener kilos de más, pueden envejecer y que se note, pueden llevar un traje normal y corriente porque nadie les va a juzgar por su físico. Ellos cómodos en el mundo, que para eso es suyo. Siempre cómodos.
Y nosotras, ganándonos el derecho a existir, a base de sufrimiento. Siempre pasando el examen, sin aprobarlo casi nunca.