Reina Doña Sofia

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Para asistir al enlace religioso de su primo Ernesto de Hannover y la primera mujer de este, Chantal Hochuli, el 30 de agosto de 1981 en el castillo alemán de Marienburg, la reina Sofía eligió un modelo corto de Valentino. Ochenterísimo, no le faltaba un perejil. Usando como lienzo una tela liviana estampada con un vergel efecto granito, el italiano se esmeró en la ejecución del cuello, tipo bebé, dotándolo de romanticismo con encaje y una lazada como cierre. Esta pieza bien podría ser la que tenía preparada para asistir a la boda del príncipe Carlos de Gales y Diana Spencer, el mes anterior, pero… Gibraltar se interpuso entre las dos Coronas y los reyes de España se quedaron en tierra “con el vestuario preparado y el yate Fortuna a punto”, según reconoció la propia consorte de Juan Carlos I a la periodista y escritora Pilar Urbano, durante las conversaciones que mantuvieron para dar a luz la biografía autorizada La Reina.
 
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El casorio que no se perdió la madre de Felipe VI –como el de casi ningún heredero– fue el de la princesa Victoria de Suecia y su entrenador personal, Daniel Westling, el 19 de junio de 2010 en Estocolmo. La reina Sofía escogió para la cita un diseño de tiros largos de la colección de alta costura primavera-verano 2008 del siempre bronceado Valentino, la propuesta con la que el diseñador de Voghera se cortó la coleta. El vestido –en rosa algodón de azúcar bajo en colorante– mezcla un cuerpo ajustado, armado con tejido vaporoso que cae en cascada desde el estómago hasta el suelo, y una pesada falda bordada con flores efecto suelo deshidratado. Como la clienta de haute couture siempre lleva razón, se le añadieron unas mangas acampanadas provocando que el escote palabra de honor presentado sobre la pasarela mutara en uno cuadrado.

 
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En los esponsales de la infanta Elena y Jaime de Marichalar, festejados el 18 de marzo de 1995 en Sevilla, la madre de la novia confió en el local Tony Benítez. El creador favorito de Cayetana Fitz-James Stuart también dibujó las vestimentas de la madrina, Concepción Sáenz de Tejada, y de una treintena de invitadas, entre ellas, la mencionada XVIII duquesa de Alba de Tormes. El atuendo de la reina Sofía, en azul Primavera (la más menuda de las tres hadas de la versión de Disney de La bella durmiente), recuerda a uno blanco del requetecitado Valentino que la consorte guarda en su armario desde 1981, también con mangas tulipán y faralaes tristones pintando la saya. La mantilla bruna con la que se tocó su majestad fue un regalo del Concello de Camariñas (La Coruña). Las palilleras de la entidad de Rendas tardaron más de año y medio en confeccionarla y está inspirada en un diseño presumido por la reina Victoria Eugenia, abuela de Juan Carlos I. El collar de perlas, la perilla y el broche que lució son algunas de las alhajas más antiguas y valiosas de las conocidas como Joyas de pasar de la familia real española.

 
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Para la apodada como “la boda de la tercera infanta”, la de Ana Azar y Alejandro Agag, el 5 de septiembre de 2002, la primera dama se envolvió en un conjunto de tonos degradados –desde el gris Primera Revolución Industrial hasta el verde Kentucky– que cuenta con una chal que se puede colgar de un hombro o colocar como poncho.

 
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La reina Sofía desempolvó en el enlace del príncipe heredero de Jordania, Hussein bin Al Abdalá, y Rajwa Al Saif, el 1 de junio de 2023, otro Valentino nacido a partir de un look de pasarela de la propuesta de alta costura otoño-invierno 2003. El cuerpo de pedrería está velado con el mismo material, teñido de un rosa Las señoritas de Avignon, con el que fue engendrada la falda.

 
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La tía política del novio acudió a los esponsales de Bruno Gómez-Acebo y Bárbara Cano, en octubre de 2002, de colorado pimiento morrón. La chaqueta asimétrica, algo más madura que la falda de volantes.
 
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Margarita Nuez fue la encargada de vestir a la reina Sofía en el casorio de su hija la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, el 4 de octubre de 1997. Su modista de diario la cubrió de cristal de caramelo de fresa con una blusa, una chaqueta, una saya y una sobrefalda que cedieron todo el protagonismo a una pamela decorada con tul plumeti –la reina madre rara vez esconde su histórico peinado– y unos zapatos berenjena. Sin embargo, ningún complemento pudo competir con la gargantilla de la joyería romana Bvlgari –en oro de 18 quilates engarzando una sucesión de peridotos, amatistas y topacios– con la que se abrigó el cuello la consorte del rey Juan Carlos.
 
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La madre de Felipe VI eligió a Alejandro de Miguel, su último modista fetiche, para que la engalanara el pasado septiembre en el enlace de su sobrina la princesa Teodora de Grecia y Matthew Kumar. El manchego confeccionó para la griega un dos piezas, en rojo coralino, formado por un cuerpo con una banda drapeada atravesando el tronco y unos pantalones en plisado soleil. El cuello comparte forma, ligeramente en uve, con la riviere de diamantes con la que la reina Sofía se enjoyó. Es la misma que, como los pendientes, había lucido en su boda con Juanito, también en Atenas, el 14 de mayo de 1962. Aunque de la gargantilla se colgó otro pendentif.

 
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Al casorio de los príncipes Guillermo y Kate de Gales, el 29 de abril de 2011, la reina Sofía asistió bañada en lavanda Tiedra con un traje del que florecen unas moñas clavelinas dispuestas en fila imitando botones. Sorprendió con unos zapatos peep toes, esos que dejan asomar uno o dos dedos y que en España se bautizaron como Letizios porque su mayor promotora fue la entonces princesa consorte de Asturias.
 
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Para interpretar el papel de madrina en la boda de su hijo Felipe de Borbón y Grecia con Letizia Ortiz Rocasolano, el 22 de mayo de 2004, la reina Sofía volvió a recurrir a Margarita Nuez. La aragonesa creó para su regia clienta un vestido hasta los pies con cuello redondo y apliques vegetales sobre el vientre y los bajos de las mangas y la falda. El zurrón y los salones fueron endulzados con la misma tela satinada en color cava de uva Xarel·lo. Para darse color, su majestad sacó del joyero un ecléctico juego de esmeraldas y diamantes al que sumó un broche de lazo de la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena (sujetando la mantilla) y una de las pulseras gemelas de la reina Victoria Eugenia.
 

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