Teodoro Neguema tercera parte
3. Consolidación de la dictadura personal, maquinaciones golpistas y el extraordinario pero engañoso boom de los hidrocarburos
Así las cosas, las elecciones presidenciales del 25 de febrero de 1996, abiertas por vez primera a múltiples candidaturas, fueron cualquier cosa menos históricas, ya que tras la retirada de cuatro aspirantes de la oposición que rehusaron tomar parte en una operación con el guión escrito de antemano Obiang se quedó cómodamente solo frente a Secundino Oyono Aguong Ada, de la Convergencia Social, Democrática y Popular (CSDP). Los adversarios de la POC que practicaron el boicot en 1996 fueron: Severo Moto Nsá, jefe del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial (PPGE) y hasta 1982, cuando se pasó a la oposición, secretario de Estado de Información y Turismo del Gobierno; Amancio Gabriel Nze, de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS), considerado el primer partido de la oposición; Andrés Moisés Mbá Ada, de la Unión Popular (UP); y Buenaventura Mosuy Asumu Nsegue, del Partido de la Coalición Social Demócrata (PCSD).
Según los datos oficiales, el autócrata recibió un "abrumador" 97,8% de votos con un índice de participación "masivo" del 79,8%. De nuevo, la oposición cifró la abstención en no inferior al 75%. Los observadores africanos (España, Francia y Estados Unidos se negaron a monitorizar la consulta) constataron numerosas irregularidades, como la presencia en los colegios de solamente representantes del PDGE. Imperturbable, el 15 de marzo de 1996 Obiang fue investido con un nuevo mandato de siete años, el tercero, hasta 2003. El 1 de abril siguiente tomó posesión el nuevo Gobierno de Ángel Serafin Seriche Dougan.
El presidente tenía reservadas varias represalias a sus retadores.
La primera y más sonada le tocó a Severo Moto, una fuerte personalidad política no exenta de aspectos turbios, quien en junio de 1997 tuvo que exiliarse en España, por tercera vez en su azarosa trayectoria, al imputársele una supuesta conspiración golpista. Un mes más tarde, Moto fue condenado en ausencia a la pena de 101 años de cárcel por los delitos de "alta traición" e "intento de asesinato del jefe del Estado". Las elecciones legislativas del 7 de marzo de 1999 fueron un calco de las de 1993 por el boicot mayoritario de la oposición y las denuncias de fraude masivo. En esta ocasión, el PDGE, con el 85,5% de los votos y el 95% de participación, siempre según las cifras facilitadas por el Gobierno, reforzó su cuota en la CRP hasta los 75 escaños. Las migajas, cinco escaños, fueron para la UP y la CPDS.
Obiang todavía se permitió encajar una fuerte amonestación exterior como fue, en octubre de 1995, el cierre de la Embajada de Estados Unidos a modo de sanción de la Administración de Bill Clinton por la intolerable situación de los derechos humanos en el país africano, denunciada en su despedida por el embajador saliente, John E. Bennett. El diplomático había sido repatriado en febrero de 1994 tras recibir de las autoridades locales una absurda acusación de "brujería" seguida, aseguró Bennett, de una amenaza de muerte. En aquella ocasión, sin embargo, Washington enmascaró su advertencia tras el argumento, apenas creíble, de que la reducción de su presencia diplomática obedecía a razones presupuestarias; las funciones de la legación en Malabo fueron transferidas a la Embajada en Camerún. Ahora bien, a esas alturas, el autócrata ecuatoguineano ya acariciaba el sueño de una autosuficiencia financiera que le permitiera dar evasivas a los gobiernos español y francés, y emanciparse de su asistencia. La llave de esta insospechada mudanza estratégica la brindaron las reservas de hidrocarburos.
En 1991, en una cota
offshore al norte de Bioko, allí donde prospecciones de la Empresa Guineo-Española de Petróleo, S.A. (GEPSA) no habían encontrado nada interesante desde 1981, una pequeña compañía de Estados Unidos, Walter International, certificó la existencia de grandes cantidades de gas con valor comercial. Rápidamente, comenzaron los bombeos de la plataforma
Alba. Entre 1996 y 2000 entraron en servicio los yacimientos de petróleo y gas de los campos
Zafiro, en el límite de las aguas territoriales de Nigeria y próximo al campo
Alba, y
Ceiba, mucho más al sur, frente a la provincia continental de Litoral.
El Estado empezó a obtener sus primeros beneficios por el petróleo en 1996 y, pese a las condiciones francamente desventajosas de las contratas de explotación adjudicadas a firmas estadounidenses, que hicieron en esta parte del mundo un negocio redondo, los efectos de la aparición de esta fuente de ingresos y divisas no se hicieron esperar: en 1996 el PIB, que simplemente por las inversiones de las petroleras foráneas ya estaba creciendo a un ritmo de dos dígitos desde 1992, trepó nada menos que un 66% y en 1997 lo hizo en un increíble 150%, según estimaciones del Banco Mundial. Se trató de una tasa de crecimiento fantástica que superó de largo la de cualquier otro país del mundo. En la década siguiente, el ritmo se mantuvo muy fuerte, aunque con importantes fluctuaciones.
El extraordinario
boom del petróleo vino a agudizar los desequilibrios y las contradicciones, generando una tremenda paradoja, de la Guinea Ecuatorial de Teodoro Obiang. Por un lado, asombraban datos como que, de acuerdo con el Banco Mundial, el Ingreso Nacional Bruto (ING) por habitante a paridad de poder adquisitivo (PPA) saltó desde los 600 dólares de 1990 a los 7.600 dólares diez años después, lo que equivalió a ascender de la trigesimosegunda a la décima posición en el ranking de los países africanos. En 2001, año en que el PIB volvió a rebotar y creció otro espectacular 63%, el valor de las exportaciones triplicó el de las importaciones, cuando una década atrás la balanza comercial era ampliamente deficitaria.
Entre 1994 y 2005 Guinea Ecuatorial figuró siempre entre los cuatro países de crecimiento más vigoroso, siendo el campeón de la tabla mundial en los ejercicios de 1997, 1999 y 2001. El ING por habitante (PPA) calculado por el Banco Mundial llegó a su apogeo en 2008, en plena subida en flecha de la cotización del crudo en los mercados mundiales, al alcanzarse y luego rebasarse con creces el precio de los 100 dólares por barril: nominalmente, fueron 33.100 dólares, valor que era el más alto de África, superior al de la Libia de
Gaddafi, y el 33º del mundo. De hecho, era mayor que el de varias economías desarrolladas, como Corea del Sur, Grecia, Nueva Zelanda, Israel y Portugal.
Más llamativas si cabe resultaban las variables del PIB/PPP manejadas por el FMI. En términos absolutos, hasta 1996 Guinea Ecuatorial produjo por debajo de los 1.000 millones de dólares, en 2001 el PIB ya era de 10.000 millones, en 2004 saltó a los 20.000 millones y en 2012 llegó a su máximo valor, 30.000 millones. La evolución del PIB/PPP por habitante resultaba pasmosa de veras: 424 dólares en 1980, diez veces ese valor en 1998 y, de nuevo otras diez veces más, 43.000 dólares, en 2008. En aquel año culmen, Guinea Ecuatorial ocupó la posición decimosexta en una lista de territorios exclusivamente europeos y asiáticos, además de Estados Unidos. Y esos 43.000 dólares superaban en 10.000 la renta por habitante de España.
Sin embargo, el significado real de toda esta batería de datos apenas iba más allá de la curiosidad estadística. Pese a la retórica del régimen sobre la "enorme transformación socio-económica" experimentada por Guinea Ecuatorial, que en 2002 fundó una compañía estatal del petróleo, GEPetrol, y en 2005 su equivalente para el gas, Sonagas, poco o nada de este mar de riqueza llegaba a la gran mayoría de la población, la cual, antes bien, veía cómo se endurecían sus condiciones de vida. El grueso de la ciudadanía, más de tres cuartas partes, siguió apañándoselas bajo el umbral de la pobreza, sobreviviendo con los cultivos de subsistencia, y la desigualdades, para empezar entre el campo y la ciudad, se dispararon.
A la vez que se codeaba en cuanto a renta por habitante con países como Austria y Hong Kong, Guinea Ecuatorial ocupaba la posición 118, es decir estaba considerado un país de desarrollo medio-bajo, en la tabla del Índice de Desarrollo Humano (IDH) confeccionado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Un frenesí de desarrollo urbanístico en Malabo y Bata envuelto de especulación y de dudosa utilidad social, el aumento a ojos vista de la corrupción y la codicia de los escogidos usufructuarios de la renta petrolera, la perpetuación del autoritarismo y el abandono de las exportaciones agrícolas tradicionales (ya casi solo se exportaban hidrocarburos, origen de la práctica totalidad de los ingresos que reportaba la demanda externa) eran la otra cara de una bonanza que convirtió a Guinea Ecuatorial en el tercer productor de petróleo de África subsahariana por detrás de Nigeria y Angola, con una producción récord en 2005 de 420.000 barriles de crudo diarios.
Por poco, no se alcanzó el objetivo de los 500.000 barriles, es decir, casi un barril por ecuatoguineano, previsto por el Gobierno unos pocos años antes, cuando Obiang se ilusionó con emular los volúmenes extractivos de monarquías árabes del golfo Pérsico como Qatar. A partir de 2005, empero, el ritmo de extracciones empezó a declinar suavemente por un cálculo prudencial.
Las reservas probadas del país no eran especialmente ingentes y estaban cuantificadas en algo más de 1.000 millones de barriles, así que, salvo nuevos hallazgos de envergadura, el maná petrolero estaba condenando a desvanecerse en unos años, muy pocos a menos que se redujeran drásticamente los niveles de producción.
Ya en 2007 el Gobierno organizó una conferencia internacional para analizar la marcha del desarrollo económico del país. En ella, los expertos aconsejaron a Guinea Ecuatorial ir preparándose para cuando el agotamiento de los pozos expusiera con toda crudeza hasta qué punto el sector productivo había perdido diversificación. Además, desde 2002 existía, o más bien languidecía, el Fondo para las Generaciones Futuras, un fondo de riqueza soberano al que destinar el 0,5% de los ingresos por el petróleo (una cantidad de entrada irrisoria), del que el Gobierno, además, prácticamente se desentendió. Pero, por el momento, en los primeros años del siglo XX, este auténtico
El Dorado negro servía sin duda para reforzar el asiento en el poder de Obiang, que bien podía destinar parte de la fortuna a, por ejemplo, comprar nuevas lealtades y asegurar las ya existentes. Y por supuesto, el Gobierno podía presentar a la población como una verdad innegable que el progreso y la prosperidad estaban en curso e iban a más.
Tras la llegada del republicano (y ex empresario petrolero)
George Bush a la Casa Blanca en enero de 2001 pudo apreciarse una notable mejora en las relaciones bilaterales con Estados Unidos. Obiang, que en septiembre de 1999 recibió tratamiento contra un cáncer de próstata en la prestigiosa clínica Mayo de Rochester, Minnesota, con factura abonada por la compañía Mobil Oil, visitó por primera vez Washington en abril de 2001, aunque entonces solo consiguió ser recibido por un subsecretario del Departamento de Agricultura del Gobierno. De todas maneras, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 la actitud de la Casa Blanca hacia el presidente africano se aligeró de escrúpulos.
Así, en el primer aniversario del 11-S, el ecuatoguineano figuró entre la decena de líderes africanos que se reunieron con Bush en la sede de la ONU en Nueva York para hablar de las perspectivas de guerra con Irak, así como de la paz y el desarrollo en el continente negro. Significativamente, poco antes de la recepción neoyorquina, el lobby político y empresarial del petróleo africano publicó un informe donde consideraba de interés para la seguridad nacional y una prioridad estratégica de Estados Unidos extender la influencia de la superpotencia en el golfo de Guinea. Días más tarde, el 19 de septiembre de 2002, Obiang fue agasajado en Washington con una cena en su honor por un grupo de empresarios e inversores del sector de los hidrocarburos. La normalización completa llegó en 2004 cuando el Departamento de Estado decidió reabrir la Embajada con un embajador acreditado en Malabo.
Definitivamente, el Gobierno de Washington optó por dar prelación a los intereses económicos, de lo más sustanciosos al reservarse en exclusiva las compañías privadas estadounidenses los derechos de explotación de los yacimientos de hidrocarburos
offshore, frente a las exigencias del respeto de los derechos humanos. No obstante, Obiang siguió sin conseguir un encuentro oficial vis a vis con su homólogo de Estados Unidos en el Despacho Oval.
En cuanto a España, a pesar de las tarascadas diplomáticas, las críticas desde medios políticos y periodísticos, y la reducción de la cooperación al desarrollo, todo ello en paralelo a la intensificación de las relaciones con Francia (visitada varias veces por Obiang y cuyo idioma fue declarado cooficial con el español en 1998), no dejó de legitimar de hecho a Obiang brindándole corteses recibimientos. El 15 de octubre de 2001, en su noveno viaje a España, el mandatario asistió al II Congreso Mundial de la Lengua Española celebrado en Valladolid, se entrevistó con el entonces presidente del Gobierno, el conservador
José María Aznar, y fue recibido por el rey Juan Carlos en el palacio de la Zarzuela. Observadores del momento destacaron que este tratamiento de deferencia era impensable con cualquier otro dictador que figurase en las listas negras de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU o de Amnistía Internacional.
Luego, el 9 de abril de 2002, mientras en casa la oposición, que meses atrás había formado una nueva plataforma unitaria de acción y resistencia, era el blanco de la enésima ola represiva,
Obiang hizo otro viaje público a España. Al poco, en junio, el secretario general de la CPDS, Plácido Micó Abogo, fue condenado a 14 años de prisión dentro de un macrojuicio contra 144 acusados por cargos relacionados con el complot de 1997, proceso que mereció la calificación de "aberración jurídica" por los observadores. En unos gestos de magnanimidad, Obiang decretó en octubre el indulto de varios de los 68 condenados en este juicio y en agosto de 2003 dispuso la liberación sin cargos también de Micó y de otros 17 reos políticos.
En las elecciones presidenciales del 15 de diciembre de 2002 los cuatro candidatos de la oposición, Celestino Bonifacio Bacale Obiang por la CPDS, Jeremías Ondó Ngomo por la UP y los ya mencionados Mesuy Asumu por el PCSD y Oyono Ayong por la CSDP, anunciaron que se retiraban horas antes de abrirse las urnas entre protestas por la "farsa indecente" que estaba a punto de perpetrarse. Las papeletas con sus nombres no fueron retiradas de los colegios, pero esta anomalía resultaba irrelevante: el
Jefe Obiang, en torno al cual ya hacía tiempo que estaba organizándose un culto a la personalidad saturado de ditirambos y eslóganes hiperbólicos que, evocando el caso de Macías, le adjudicaba hasta tintes sobrenaturales (en 2003 la radio estatal iba a proclamar que
"el presidente es un dios que está en permanente contacto con el Todopoderoso y puede matar a cualquiera sin que nadie le pida cuentas y sin ir al infierno, porque es el Dios mismo"), ganó su cuarto mandato constitucional con un 97,1% de los votos, abundando en una cifra propia de sistemas plebiscitarios de partido único como los imperantes en Irak o Siria.
Un bienio después, el 25 de abril de 2004, tocaron las legislativas.
Sobre estos comicios flotaron las sombras de las detenciones en los meses precedentes de personalidades del régimen caídas en desgracia como el general Agustín Ndong Oná Mbuy, primo del presidente y antiguo inspector general de las Fuerzas Armadas, víctima del fuego cruzado y las intrigas de bandos rivales en el seno del régimen. Pero sobre todo, sobrevolaron los ecos de la aparente tentativa golpista abortada el 6 de marzo a partir de una acción policial del Gobierno de Zimbabwe, el cual dio cuenta de la detención en el aeropuerto de Harare de un grupo de 67 mercenarios de varias nacionalidades africanas que se disponía a embarcar en un B-727 cargado de material militar rumbo a Malabo para cometer allí un golpe de mano de lo más rocambolesco. Informaciones facilitadas por Sudáfrica contribuyeron decisivamente a desbaratar el plan subversivo.
El Gobierno ecuatoguineano aseguró que los mercenarios, cuyos cabecillas eran un antiguo oficial británico de fuerzas especiales, Simon Mann (el cual, posteriormente, en los interrogatorios, reconoció los hechos que se le imputaban), y un traficante de armas sudafricano y también ex militar, Nick du Toit, tenían en su punto de mira al presidente, al que, previa neutralización de su guardia de corps, planeaban apresar para montarlo en un avión que le conduciría a un exilio dorado en España, aunque también se habló de la pretensión de matarlo, a él y a cualquiera de su entorno que opusiera resistencia.
Los malhechores disponían de una quinta columna armada en Malabo, una célula de otros 14 mercenarios, sudafricanos y armenios, ahora aprehendida por las autoridades, y seguían instrucciones directas nada menos que de Severo Moto, el autoproclamado (agosto de 2003) presidente del "Gobierno de Guinea Ecuatorial en el Exilio", el cual, una vez despejado el camino en Malabo, regresaría triunfal desde España para asumir el poder con el visto bueno de unos mandos militares comprados con nombramientos y prebendas. Además, Moto y su gente gozarían para esta peligrosa aventura de cierta complicidad por parte de los servicios secretos de España, Estados Unidos y el Reino Unido. Tal era la tesis oficial de lo desentrañado, que recordaba vivamente la trama del célebre best seller de Frederick Forsyth Los perros de la guerra.
Obiang insistió en la veracidad de todos estos extremos, incluidos los asomos de conspiración en su contra de potencias occidentales, por lo que calificó de "enemigos" a "aquellos países involucrados" y a ciertas "empresas multinacionales" que, habiendo estado al tanto de la tentativa, no habían hecho nada por impedirl
a. El presidente amenazó directamente a España con romper las relaciones diplomáticas si no entregaba a la "marioneta" y al "terrorista" Severo Moto. El dirigente opositor, al que en noviembre siguiente iba a caerle una segunda condena en rebeldía a 64 años de prisión, rechazó toda responsabilidad en los incidentes y aseguró que Obiang era "un auténtico caníbal", ansioso de tenerle extraditado en Guinea "para poder comerse mis testículos", añadió. Más aún, Moto, en lo que fue secundado por Plácido Micó y Celestino Bacale, acusó a Obiang de haber orquestado una farsa golpista como pretexto para sus persecuciones políticas, y que los mercenarios capturados en realidad estaban a sueldo del dictador o bien habían tenido tratos con personas de su entorno íntimo.
El asunto del complot de marzo de 2004 tuvo otras turbias ramificaciones (en agosto del mismo año llegó a ser detenido en Sudáfrica el mismísimo hijo de la ex primera ministra Margaret Thatcher, el empresario Mark Thatcher, por su presunta implicación en los hechos en calidad de patrocinador financiero) y sembró un clima de emergencia y sospechas que vino a favorecer al PDGE, como si el partido del presidente tuviera necesidad de ello, de cara a las elecciones de abril a la CRP. Esta vez, el oficialismo se quedó con 98 de los 100 escaños en juego, quedando los dos restantes para la CPDS, idos a sus jefes, Plácido Micó y Celestino Bacale. Llegado junio, Obiang puso término al Gobierno de Cándido Muatetema Rivas, un miembro de la etnia bubi, instalado en marzo de 2001.
En septiembre, mientras tenían lugar en Malabo los juicios a los mercenarios extranjeros acusados de golpismo, a los que les aguardaban unas draconianas penas de prisión, el nuevo primer ministro, Miguel Abia Biteo Boricó, acusó desde la palestra de la Asamblea General de la ONU al Gobierno de Aznar, ya desalojado de la Moncloa, de haber apoyado la fallida "invasión mercenaria multinacional que tenía como objetivo eliminar físicamente al presidente y a los miembros del Gobierno", prestando a los subversivos una importante dotación naval consistente en "dos buques de la Armada con 500 marineros a bordo, para apoyarlos en caso de resistencia".
En julio de 2005 el PPGE de Moto —a quien en diciembre del mismo año el Gobierno español retiró finalmente el estatuto de refugiado político, aunque tres años más tarde iba a devolvérselo, para acto seguido arrestarlo, bajo la acusación de intentar trasladar armas a Guinea Ecuatorial—, la Fuerza Demócrata Republicana (FDR, partido animado por personas del clan de Mongomo enemistadas con Obiang), la Alianza Nacional para la Restauración Democrática (ANRD), la Acción Popular de Guinea Ecuatorial (APGE), el Movimiento para la Autodeterminación de la Isla de Bioko (MAIB) y otras fuerzas en el exilio pusieron en marcha la plataforma Demócratas por el Cambio para Guinea Ecuatorial (DECAM). Al cabo de un año, en agosto de 2006, Obiang aceptó la dimisión en bloque del Gobierno de Miguel Abia, el cual "no había sabido materializar las políticas sociales" del programa del PDGE. Ricardo Mangue Obama Nfubea tomó el testigo de primer ministro el día 14.