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Papanatas​

Me encuentro entre los millones de españoles que han sido insultados por un papanatas. Me refiero, claro está, al ministro de Cultura impuesto por los pactos por una de las mujeres menos agraciadas intelectualmente de España​

05/05/2024Actualizada 01:30
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Don Francisco Silvela fue el político más brillante de la Restauración. Sus intervenciones parlamentarias descuartizaban los argumentos de sus adversarios, y lo que peor, provocaban las carcajadas de los suyos. Fue el feliz autor, junto a Santiago Liniers, de un prodigioso opúsculo,La Filocalia, primer tratado contra la cursilería, editado por la imprenta de Tomás Fortanet de Madrid en 1868. Una tarde abandonó el Congreso con gesto adusto y malhumorado. Un diputado de la oposición le había llamado «burro». Pero el apelativo no le molestó. Su enfado tenía otra explicación. «Que me llamen 'burro' me parece bien. Lo que me molesta es que me haya incluido en el mundo de los asnos un imbécil papanatas. El insulto de un inteligente es balsámico, pero el de un idiota es humillante».
Me encuentro entre los millones de españoles que han sido insultados por un papanatas. Me refiero, claro está, al ministro de Cultura impuesto por los pactos por una de las mujeres menos agraciadas intelectualmente de España. El papanatas no es un zoquete al uso en el sanchismo, como Pachi López. Después de licenciarse, opositó a la Carrera diplomática y aprobó. Después, su carrera en la Carrera careció de interés porque no se le conoce destino alguno en el exterior. El opositor tiene un gran mérito de esfuerzo, dedicación y conocimiento de idiomas, además del catalán. Pero no garantiza la inteligencia. He conocido a diplomáticos extraordinarios e inteligentes, pero también a tontos del antifonario, que es la manera más diplomática de definir a los tontos del culo. No es buena carta de presentación la de ser en un partido, Sumar, subalterno de Yolanda Díaz.
Y además, está muy mal educado, y siendo ministro de Cultura, su único fin es dilapidar la Cultura de la nación de la que es ministro del Gobierno.
Urtasun ha eliminado el Premio Nacional de Tauromaquia por ser «una actividad injusta, sádica y despreciable». Ello significa que todos los aficionados a la Fiesta Nacional han sido, somos, y serán sádicos y despreciables, desde Goya, Vicente López y Pedro Romero, hasta los poetas de la Generación del Veintisiete, Federico García Lorca –«la fiesta más culta que existe en el mundo»–, Alberti, Gerardo Diego, Agustín de Foxá, José María Pemán, José Bergamín, pasando, más allá de nuestras fronteras, por Bizet, Jean Cocteau, Orson Wellles, Hemingway, Picasso, Manuel de Falla, y superando los miles de nombres del ayer y de la actualidad, sí hay que concederle la razón en el caso de un aficionado, que fue no sólo un sádico despreciable, sino un criminal y un sanguinario, Ernesto Ché Guevara, ídolo de la rubia de bote de Sumar y del propio Urtasun, que al fin acierta en una definición.
Los Toros, además de Arte en movimiento y estático, es una fuente vital para centenares de miles de familias. Sin la generosidad de los ganaderos de bravo, más de la mitad de nuestras dehesas estarían yermas de vida. Las grandes ferias y las corridas patronales de los pueblos. No se trata de un capricho a admirar o despreciar por la frivolidad amargada y resentida de un ministro de España que coquetea con el secesionismo. Se trata de un arte universal, deplorado por muchos y aclamado por más que muchos. Toreo, literatura, poesía, escultura, música, novela y grandeza llevan más de cuatro siglos reuniéndose en el riesgo y la belleza de la realidad taurina. El arte efímero que se crea a centímetros de la muerte.
Entiendo a los antitaurinos, y les ruego que tengan la amabilidad de respetarnos a los que somos aficionados a la Fiesta Nacional, tan deshabitada en la sensibilidad de los españoles que odian a España, sin olvidar a los que deploran por su respetable rechazo la dureza de la lidia. Y Urtasun también ha despreciado e insultado como el papanatas que llamó «burro» a Silvela, a millones de mexicanos, peruanos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, a millones de aficionados de la América nuestra, que comparten con España el prodigio de su singularidad. Y a los portugueses, tan ahí, tan hermanos.
Para explicar lo que significan en nuestra cultura los Toros, son necesarias muchas más páginas que las encuadernadas en la enciclopedia de Cossío. El asunto no va por ahí. Va por la desfiguración paulatina de España, único objetivo de los que piensan y gobiernan como el papanatas.
Urtasun también ha insultado a centenares de miles de socialistas que aman, disfrutan, sufren y pagan sus localidades para sentir la tauromaquia.
Es lo que tiene ser el subalterno al mando de una pápara cateta.
Y si quiere otra, que vuelva a por ella.
PD. Pápara. Inculta, ignara, rústica, aldeana. No confundir con Pájara, que también.

Más de Alfonso Ussía​

 

Los trillizos​

Lady Julia se citó, muy a escondidas, con los hermanos Masvalas. Amaba a los tres. No era capaz de elegir a uno y rechazar a los dos restantes, porque eran iguales en todo​

06/05/2024Actualizada 09:24
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Lord Burlington-Dover era un hombre metódico y entregado a su sistema. Vivía en su castillo de Warriors-Southwest, rodeado de un maravilloso jardín. Su esposa, Lady Julia, se ocupaba de las flores y los arbustos. Una mañana, mientras uno y otra comían su cena durante sus medicinas, ella soltó la ocurrencia: «Fidelius, voy a encargar al carpintero que nos haga una cama de cinco metros de anchura. Te mueves mucho por las noches, y así evitamos desagradables rozamientos». Y Lord Burlington-Dover aprobó la propuesta.
Toda extravagancia tiene su punto de partida. Un mes atrás, Lady Julia, aprovechando un viaje a Londres, asistió a una sesión del Circo Ruso. Era una gran aficionada al circo, y el Circo Ruso ocupaba un lugar de honor entre sus preferencias. Ya habían pasado los tigres, los elefantes, las focas y los payasos, cuando fueron anunciados los Hermanos Masvalas, trillizos lituanos, idénticos físicamente y grandes saltadores. Lady Julia quedó prendada de ellos.
El amor, en ocasiones, llega de golpe, inesperado, como un ataque de Hamás. Y Lady Julia consiguió que los hermanos Masvalas aceptaran una invitación a cenar. Ella era una mujer peculiar, nada dotada de altas virtudes. Los hermanos se llamaban Valdemaras, Arvidas y Xavieras.
El mismo físico, la misma voz, y compenetración máxima. Ella se enamoró locamente de los tres. Monumental engorro. Y los cuatro juntos no cabían en su cama del castillo de Warriors. Al fin, en un transporte especial, llegó la cama. Con ímprobo esfuerzo fue llevada por sus portadores al cuarto principal. La primera noche, Lord Burlington experimentó la sensación de que él dormía en Southampton y ella en Edimburgo. Pero el sueño resultó placentero.
Lady Julia se citó, muy a escondidas, con los hermanos Masvalas. Amaba a los tres. No era capaz de elegir a uno y rechazar a los dos restantes, porque eran iguales en todo. Y les convidó a pasar la tarde al castillo. Cuando llegaron, Lord Burlington –Fidelius– leía en la terraza el famoso libro Cómo ser un Lord en cualquier situación del célebre cronista social Kirk Grovsen, de Dallas, USA.
Y por medio del móvil envió el siguiente mensaje a Lady Julia: «Han venido tres tipos raros. Muy musculosos. ¿Sabes algo de ellos?». Ella respondió. «Oh, sí. Son los hermanos Masvalas del Circo Ruso. Los he invitado a tomar el té». «Me tranquilizas. De acuerdo, querida».
Lord Burlington era muy metódico. En los meses de verano, después de comer, dormía una siesta de 30 minutos. Despertado por Mr. Honneby, su mayordomo, dedicaba a la lectura cuatro horas. A las siete de la tarde, paseaba por el jardín y revisaba el estado de las flores. A las ocho, se encerraba en su despacho, donde Mr. Honneby le llevaba el whisky y se entretenía admirando su fabulosa colección de sellos. Cenaba solo en su despacho, a sabiendas de que Lady Julia, más tempranera, lo hacía en su pequeño salón. Y a las 10.30 –22.30– horas, se acostaba con cuidado para no despertar a su esposa. Pero aquel día se adelantó. Estaba cansado.
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Cuando irrumpió en su cuarto, le extrañó la acumulación de seres humanos que ocupaban su cama. Su esposa no llevaba el camisón habitual. Ni el habitual, ni el especial, ni el floreado. Estaba en bolas. Y en torno a ella, también en porretas, los tres mellizos lituanos. Lord Burlington se interesó por aquella aglomeración en su cama. «Oh, Fidelius, no pienses mal. Son los tres grandes aristas circenses de los que te hablé. Los hermanos Masvalas, Valdemaras, Arvidas y Xavieras. Ya sabes lo mucho que me gusta el circo. Muchachos, este señor tan encantador que ha entrado en la habitación es mi esposo, Lord Fidelius Burlington-Dover».
Los tres lituanos, al unísono, le saludaron. «¡Encantados de conocerle!».
Lord Burlington mostró un pequeño desagrado. «Julia, las hortensias no están como otros años. Les falta riego». Y se dirigió a los lituanos. «Hello, hello, hello». Y concluyó: «Me voy a dormir a un cuarto menos concurrido».
Admirable Lord Burlington-Dover.

Más de Alfonso Ussía​

 

El aullador de Campo Grande​

En el Gobierno de España, donde abunda la fauna más variopinta y exótica del universo mundo, también tenemos un aullador. El aullador de Campo Grande, la estación ferroviaria de Valladolid​

07/05/2024Actualizada 01:30
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Durante el inolvidable viaje que cumplí, al mando del gran Miguel De la Quadra-Salcedo y su «Ruta Quetzal» por el Orinoco y el Amazonas, durante una noche acampados en Alter Do Chao, un remanso amazónico cercano a Santarem, los integrantes de la expedición experimentamos el susto del aullador. Del gran mono aullador del Amazonas, que quiebra por la noche la tranquilidad –relativa– de la gran selva. El mono aullador es de considerable tamaño y su aullido resulta estremecedor, si bien su advertencia asusta más por el ruido que por las nueces. Existen diferentes subespecies del mono aullador, que hincha como un globo su tráquea para hacerse notar, y vaya si se nota. Miguel nos tranquilizó: «Le está avisando a otro macho que, de seguir en su territorio, la bronca está asegurada. Pero no va contra nosotros». Y lo que decía Miguel en la selva, iba a misa.
No pretendo caer en comparaciones fáciles, y menos aún, hirientes. Pero en el Gobierno de España, donde abunda la fauna más variopinta y exótica del universo mundo, también tenemos un aullador. El aullador de Campo Grande, la estación ferroviaria de Valladolid. Lo curioso del caso es que no aúlla para advertir. Lo hace para obedecer las consignas de quien le ha situado al frente de un ministerio para que aúlle a sus órdenes, caprichos y estrategias.
La fullera superchería de la trampa, elevada a grosería diplomática e internacional, no ha servido para mucho. El aullador de Campo Grande, siguiendo las instrucciones del reflexivo plañidero, ha insultado al Presidente de una nación más que hermana, que ha despedido por los votos de los argentinos al peronismo kirchneriano, o lo que es igual, al kirchnerismo comunista, a los dirigentes del Estado de los vagos subvencionados que han terminado por arruinar a una de las naciones más ricas del mundo, mientras sus gobernantes y subgobernantes acumulaban ingentes fortunas. Y el aullador de Campo Grande ha acusado al nuevo Presidente argentino, al señor Milei, de drogadicto. La respuesta de la Oficina del Presidente austral ha sido escueta y clara. Al insulto, de gravísimo significado, no ha respondido el agraviado, sino su Oficina, detalle que demuestra un alto nivel de desprecio y distancia. Y la respuesta, en síntesis, ha sido tan escueta y diáfana como un vestido de la Pedroche.
«Deje de insultar a nuestro Presidente que ganó democráticamente las elecciones, y ocúpese de las acusaciones de corrupción sistemáticas de la mujer del suyo, que las perdió y se mantiene en el poder con los votos de los independentistas y terroristas».
Porque de eso se trata. De crear escándalos para fundir en negro las bambalinas del caso «Begoña Gómez», que cada día que pasa más agobia al ocupante del palacio de la Moncloa gracias a los votos de los herederos y militantes del terrorismo que hoy documentan más de novecientas tumbas distribuidas por los cementerios de España. Un aullido, por otra parte, profundamente injusto, innecesario y necio, que afecta a nuestras relaciones con la nación que más inmigrantes españoles ha acogido –¿algo que decir, despiadado ministrillo de Exteriores?–, y con unas necesidades urgentes de inversiones externas para normalizar las obras públicas que no culminaron los anteriores gobiernos por el robo del dinero público que terminó rebosando las cuentas corrientes de sus patéticos y ladrones administradores.
El aullador aullará hasta que la estrategia de desviar la atención de lo que realmente preocupa en la Moncloa, carezca de sentido.
La economía de Argentina, según su Presidente, «está subiendo como el pedo de un buzo», frase que merece mi aplauso y respeto. Mientras tanto, el juez que mantiene como «investigada» – imputada, anteriormente-, a la mujer del plañidero, ha solicitado a la UCO –Guardia Civil–, más seguimientos e informaciones de las actividades económicas de Begoña Gómez, y en España, todavía, hay fiscales y jueces que creen en la Justicia y en la independencia de los tres poderes de una democracia.
Como español, me siento avergonzado por el grosero aullido del aullador de Campo Grande. Pero mi estupor carece de importancia. Lo bueno está por venir cuando se inicie la investigación desde sus orígenes. Sugiero que algo sabrán de ello los primeros en contratarla.

Más de Alfonso Ussía​

 

Colecciones​

Antonio Mingote era un gran enemigo de las colecciones. «Se trata de un voluntario sufrimiento que no lleva a ninguna parte, porque jamás podrás completar una colección»​

08/05/2024Actualizada 01:30
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Soy coleccionista. Un esclavo de la vida. De niño y joven fui filatélico. Aquel divertido chiste que se contaba de la señora que enseñaba a sus amigas su nueva casa. «Y aquí está el despacho de mi marido, que me ha prohibido mostrarlo, porque como bien sabéis, es un gran sifilítico»; y la voz con el tono hastiado del marido que corregía a su esposa: «Filatélico, María, filatélico». Antonio Mingote era un gran enemigo de las colecciones.
«Se trata de un voluntario sufrimiento que no lleva a ninguna parte, porque jamás podrás completar una colección». Tengo una magnífica biblioteca de más de cinco mil volúmenes. Y Antonio poseía una similar. Pero no entraban las bibliotecas en su concepto de colecciones. «Son depósitos de sabiduría». Colecciono objetos y prendas militares, «matrioshkas» rusas, dibujos, abrecartas y petacas. Entre las «matrioshkas», tres ejemplares únicos en el mundo. Me hice en San Petersburgo con tres «matrioshkas» de quince piezas cada una, vírgenes. Dos de ellas las dibujó Antonio Mingote, y la tercera, Barca, con quince personajes de las novelas del marqués de Sotoancho. También coleccioné huchas de cerdos, pero la colección menguó a medida que crecían mis nietos.
La animadversión de Antonio Mingote con las colecciones le nació por una experiencia personal. Una noche, Isabel y Antonio invitaron a un grupo de amigos. Entre ellos, Ramón Areces, el creador y mayor accionista de El Corte Inglés. Se celebraba en El Corte Inglés de La Castellana, la Semana de Portugal, y don Ramón regaló a los Mingote un gallo portugués de cerámica. Días más tarde, acudió a entrevistarle a su casa Tico Medina. Y reparó en el gallo. Dedujo que Antonio coleccionaba gallos portugueses. Y un par de días más tarde, con un cariñoso mensaje en un tarjetón, Tico envió a los Mingote otro gallo portugués. Isabel Mingote lo situó al lado del gallo de Areces, en el salón. El tercer gallo se lo mandó Juanjo Menéndez, el actor. El cuarto gallo, Jaime Campmany, que había descansado un fin de semana con Conchita, su mujer, en Cascais. El quinto gallo, Luis García Berlanga. El sexto, se lo regalé yo. Y al cabo de dos meses, la casa de Antonio Mingote cobijaba a más de veinte gallos portugueses.
Mirara donde mirara se topaba con la estática fijación de un gallo. No le venían las ideas, siendo el español más ingenioso y brillante. Un día, rechazó con contundencia el pollo asado que le había preparado su fidelísima Carmen, su cocinera ecijana. Y se le oscureció la armonía y el humor. Se convirtió en un genio malhumorado que hablaba en voz alta por el pasillo de su casa. El 23 de abril, en la recepción que ofrecía el Rey Juan Carlos a los escritores, periodistas y artistas con motivo de la entrega del Premio Cervantes, al saludar al Rey, éste le hizo un comentario que le preocupó sobremanera. «Antonio, me han dicho que tienes una colección preciosa de gallos portugueses. Te voy a mandar uno que tengo por ahí, que me regaló Mario Soares». De vuelta a su casa, silencio sepulcral. Al despedirse, una agria premonición. «O termino con los gallos o los gallos terminan conmigo».
Después de pasear por El Retiro, desayunar en el Café de Oriente y retornar a su casa por la calle Mayor, San Jerónimo y Alcalá, un furioso Mingote entró en su hogar. Encontró una enorme bolsa de plástico. Introdujo en ella a todos los gallos, incluido el del Rey. Cargó con la bolsa, y en un enorme recipiente de color verde instalado en la calle de Samaria con la advertencia escrita de «Sólo Vidrio», don Antonio Mingote Barrachina, genio español del entre siglos XX y XXI, al nada aconsejable grito de «¡A tomar por saco!» «no dijo «saco», obviamente», estrelló la bolsa de gallos contra el suelo del recipiente, y al fin, sonrió.
Me llamó. «Acabo de deshacerme de los puñeteros gallos. Vuelvo a ser el que era. Te convido a comer para celebrarlo».
Y lo celebramos.
Pero, a pesar de todo, sigo siendo un coleccionista.

Más de Alfonso Ussía​

 

Variaciones catalanas​

Nadie puede poner en duda que Salvador Dalí y Montserrat Caballé conforman la pareja de catalanes y españoles universales más admirados y reconocidos en todo el mundo excepto en Cataluña​

09/05/2024Actualizada 01:30
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A medida que pasa el tiempo, entiendo menos la estricta meticulosidad de la mentira en la historieta del independentismo catalán. Nadie puede poner en duda que Salvador Dalí y Montserrat Caballé conforman la pareja de catalanes y españoles universales más admirados y reconocidos en todo el mundo excepto en Cataluña. En Barcelona no tienen ni una calle con sus nombres. Dalí, el genio, dejó como heredero de su patrimonio y su obra al Estado Español. Montserrat Caballé, afirmaba y se enorgullecía de su catalanidad por su condición de española. Y al mejor escritor en catalán y español del siglo XX, Josep Pla, le rebajan en su tierra hasta profundidades humillantes. «Los catalanes somos unos españoles a los que nos quieren obligar a ser otra cosa». Es posible, que después de protagonizar sus majaderías habituales, al ministro de Cultura del Gobierno de España, Urtasun, que es un catalán secesionista de la «Gauche Divine», tenga como objetivo reivindicar a Dalí, Caballé y Pla , siempre que se lo permita la decadente sobona de Fene. Pero no. Gaudí se salva de la quema por su presencia catedralicia y arquitectónica. Su inconclusa Sagrada Familia es el monumento barcelonés más visitado por los turistas, y está costando su culminación en el siglo XXI más tiempo y dinero que la terminación de las catedrales de Burgos, León, Sevilla, Salamanca y Zamora juntas y por este orden.
Con la mitad del dinero derrochado por la Generalidad en memeces independentistas, ya estaría construida en su plenitud. Otra cosa es la valoración libre e individual de cada uno. A mí, se me antoja un proyecto portentoso y originalísimo, pero feo. Casi tan feo como la catedral de La Almudena de Madrid, que rompe la belleza de uno de los lugares más estéticos y logrados de la Capital del Reino.
El problema no es otro que la militancia ideológica de los genios catalanes olvidados. Dalí era de derechas, Montserrat Caballe lo mismo, e igualmente Josep Pla. «Picasso es español, y yo también. Picasso es pintor, y yo también. Picasso es un genio y yo también. Picasso es comunista, y yo tampoco».
Por otro lado, se ha elevado a los altares del aldeanismo a personajes como Companys. Durante su presidencia de la Generalidad, Luis Companys autorizó los fusilamientos de miles de catalanes adversos al independentismo. Y el franquismo tuvo la mala idea, la estúpida reacción, de fusilarlo en Montjuich al término de la guerra civil, creando un héroe, un mito, de quien no había sido otra cosa que un forajido. Los muertos se manipulan. Dalí fue, no sólo el mejor amigo de Federico García Lorca, sino su enamorado amante durante un período de sus vidas. Siempre mantuvo que la muerte por fusilamiento del inmenso poeta granadino fue consecuencia de un asunto personal en el que estaba inmerso un falangista vengativo. Salvador Dalí lo dejó escrito y firmado. « Los rojos, los semirrojos, los rosas, e incluso los malva pálido, aprovecharon la muerte de Lorca para una vergonzosa y demagógica propaganda, ejerciendo así un innoble chantaje. Intentaron, e intentan todavía hoy, convertirlo en un héroe político. Pero yo, que fui su mejor amigo, puedo dar fe ante Dios y ante la Historia de que Lorca, poeta cien por cien puro, era consustancialmente el ser más apolítico que jamás he conocido. Fue, simplemente, víctima propiciatoria de cuestiones personales, ultrapersonales, locales, y por encima de todo, víctima inocente de la confusión omnipotente, convulsiva, y cósmica de la guerra civil española».
A las izquierdas no les conviene esta aproximación a la verdad. Y a Urtasun no le interesa situar a los genios catalanes no independentistas en su sitio de honor. El cursilón está en asuntos más importantes. Lo de la tauromaquia, principalmente.
Entre todos, hasta aquí hemos llegado.

Más de Alfonso Ussía​

 

El sueño feliz​

Se trata de una buena noticia habitual. Y duerme. Un madridista no exagera su frenesí por alcanzar, una vez más, la final de la Copa de Europa, de la Liga de Campeones, porque está vacunado de gloria desde su niñez​

10/05/2024Actualizada 01:30
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Las felicidades se celebran. Es lo normal. Mi caso es preocupante desde mis años infantiles. La felicidad me da sueño. Y dormida la felicidad, retorno al escepticismo y al relativo bienestar que todo gozo produce. En la noche del 8 de mayo, en la de anteayer, me sentí inmensamente feliz por circunstancias de todos conocidas. Una felicidad positiva, aumentada con el júbilo negativo que origina la desolación del envidioso. Y después de dormir plácidamente y del tirón siete horas, amanecí de muy buen humor y restando importancia a los hechos jubilosos que se produjeron durante la tarde-noche anterior. Pero nada más. Un multimillonario no celebra de manera especial ingresar un millón de euros más en su cuenta corriente.
Se trata de una buena noticia habitual. Y duerme. Un madridista no exagera su frenesí por alcanzar, una vez más, la final de la Copa de Europa, de la Liga de Campeones, porque está vacunado de gloria desde su niñez. Me pregunto si la felicidad se completa con la infelicidad que produce la envidia ajena. Tengo que reconocer una pequeña maldad. Cuando terminó el partido de fútbol en el Bernabéu disputado entre el Real Madrid y el Bayern de Munich, en lugar de regodearme en la alegría, cambié de canal y me encontré con el silencio espeso de un público desencantado reunido en torno a un partido de baloncesto. Un público agarrotado por dos acontecimientos simultáneos. Ya estaban enterados de la remontada –otra peculiaridad madridista que, por su frecuencia, disminuye su impacto–, y asistía a los últimos segundos de su derrota en casa contra un equipo griego, creo que el Olimpiakos del Pireo. Sentí un malsano placer que desembocó en dulce misericordia. También en baloncesto se han gastado el dinero que no tenían para ganar al Real Madrid, y ni por esas. Llegaron los griegos y terminaron con sus ilusiones.
Intenté apagar mi contento, pero no lo conseguí del todo. El Barcelona tiene un gran equipo de baloncesto, pero nada más que eso. Con un gran equipo se puede construir un equipo campeón, pero con la melancolía en la camiseta, semejante logro queda muy lejano. Y para colmo, las malas noticias del Bernabéu. Hay algo de lógica histórica en ese desmoronamiento social. Celebran su derrota monárquica en la Diada, se abuchean entre ellos, convierten la fiesta en una desagradable disputa, y crecen con el derrumbamiento en sus ánimos. Les falta Franco para que les ayude como hizo tantas veces durante su Régimen, pero le han tratado con tanta descortesía e ingratitud, que ya no ganan ni por milagro. No obstante, contemplé con dulzura su infinita tristeza, su falta de reacción, su ausente sentido del orgullo torero, ese orgullo que el catalán Urtasun desea convertir en delito. El antimadridismo sociológico, también presente en Madrid, nos hace a los madridistas mucho más felices que el madridismo lógico, es decir, la costumbre de vencer. La felicidad entusiasta es efímera. Mañana será otro día, y esa reacción filosófica descoyunta los excesos de la envidia. Mañana será otro día, y en efecto, después de descansar, hoy me enfrento a los mismos problemas y obligaciones que ayer y anteayer, y esa realidad me permite alejarme de la celebración permanente por el triunfo de los míos y el fracaso de los amantes de los celos y la pelusa, que en España abundan.
Y en ese estado de serena felicidad, de gozo descansado, he escrito el presente texto, con espíritu beatífico y condescendiente. Señor, perdónalos, porque no saben lo que envidian. Es decir, lo inalcanzable para ellos todos. Y envidiar lo imposible de alcanzar, además de una tontería, es una pérdida de tiempo.
Y ahora, a esperar lo que tenga que venir.

Más de Alfonso Ussía​

 

Federico​

Un valenciano, alicantino o castellonense que defienda o vote a Compromís, es en principio, un mal valenciano, un mal alicantino y un mal castellonense que desea entregarse al separatismo catalán​

11/05/2024Actualizada 01:30
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Ese partido, Compromís, no representa más que al separatismo catalán que quiere entregar el Reino de Valencia a Cataluña. Se trata de un partido desajustado de su tierra, un partido entregado a una ocurrencia de anteayer, como lo es esa cosa de los Países Catalanes. Tendría más sentido el sinsentido al revés, es decir, que Compromís, en lugar de humillarse ante el catalanismo virulento y colonizador, pretendiera sumar al Reino de Valencia a Cataluña. Ahora se están enterando con la OPA del BBVA al Banco de Sabadell. El separatismo catalán y Compromís se sienten atacados por un intento de fusión por absorción del que consideran un banco catalán, cuando en realidad, dejó de serlo en 2017 convirtiéndose en un banco alicantino. Un valenciano, alicantino o castellonense que defienda o vote a Compromís, es en principio, un mal valenciano, un mal alicantino y un mal castellonense que desea entregarse al separatismo catalán, eso tan ajeno y opuesto al sentimiento valenciano. Nadie de Compromís es capaz de sentir emoción –lo contrario–, al leer el poema de autor desconocido de la tumba soñada por un buen hijo del viejo Reino. «Yo quiero para mi tumba»:
El azul de la Albufera,
La luz de la Malvarrosa;
Mi virgen junto a una rosa,
Mi Cristo, junto a un clavel.
El aroma de la piel
De mi Valencia adorada.
No quiero en mi tumba, nada
De oro, lujo o de apariencia;
Quiero trabajo, decencia,
Amor, y jamás cizaña.
Mi Señera de Valencia,
Y mi Bandera de España.
Y todo este preámbulo para escribir y unirme sin reservas a Federico Jiménez Losantos, que ha sido atacado en la Cámara Alta por un senador de Compromís que dice llamarse –y si lo dice, no hay inconveniente en darlo por correcto–, Enric Morera y Catalá –su segundo apellido lo dice todo–, y de quien carezco de la debida información respecto al deambular de su existencia. El Senador de Compromís, además de insultar a Federico, le ha recordado unas supuestas condenas judiciales que no fueron tales, por haber sido absuelto de todas las querellas y demandas. Se trata de un paso más, colateral y costero, de la obsesión de Sánchez por silenciar las voces libres y soberanas.
Conozco a Federico, culto, inteligente, ingenioso, con un gran talento y más conchas que un galápago de Sumatra. Trabajé con él durante dos años inolvidables en la COPE y con el Grupo Risa, y no resultó tan inolvidable mi colaboración en EsRadio. Su animadversión por la figura del Rey Juan Carlos, obsesiva e injusta, me llevó a abandonar en silencio su radio. Cuestiones personales. Pero no he conocido a un tipo más preparado, en Historia y Literatura, que Federico. Y alejado del micrófono y de sus columnas en El Mundo, es un tipo, en la distancia corta, tan listo y sorprendente como en su trabajo, con un gran sentido del humor y una cordialidad natural y sincera. Ha dado cobijo a colaboradores perfectamente prescindibles, y se ha decantado a favor de un partido –el PP–, tratando con distancia y virulencia a quienes tanto apoyó en un principio –Vox–, que no es el enemigo a batir.
Pero todos tenemos nuestras sombras. Federico es un coloso de la opinión, y como dominador preciso del lenguaje, sabe medir sus voces y sus críticas. Entiendo que al pobre senador de Compromís le encantaría verlo enchironado, sancionado y silenciado, pero no. Federico es un sujeto, y como tal, subjetivo. No presume de objetivo porque es presunción de idiotas. «Yo soy completamente objetivo» dijo un paniaguado del Gobierno. Es decir, como un objeto, un cenicero, una mesa o una silla. Federico conoce como nadie la desfachatez, la criminalidad y la historia del comunismo y el socialismo en España. Él perteneció y militó en la extremísima izquierda. Y por decir su verdad en Cataluña, fue secuestrado, atado a un árbol y herido de un disparo cobarde y brutal en una rodilla. Y así lo abandonaron.
Es él, con todas sus virtudes y defectos, pero imprescindible. Y yo le agradezco su lucha por la libertad, los derechos humanos y su concepto de España. Le envío desde El Debate, que es un periódico libre y creciente, un fuerte abrazo. Muy fuerte y con mucho abrazo.
Y al pobre senador bueno, ya me entienden.

Más de Alfonso Ussía​

 

La tortilla con cebolla​

El día que unos y otros respetemos el gusto de los adversarios, España volverá a ser invencible. Siempre que se vaya Sánchez, claro está​

12/05/2024Actualizada 01:30
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Hoy me enfrento a un asunto de gran trascendencia. Los españoles estamos más divididos que nunca. Dos frentes, dos trincheras. Si la tortilla de patatas, la tortilla española, –en algunos restaurantes de Cataluña y las Vascongadas «Tortilla Estatal»–, es más rica y sabrosa con cebolla o sin cebolla. Me apresuro a reconocer que la cebolla, como el ajo, me repatean. Pero la cebolla en la tortilla es imprescindible. Sólo en la tortilla.
Monsieur de Sans-Foy, bilbaíno, es un poeta satírico extraordinario. De gracia cimera. Si yo fuera director –y no es una indirecta, querido Bieito Rubido–, me haría con su talento. Escribe con precisión y clase, con una ironía elegante y rimada. Pero tiene un grave defecto que, probablemente, sea la causa de su incomparecencia en los medios escritos. Es anticebollista. La tortilla de patatas sin cebolla sabe a tortilla cocinada por un inglés. Ese dorado en las patatas y su toque dulzón y meloso lo concede la cebolla, que debe estar sujeta a la medida.
En las redes sociales, Monsieur de Sans-Foy ataca sin misericordia y con ingenio hiriente a los cebollistas. Y ha enfrentado a los españoles de un lado y del otro sin prudencia ni misericordia.
Monsieur Bocusse y Monsieur Troigros, los dos genios culinarios franceses que renunciaron a cocinar para forrarse con la Nueva Cocina, eran partidarios, cuando se tomaban en serio lo de dar de comer a la gente rica, de la tortilla con cebolla. El cocinero galés afincado en Londres, Humphrey Daston, propietario del restaurante «The fields of Wales», en el que igual sabía un pescado hervido que un puré de zanahorias, ofrecía en su carta la tortilla española sin cebolla, que tenía entusiastas adeptos entre los profesores de los colegios sitos en los aledaños de su negocio. El gran escritor francés Pierre Daninos, autor deLos Cuadernos de Mr. Thompsony el Daninoscopio definió de ésta guisa el concepto gastronómico de los cocineros ingleses. «Ponen los ingredientes en agua caliente y los sacan otra vez después de un rato». Daninos era también un feroz enemigo de la comida china, y de los utensilios que usa ese pueblo tan raro para llevarse a la boca los alimentos. «Si no se cose con un tenedor, no encuentro la razón para comer con agujas de coser». Daninos cruzó el Canal de la Mancha para comer la tortilla sin cebolla de Humphrey Daston, solicitó el libro de reclamaciones y escribió: «El señor Daston es un terrorista gastronómico».
La tortilla de patatas debe llevar cebolla. En España, Galicia es la región donde mejor se condimenta. Me refiero a restaurantes, claro está. Huevos con yema anaranjada, patatas de huertas amigas, y cebollas de la zona de Cambados. En Madrid, Navarra, San Sebastián , Asturias y La Montaña –sin olvidar Burgos y Salamanca–, se endulza y activa la tortilla con una medida precisa del controvertido liliáceo. En Bilbao, se sirve sin cebolla, y en Cataluña se exceden en la cebolla y rebajan las patatas, de tal modo que pueden y tienen el derecho de denominar a la tortilla «Estatal» o como les salga del nisperaje por tratarse de un plato diferente.
Aquí no se trata de izquierdas y derechas, de separatistas y españoles, de monárquicos y republicanos, de alegres madridistas y cariacontecidos culés. Se trata de reconocer que, sociológicamente, una nación dividida por la tortilla de patatas con o sin cebolla, no es una nación preparada para afrontar gesta alguna. España, con su heroica hazaña descubridora de América, abandonó su concepto de la unidad cuando trajo en sus galeones las primeras patatas de América. Las cebollas sobraban, y muchos hogares mezclaron en sus tortillas los huevos, las cebollas y las patatas originales de América. Lo que escribo no está científicamente demostrado, pero lo cierto, es que me importa un bledo que lo esté o no.
Creo que somos mayoría los cebollistas que los anticebollistas. El día que unos y otros respetemos el gusto de los adversarios, España volverá a ser invencible. Siempre que se vaya Sánchez, claro está.
Esto es lo importante y fundamental.
Tengo entendido que hoy se celebran unas elecciones en nuestro nordeste. Me parece una buena idea.
¡Viva la tortilla de patatas con cebolla!

Más de Alfonso Ussía​

 

Harrod's​

Corazón de Knightbridge, era un símbolo del Imperio británico, como lo es todavía «Fortnum & Mason» en la calle Piccadilly​

13/05/2024Actualizada 10:31
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Harrod's, los grandes almacenes londinenses, corazón de Knightbridge, era un símbolo del Imperio británico, como lo es todavía «Fortnum & Mason» en la calle Piccadilly, donde los empleados visten de chaqué para pasmar a la clientela turística. Pero Harrod's era especial, y así lo prometía uno de sus mensajes publicitarios. «Nada hay en el mundo que no pueda comprar en Harrod's». Este mensaje, tamaña afirmación, molestaba sobremanera a Gordon Mulligan IV, multimillonario tejano, propietario de más pozos de petróleo que bogavantes en una comida de dirigentes sindicalistas. Y una mañana, que amaneció incordiante y aburrido, embarcó en su 'jet' particular y ordenó a los pilotos que volaran hasta Londres. A la mañana siguiente, abandonaba el Hotel Dorchester rumbo a Harrod's. «Se van a enterar estos pretenciosos ingleses».
Ya en Harrod's preguntó por el 'stand' de Información al cliente. Fue atendido por una atractiva empleada. «Señorita, quisiera saber en qué planta de estos almacenes se venden los rinocerontes vivos». La empleada respondió con toda naturalidad formulando a su vez otra pregunta: «¿Rinocerontes blancos o rinocerontes negros?». Gordon Mulligan IV simuló su desconcierto. «Rinocerontes blancos, señorita».
Roniceronte blanco en Harrod's

Barca
Y ella continuó imperturbable. «Los rinocerontes negros no se pueden comerciar por haber sido declarados en peligro de extinción. Para adquirir rinocerontes blancos, quinta planta al fondo derecha, 'box' 14».
En la quinta planta, Gordon Mulligan IV buscó y encontró el 'box 14'. Lo atendía un señor calvo, muy de Harrod's.
«Buenos días. Soy Gordon Mulligan IV de Texas, USA, y quisiera adquirir un rinoceronte blanco». El empleado se identificó. «Encantado de atenderle, señor Mulligan. Soy Spencer Goring, jefe del departamento de Grandes Mamíferos. En este momento, no tenemos en el almacén ningún rinoceronte blanco disponible, pero si usted me facilita una dirección, lo tendrá en su casa en veinte días». Y Mulligan le proporcionó su dirección tejana. En el «Dorchester» no admitirían el envío.
Spencer Goring le informó de las condiciones. «El rinoceronte blanco adulto, con los gastos de envío a su rancho de Texas, y los impuestos correspondientes, suman un total de 177.952 libras esterlinas. De acuerdo a nuestras normas, nos deberá abonar el 50 % del total. Confirmada la operación, nuestro representante en Tanganyka procederá a enviárselo inmediatamente. Si desea recibirlo por vía aérea en lugar de por transporte marítimo desde Dakar, Senegal, tendrá que abonar un suplemento de 8.700 libras. En tal caso, recibirá al rinoceronte blanco en ocho días como máximo plazo». Y Gordon Mulligan IV, abonó el suplemento.
En Texas, se olvidó del rinoceronte. Tenía demasiadas amantes para perder el tiempo en rinocerontes blancos. Se desperezaba una mañana junto a Elleanora Bonetti, hija del encantador mafioso Luigi Bonetti III, cuando fue avisado de la llegada del rinoceronte. No le habían preparado ni cobertizo ni espacio adecuado a la especie. Se lo regaló al Zoo de Houston, que aceptó el regalo a regañadientes porque estaba sobrado de rinocerontes.
«Tengo que reconocer que soy un perfecto gilipollas», le confesó a Elleanora. «Totalmente de acuerdo», ratificó ella, muy belleza italiana, algo ordinaria, a mi modo de ver.
La estupidez le salió por un ojo de la cara.
Y Harrod's agigantó su prestigio.

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Culos nebulossos​

Perdieron los culos, y triunfó la estética de nuestra guapa. Porque Israel también somos nosotros, los españoles que amamos la libertad​

14/05/2024Actualizada 01:30
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Irene Montero y el profesor Echenique han estado muy pendientes del desarrollo de lo que fue en su día el Festival de Eurovisión y hoy, con la colaboración de RTVE, se ha convertido en un espectáculo asqueroso. Hacen bien la Montero y Echenique en ocuparse de estas cosas para llenar el enorme vacío de su tiempo. Escribo apoyado por unas fotografías de los representantes de España. Suficiente miseria para opinar. Una mujer de 55 años, Mery Bas, prestigiosa peluquera alicantina y dos fantoches exhibidores de sus respectivos culos. Una imagen de España delictiva. De la canción elegida nada puedo escribir porque no la he oído. Contrasta con el aspecto, la dignidad y la valentía de Eden Golan, la representante de Israel, que soportó a sus 20 años toda suerte de atropellos y descalificaciones por parte de los partidarios de Hamás. Lo curioso del caso es que el voto libre de los espectadores españoles, el televoto, le concedió la máxima puntuación a Eden Golan, y Echenique y la jubilada de Galapagar han padecido por ello hondo quebranto. Esa votación libre y ajena a propagandas antisemitas e histerismos pro palestinos, demuestra hasta qué punto los españoles estamos hartos del odio oficial hacia Israel, la nación que representa la libertad de Europa. Ellos sufren las consecuencias mientras aquí nos dedicamos a enseñar dos peludos culos de muy complicada descripción. Dos culos antisemitas, escrito sea de paso. Culos «nebulossos».
Tenía pensado escribir para hoy la crónica social de la boda de Baltasar Garzón con Dolores Delgado, celebrada en los predios del torero Enrique Ponce. No he podido cumplir con mi ilusión porque, finalmente, y desconociendo los motivos, no fui requerido. Me ha costado mi ilusión un ojo de la cara. Adviertan que lo he dicho perfectamente. En la cara hay dos ojos. Los hay que confunden las cosas y describen un gasto excesivo para sus bolsillos, diciendo que les ha costado «un huevo de la cara», cuando en la cara no hay huevos. Son los que también dicen, cuando soportan una impresión inesperada, que se les han puesto los «pelos de gallina». Así que le preguntan a Yolanda Díaz: - ¿ Qué le han parecido los resultados de las elecciones autonómicas de Cataluña?-; y ella responde, con la fluidez que le caracteriza. –No he tenido ocasión aún de analizar los resultados, pero es probable que después de analizarlos, se me pongan los pelos de gallina-. Lo cierto es que, para asistir a tan elegante boda, me había hecho a la medida un traje blanco con chaleco blanco, acompañado de una camisa blanca, corbata blanca, calcetines cortos blancos y blancos zapatos, y a ver qué hago ahora con tantísimos blancos en mi armario de bodas. En fin, una decepción más.
Volviendo hacia los límites que no debería haber superado, creo aconsejable afirmar que España no puede recuperar su prestigio en Eurovisión encomendando tan difícil cometido a un par de culos de muy repugnante exhibición. De ello se tendrían que haber ocupado los expertos Echenique y Montero, con la ayuda inestimable de la Belarra, que también había pedido la retirada de «Nebulossa» en solidaridad con los encantadores terroristas de Hamás. Mientras se celebraba lo que, antaño, era un festival de canciones más o menos pegadizas, y ahora se ha convertido en un degenerado espectáculo de fealdad, yo dormía mi cansancio, y mi desconsuelo por no haber sido invitado a la boda de los Garzón, cuya cena tuvo lugar en torno a una piscina con forma de capote torero, monumental horterada. Y al despertar, supe que «Nebulossa» – a pesar del apoyo de Echenique y Montero-, había hecho el ridículo, que los telespectadores de España le habían votado masivamente a Eden Golan, la bellísima representante de Israel, y que RTVE, una vez más, se proclamó vencedora en el apartado de mal gusto.
Y claro, me alegró que la libertad de los españoles se hubiera situado en el buen gusto, que Baltasar Garzón y Dolores Delgado no fueran lanzados por los invitados al agua de la piscina con forma de capote de Enrique Ponce, que los culos de los «nebulossos» fueran pateados por el desprecio y el asquito, y que los expertos en Eurovisión, Echenique, Montero y Belarra, no acertaran ni una, tal como hacía José Luis Uribarri en los años en los que todavía, la degeneración y la fétida porquería no se consideraban un triunfo del «retroprogresismo».
Perdieron los culos, y triunfó la estética de nuestra guapa. Porque Israel también somos nosotros, los españoles que amamos la libertad.

Más de Alfonso Ussía​

 

San Isidro​

Son recuerdos casi en blanco y negro. Madrid era una fiesta, al menos para mí. Sucede que soy yo el que escribe y firma este texto, un madrileño que disfrutó hasta el límite las maravillas de su lugar​

15/05/2024Actualizada 01:30
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Hoy, Madrid, festeja a su patrono, San Isidro Labrador, esposo de Santa María de la Cabeza, un hombretón de 185 centímetros según demuestra su cuerpo incorrupto. Patrón de los agricultores, los hombres del campo, los hacedores del pan. Resulta que no se nota. Centenares de miles de madrileños no conocen la Pradera de San Isidro, tan prodigiosamente pintada por don Francisco de Goya en el pequeño lienzo horizontal que se expone en el Museo del Prado. Hoy se colgarán de las taquillas de la Plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, como tantos días, el cartel de «No hay billetes». Bandera de España caída, gloria para los toreros. Bandera de España sacudida por el viento que viene de Toledo, mala cosa para la tauromaquia, el arte en movimiento que desea paralizar Urtasun. ¿Y quién coxx es Urtasun? Eso me pregunto sin dar con mi respuesta.
Y escribo que la gran fiesta de Madrid apenas se nota, porque Madrid es una fiesta encadenada durante todos los días del año. Vivo feliz en su lejanía, añorándola con gusto, agradeciendo tantas vivencias maravillosas. Nací en el barrio de Salamanca, en el sanatorio de San Francisco de Asís, y asistió a mi madre en el parto, como comadrona, Sor Purificación, la misma que ayudó a mi mujer a nacer a mis tres hijos. Viví mi infancia y mi juventud en el 57 de la calle de Velázquez, corazón del barrio que aún guarda, con otros acentos, tiendas y comercios de los ayeres. De aquel acento seco y simpático de los madrileños, al deje cantarín de los mejicanos y venezolanos y cubanos –pocos–, que han huido del comunismo. Mi viejo Madrid era maravilloso, con Manolo el sereno, el bulevar de Velázquez, el estanco del señor Antonio, la taberna Acuña, la incipiente pastelería «Mallorca», el Hotel Velázquez, el quiosco de Marina, la Librería Internacional de Perona y los ultramarinos Olmedo, todo en la misma manzana. Desde la ventana de nuestra casa, un cuarto piso, un paisaje rodante de coches de la «Seat», con amplia mayoría de «seiscientos». Taxis pintados de negro con la raya horizontal roja. También se veían los Citroën pato, los WW cucarachas, los Renault 4 con las puertas que se abrían a la contra, y los destartalados camiones rusos abandonados en el final de la guerra cuando los rusos decidieron abandonar su fracaso. En mi casa no se hablaba ni de la guerra ni de política. Oímos, seguimos, gritamos y celebramos a través de la radio las primeras finales de la Copa de Europa. La primera y la cuarta contra el Stade de Reims, la tercera contra el Milán y la quinta contra el Eintracht de Frankfurt. La segunda, se disputó en el Bernabéu, en el viejo Chamartín, contra la Fiorentina de Montuori, que era un diablo, y tuve la fortuna de verla allí mismo. Y cuando Gento marcó el segundo gol, como las fortunas cobran peaje, experimenté un apretón con desenlace negativo. Ruego, con casi setenta años de retraso, que me perdonen, si aún viven, los madridistas que se hallaban en mi sector.
Tiempos madrileños en los que los hombres llevaban sombrero, no para cubrirse, sino para quitárselo cuando se cruzaban con una mujer. Tiempos del colegio del Pilar de Castelló, donde aprendimos a jugar al fútbol en el solar, cruzando la calle, un fútbol de cuesta abajo y cuesta arriba. Yo intentaba imitar a Kopa, y en algunos momentos, sincera y modestamente, Kopa tendría que haberme imitado a mí. Y en mi primera juventud, a dos pasos de la calle de Serrano, la permanente romería de los bares. Desde Portosín a Mozo, pasando por El Corrillo y el Roma, con El Aguilucho en el chaflán de Claudio Coello y Hermosilla, Balmoral en Hermosilla, Toska, en don Ramón de la Cruz, y Jurucha en Ayala. Como decía el gran José Luis Ruiz Solaguren, fundador de los «Jose Luis», gran señor de la hostelería, «jamás vi tantas mujeres guapas reunidas en tres manzanas». Abandonó su Bilbao natal y triunfó en Madrid.
Son recuerdos casi en blanco y negro. Madrid era una fiesta, al menos para mí. Sucede que soy yo el que escribe y firma este texto, un madrileño que disfrutó hasta el límite las maravillas de su lugar.
Y hoy es San Isidro. Y la fiesta sigue. Y seguirá cuando San Isidro se despida hasta el año que viene.
Madrid.

Más de Alfonso Ussía​

 
*USSIA, EL "QUEVEDO" DE ESTE SIGLO*
*MEMORIA HISTÓRICA PARA BOTARATES* ROJO EN MADRID
Alfonso Ussía: «Memoria a Carmen Calvo»
Señora Vicepresidente, y no vicepresidenta: Me temo que ignora V.E. que se haya prácticamente ultimado en la Santa Sede el proceso de Beatificación de 44 mártires de la Iglesia que dieron un especial ejemplo de santidad y heroicidad durante su cautiverio con anterioridad a ser asesinados en Paracuellos del Jarama. Treinta religiosos y catorce seglares.
Entre los últimos, don Pedro Muñoz-Seca, ejemplar padre de familia, con nueve hijos compartidos con su mujer, doña Asunción Ariza, genial comediógrafo, Doctor en Derecho y Filosofía y Letras, funcionario del Ministerio de Hacienda, autor de ‘La Venganza de Don Mendo’ y 190 comedias más, cristiano profundo, católico practicante, y condenado a muerte por su amor a España y su lealtad a la Corona.
No le dieron la oportunidad de ser franquista, porque lo fusilaron cuando el franquismo, como tal, no existía.
En julio de 1936, estrenó en el Poliorama de Barcelona su penúltima comedia “La Tonta del Rizo”.
Con posterioridad a su muerte, ya finalizada la Guerra Civil, pocas semanas más tarde de la brutal y escalofriante acción de la Aviación Republicana sobre la ciudad natal de S.E, Cabra, estrenó en Madrid “La Pluma Verde”.
El 30 de julio, fue reconocido y detenido junto a su mujer en la Plaza de Cataluña. La noticia de su detención, breve y concisa, deja lugar a las dudas.
No se sabe si la detención se produjo a causa de su condición de cristiano y monárquico, o por pasear por Barcelona sin chaqueta ni corbata para aliviarse del calor.
El diario republicano La Libertad lo resume de esta manera: “Pedro Muñoz-Seca, detenido en la Plaza de Cataluña cuando paseaba en mangas de camisa, seguramente a causa del calor. El exjefe de Adiministración de Hacienda ha sido trasladado a la Comisaría de Orden Público”.
De ahí, señora Vicepresidente y no vicepresidenta, fue enviado escoltado por cuatro policías a Madrid. Se le permitió despedirse de su mujer, su último abrazo, en el andén de la estación de Delicias.
De la estación, a la cárcel-checa de San Antón, donde permaneció encarcelado hasta la madrugada del 28 de noviembre.
Se convirtió en un experto en la limpieza de las lentejas y las alubias, que no componían el menú del día, sino el menú permanente.
Y escribió – y tengo el honor de ser su depositario-, tres cartas y cincuenta postales a su mujer, en las que le pedía medicinas, ropa de abrigo y ¡una bigotera!, porque sus largos bigotes habían perdido su hidalguía, y las puntas se sumergían en la sopa del rancho.
Diariamente recorría todas las celdas comunes, ocupadas por españoles inocentes, religiosos, militares, hijos de militares, y de toda suerte de oficios y profesiones.
Sólo se le vió llorar la tarde en la que fue informado que doce hijos de militares, entre los 11 y los 13 años, habían sido fusilados junto a sus padres.
Quizá le convenga a V.E hacer un esfuerzo y figurarse la imagen de aquella canallada.
Como V.E. sabe, la red de checas y las ejecuciones en Alcalá de Henares, Paracuellos del Jarama y Ajalvir tuvieron como principal protagonista a Mijail Koltsov, enviado de Stalin, al que tanto admira su compañero vicepresidencial Pablo Iglesias.
Cumplida su terrible misión en España, Koltsov fue asesinado en una purga estalinista.
Su mano derecha – e izquierda-, en España fueron Santiago Carrillo, el criminal genocida comunista con calle a su nombre en Madrid y José Cazorla, encargado por Carrillo de los “Traslados de presos”.
En la tarde del 27 de noviembre, don Pedro fue llamado por el Director de la checa de San Antón.
Le hizo ver que sus esperanzas de supervivencia eran escasas, y que sería “trasladado” en la mañana siguiente.
Así se lo comunicó a sus compañeros de presidio, los jóvenes Cayetano Luca de Tena y Julián Cortés Cavanillas. A las 11 de la noche, se encerró con su confesor, don Tomás Ruiz del Rey, que también sería víctima de la matanza social-comunista.
Y escribió su última carta a su mujer, en la que intenta aliviarla con lejanas esperanzas pero sin éxito por la contundencia de su final. No se la transcribo a S.E. en su totalidad.
En principio le comunica el “traslado”, le reconoce que ha dejado una pequeñas deudas en la cárcel por compra de medicinas, que está muy bien, y que le encomienda explicar a sus hijos que todo lo hace por el bien de España y que procuren imitarlo.
“Siento proporcionarte el disgusto de esta separación, pero si todos debemos sufrir por la salvación de España, y ésta es la parte que me ha correspondido, benditos sean estos sufrimientos.
Te escribo muy deprisa porque me ha cogido la marcha un poco de sorpresa.
Adiós, vida mía. Muchos besos a los niños, cariño para todos, y para ti, que siempre fuiste mi felicidad, todo el cariño de tu, Pedro. 28 de noviembre.
PD. Como comprenderás, voy muy bien preparado y limpio de culpas”.
*Estas cosas, son las que la derecha, debería airear en memoria histórica, mientras no sea así, la izquierda indecente (Está en su ADN), siempre se saldrá con la suya, adoctrinando a jóvenes incultos vagos y descerebrados*
Pasa y difunde este artículo, porque así ayudarás a completar la memoria histórica que la izquierda sesga descaradamente. Están abriendo la caja de Pandora. ¿La lograremos cerrar a tiempo, entre todos? 🇪🇸
 
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