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Florito​

Hablaba Florito, y todos los cabestros obedecían la orden de sus voces. Como el ministro Albares, pero obedeciendo sensateces, no chorradas del enamorado​

28/05/2024Actualizada 01:30
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Años llevo dejando pasar el mes de mayo sin escribir de Florito. De Florencio Fernández Castillo, mayoral y cabestrero de la Plaza de Toros de Las Ventas del Espíritu Santo de Madrid. Del Excelentísimo señor don Florencio Fernández, Gran Cruz de la Orden del 2 de Mayo de la Comunidad madrileña. El hombre que susurraba a toros y cabestros. Natural de Talavera de la Reina, provincia de Toledo, rodeada de dehesas.
No se me enfaden los talaveranos, pero aquella esquina a la larga sombra de Gredos, tiene mucho de madrileña. Y de ahí le llegan a la plaza de Madrid los malos vientos de los toreros. «Viento de Toledo, tarde de fracaso y de peligro», que decía Antonio Chenel, Antoñete, castizo y ventero, torero sublime. Competía con Tony Leblanc en importancia de cuna. Chenel nació junto a Las Ventas, y Tony Leblanc, en el Museo del Prado, según sus palabras, en una de las salas dedicadas a don Francisco de Goya. –No puedo asegurarlo, pero antes de encontrarme con los ojos de mi madre, los míos se posaron en la Pradera de San Isidro de Goya. No en la Maja Desnuda, que no era apta para los recién nacidos–.
Florito vivió toda su vida entre el campo y la plaza, y si no nació físicamente en Las Ventas, fue por casualidad. Recorrió, guardó para sí y peinó todos los campos de España y sus ganaderías. Y todos los días entrenaba a sus cabestros. La recogida de los toros que el presidente de la plaza devolvía al corral, se convirtió en un arte desde la vara sabia y certera de Florito. Treinta años recibiendo ovaciones desde su elegante sencillez. Los cabestros de Florito alcanzaron una expresión en sus miradas, una fijación de arte y comprensión, que ya la quisieran los miembros del actual Gobierno de España. Hablaba Florito, y todos los cabestros obedecían la orden de sus voces. Como el ministro Albares, pero obedeciendo sensateces, no chorradas del enamorado.
Florito es el campo. El campo bien preparado. Ahora es el «veedor» de toros de plazas tan importantes como la suya, la de Madrid, y las Arenas de Nimes, esa joya de la tauromaquia francesa. El veedor de toros más famoso, por ser el primero en dedicarse exclusivamente a ello, fue «El Potra», don Miguel Criado Barragán, empleado de Camará, almonteño con los pies clavados entre Sevilla y Jerez, sombra de Manolete.
Que así de directo era en la elección de los toros y en sus hablares. Se decía de un gran ganadero jerezano, muy religioso, que perdía los vientos por las mujeres. Digamos que se llamaba don Ramón, a sabiendas de que no se llamaba don Ramón. –Don Ramón, usted es una maravillosa contradicción.
De cintura para arriba, don Ramón, usted es Santa Teresa de Jesús. Pero de cintura hacia abajo, usted es Lola la Picon Era.
Y lo que son las cosas, los toros y el campo. Florito, tiene un hijo que es ingeniero aeroespacial. Pero la sangre de su padre la lleva en honra. Y con un trabajo estable y muy bien remunerado, –lo cuenta Vicente Zabala de la Serna–, ha pensado que lo más grande que le ha enseñado su padre, el campo, el campo bravo, la dehesa, le llaman todos los días. Que el campo se está quedando sin toros y sin mayorales, como principio de un final perfectamente establecido contra la ganadería brava por los animalistas de pitiminí y los antitaurinos de la izquierda radical. Y el hijo de Florito, el señor ingeniero, ha tomado una decisión. Deja por un tiempo su profesión y vuelve al campo, porque el campo necesita de quienes lo han mamado, amado y vivido desde que eran niños. Y creo que se trata de un nuevo milagro de Florito, que es ya un mito, y el único mortal de este mundo que puede presumir, no sólo de su grandioso pasado, sino de ser el singular y señero cabestrero con un hijo ingeniero aeroespacial que sueña con volver al campo y ser mayoral de una ganadería.
España y yo somos así, señora.
Con lo de «Señora», me refiero a la mujer en general, pero no a Begoña.

Más de Alfonso Ussía​

 

La bandera franquista​

Fue entonces cuando Carlos III, en colaboración con Franco, inspirándose en la Señera del Reino de Aragón y de la Casa Condal de Barcelona diseñó la bandera de la Armada franquista, que años más tarde se convirtió en la bandera de España​

29/05/2024Actualizada 01:30
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Hoy, –ayer para los lectores–, Carlos III hizo caso a Franco, después de muchas conversaciones en el Palacio Real de Madrid. En una ocasión, la reunión tuvo lugar en el Palacio Real de El Pardo, que Franco ya habitaba. El asunto no era para tomarlo a broma. Los mares y océanos se los disputaban tres naciones, tres monarquías. La española, la inglesa y la francesa. La cuarta nación navegante, Portugal, muy cercana anímicamente a Inglaterra, descubría la ruta de la seda y creaba un imperio colonial mientras España, Inglaterra y Francia combatían sin descanso. Con un problema. En los días sin viento, las banderas de las tres naciones se confundían, y era frecuente que un buque de guerra de cualquiera de las escuadras y armadas contendientes atacara y hundiera a un barco de su misma bandera. Y Franco se lo aconsejó a Carlos III. –Señor, o cambiamos la bandera de nuestra Real Armada, o vamos a tener un disgusto. Yo le propongo que nos reunamos para que Vuestra Majestad, con mi ayuda, naturalmente, establezca para nuestra Armada un nuevo Pabellón que nos distinga por su colorido y no favorezca las confusiones–.
Recuérdese que en 1785, la bandera inglesa era la blanca con la cruz completa de color rojo, la española, blanca con la Cruz de Borgoña roja, y la francesa blanca con las flores de lis azules. Fue entonces cuando Carlos III, en colaboración con Franco, inspirándose en la Señera del Reino de Aragón y de la Casa Condal de Barcelona diseñó la bandera de la Armada franquista, que años más tarde se convirtió en la bandera de España gracias a la generosidad de la Armada.
Porque Franco, para los comunistas, los socialistas, los podemitas, los sumaristas, los animalistas, los antitaurinos, los separatistas vascos, catalanes y gallegos y los del LGTBIQ, fue el creador de nuestra bandera.
Que así decía el Decreto del Rey, firmado por don Antonio Valdés. Como Franco era bastante joven en 1785, Carlos III no consideró imprescindible su firma para legalizar el Decreto.
«Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la bandera nacional que usa mi Armada Naval y demás embarcaciones españolas, equivocándose a largas distancias, o con vientos calmos con las de otras naciones; he resuelto, que en adelante usen mis buques de guerra de bandera dividida a lo largo en tres listas, de las que la alta y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la quarta parte del total, y la de en medio, amarilla, colocándose en ésta el Escudo de mis Reales Armas reducido a los dos quarteles de Castilla y León con la Corona Real encima; Y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo a lo largo, sobre quadrado amarilllo en la parte superior No podrá usarse de otros Pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo a Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterráneo desde el primero del año de mil setecientos ochenta y seis; en la América Septentrional desde principio de Julio siguiente; y en los demás Mares desde primero del año de mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento-. Señalado de mano de S.M., en Aranjuez a veinte y ocho de Mayo de mil setecientos ochenta y cinco. – A D. Antonio Valdés. Es copia del Decreto Original».
No obstante, antes de rubricarlo, el Rey Carlos III pidió al telefonista Jefe de Palacio que le pusieran con Franco, que se hallaba en el Palacio de El Pardo. La conversación fue breve, porque en 1785 las conferencias desde Aranjuez al noroeste de Madrid eran muy caras.
–¿General Franco? –Al aparato–; –Paco, soy el Rey–; –a sus órdenes Majestad–; –Como acabo de firmar el Real Decreto que concierne a la bandera que un día en el futuro los burros y analfabetos de la izquierda van a decir que es tuya, los burros y las burras, que no hay que olvidar a las segundas, te leo el Decreto, y si me lo apruebas, lo pongo en marcha–; –no es necesario que me lo lea, Majestad. Por mi parte, aprobado–; –Gracias, Paco, un abrazo. Te dejo una bandera preciosa para todos los españoles-.
Y gracias a Franco, Carlos III la aprobó.
Así se escribe la Historia.
 

Buen sitio​

La dirigente comunista gallega, que gasta más en trapos que Begoña Gómez practicando el «shopping» en Londres –Niñas, daos prisa que nos espera el Falcon para hacer chopin en London–, ha convertido las sandeces en obras de arte​

30/05/2024Actualizada 01:30
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No termino de adaptar mi capacidad de comprensión a las palabras de Yolanda Díaz. Me dejan siempre en la duda. Sólo me consta, que bien o mal interpretadas por mi capacidad de comprensión, casi todo lo que dice forma parte del amplio espacio que reúne a las majaderías. No sé cómo se traduce «majadera» al gallego, pero me atrevo a escribir que «maixadeira». El día que un estudioso recopilador de sandeces –sandeixes–, se atreva a compilar todas las chorradas –xourradas–, emitidas a través de su boca, necesitaría más volúmenes que la Enciclopedia Británica o la de Espasa Calpe. De cualquier forma, un trabajo tan descomunal como meritorio.
La dirigente comunista gallega, que gasta más en trapos que Begoña Gómez practicando el «shopping» en Londres –Niñas, daos prisa que nos espera el Falcon para hacer chopin en London–, ha convertido las sandeces en obras de arte. Esa conjunción de la memez con el sobeo simultáneo, induce al desconcierto. Por una parte, el receptor de la majadería queda estupefacto, disecado por un golpe imprevisto de taxidermia, y al mismo tiempo, acariciado y gratificado por la lisonja zalamera, que actúa como la resolana bajo la piel, como cantaba el formidable Jorge Cafrune, el turco de Jujuy. Ha pasado más de un año, y Garamendi no se ha repuesto todavía de aquel desayuno que compartió con Yolanda Díaz, que le impuso un sobeo manual que le impidió hacerse con alguno de los cruasanes –croissants–, que le ofrecían los anfitriones. Así que Garamendi estiraba el brazo izquierdo –el derecho lo tenía inmovilizado por el palpamiento yolandino–, para escoger un cruasán del plato y mojarlo en el café de acuerdo al auténtico espíritu español, y la mano izquierda de Yolanda que paseaba sus dedos por su empresarial nuca, abandonaba el cogote de Garamendi para neutralizar la acción de su brazo libre, dejando al pobre hombre sin cruasán que llevarse a la boca. Los que le tratan y conocen me aseguran que aún no se ha recuperado.
Días atrás, en el Congreso de los Diputados, y sin que sirva de precedente, Alberto Núñez Fejóo se mostró brillante e incisivo recordándole a Sánchez hechos probados de las actividades empresariales de su mujer, Begoña Gómez. Se trató de una intervención dura y sosegada, tan bien medida como educada. Y Sánchez, que está cansado del caso de su esposa –no ha hecho más que empezar–, le replicó a Feijóo acusándole de ultraderechista y viajando, como en Sánchez es habitual, por los cerros de Úbeda. Y claro, explosionaron los aplausos pelotas. La Choni casi se disloca las muñecas, Pachi López babeó con muy abundante fluido, y Yolanda Díaz, volviendo su mejorable faz hacia la faz dura de su presidente, gritó «¡A la mierda!».
No es expresión adecuada y admisible en una vicepresidente del Gobierno, aunque sea de cuota y pacto. Claro está, que tampoco hay que exigirle demasiado en normas de cortesía a la peculiar individua, si bien lo correcto semánticamente sería denominarla peculiar individuo femenino.
Posteriormente, he repasado el vídeo en cuestión, y las dudas se han apoderado de mi inocencia. Cuando Yolanda Díaz berrea «¡A la mierda!» no mira a Feijóo. Se dirige abiertamente a Pedro Sánchez. Pedro mira a Yolanda, Yolanda a Pedro, y la modista de Fene le sopla el «¡a la mierda!» al enamorado en sus narices.
En tal caso, por una vez, es posible que Yolanda Díaz haya acertado.
No es mal sitio el que le propone a su jefe.

Más de Alfonso Ussía​

 

La destrucción​

El enamorado ha ordenado a los suyos que pernocten en Madrid para garantizar sus presencias en los escaños de la traición. No se fían de los trenes y los aviones de Puente​

31/05/2024Actualizada 01:30
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Hoy se aprueba en el Congreso el principio de la destrucción del Estado de derecho en España. La sumisión oficial ante el separatismo, la violencia y el terrorismo. La anulación de un nacionalismo que se ha entregado, con enorme eficacia y prosperidad, al robo del dinero público. Todo ello, por siete votos imprescindibles para mantenerse en la Moncloa, ese nido del amor. La única esperanza, la resistencia de la Judicatura, amenazada, chantajeada y reprimida. El enamorado ha ordenado a los suyos que pernocten en Madrid para garantizar sus presencias en los escaños de la traición. No se fían de los trenes y los aviones de Puente.
El forajido huido en el maletero que ordenó no abrir Soraya, ha asegurado que, de no ser investido presidente de la Generalidad de Cataluña, abandonará la política y se quedará en Francia. Waterloo le aburre. Pero muchos no dan crédito a sus palabras y se temen que va a hacerse «un Rufián» y desdecirse, siempre que su decisión no dependa de un juez que le enchirone. Hacerse un Rufián es como hacerse un Hannover. La calle de Madrid tiene esas cosas.
Cuando la boda del Rey Felipe VI con la Reina Letizia, el príncipe Ernesto de Hannover, marido de la princesa Carolina de Mónaco ( ¡Ay, Caroline, mon petit lapin!), se montó una juerga la víspera de la boda en la noche de Madrid. Alcanzó su lecho en el Hotel Ritz con una moña mayúscula, y no asistió a la ceremonia religiosa de la boda Real. Llegó al Palacio Real con el banquete nupcial ya iniciado, y su prima, la Reina Sofía, le dedicó una mirada que le atravesó las meninges. Desde aquello, en Madrid se puso de moda «hacerse un Hannover» en los funerales, con especial frecuencia en los templos bien rodeados de bares. Los Jesuitas de Serrano, San Fermín de los Navarros en Eduardo Dato, y los Carmelitas y el Cristo de Ayala. Se hace el «Hannover» acudiendo con antelación a la hora fijada del funeral, adoptar la expresión de lechuguino cariacontecido, saludar a los deudos con abrazos y frases de alto valor sentimental, y posteriormente, abandonar el templo y aguardar cómodamente sentados en Richelieu, Hevia, el bar del Hotel Velázquez o Richmond, a los pardillos que han asistido a la Misa y rezado por el fallecido.
«Hacerse un Rufián» tiene otras connotaciones e intereses económicos. El separatista catalán de Almería, anunció que sólo permanecería en el Congreso cobrando el sucio dinero del Estado Español –como si en el Parlamento de Cataluña se pagara a los parlamentarios autonómicos en dólares americanos–, durante 18 meses, y ya ha superado los 120 meses de retraso. Eso, que en Madrid pasa desapercibido y en la capital de su «nació», Barcelona, le dicen por las rúas cosas bastante desagradables. Y Puigdemont, que vive lujosamente gracias al dinero sucio del Estado español, ha prometido que, de no asumir la presidencia que no le corresponde, renunciará a su sueldo y fijará su residencia en Francia o, quizá, en Suiza, gozando de la vecindad de Marta Rovira que es una mujer muy ocurrente y divertida, como lo demuestra cada vez que llora. Pero nadie se lo cree. Haciéndose un Rufián o sin hacérselo, el Gobierno traidor seguirá inyectando en su cuenta corriente lo que pida y estime necesario para mantener esa Corte de sinvergüenzas que le rodea.
Lo que le ocurre al cobarde fantoche es que la ley de amnistía, la destructora del Estado de derecho en España, no le garantiza su libertad. Y es más que probable que sea detenido inmediatamente después de pisar suelo español.
Hoy, Sánchez y sus borregos, que son minoría, con los votos de los diferentes partidos comunistas, de los separatistas catalanes, de los delincuentes del «Tsunami» –brutal cursilería–, de la ultraderecha vasca del PNV, y de los herederos del terrorismo de la ETA, se disponen a iniciar el proceso de descomposición del Estado de derecho en España.
En ocasiones, el amor por una mujer hace mucho daño.

Más de Alfonso Ussía​

 

La cursilería autonómica​

Cuando llegó a España con 34 años, su apellido «Varadarajan» era costoso de pronunciar por los españoles. El conserje de su edificio solucionó el problema: «Bienvenido, señor Barandiarán». Superó el trance el conserje convirtiendo a un «brahman» indio en un vasco de Amorebieta: Don Tunku Barandiarán​

01/06/2024Actualizada 01:30
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He leído con admirada felicidad el discurso de agradecimiento y elogio a España de Tunku Varadarajan, colaborador y antiguo editor de opinión delThe Wall Street Journal., premiado por El Debate. Una síntesis de cultura, sentido común, sentido del humor y sentido del amor hacia nuestra Patria, que él, hindú y británico, también considera la suya. «España es la única gran nación cuya autoestima es inferior a la estima que otros tienen por ella». De joven, en Oxford, aprendió el idioma de Quevedo, Machado y Borges, sus escritores favoritos. Y su profesora, que se llamaba Marie Ruiz, le hizo leer en voz alta un trabalenguas que hoy estaría prohibido: «Teodoro el Moro, con su oro, compró un loro. Por eso el loro de Teodoro es un loro moro con oro». Cuando llegó a España con 34 años, su apellido «Varadarajan» era costoso de pronunciar por los españoles. El conserje de su edificio solucionó el problema: «Bienvenido, señor Barandiarán». Superó el trance el conserje convirtiendo a un «brahman» indio en un vasco de Amorebieta: Don Tunku Barandiarán. Le sorprende que, mientras los franceses, ingleses, estadounidenses, chinos e incluso los indios, sobreestiman a sus propias naciones, millones de españoles, con una Historia grandiosa, se avergüenzan de su Patria y colaboran con su desprestigio y destrucción. En España, el patriotismo es feo, el patriotismo es peligroso, y el patriotismo se considera franquista o facha. Varadarajan es un hombre extremadamente educado y no dijo lo que sentía. Que en España no cabe un imbécil más. Reconoció que le divierten sobremanera los insultos que recibe en las redes de los catalanes de Puigdemont, y cerró sus palabras con un ¡Viva España! ¡Viva El Rey! Un gran tipo Varadarajan, que aprecia y valora lo que tantos españoles, por resentimiento, incultura o cursilería autonómica deploran y desperdician.
Y claro, coincidiendo su discurso con el aniversario del Rey de España Fernando III el Santo, que falleció en Sevilla por mayo de 1252, consideré las palabras de Varadarajan magistrales y oportunas. Un Rey que nace en 1201 en un pueblo zamorano llamado Peleas de Arriba, es cosa seria. Si además de ser el unificador de los Reinos de Castilla y León, y el recuperador de Andalucía, su paso por la vida nos llena de orgullo. Expulsó al morisco de Sevilla, Córdoba, Jaén, Cazorla, Baeza, Andújar, Carmona, Lora, Alcalá de Guadaira y la intemerata. Además, como hijo de Alfonso IX y padre de Alfonso X El Sabio, el sujeto adquiere una inmensidad inabarcable. Para un enamorado de la Montaña, Fernando III el Santo culmina nuestro orgullo. La flota con la que, Guadalquivir arriba, recuperó Sevilla de la morería imperante, fue íntegramente construida en La Montaña, en astilleros de Santander, Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera, y Laredo. Por esa circunstancia, el motivo más vistoso del escudo de Santander es la Torre del Oro sevillana.
Según Menéndez Pelayo, Fernando III el Santo, Rey de España, de Castilla y León, de Córdoba y Sevilla, ha sido el más grande de los Reyes de España. Pero en Andalucía, la cursilería autonómica celebra el Día de Andalucía con un personajillo menor como Padre de Andalucía. El tonto de Blas Infante, que en paz descanse, proislámico e intelectualmente inconsistente. Una cursilería progre muy autonómica. En Cataluña, los separatistas celebran su día rindiendo homenaje a un gran español, Rafael de Casanova, y guardan la memoria sagrada de un asesino, Luis Companys. En Madrid se mantiene a San Isidro Labrador, hasta que el nuevo régimen de los traidores e idiotas – si consiguen gobernar en donde nadie les quiere- cambien a San Isidro por Almudena Grandes, que escribía aún peor que yo. Pero todos los años, como cuarterón andaluz y español rotundo, me avergüenzo en el Día de Andalucía, y procuro no conocer la identidad de los majaderos que elevaron a una persona tan normalucha al grado de Padre de Andalucía, teniendo a un San Fernando tan a mano. Qué desperdicio y rechazo a nuestra Historia.
Gracias por recordarnos nuestra incultura, sectarismo y desprecio por España, nuestra Patria, ese privilegio del Arte, la Literatura, la Milicia, la Aventura oceánica, la expansión del humanismo cristiano por el mundo, y su incomparable Historia, señor Varadarajan.

Más de Alfonso Ussía​

 

El cobarde enamorado​

La red de trampas que ha establecido el traidor cobarde siempre le facilitará que gobierne en minoría y a pachas con los enemigos de España​

02/06/2024Actualizada 01:30
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No pisa la calle. Vuela. Sus comitivas desde los aeropuertos a los lugares donde se celebran los mítines de su partido de traidores y analfabetos superan los veinte vehículos de seguridad. Su sonrisa cuando no le queda otro remedio que oír lo que le gritan, es una sonrisa falsa, temblona, de mal actor de cine español. No ocupó su escaño durante el debate previo a la votación de la Ley que ha roto la igualdad entre todos los españoles. Se sentó para votar. Y cuando se produjo el vergonzoso resultado que culmina el principio de la destrucción de la democracia en España, se levantó y se fue a toda pastilla, sin dar explicaciones. Se trata de un cobarde. A su lado, Rajoy con su comportamiento durante la moción de censura que terminó con su presidencia, vistas hoy las imágenes de su encierro en un bar, se desenvolvió como un héroe comparando su representación teatral con la de Sánchez. Se habla de elecciones. Da igual.
Volverá a ganarlas, porque el enamorado se acerca a pasos agigantados a los métodos de Stalin. Lo dijo Largo Caballero y lo ratificó el padrecito de todas las Rusias soviéticas, Stalin. «No me importa que el pueblo vote. No importa quién vota, sino quién cuenta los votos». La red de trampas que ha establecido el traidor cobarde siempre le facilitará que gobierne en minoría y a pachas con los enemigos de España. Los jueces que se atrevan a cumplir con la ley serán apartados de sus juzgados. Begoña Gómez pasará de investigada e imputada a «presidenta oficial» del Gobierno, como es definida por Pachi López, el gran pesebrista del PSOE, con Santos Cerdán de compañero de yunta.
Sánchez representa lo peor del amor, que es el odio. El odio le empuja a pasar límites insospechados. La Monarquía Constitucional peligra, entre otros motivos, porque la Constitución ha iniciado su agonía. Europa calla. Ya lo decía el explosivo, sincero y magnífico escritor Rafael García Serrano. Europa es una put*. No esperemos nada de Europa, una pequeña y reducida ONU continental rebosada de golfos y vividores. Se encaramó a la presidencia corrompiendo lo que quedaba sin corromper en el PSOE, que tampoco era mucho. Se alió con los terroristas, las ultraderechas vascas del PNV y Junts, las ultraizquierdas de Podemos, el BNG, lo que se mantenía de Izquierda Unida y las secuelas políticas del terrorismo etarra. Mintió en sus campañas electorales a sabiendas de la productividad de sus mentiras en las urnas. Y tuvo una oposición floja y dividida. Un chollo para un traidor cobarde.
Se ha apoderado de las instituciones y de los poderes, antaño independientes. Se ha sentido algo molesto, pero no más, con los pequeños arañazos de algunos socialistas con prestigio que le han regañado un poco y le han dado su confianza con los votos. Nos ha humillado perdonando a los violentos y ladrones golpistas catalanes. Su mujer, a pesar de las investigaciones judiciales abiertas, sigue dando clases en la Universidad Complutense y visitando empresarios. Su hermano, más precavido, cobra de España y vive en Portugal, no para pagar menos impuestos, sino para tener asegurada la huida.
Hoy es un día dramático, que no triste o preocupante como afirman los optimistas. Hoy se ha iniciado un nuevo ciclo con España gobernada por el Frente Popular de 1936. Demasiado silencio. España en manos de un traidor experto en distribuir pesebres entre los periodistas y propietarios de los principales medios de comunicación. Y habrá elecciones, pero será Sánchez el que cuente los votos.
Y Europa callada.
La gran put*.
Y el cobarde enamorado.

Más de Alfonso Ussía​

 

Vigilante de la decencia​

Doña Luisa abonó en comisaría 5.000 pesetas de aquellos tiempos con la advertencia de ser llevada ante el juez en caso de reincidencia. Jamás volvió a la playa​

03/06/2024Actualizada 09:12
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Doña Luisa se autonombró «Vigilante de la Decencia de la Playa de Ondarreta». Un amigo, dueño de una gestoría, le procuró el falso documento acreditativo. «La Señora Doña Luisa López de Oyarzun y Hortelano, marquesa de Jabugo, está autorizada por el Gobernador Civil de Guipúzcoa a ejercer su cometido de Vigilante de la Decencia en la Playa de Ondarreta». Se ruega a los guardias municipales Elósegui, Lacaveundúa y Morales-Berri se pongan a su entera disposición. Firmado. José de Chantaco, primo del Gobernador Civil. Y el sello de unas mantequerías.
Doña Luisa bajaba a la playa como si fuera un chipirón. Vestía de riguroso luto –El color negro se respeta más–, decía con su habitual gracejo. Yo era amigo de su nieto, Potón Arrancudiaga, de alocado pasar por la vida. Doña Luisa se dejaba acompañar por su chófer, Arturo, y vigilaba con unos prismáticos alemanes de alta precisión los aconteceres playeros.
–Arturo, ¿Qué guardia está hoy de servicio?
–Creo que el municipal Lacaveundúa, señora–.
–Que se presente inmediatamente.
El guardián de la decencia

Barca
Y el guarda acudía: –Agente Lacaveundúa, en la quinta carpa de la fila tercera, a la altura del monumento de la Reina Cristina, hay una pareja que se está besando de manera escandalosa–.
Y el guardia se presentaba y desplumaba a los delincuentes.
Otro día, de calor subido por el viento sur, le tocó el turno al municipal Morales-Berri. –Agente, en la orilla, a la altura del bar, con un traje de baño amarillo, hay un señor, por llamarlo de alguna manera, que no para de rascarse sin pudor sus partes. Aplíquele un justo correctivo.
Y el pobre señor, pagaba la sanción.
Pero un día recaló el vendaval. Doña Luisa reparó en su nieto, Potón Arrancudiaga, que sin pudor paseaba agarrado por la cintura con una chica atractivísima. Para ella, la moral y la decencia estaban por encima de los parentescos. Y doña Luisa, no dudó, mediante gestión de Arturo, en el cumplimiento de su deber. –Agente Elósegui. Ese joven con taje de baño anaranjado con el triángulo de «Yoldi» de la marca «Meyba», no deja de tocar a esa agraciada joven con el biquini verde floreado en amarillo. Deténgalos inmediatamente–.
Elósegui llegó hasta Potón y la sirena del biquini. Pero la detención no fue inmediata. Se estableció una charlita entre Potón y Elósegui. Con gran escándalo, doña Luisa advirtió que su nieto y aquella desvergonzada seguían su camino y que el agente Elósegui se dirigía a su toldo con expresión de malas pulgas.
–Señora, queda usted detenida–.
–¿Yoooooo?–
Sí, usted. Su nieto me acaba de informar de que usted, frecuentemente, en su casa, calumnia al Caudillo y su Señora, con frases y expresiones hirientes y despreciativas.
Doña Luisa abonó en comisaría 5.000 pesetas de aquellos tiempos con la advertencia de ser llevada ante el juez en caso de reincidencia. Jamás volvió a la playa. Doña Luisa denominaba a la playa de Ondarreta «Gomorra», y a la de La Concha «Sodoma». Nunca más.
Potón Arrancudiaga pasó el mejor verano de su vida.
 

Entiendo las críticas​

Me figuré, desde la lejanía, las calles de Madrid alegres y bulliciosas, y las de Barcelona, sometidas a la trepidante celebración de una sardana fúnebre. Y dormí plácidamente, valorando en su justa medida la alegría que sentía sin traspasar la línea de lo correcto​

04/06/2024Actualizada 01:30
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Es inevitable. ¿Cómo no voy a entenderlas? Las dos hermanas eran íntimas amigas mías. Una era muy fea y habladora. La otra, gélida y guapísima. La fea se quejaba. «Es insoportable. Me considera un cero a la izquierda. Me mira por encima del hombro. La aborrezco. Y llega el fin de semana, y la llaman cien tíos, y a mí no me llama ninguno. ¿Entiendes mis críticas?». «Claro que las entiendo»; «Entonces, ¿me invitas a cenar el viernes?»; «no puedo. He quedado con tu hermana».
¿Cómo no voy a entender la manía y la desestructuración anímica y mental del antimadridismo sociológico? Su decimoquinta Copa de Europa es una anécdota. Muy agradable por cierto, pero no va más allá que un sucedido habitual. Lo fundamental es que ese club de fútbol del barrio de Chamartín, tiene en el mundo más de seiscientos cincuenta millones de seguidores y simpatizantes. No existe entidad deportiva, ni política, ni cultural ni social que se acerque a esa cifra de incondicionales. Cada año que pasa son más los que le siguen, mientras los otros menguan el número de sus incondicionales. Y no establezco comparaciones con la hermana gélida y guapísima. Para mí, y para 650.000.000 millones de humanos que habitan sobre la piel de nuestro conflictivo planeta, el Real Madrid es guapísimo, y nada tiene de gélido. Nos enciende. Enciende más a los enemigos, pero a los partidarios nos calienta el 'entrepernilamen'.
Viví el partido final de la Liga de Campeones en el Real Club Estrada de Comillas. Había socios partidarios del Real Madrid y adversarios encarcelados por sus complejos. Me sorprendió mi reacción cuando el Real Madrid consiguió el primer gol. Mi respuesta monosílaba: –Gol–. Los madridistas nos estrechamos las manos. En el segundo gol, no lo hicimos. Nos dio pereza. Los del Barcelona, el Atlético y el Sevilla se incorporaron para consolarse en el bar. Y ahí nos quedamos los madridistas esperando que el árbitro soplara el pito para recordarnos que lo habitual, lo frecuente, por sosegado que sea, no cambia para nada el mundo. Y nos despedimos los madridistas con una sonrisa deseándonos buenas noches y mejor amanecer.
Sencillamente.
Algunos aventuraron que al llegar a sus casas conectarían con las emisoras de Movistar, las más antimadridistas del mundo. Les recomendé misericordia y comprensión. Me duele herir a quien vive permanentemente herido. Pienso en ellos y me sale del alma acudir a su lado y aplicarles con sumo cuidado la pomadita refrescante del amor fraterno. Pero tampoco es cosa de perder el tiempo con bondades absurdas. En el fondo, había que celebrar dentro de los límites de la buena educación un desenlace deportivo perfectamente ajustado a la normalidad. Me figuré, desde la lejanía, las calles de Madrid alegres y bulliciosas, y las de Barcelona, sometidas a la trepidante celebración de una sardana fúnebre. Y dormí plácidamente, valorando en su justa medida la alegría que sentía sin traspasar la línea de lo correcto. Claro que entiendo sus quebrantos, y del mismo modo que lo entiendo, los excuso y lamento. No formar parte de esos 650.000.000 de mujeres, hombres, niñas y niños felices tiene que resultar muy pesaroso.
Y claro, resultó inevitable. Me acordé de la hermana fea y de su odio a la hermana guapa. Nada tiene que ver lo que sigue con el nudo y desenlace del presente texto. Lo pasé muy bien con ella.
Lógico, por otra parte. Como la decimoquinta.
 

Romance de la empresaria​

Pero un día pero un día/ Fue sorprendida y pillada,/ Y un juez le mandó un papel/ Que decía «investigada»,/ Y su marido encerróse/ En su Moncloa adorada/ Para meditar con ella/ Si se iba, o se quedaba,/ Y claro está, decidió/
Quedarse como si nada​

05/06/2024Actualizada 01:30

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Ella llevaba las cuentas
De las paternales saunas
Con precisión, con detalle
Y honradez inmaculada,
Y sin faltar, cada noche
Le presentaba la caja
A Sabiniano, su padre,
Empresario de gran fama
En húmedos territorios
Inspirados en Finlandia.
Ricas maderas del norte,
Piscinas de limpias aguas,
Menos toallas que pompis
Y más pompis que toallas.
El negocio era un ejemplo
De pulcritud y eficacia,
Y ya todos le decían
«Begoña, la catedrática».
Por casualidad, un día
Su esposo, una mente clara,
Titán de la resistencia,
Ariete de la constancia,
Se convirtió en presidente
Más que por votos, por trampas,
Más que por votos, por pactos,
Más que por votos, por dádivas
a todo lo antiespañol
en presidente de España.
Y ella pasó de cajera
De su padre, de empleada,
A impulsora de negocios
Y protectora de África
Con el apoyo y el mimo
Del marqués de la Romana,
El Instituto de Empresa,
«Air Europa», alguna cátedra,
Y su amigo Barrabés,
Y Mojamé en la retranca.
Pero un día pero un día
Fue sorprendida y pillada,
Y un juez le mandó un papel
Que decía «investigada»,
Y su marido encerróse
En su Moncloa adorada
Para meditar con ella
Si se iba, o se quedaba,
Y claro está, decidió
Quedarse como si nada.
Pero desde que Begoña
Destacó como empresaria,
Al marido le han crecido
En las patillas las canas,
Se la ha agrietado la piel,
Se le han puesto de corbata,
Y al final, que no está cerca
Porque el PP no se aclara,
Llegará cuando se sepan
Las cositas que hoy se tapan.
Con lo bien que estaba ella
Cuadrando la rica caja
De los floridos negocios
De las saunas sabinianas.
Es muy chocante crecer
Como eficaz empresaria
Siendo la mujer del hombre
Que está destrozando España.​

Más de Alfonso Ussía​

 

Desde arriba​

Belén creció sin necesidades. Estudió en el «Máter Salvatoris», pero el dedo de Dios le señaló el camino de las carmelitas de clausura. Con poco más de treinta años, siendo ya subpriora de San Calixto, le detectaron un cáncer de ovarios​

06/06/2024Actualizada 01:30
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He leído en El Debate, con cariño y admiración, la entrevista de Álex Navajas al Almirante Estanislao Pery, padre de la monja carmelita Belén de la Cruz, fallecida en Córdoba hace seis años, y futura Santa de la Iglesia. A su madre, María Osborne Gamero-Cívico, la conocí de niña. La casa de sus padres en el Puerto de Santa María fue la mía, gracias a su generosidad, los fines de semana mientras estuve sirviendo a España en la Mili, en Camposoto, San Fernando. Y Tomás, el actual conde de Osborne y hermano de María, es para mí, más que un hermano. Decían en su casa, que María y yo teníamos que habernos casado, porque de esa manera, sólo se perdía una casa. Me van a permitir un toque de clasismo. Es mucho más difícil alcanzar la plena humildad, la entrega sin límite hacia los demás, la santidad auténtica, renunciando a todas las comodidades de una buena familia. En el caso de nuestra monja, educada y unida al margen de las ventajas por la condición de marino de su padre. San Francisco de Borja, Duque de Gandía, San Francisco Javier, la Madre Maravillas, que renunciaron a todo por seguir los caminos trazados por Dios. María nació en el Puerto, hija de militar y de familia bodeguera, deportista, enamorada del campo de Sierra Morena, rodeada de amigos y un día les anunció a sus padres que su vida no podía interpretarse si no era en la cercanía de Dios. Y desde la rotunda humildad carmelitana. Como su fundadora, Teresa de Ahumada, Santa Teresa de Ávila, qué mujer.
El almirante Pery nos dice que en su casa se practicaba la religión fácil. Que eran parroquianos de parroquia móvil, por aquello de las frecuentes mudanzas de las familias militares. Y que Belén era, quizá algo más tímida, una chica que huía de la figuración y el protagonismo. Cuando era necesaria, ahí estaba. Cuando le querían agradecer haber estado, se había ido. Doce años en el Carmelo, vida durísima y desgarro familiar. Pero ella estaba feliz. «Soy la misma de siempre, pero vestida de marrón». «Si ella viviera, estaría horrorizada ante el hecho de que la Iglesia haya iniciado su proceso de canonización. –¡Horrorizada! Si se entera de esto, ¡sale corriendo hacia donde sea!». Y lo dice su padre.
Belén creció sin necesidades. Estudió en el «Máter Salvatoris», pero el dedo de Dios le señaló el camino de las carmelitas de clausura. Con poco más de treinta años, siendo ya subpriora de San Calixto, le detectaron un cáncer de ovarios. Se comió el dolor y amplió su sonrisa. Aceptó la crueldad de la muerte en plena juventud sin concederle importancia a sus sufrimientos. Consolaba a sus padres, Estanislao y María, y se apagó definitivamente en esta vida rodeada de sus compañeras en la oración, que ya la consideraban una santa. «Sólo tengo lo que he dado», y lo dio todo. Me figuro que a sus padres y hermanos les habría gustado menos santidad y más presencia en su mundo para disfrutar de ella. Pero la fuerza y la resignación desde arriba les viene, y con esa fuerza recibida desde los altos, mantienen su felicidad.
Pues sí. Era una niña de muy buena familia y posición que eligió la cálida dureza de la clausura. La cálida y gélida dureza de la clausura y la contemplación. Hija de María Osborne y Estanislao Pery, Almirante de la Armada. Algo habrá tenido que ver la Virgen del Carmen, la Estrella de los Mares.
Me tranquiliza escribir de estas cosas que pasan en las carencias y sacrificios de los conventos que rezan, y las oraciones que suben hasta los prados inextinguibles.
 

Doña Fundraisinga​

Bolaños, Puente y Cerdán, los tres mosqueteros del enamorado, (D´Artagnan, el cuarto, es obviamente Pachi López, el Titán de Portugalete) han ideado un mítin fin de fiesta realmente espectacular​

07/06/2024Actualizada 01:30
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No se trata de una reina o princesa visigoda. Me refiero a la mujer del enamorado epistolar. Se ha convertido doña Fundraisinga en el ilusionante reclamo electoral del PSOE. Le recomiendo al PP que equilibre la balanza llevando a sus mítines al «Bigotes». El votante socialista es muy sentimental, y lo que le están haciendo sufrir a doña Fundraisinga no tiene nombre. La Chiqui y la despeinada la manosean y besan emocionadas cada vez que el marido pronuncia su nombre en los discursos electorales. Por lo mismo, o mucho menos, enchironaron durante cuatro años al yerno del Rey y sentaron en el banquillo a la Infanta Cristina. Un juez que se reconoció de Podemos, y que a ningún socialista le escandalizó su militancia. El caso de doña Fundraisinga es más grave, y se han retrasado las comparecencias de investigados, imputados y testigos porque el socio de doña Fundraisinga ha sido internado en el Hospital 12 de Octubre, y según cotilleos y rumores, se encuentra bastante mal. Minucias. Lo importante es que la de los «másters», la cátedra, la del África Center del IE, la rescatadora de Air Europa, la del dominio web, la de la plataforma, la del simpático Mohamed, la de los «software», y todas esas tonterías enfangadas, se ha convertido en el tirón electoral de su marido.
Bolaños, Puente y Cerdán, los tres mosqueteros del enamorado, (D´Artagnan, el cuarto, es obviamente Pachi López, el Titán de Portugalete) han ideado un mítin fin de fiesta realmente espectacular. Cuando el enamorado escribiente simule emoción temblorosa y pronuncie el nombre de la investigada, ésta saldrá de las bambalinas vestida de Taylor Swift, y claro, se armará la gorda, porque en el PP no hay mujer comparable a la protagonista de las cartas a la ciudadanía. Esa doña Fundraisinga con mayas ajustadas a sus larguísimas piernas, puede cambiar el resultado de las elecciones. Es más, me comprometo públicamente a votar al PSOE si doña Fundraisinga se disfraza de la señorita Taylor que ha reunido en el Bernabéu en dos conciertos –por llamarlos de alguna manera–, a un millón seiscientas mil personas. Deduzco que las piernas de la problemática amorosa del escribiente romántico no son tan largas como las de Taylor Swift, pero esto no trata de piernas, sino de «fundraising» multicanal, y ese detalle me convence.
El PP tiene nombres para contrarrestar a nuestra Taylor Swift, pero como son del PP y no del PSOE, están, o han estado, o estarán en la cárcel, y no creo que tengan ánimos para apoyar a Feijóo. El PSOE, en cambio, puede llevar a sus mítines para hacer pachas con doña Fundraisinga a Griñán, otro fenómeno de masas. A este paso, en las elecciones futuras, los partidos políticos, siguiendo el ejemplo del PSOE, buscarán a sus reclamos más atractivos en los Juzgados de Guardia, siempre que los Juzgados de Guardia, los jueces independientes y los fiscales no afligidos por el sometimiento, sigan existiendo.
No es mi intención prejuzgar a nadie. Ni soy juez ni tengo la más remota idea de lo que es un «fundraising» con aplicación multicanal. Pero no considero que encaje en la normalidad que el presidente «okupa» del Gobierno de España considere que una investigada por la Justicia se convierta en el gran tirón electoral de un partido político. Y creo en el amor. Y puedo recitar de memoria los más audaces y bellos poemas de amor de nuestros poetas. Y entiendo y disculpo las tonterías que se hacen por culpa del amor. Pero algo me dice que ese amor que hoy impera en una pareja de inevitable importancia, tiene agotados los pasos con los que Pittigrilli definió el amor. El amor es un beso, dos besos, tres besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso…
No lo sé, pero no me fío.
Y los tontos, emocionados, a votar.

Más de Alfonso Ussía​

 

Fracasado​

Soy, por lo tanto, un fracasado. Tampoco he recibido ofertas de despachos de influencias, prueba irrefutable de que no tengo ni capacidad ni categoría para influir​

08/06/2024Actualizada 01:3
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Aparte de ofertas de calderilla, ningún poder político o económico ha intentado sobornarme. Soy, por lo tanto, un fracasado. Tampoco he recibido ofertas de despachos de influencias, prueba irrefutable de que no tengo ni capacidad ni categoría para influir. Recuerdo una comida inolvidable. Antonio Mingote, por un dibujo publicado en ABC, recibió de un Juzgado de Instrucción el anuncio de una querella y la cita ante el juez. Cosas de Antonio. En los últimos años del franquismo, le sucedió una mañana. En tres horas, dos notificaciones. Dibujaba en su despacho cuando fue interrumpido por Isabel, su mujer. –Antonio, te ha llegado una citación del Tribunal de Orden Público. Ya te advertí que aquel dibujo nos iba a dar problemas–. Antonio adoptó una expresión muy suya, la del coronel inglés que defiende su posición en Ulundi, atacada por los zulúes, y se apercibe, de pronto, que le ha menguado su vocación militar. Y firmó el recibo de la citación. Siguió dibujando, y de nuevo apareció Isabel. –Antonio, un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores ha traído en mano una carta del ministro–. Y el imputado por el TOP leyó la carta del ministro de Asuntos Exteriores. «En atención a su permanente genialidad tengo el honor de comunicarle que le ha sido concedida la Gran Cruz de Isabel la Católica». A las 10.30, imputado y citado por el TOP. y a las 11, 45, condecorado por el Gobierno. Recuperó su expresión de coronel inglés con su vocación en duda, y siguió dibujando.
Nuestro común amigo, el gran abogado y catedrático de Derecho Penal, José María Stampa Braun, se hizo cargo de la querella contra Antonio, y el juez instructor consideró que lo justo y necesario era decretar su archivo. Y para celebrarlo, Antonio nos invitó a comer en «Jockey» a Stampa y a quien esto escribe. No recuerdo el origen de la conversación, pero los tres reconocimos que jamás habían intentado, ni políticos ni empresarios, alquilar nuestra independencia. Stampa añadió un lamento definivo. –¡Ni la masonería!-. En efecto, ni Stampa, ni Mingote ni quien esto escribe figurábamos en la agenda de captación del Gran Oriente Español. No obstante, la casualidad siempre concede una inesperada oportunidad. Observó Stampa: –De los cuatro comensales que están sentados en la mesa de la esquina, dos son masones. Me han contado algunos masones, que su seña secreta, para identificarse, consiste en tocarse, de vez en cuando, el lóbulo de la oreja izquierda con la mano derecha-. Y procedimos a ello.
En el segundo plato, uno de los que compartían la mesa con los dos masones identificados por José María Stampa, se incorporó y se acercó a nuestro sitio. Era Pío Cabanillas Gallas, uno de los tipos más listos que he conocido en mi vida. Casi tan listo como monseñor Casaroli, que ante Don Juan, en la Embajada de España cerca de la Santa Sede, calificó a Su Santidad – ya Santo–, el Papa Juan Pablo II de «bastante peligroso». – Mi respetado Monseñor – le dijo Don Juan. –Creo haber oído que el Papa Juan Pablo es bastante peligroso–. Y el cardenal lo mantuvo. «Ha oído bien, señor. He dicho que en algunas ocasiones es bastante peligroso porque, en mi opinión, cree más en Dios que el propio Dios».
Pío Cabanillas fue directo. –Estamos muy intrigados con vosotros. ¿ Cómo es posible que os pique simultáneamente a los tres la oreja izquierda? ¿Es una coincidencia o la consecuencia de vuestra gran amistad? «Pío –le informó Stampa–. Creemos que dos de tus compañeros de mesa son masones. Lo de tocarnos la oreja izquierda con la mano derecha es el gesto secreto de la masonería». Pío Cabanillas, después de una carcajada, dio su veredicto. «Los masones no hacen esas tonterías. No tenéis nada que hacer. Además, no son masones. Son, simplemente, ricos».
Y claro, nos rechazaron.
Jornada de reflexión.
A Dios gracias.

Más de Alfonso Ussía​

 
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