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Los frescos arrestados​

En el espacio que ocupaban Colón y los Reyes Católicos, los nuevos artistas comprometidos con el «Procés» –Prusás-, inmortalizarán la entrada en un túnel del coche en cuya maleta se fugó de la Justicia con heroicidad cimera, el ex presidente Puigdemont​

04/08/2024Actualizada 01:30
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Creo haber narrado mi única visita al Palacio de la Generalidad en la plaza de San Jaime. El presidente de la Generalidad de Cataluña ofreció una comida al presidente de Prensa Española, nuestro añorado Patrón Guillermo Luca de Tena, al que acompañamos el director de ABC, Luis María Anson, el delegado en Cataluña del centenario periódico, Tomás Cuesta, Catalina Luca de Tena, Antonio Mingote y éste que les escribe. Fue la comida del aperitivo del hambre. Antonio Mingote y yo preferimos dormir en nuestras casas de Madrid y embarcar en un Boeing 727 del Puente Aéreo. Nos reunimos con los Luca de Tena, Anson y Cuesta en un hotel, y de ahí, en dos taxis, nos trasladamos a la plaza de San Jaime. Con todos los respetos que merecen los gustos particulares, el palacio de la Generalidad me pareció bastante feo e intrincado, como construido a trozos. Y muy austero en su despensa. Antonio Mingote se caía de hambre, y el aperitivo que nos ofreció el Muy Honorable –por aquel entonces–, presidente de la Generalidad consistió en frutos secos y unos cuencos con aceitunas. Al fin, un camarero surgió altivo portando con elegante empaque un plato de jamón. – ¡Jamón!–, susurró Mingote alborozado. Pero el camarero se dirigió al sofá en el que se ubicaba el Muy Honorable –por aquel entonces, hasta que dejó de serlo por el 3 % de las comisiones y la herencia del abuelo Florenci–, y Pujol se comió todo el plato de jamón.
Mingote, que no recurría a los venablos y expresiones groseras en los momentos difíciles, casi llorando, me comentó: –Este cabronazo se ha comido el jamón–. Comentario que mereció mi sintética confirmación:
-Sí-.
El gran salón se adornaba con tres grandes frescos en paredes y bóveda, representado acontecimientos históricos. La visita a Barcelona de Cristóbal Colón para informar a los Reyes Católicos del Descubrimiento de América, la batalla de Lepanto y el Compromiso de Caspe. Pinturas notables, realizadas por pintores catalanes en 1926, al principio de la Dictadurilla del general Primo de Rivera. Los frescos no eran de Miguel Ángel o Goya, pero alegraban la lúgubre estancia. Por orden del nieto del empresario y alcalde franquista y presidente de la Generalidad Pere Aragonés, los frescos han desaparecido y el gran salón de la Generalidad se ha convertido en un acogedor vestíbulo de hospital vetusto. A Pere –Pera-, Aragonés se le antojaban las pinturas excesivamente integristas, autoritarias y antidemocráticas. De todos es sabido que Cristóbal Colón fue un votante de Vox decepcionado del PP, de Pons y Gamarra.
El problema es que hay que sustituir los frescos arrestados por otros más adaptados a la realidad social catalana. En el espacio que ocupaban Colón y los Reyes Católicos, los nuevos artistas comprometidos con el «Procés» –Prusás-, inmortalizarán la entrada en un túnel del coche en cuya maleta se fugó de la Justicia con heroicidad cimera, el ex presidente Puigdemont. Y acompañarán al histórico vehículo rodante, alegorías de la pacífica e incendiada revuelta popular durante el golpe de Estado. En sustitución del Compromiso de Caspe, un homenaje al santo político catalán Lluis Companys, firmando en su despacho sentencias de muerte con la aureola de santidad iluminando su calva. Y en lugar de la Batalla de Lepanto, la reproducción de un gol de Messi, si bien éste último motivo no ha sido aprobado todavía por los que consideran ofensas contra la nación catalana algunos tuiquismiquis imperdonables. Que en catorce años Messi no aprendiera a pronunciar ni una sola palabra en catalán, y que ya, lejos de Barcelona, haya declarado que el mejor club del mundo es el Real Madrid. Si se cumpliera el rechazo, el fresco lo alegrarían las figuras de Marta Rovira y Anna Gabriel con fondo de montañas suizas y la sombra inquietante de Guillermo Tell llorando la muerte de su hijo atravesado por una de sus flechas.
Quedará el gran salón, más colorido y más mono.
 

El decano de los farsantes​

Me han informado del fallecimiento del ilustre madrileño y gran embaucador don Práxedes Armaguíbel Fuenterrosa. Tenía un amigo cómplice en el Ejército que le informaba de los ascensos de los nacidos el mismo año que él. Y él mismo se ascendía​

05/08/2024Actualizada 08:32
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Me han informado del fallecimiento del ilustre madrileño, decano de los farsantes y «rodríguez», y gran embaucador don Práxedes Armaguíbel Fuenterrosa. Su familia creía que era general de División del Arma de Infantería, cuando en realidad no superó en la Mili el empleo de cabo de segunda. Pero era escrupuloso. Tenía un amigo cómplice en el Ejército que le informaba de los ascensos de los nacidos el mismo año que él. Y él mismo se ascendía. Jamás permitió que su familia le acompañara en sus destinos. Teniente en Cerro Muriano, cuando era un Centro de Instrucción.
Capitán en Murcia. Comandante en San Sebastián, teniente coronel en Pontevedra, coronel en Las Palmas de Gran Canaria, general de brigada en Melilla, y general de División en Madrid. –Pasado mañana paso a la reserva activa–, comunicó a su mujer e hijos. Se concedió la Gran Cruz del Mérito Militar que adquirió en un comercio de Militaria cercano al Rastro.
Poseía también la Cruz de San Hermenegildo, y otras condecoraciones que se fue otorgando durante su larga y falsa vida castrense. Le sobraba el dinero, y un día su mujer le preguntó porqué no le ingresaban en su cuenta corriente su sueldo. –Te deben treinta años de sueldo, Práxedes mío–. –Ya sabes cómo funciona el Ejército. Un día de estos se lo reclamo al Subsecretario de Defensa–. La mujer, no hace falta que me explique con mayor hondura descriptiva, era muy buena y bastante tonta.
Ilustración de Barca

Siendo falso general de división en Madrid, organizó para su familia un deslumbrante veraneo en Santander. Quince días en el Hotel Real. Y acompañó a los suyos al aeropuerto para despedirse de ellos. Lágrimas y abrazos. – Eres un modelo. A ver cuando tus superiores te dejan veranear con nosotros, aunque sea un par de días-. – Estamos en alerta general por un posible ataque del Ejército esloveno-. –Pues cuídate mucho, mi amor, y que no me entere de que un esloveno te hace daño-.
De vuelta a Madrid fue detenido a la altura del Puente de Arturo Soria en la autovía de Barajas. El usurpador «general» Armaguíbel, para celebrar los quince días de «rodríguez» –toda una vida de «rodríguez» y lo seguía celebrando–, al volante de su todoterreno, sacó medio cuerpo por la ventanilla y procedió a cantar «Eres alta y delgada como tu madré, morená saladá». No se atrevió a identificarse como militar, como es de suponer. Se le practicó la prueba de alcoholemia. Su coche fue concienzudamente registrado. Nada. La prueba de alcoholemia dio como resultado «0,000» de alcohol en la sangre. La sanción, por imprudencia temeraria fue consecuente a la gravedad de su acción. –Entiendo que no se lo crean. Estaba celebrando mi condición de «rodríguez». Venía de dejar a mi familia en el aeropuerto–.
En casa, baño caliente, y elección de indumentaria. De dulce de membrillo. Había quedado con unas chicas en un local de agudas diversiones. Antes de acudir al lugar del encuentro, llamó a Santander. Su mujer, emocionada. –¡Qué maravilla! ¡Qué temperatura! ¡Qué servicio! ¡Qué vistas de la bahía! Pensamos mucho en ti y en tu generosidad, amor mío! ¿Hay noticias del Ejército esloveno?–; –Todavía no, pero según me han informado, en la costa de Alicante se han detectado movimientos de buques no identificados. Disfrutad, y si hay novedades, os tendré puntualmente informados. Acordaos de mí en vuestras oraciones–.
El pasado año, su familia supo la verdad de su vida. Y lo empaquetaron en una residencia. Anteayer, falleció rodeado de sus compañeros de reclusión. Su mejor amigo, un jubilado del comercio, no pudo evitar las lágrimas cuando su ataúd, en absoluta y seca soledad, fue introducido en un coche fúnebre de entierro de tercera clase. –Nos salvó de la invasión eslovena, y ahí se lo llevan, sólo y sin honores. España no es agradecida–.
Nadie sabe donde está. Su familia, cuando escribo, veranea en Santander.

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Tres vacíos de la venganza​

La vengativa, inculta y resentida Ley impulsada por el representante en España del asesino Maduro, Rodríguez-Zapatero, y respetada con indolente complacencia por el Gobierno de Mariano Rajoy, ha decidido interrumpir su descanso a los restos mortales de tres ejemplares almirantes​

07/08/2024Actualizada 01:30
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Tuve el honor de visitar en abril de 2019 el Panteón de Marinos Ilustres de la Armada Española, una prodigiosa síntesis de la Historia, el heroísmo y la ejemplaridad de nuestros marinos de guerra. Se ubica en San Fernando, en los terrenos de la Escuela de Suboficiales de la Armada. Con anterioridad a albergar los restos mortales de centenares de marinos ilustres y marineros heroicos de nuestra historia en los océanos y mares de este conflictivo planeta, fue la iglesia parroquial de la Purísima Concepción de Nuestra Señora. Renuncio a su descripción detallada porque no es posible resumir tanta grandeza reunida como la que allí se exhibe y se venera. Oro y cenizas, glorias y huesos.
La vengativa, inculta y resentida Ley impulsada por el representante en España del asesino Maduro, Rodríguez-Zapatero, y respetada con indolente complacencia por el Gobierno de Mariano Rajoy, ha decidido interrumpir su descanso a los restos mortales de tres ejemplares almirantes de la Armada. Se les acusa de haber sido responsables de cañonear desde el mar la huida –la 'Desbandá'–, de civiles malagueños que intentaban llegar a Almería cuando las tropas nacionales reconquistaron Málaga. Una 'Desbandá' que no fue de civiles sino de Fuerzas Armadas republicanas –más bien comunistas y socialistas–, que buscaron en Almería, todavía en manos de los despojos republicanos, su salvación. Y aún así, una 'Desbandá' históricamente controvertida y no del todo aclarada, porque en realidad no fue otra cosa que la huida desenfrenada de un Ejército que se venció a sí mismo.
Pero la manipulación de los hechos y la venganza histórica que elevó a rango de ley el representante del criminal venezolano en España, se ha cobrado tres nuevas víctimas de la mentira y el odio. Tres almirantes ejemplares. No «tres almirantes franquistas», sino tres almirantes de la Marina Nacional. Mi padre, que jamás fue franquista, se licenció en la guerra con 24 años y el grado de capitán de Ingenieros. Combatir en el Ejército Nacional no conllevaba la condición de franquistas de sus combatientes, como luchar en el Ejército rojo no garantizaba el amor a Stalin de sus soldados. En el Colegio de Huérfanos de la Armada de Madrid, inaugurado por el Rey Alfonso XIII, fueron admitidos en su seno todos los hijos de marinos que, por convicción o azar, combatieron en buques de la República. Si no me equivoco, entre ellos, el almirante Liberal Lucini, hijo de marino republicano, que alcanzó el máximo mando de la Armada durante el reinado de Don Juan Carlos I.
Pero inesperada y precipitadamente, el Panteón de Marinos Ilustres, va a despedir por el rencor creciente de los hijos y nietos de los que perdieron la guerra, a tres grandes almirantes de nuestra Armada, la de todos los españoles. El almirante don Juan Cervera Valderrama, Marqués de Casa Cervera, el almirante don Salvador Moreno Fernández, y el almirante don Francisco Moreno Fernández, marqués de Alborán. Tanto don Juan Cervera como don Francisco Moreno, desposeídos de sus títulos nobiliarios por los restauradores del odio en España. Tres mausoleos vacíos por la venganza.
No obstante, su memoria y su servicio a España ahí quedarán para siempre aunque sus huesos sean trasladados a otro lugar de descanso. Las familias Cervera y Moreno de Alborán se harán cargo de las cenizas del honor. Pero anímicamente seguirán en el Panteón de los Marinos Ilustres de San Fernando, esa síntesis de gloria y servicio que se alza en la Real Isla de León.

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