¡Hola, chicas! Perdonad, que os fallé a mi cita el domingo pasado. Too much of my plate to handle…
Hoy vengo con un tema del que me da hasta cosa hablar, pero lo voy a hacer. Quizá ya sabéis que soy una persona con aversión a lo negativo. No llevo bien a la gente ceniza, o que siempre ve lo malo en las cosas, o que critica sin ton ni son, desacredita a otros, se queja… Es un tema que es así y no creo que quiera cambiarlo. No me molesta ser así. Por eso, porque este tema tiene un matiz negativo, me da cosa sacarlo a colación, pero también quiero empatizar con aquellas personas que hayan vivido situaciones parecidas y deciros que duelen, pero que podemos terminar con ellas.
El otro día hablaba con mi madre por teléfono y le compartía unas interacciones negativas que estaba teniendo con una persona y de repente me suelta mi madre: “Es que es una persona tóxica, Belén, entonces no hagas caso. Olvídate de ella.” Me hizo tanta gracia que mi madre me dijera eso… Creo que es la primera vez que le escuchaba hablar de “gente tóxica”, algo que me indica que es un término que ha calado con mucho fondo en la sociedad. Dudo de que mi madre en su época hablara en estos términos.
Y de repente, al oírle a ella esa afirmación, pensé: “Ah, pues esto debe ser tener una persona tóxica cerca…” Yo que pensaba que no tenía ni una. En serio, yo cuando oigo tanto hablar de personas tóxicas y de eliminarlas de nuestras vidas, siempre paso página porque no identifico a personas así en mi vida. Yo todo lo que veo que tengo cerca son personas maravillosas, buena gente, gente con buen corazón, con buena intención…
Pero fíjate que de repente sentí lo que es tener cerca a alguien que te hace daño. Y os cuento cómo me he sentido.
Pues mirad, lo primero es que esa persona me hace sentir mal, me hace sentir que lo que estoy haciendo es incorrecto, egoísta, inconsciente… Me hace sentir con dudas, dudar de mí misma, de la bondad de mis intenciones… Me hace sentir mala persona.
Esa persona me lleva a conversaciones internas con ella en las que le contesto a lo que ella me dice, supone de mí, busco justificarme con ella, buscar su aprobación… aunque sé que no la voy a tener. Esa persona se mete en mi cabeza y me hace rumiar pensamientos incesantes que intentan justificar eso que ella cree que hago mal, buscando su validación y justificando mi conducta. Le digo en mi mente cosas que nunca le diría a la cara, porque sería superior para mí el dolor de su respuesta.
Esa persona me cambia el humor, me desanima, me genera estrés… Me pone triste esa persona… Me trata mal esa persona, con desprecio; no me trata como trata a otros, conscientemente me desprecia. No es mi imaginación, es una realidad y una emoción.
Y entonces, me revuelve un par de días y le pongo un límite, tomo distancia. No me voy a dejar tratar así ni, efectivamente, quiero a personas así en mi vida. No voy a reparar en si piensa o deja de pensar en que debería ser más amable con ella. A veces por no herir a esa persona, no me atrevo a zanjar la situación y sin embargo, a mí sí me permito sufrirla.
Dime si tú te has sentido así con alguien. ¿Te resuena algo de lo que te comparto? Es un sentimiento que desgasta. Gracias a Dios, ya he superado los días de malestar y les he puesto fin. Identificar lo que esa persona estaba siendo para mí, gracias a mi madre, me ha ayudado mucho. Me ayuda a relativizar sus mensajes, a entender que el malestar es más suyo que mío… que proyecta en mí su propia insatisfacción e inseguridades.
La dificultad es que a veces esas personas una no las puede borrar de su vida porque son parte, no elegida, de ella. Pero os aseguro que he tomado medidas, y que tengo claro que no tenemos por qué permitir que nadie nos haga sentir miserables porque, cometemos errores y no somos perfectas, pero tenemos un corazón y la empatía es lo primero que tenemos que tener hacia las personas y más cuando alguien está sufriendo.
Os deseo lo mejor para la semana que entra. Gracias por darme un cariño tan infinito. Sois para mí centro. Gracias por dejarme hablaros así los domingos.
Belén. |