Desde hace ya un tiempo considerable, en bodas high class, se estila ir de manera muy discreta, rozando casi casi la normalidad, nada de vestizados, ni complementos llamativos ni por su puesto prohibidísimos los joyones. Lo que impera es una naturalidad anodina y bajo ningún concepto llamar la atención, ni ningún signo de ostentación. Todo lo llamativo, excesivo, lujoso se considera kitch y de nuevo rico. Si os pasáis por las bodas de los últimos años de los últimos cachorros de la jet set patria, veréis que la mayoría tienen ese denominador común. No quieren que su boda se convierta en la boda de un delantero del Madrid o de la hija de un constructor cualquiera. También hago el ejercicio a la inversa, si vemos bodas de familias más clase media, ahí se vienen más arriba los familiares e invitados, muchas mantillas con peinetas, sombreros, tocados, pieles, veztidazos , taconazos y perlas y brilli-brilli por doquier.