El año pasado estuve en un hotel en Burgos, tres estrellas, el colchón era ya no de postguerra, si no de cuando los soldados de Napoleón se fueron de España pasé una noche infernal que más me hubiese valido dormir en el coche notaba cada uno de los muelles de esa cama de tortura, de tal modo que cuando llegué a casa me fui al fisio.
A la mañana siguiente bajé a recepción y le solté todo lo que pensaba a la de recepción, me dijo así con la boca pequeña que no era la primera vez que alguien se quejaba, "¿Si?, pues me vas a dar la hoja de reclamación y tus jefes se van a comer una denuncia, porque si se ha quejado gente antes que yo y no han hecho nada, voy hasta el final", la chica no sabía ni cómo iba el proceso de la reclamación. La presenté en Turismo de la Comunidad Autónoma, y a partir de ahí, me fueron informando de los pasos que estaban haciendo, hasta que el hotel se comió una multa de la Administración, carta de disculpa para mi, aunque eso sí, no recuperé el dinero estafado por esa pocilga de tres estrellas.
No se puede dejar pasar ni una, hay que protestarlo todo, te puede salir bien o mal, pero hay que ir de cabeza, y más en estos tiempos de redes sociales donde puedes exponerlo todo y advertir a futuros incautos.