Hace años volvía en bus un viernes por la noche después de salir por ahí, me bajé y bueno, no estaba atenta a mi alrededor e iba pensando en mis cosas. No sé por qué fui tan estúpida de no darme cuenta de que un chico que no conocía se había bajado detrás de mí se puso a mi lado como para entrar al portal, siendo que en ese portal habían literalmente 5 viviendas y conocía a todos. Cuando iba a empezar a subir escaleras y él detrás, fui consciente de pronto, le pregunté dónde vas? Y en un principio titubeó como si fingiera bajar al garaje pero su mirada cambió, me dio muchísimo miedo y empecé a correr escaleras arriba. A los pocos escalones me agarró de la pierna y me tiró al suelo. Esa mirada no puedo describirla. La tenía a pocos centímetros. No era mirada de loco, ni de drogado, ni de cabreo... es una mirada como si hubiera perdido el alma. Es de las cosas más horrible que he visto. Suena raro pero de verdad es como mejor puedo explicar. Me intentaba inmovilizar y yo empecé a darle patadas y gritar que me soltara y insultarle como loca. Creo que no se lo esperaba y volvió a dudar, ahí pude soltarme y corrí a mi casa. De lo siguiente no estoy nada orgullosa, porque no llamé a la policía. Subí, desperté a mi compañero de piso llorando que no podía ni hablar, pero me medio entendió y salió corriendo con una barra de metal a buscarlo con mi perra que era de raza fuerte. Luego lo pensé y qué barbaridad, pero a mí me salió llorar como una niña y a él recién despertado el pobre le salió eso. Luego al volver me dijo de llamar a la policía y me arrepiento muchísimo, pero dije que no, si es que a saber dónde está ya. Ojalá hubiera llamado. Pero en ese momento pensé que no lo cogerían y que no servía de nada, y no quería explicar nada, solo meterme en la cama. A día de hoy llamaría. Lo más traumatizante, más allá de pensar qué pudo haberme pasado, es ver esa mirada, la sensación de que quien te está atacando no parece tener alma.