ARTICULOS QUE NOS PUEDEN INTERESAR

Merece mausoleo​

En el caso de producirse el prematuro fallecimiento del presidente de la República de los siete segundos, Barcelona, como Moscú, podría añadir a sus encantos turísticos un mausoleo inspirado en el que alberga, junto al Kremlin, a la momia de Lenin​

27/10/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg

El CNI catalán ha caído. Su arsenal está en poder de la Guardia Civil, y sus principales espías, detenidos. Además de traidores, tontos. Su promotor, el gran estadista Puigdemont, se siente desolado. El arsenal constaba de 200 kilogramos de parafina, pólvora, ácido sulfúrico, ácido nítrico, amoniaco y formol. Escribe Luis del Pino que el formol era para conservar incorrupta en el futuro, en perfecto estado, la fregona capilar de Puigdemont. Exceptuando el formol, el resto de los productos almacenados estarían destinados a crear sistemas de defensa contra misiles antiaéreos lanzados por el enemigo. El enemigo es el resto de España, que jamás dispararía misiles antiaéreos contra España. Lo más, si se ponen muy pesados y Sánchez no gobierna, con una bandera de la Legión y la brigada del Maestrazgo sería suficiente. Y sin pegar un tiro, que es sabido que el heroísmo bélico catalán no destaca entre las virtudes y cualidades de los separatistas del nordeste.
Me ha parecido muy acertada la propuesta de Luis del Pino. Puigdemont es un estadista comparable a Churchill y Adenauer. Y a Lenin, claro. Me uno a la idea. En el caso, Dios no lo quiera, de producirse el prematuro fallecimiento del presidente de la República de los siete segundos y de la posterior huida en el maletero de un coche con rumbo a Waterloo, Barcelona, como Moscú, podría añadir a sus encantos turísticos un mausoleo inspirado en el que alberga, junto al Kremlin, a la momia de Lenin. Sucede que Lenin era bastante calvo, y Puigdemont, entregado y momificado sin frondosidad pilosa, se quedaría en muy poquita cosa. El formol es útil para conservar en recipientes toda suerte de bichos, como puede comprobarse en los museos de Historia Natural de las principales capitales del mundo. Pero no para mantener la belleza de su fregona en una urna acondicionada como la que disfruta Lenin. Para ello, más que formol, lo que se precisa es una cuidada peluca, que le sea despeinada todos los días con una hora de anterioridad a la apertura del mausoleo, que podría ubicarse al final de Las Ramblas, en las inmediaciones de las Reales Atarazanas. Los barceloneses pagarían tres euros por admirar a su héroe, los catalanes no barceloneses, cinco euros, los turistas del resto de España, diez euros, y los visitantes extranjeros, 15 euros. Un gran negocio. Y podrían visitarlo gratuitamente todas las parejas de recién casados de los 17 sexos existentes en Cataluña para depositar ante la urna el ramo de flores, que al fin se depositaría ante un gran catalán y no en el monumento de un admirable patriota español, como lo fue Rafael de Casanova, protagonista de la «Diada».
Que Puigdemont es un estadista de fama mundial lo demuestra el nivel de sus contactos internacionales. Merece mausoleo. Un sensato independentista ha colgado en las redes una fotografía con un incontestable comentario que se ha hecho viral, como se dice ahora. El comentario resume la grandeza internacional de Puigdemont y su dominio de la política mundial: «El presidente Puigdemont se ha reunido en el Parlamento Europeo con Edna Adan Ismail, enviada especial del Gobierno de Somalilandia. Han hablado de África, Europa, del reconocimiento internacional de Somalilandia y la lucha por la independencia de Cataluña».
Traducido textualmente. Que una mujer como Edna Adan Ismail, que es una mujer ocupadísima, se desplace desde Somalilandia –creo entender que Somalia– para hablar con Puigdemont en el Parlamento Europeo, vis a vis y sin testigos, de África, Europa, el reconocimiento internacional de Somalilandia y la lucha por la independencia de Cataluña, es prueba irrefutable del liderazgo internacional del «caganer» gerundense.
El formol de su CNI que se use en otros fines y proyectos. Lo repito con mi piel granulada de carne de gallina. Merece mausoleo.

Más de Alfonso Ussía​

 

Zollipo de chacha​

Eso de quitar medallas y honores a los muertos, además de una cobardía, es una estupidez. Y si se hace llorando, una estupidez de chacha, como decía Edgar Neville​

29/10/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg

La gente muy ordinaria llora por cualquier motivo. A trasmano queda la sentencia de Edgar Neville, que hoy nadie osaría pronunciar: «Llorar en público es de chachas». Se puede llorar en público por una tragedia, una tristeza personal profunda o un drama insuperable para el sentimiento. Pero la buena educación recomienda mantener la serenidad, aguantar los achuchones del dolor anímico, y desahogar la tristeza en privado. Yolanda Díaz zollipeó cuando anunciaba que le había retirado la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo a Franco. Muy de chacha a la antigua. Aludió a sangres derramadas. Quizá no recuerda su presencia en los homenajes al Che Guevara, reconocido asesino y psicópata que presumió de sus crímenes en una Asamblea General de la ONU: «Hemos fusilado, seguimos fusilando y no vamos a parar de fusilar». Claro, que para los comunistas, fusilar a inocentes no es otra cosa que una estrategia revolucionaria. Prueben su imaginación. Figúrense que un día cualquiera, el alcalde de Madrid, apoyado por la mayoría de los concejales, decide retirar del paseo de La Castellana el monumento al gran criminal del PSOE Francisco Largo Caballero. Y que al hacer público el resultado de la votación, le asalte un principio de sollozo, lo que se dice un zollipo, y derrame algunas lagrimillas ante las cámaras y los micrófonos de la prensa acreditada. No lo haría jamás por dos motivos. Porque no es un chacho, y por respeto al personal presente. No se entiende el zollipo de Yolanda Díaz cuando anunciaba que le retiraba la Medalla del Trabajo a Franco, a no ser que esa decisión personal y no votada, le hubiera causado una profunda tristeza. Cuando falleció mi madre, estuve junto a mi padre y mis hermanos más de dos horas recibiendo el pésame de amigos y conocidos en el funeral que se celebró por su alma. Destrozados por dentro y enteros en apariencia. Acudió –y se lo agradecí mucho– una actriz muy famosa al funeral, y al darme el pésame, se puso a llorar con pleno desconsuelo. No conoció a mi madre, y tuve que aguantarme la risa. A punto estuve de decirle: «Criatura mía, el que tendría que llorar soy yo», pero no venía a cuento. Nadie lloró a mi madre como aquella actriz, por la que mi madre, además, sentía bastante ojeriza.
Una cosa es no poder dominar las lágrimas, y otra muy diferente proceder al zollipeo sin motivo. Una mirada ahogada en lágrimas es un canto a la dignidad y la elegancia. Pero si hay llanto, jipido, zollipo, sollozo sonoro o berrido en el do de pecho, la ordinariez, la vulgaridad y la chabacanería imperan.
Ni a Franco, ni a los más de setenta personajes a los que han retirado y retirarán la Medalla de Oro del Trabajo, les importa un bledo que se las hayan revocado. No se trata de ninguna heroicidad, sino de un logro obsesivo del resentimiento social-comunista. Pero lo del llanto de la chachona sobra. Asistí al acto de la concesión de la Medalla del Trabajo a Luis Sánchez Polack, Tip. «¿ Y por qué no me la han dado a mí, que soy socialista?» , se preguntaba Coll en pleno ataquito de envidia. El ministro de Trabajo que se la concedió era José Antonio Griñán, miembro de un Gobierno de Felipe González. Tip llegó al Ministerio de Trabajo vestido de dulce con un regalo primorosamente envuelto para el ministro en prueba de gratitud por la concesión de la Medalla. Griñán, excesivamente curioso, nada más recibir el paquete de manos de Tip, procedió a su apertura. Se trataba de una lata de berberechos al natural de la conservera «Cuca». Y Griñán, que se esperaba, por el volumen del envoltorio, una pluma o un reloj, no lloró al recibir el regalo. Soltó una carcajada cuando Tip lo justificó: «Para que convide a berberechos a todo el Gobierno en el próximo Consejo de Ministros».
Eso de quitar medallas y honores a los muertos, además de una cobardía, es una estupidez. Y si se hace llorando, una estupidez de chacha, como decía Edgar Neville.

Más de Alfonso Ussía​

 

Don Ramiro, el ingenuo​

Fue de izquierdas mientras perteneció a una familia rica y de derechas cuando se enfrentó a las necesidades de una familia humilde​

30/10/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


Vitoriano. Para los nacionalistas de Sabino Arana, nacer en Vitoria era como ver la luz en Burgos. Para el resto de los españoles ser alavés era nacer vasco. Hace 85 años, fue fusilado compartiendo el martirio con otros inocentes en las tapias del cementerio de Aravaca. El escritor Ramiro de Maeztu, gran amigo de Pío Baroja y Azorín, momentos antes de recibir la descarga de los asesinos republicanos, tuvo el coraje de dedicarles sus últimas palabras. La inteligencia y la serenidad contra el analfabetismo brutal de sus ejecutores. «Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero. Porque vuestros hijos sean mejores que vosotros».
Don Ramiro, que fue brillante ensayista, novelista, poeta, crítico literario y finalmente teórico político, dio sus primeros pasos periodísticos en El Socialista. Influido por el liberalismo británico, abandonó las cloacas del pensamiento único y eligió la libertad. Su libertad para ser libre. Fue el acuñador de la Hispanidad como concepto irrenunciable. Inmerso en la brillante y melancólica Generación del 98, monárquico y miembro de Renovación Española. Cuando su familia se arruinó, abandonó temporalmente sus estudios y se instaló en La Habana, donde trabajó como lector en una fábrica de puros. Conoció la riqueza y la pobreza, y fue de izquierdas mientras perteneció a una familia rica, y de derechas cuando se enfrentó a las necesidades de una familia humilde.
Las nuevas generaciones sólo saben de don Ramiro por el instituto que lleva su nombre, y en el que estudió Pedro Sánchez. Se comportó con heroica ingenuidad en los segundos previos a su sacrificio.
«Muero para que vuestros hijos sean mejores que vosotros». Se le olvidó referirse a los nietos de sus asesinos, que no han salido mejores que sus abuelos. Mantienen el odio y lo alimentan día tras día para que crezca y se desarrolle. No podía figurarse don Ramiro, que 85 años después de su muerte, los nietos de quiénes lo asesinaron sin juicio y caprichosamente, se hayan dedicado a sembrar y cosechar el odio de la venganza en una España próspera que creíamos unida y reconciliada. Las guerras siempre son crueles en los bandos enfrentados, pero España asombró al mundo con una transición pacífica y ejemplar de la dictablanda –a partir de los años 60 el franquismo dejó de ser una dictadura–, a la democracia plena. Y esa transición se pudo hacer, comandada por el Rey, porque a la muerte de Franco, guste o no guste, España era la novena economía del mundo, y se había creado e implantado la clase media, el entretejido social que sostiene a las sociedades libres de Occidente. En España, con un sistema impositivo ridículo comparado al que hoy padece, se construyeron cinco millones de viviendas protegidas, monumentales obras públicas, con un funcionariado riguroso y un funcionamiento admirable. No señalo exclusivamente al socialismo como responsable único de nuestra ruina actual y de la descomposición de la clase media. El PP, especialmente durante la época que presidió el Gobierno de España Soraya Sáenz de Santamaría, la clase media sufrió el saqueo de sus ahorros a manos del ministro Cristóbal Montoro, el depredador insaciable de las economías medias. El social-comunismo-separatista- terrorista no ha hecho otra cosa que seguir los pasos que le marcó el anterior Gobierno acomplejado. Centenares de miles de españoles caídos en los dos bandos, como José Antonio, como García Lorca, como Muñoz-Seca, como Ramiro de Maeztu, como Miguel Hernández y Besteiro entre rejas, se preguntarán el porqué de sus sacrificios. Hoy España es una nación gobernada por sinvergüenzas y traidores, y con una Oposición que no sirve para nada. Al grande e ingenuo don Ramiro no se le ocurrió pensar en los nietos de sus asesinos. Son peores que ellos.

Más de Alfonso Ussía​

 

Surf vasco​

El surf es ya deporte olímpico, y como tal, se somete a la Carta olímpica, que es mucho más nítida y clara que una intervención económica de la Montero despeinada​

31/10/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


Intuyo que el maqueto Aitor Esteban Bravo no camina por la senda del optimismo. A cambio de los votos del PNV, Sánchez les ha concedido el privilegio a los surfistas y pelotaris vascos de competir como selección nacional de «Euskadi», de joven «Euzkadi» y de niña «Euskalerría». Sucede que la ISA (Asociación Internacional de Surf) y la ESA (Asociación Europea de Surf) no admiten ni reconocen a la selección vasca. En la Federación Internacional de Pelota Vasca, que aspira a que las diferentes modalidades de su deporte alcancen la categoría olímpica, tampoco están por la labor. El surf es ya deporte olímpico, y como tal, se somete a la Carta olímpica, que es mucho más nítida y clara que una intervención económica de la Montero despeinada, que una ley impulsada por la Montero de las obsesiones transexuales, o que una rueda de prensa de la llorona Díaz. «Para ser considerado país olímpico, su nación debe ser un Estado independiente reconocido por la comunidad internacional». Los nacionalistas vascos se escudan siempre en las selecciones de fútbol británicas, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y País de Gales. No obstante, cuando los británicos acuden a unos Juegos Olímpicos lo hacen como Gran Bretaña o Reino Unido, y al amparo de la Bandera de la Unión.
En el fútbol y rugby es diferente. Los británicos fueron los inventores, y al principio competían entre ellos, no por desprecio a las demás naciones, sino por cumplir con la competición, que era imposible más allá o más acá de las islas. La UEFA y la FIFA respetan esa singularidad pero no el Comité Olímpico Internacional, que sólo reconoce al Estado de la Unión, al Reino Unido, y a la «Union Jack» como bandera. La misma bandera que inspiró a Luis Arana Goiri, hermano menor del tonto y pichafloja de Sabino, para crear la «ikurriña» – la banderita o banderola–, como símbolo de un partido político.
A «Euskadi», «Euzkadi» o «Euskalerría» –ahora le han intercalado una «h» para vestir mejor a la mona, «Euskalherría»– la reconocen como Estado independiente en la comunidad internacional muy pocas naciones. A saber, Trupinia, actual campeona del mundo de Canicas sobre Grava, –venció en la final del mundial celebrada en su capital, Karabaduj, por 459 toques a 375 a Limpopia del Sur–, y otras naciones de menor importancia que Trupinia como Musota, la isla griega nacionalista de Stafilakis, y la provincia sudoeste chechena de Abduljhalá, así como la región de Akimbabakwa de Ghana, que al contrario que en España, desea emanciparse como Monarquía de la República ganesa, con su Rey, Su Majestad Kuntinaku V. En Akimbabakwa hay una gran afición al deporte nacional, el Cocodrilo Ball, consistente en lanzar bolas a un cocodrilo vivo con la boca abierta sujetada por una vara de baobab, y posteriormente, retirarle las bolas de la boca sin la vara sujetadora, lo cual resulta singularmente emocionante. Pero el COI no reconoce a ninguna de estas regiones separatistas como Estados independientes, y no hay tu tía.
Porque después de la pelota vasca, «Euskalpilota» –a mano, cesta punta y remonte–, Aitor Esteban Bravo sueña con las selecciones nacionales de «Sogatira» y de cortadores de troncos –los «aizkolaris»–, pero mucho me temo que el fracaso del Surf y la «Euskalpilota» van a detenerle los ánimos y la venta de sus votos, si bien, nadie puede negarle la diversión de su proyecto. Votos a favor de Sánchez a cambio de nada.
Y detengo mi redacción porque en treinta minutos tengo campeonato de clavo en la playa.

Más de Alfonso Ussía​

 

De Otero y Gil de Biedma​

Sánchez jamás se disculpa cuando emite burradas. Es un mentiroso que se cree sus mentiras y vive feliz, en las nubes, en las nubes de la adulación, del poder, del Superpuma o del Falcon​

01/11/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


Todos sabemos, y especialmente sus 1.840 asesores, que Sánchez no escribe sus discursos. Si no redacta sus tesis doctorales, menos aún los discursillos ante públicos militantes y mayoritariamente analfabetos. Y todos sabemos que Sánchez no ha leído nada de Gil de Biedma y Blas de Otero, que no era sevillano como algunos afirman, sino vasco, natural de Bilbao y fallecido en Majadahonda. Por lógica, si se equivoca el asesor de Poesía Contemporánea, yerra el predicador. Si se equivoca el Asesor de Geografía Africana, y confunde el Senegal con Kenia, separadas una de la otra por más de 5.000 kilómetros, yerra el charlatán. Así que el bocazas atribuyó al bueno de Blas de Otero unos versos de Jaime Gil de Biedma de su poema «Apología y Petición» que forma parte del poemario Moralidades. Para mí, que Blas de Otero voló a más altura en la poesía que Jaime Gil de Biedma, excesivamente sobrevalorado. Y lo escribo desde el parentesco político, porque Gil de Biedma era primo hermano de mi suegra, Pilar Muguiro Gil de Biedma, y por ello, sin que medie discusión alguna, fue tío de mi mujer y de Esperanza Aguirre. Guardo en mi memoria una comida inolvidable con Jaime Gil de Biedma en el restaurante La Rabia de Comillas. Simpático, agudo y divertido, pero no libre de la cínica y esnob pertenencia a la pesadísimagauche divine barcelonesa. Porque hubo un tiempo en el que Barcelona tuvo una izquierda divina en lugar de una izquierda cochina, y esto hay que resaltarlo. Pero, sí, en mi opinión, Jaime Gil de Biedma voló a menor altura en la poesía que Blas de Otero, no quiero decir con ello que su vuelo fuera rasante. Escribió formidables poemas, más influidos en sus aristocráticos ancestros segovianos de la vertiente norte del Guadarrama que por las inmensidades del Mediterráneo.
«Yo nací, perdonadme, / en la edad de la pérgola y el tenis». Un buen poeta no merece que un ignorante le robe sus versos para atribuírselos a otro autor de bellas melancolías. Pero Sánchez es así. Así es, si así os parece, evocando la comedia del gran Luigi Pirandello, que el asesor de Teatro Italiano de Sánchez confundiría con Pietro Farinello, defensa central en el decenio de los 60 del Nápoles, muy contundente y con buen remate de cabeza, aunque nunca alcanzó la internacionalidad.
Sánchez jamás se disculpa cuando emite burradas. Es un mentiroso que se cree sus mentiras, y vive feliz, en las nubes, en las nubes de la adulación, del poder, del Superpuma o del Falcon. Camprodón fue un mal poeta, o peor aún, un poeta malísimo. Tan malo como el murciano don Pedro Boluda, autor de La Paz Mundial, o el Reverendo Padre Matías de Oteyza al que confundí durante muchos años con el Padre Carulla, autor de La Biblia en verso. El reverendo Oteyza se limitó a versificar el Nuevo Testamento, y de esta manera glosó el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.
Nuestro Señor Jesucristo
Nació en un pesebre.
Donde menos se espera…
¡Salta la liebre!
Narciso Serra –no el nefasto ministro de Defensa de Felipe González–, fue un poeta gracioso y oportuno. Despreciaba a Camprodón. Y los dos fueron amantes de una marquesa encendida. En el álbum de firmas de la marquesa, Serra leyó una dedicatoria de Camprodón, en la que le dedicaba una obra que no era suya. Como si Camprodón fuera Sánchez.
Como prueba de mi afecto
Y sincera admiración,
Le dedica esta comedia
Su devoto Camprodón.
Y Serra escribió a renglón seguido.
Si los versos míos son,
Y la comedia es francesa,
¿Qué dedica Camprodón
A la señora marquesa?
Todo esto para recomendarle al mentiroso charlatán que deje de hacer el rídículo con sus citas literarias. Que respete a los buenos poetas. Que se refiera en sus discursos a la militancia alquilada e ignorante al indulto prometido a Puigdemont y al consumado de «Txapote». Y que deje en paz a Blas de Otero y Jaime Gil de Biedma, que han tenido la suerte de morir con anterioridad a su despreciable presencia en el paisaje de España.

Más de Alfonso Ussía​

 

Dureza​

Irene Montero no ha abierto la boca para lamentar la muerte de una niña de siete años a manos de su madre, la presumible asesina​

02/11/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg

El ejercicio del poder político endurece las sensibilidades, como si el ánimo fuera un músculo. Recuerdo mis primeros días de instrucción en el servicio militar, que cumplí –y mucho me honro de haberlo hecho–, durante quince meses en Camposoto, San Fernando, Real Isla de León, con el dibujo de Cádiz detenido en el horizonte. Mi brazo izquierdo no podía con el peso del Cetme, el fusil reglamentado para el aprendizaje. Después, ya de soldado, las guardias se hacían con el mosquetón Máuser, el chopo. Mi Cetme me dominaba y humillaba, y el brazo izquierdo padecía permanentes conflictos de resistencia. Pero se fortaleció y endureció, y a los diez días de instrucción militar, lo sostenía y manejaba como si fuera un palo de abedul de madera liviana. Lo mismo sucede con el poder político a quien no está acostumbrado a ejercerlo. Pasar de cajera de «Saturn» a ministra del Gobierno de España previo paso por piltras influyentes, tiene que resultar descorazonador. Deambular por las calles con la libertad que concede el anonimato, a vivir en un chalé de lujo colindante con el Parque Nacional del Guadarrama con treinta agentes de la Guardia Civil custodiando su seguridad y descanso, no es asimilable en una persona incapaz de asumir los bruscos cambios que la vida procura. Vivir con la honesta humildad de un sueldo a disponer de un presupuesto de miles de millones de euros a gastar en caprichos, obsesiones, viajes a Nueva York, talleres de pajitas y demás bagatelas, no está al sereno alcance de todos, afortunadamente.
En sus primeros meses en el Gobierno, Irene Montero, todavía inexperta y poseedora de las mejores intenciones, se emocionaba y escandalizaba con hechos y personas –todas ellas del s*x* femenino–, aparente o realmente sufrientes. En su ánimo no cabía la duda. El hombre era malo y siempre culpable, y la mujer buena, y sin discusión, víctima inocente. Esa postura ante la vida, esa seguridad absoluta, provenía de su inmadurez, amable distorsión de la realidad y bondadoso feminismo. Y como es mujer de carácter y arrebatos, lo mismo defendía a una madre que había secuestrado a sus hijos para impedir la tutela de su padre, que se desencuadernaba de indignación y tristeza con las lágrimas de Rociíto.
En su Ministerio, se lamentaban los malos tratos y la brutalidad asesina de los hombres contra las mujeres, pero si el maltratado y asesinado era el hombre a manos de la mujer, se elegía la prudencia del silencio en espera de que las pruebas fueran concluyentes. Cuando se demostraba que las pruebas eran concluyentes, habían transcurrido semanas y no merecía la pena navegar hacia pasadas aguas. No obstante, contaba con el apoyo de una sociedad –mi apoyo incluido–, harta de la violencia de muchos hombres contra la mujer, con excepción de los casos de violencia interracial. Si la mujer violada había sido vejada por un grupo de españoles, la «manada» de violadores era merecidamente vituperada por su bestialismo y cobardía. Si los violadores eran inmigrantes, los medios de comunicación al servicio del poder no se mostraban tan contundentes con la salvajada. Y fue poco a poco fortaleciendo su sensibilidad.
Tres días atrás, una niña de siete años ha sido asesinada por su madre. Su padre, después de cinco años de lucha judicial, fue considerado por la Justicia apto y recomendable para ejercer la tutela de su hija. La madre introdujo en el Cola-Cao de su hija toda suerte de pastillas, y la niña falleció. Falleció asesinada por su madre. Sepulcral silencio de la ministra de Igualdad. Aquellos arrebatos iniciales se han amansado hasta un punto que la mayoría de la sociedad no entiende. Porque Irene Montero no ha abierto la boca para lamentar la muerte de una niña de siete años a manos de su madre, la presumible asesina. Y no se trata de maldad ni de feminismo mal administrado. Se trata del lógico endurecimiento de la sensibilidad de una estadista. Pero está claro que la muerte de una niña asesinada por su madre le ha conmovido menos que las lágrimas de Rociíto. Algo tendrá que decir, pero ya es demasiado tarde para enfadarse un poco por un hecho terrible que, al menos lo parece, nada le ha afectado.

Más de Alfonso Ussía​


 

Ironías​

Decía mi admirado don Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate que la ironía en España era muy peligrosa, porque los españoles somos más elementales que irónicos​

03/11/2022Actualizada 01:29
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg

Un amable comentarista de mis artículos en El Debate, se ha sentido herido, y con toda la razón de su parte, cuando ha interpretado textualmente el tratamiento de «estadista» que concedí en mi artículo de ayer, 2 de noviembre, a Irene Montero. Lógicamente, se trataba de una ironía. Elegí «estadista» como podría haber optado por «sensata», «cuerda», «sentimental» o «culta». Decía mi admirado don Antonio Garrigues y Díaz-Cañabate que la ironía en España era muy peligrosa, porque los españoles somos más elementales que irónicos. Cumplió Antonio Mingote sus primeros 50 años de genial colaboración diaria en ABC, y me encomendaron que escribiera una Tercera al respecto. Le había dedicado muchos escritos en mi vida, presentado libros, compartido actos culturales, y se me ocurrió escribir de los defectos de Antonio, por otra parte inventados. Dije en aquel artículo que Antonio Mingote se dedicaba, durante sus paseos por El Retiro, a pinchar los globos de los niños para hacerlos llorar. Que lanzaba con pericia piedras contra los patos de los estanques. Que a las mujeres que no le gustaban les ponía zancadillas. Que a los hombres de pequeña estatura les recordaba que parecían enanos de circo. Y que por las noches, rompía con una maza los cristales de los escaparates. Se recibieron en ABC, además de centenares de llamadas, otros tantos correos rebosados de indignación. Una de las cartas terminaba de esta guisa. «Siempre creí que usted y don Antonio eran íntimos amigos, pero compruebo por su artículo que estaba equivocado. Es usted un canalla». Claro, que la ironía es mucho más peligrosa cuando los que pican en el anzuelo son personas relevantes. Escribí una doble página durante 15 años en el semanario Época,que dirigía el gran Jaime Campmany. Y un día de mente en blanco, se me ocurrió inventar un viaje a un balneario de Islandia con Campmany, Mingote, Martín Prieto y el arriba firmante. Los tres anteriores pasaban por tiempos de excesiva gordura. El balneario de Kifloejj se ubicaba a orillas del lago Tinduff. Un lago de aguas volcánicas y calientes. Previamente, a Campmany, Mingote y Martín Prieto les aplicaron un masaje con escamas de salmones hembras. Cubiertos de escamas de salmón, los tres se adentraron en el lago, y siete minutos más tarde fueron invitados por los monitores a abandonarlo. Cuando salieron de las aguas, los tres habían perdido de diez a doce kilogramos de peso. En una reunión de la Real Academia Española, un académico muy ligado a ABC, Torcuato Luca de Tena, le solicitó a Mingote la dirección del balneario de Kifloejj para hacerse el tratamiento de las escamas de salmón. Antonio no sabía cómo decirle que se trataba de una broma. Pero el asunto se enredó cuando uno de los principales clientes de publicidad de Época llamó a Jaime Campmany con la misma intención. Pedirle las señas de Kifloejj para reservar una habitación durante una semana. Era el presidente de Nestlé España, Vicente Mortes Alfonso, exministro de la Vivienda. «Me tienes que sacar de este lío», me dijo Jaime. Era empresa imposible. Y en otra ocasión, escribí de una expedición a la selva del Amazonas con Antonio Mingote de compañero, para conocer de primera mano las costumbres de los indios Cururú. Durante la expedición, Mingote sedujo a la princesa Cururú, «Huaya Acurí» –Luz de Plata en su traducción literal–, y le prometió matrimonio. Pero una noche logramos escapar en piragua, llegar hasta Manaos y desde ahí volar a Río de Janeiro y finalmente a Madrid. Pero el padre de «Huaya Acurí», «Manumé Lamú» –El que jamás acertó con la cerbatana en su traducción literal–, furioso ante el honor mancillado de su hija, tomó la decisión de buscar a Antonio Mingote en Madrid –Antonio se fue de la lengua y le entregó a «Huaya Acurí» su dirección– para proceder a la venganza. En Madrid, se escondieron detrás de los árboles de la calle Samaria, entre Menéndez Pelayo y El Retiro, y aguardaron al malvado seductor. Pero Mingote no abandonó su hogar. Sí, en cambio, lo hizo Isabel, su mujer, para acudir al supermercado, y los cururúes dispararon sobre ella con sus cerbatanas. Una flecha se clavó en un muslo de Isabel. No obstante, apenas rozó su piel. Herida leve. Y terminaba mi artículo tranquilizando a los amigos de Isabel Mingote. Y estaba Isabel en su casa cuando sonó el teléfono. Era Camilo José Cela, gran amigo de los Mingote, que había leído mi texto y se mostraba muy preocupado por la salud de Isabel: «Es indignante que unos indios te hayan disparado con una cerbatana en Madrid». Y claro, Isabel se limitó a darle las gracias por su interés.
La ironía es peligrosísima. Quede y reste tranquilo mi amable lector en El Debate. Elegí irónicamente la figura de la Montero como «estadista», para ayudar a la sonrisa en un artículo tan áspero e indignado como el de ayer. Lo siento mucho.

Más de Alfonso Ussía​


 

Sentido común​

«¿Usted ha dicho que el padre de Pablo Iglesias es un terrorista?»; «Sí, señoría»; «Y ¿por qué lo ha dicho?»; «Porque su hijo lo ha dicho antes». Sentido común​

04/11/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


Decía Mingote que el humor no es otra cosa que el sentido común sin complejos. Tomaban dos buenos amigos la copa del aperitivo en El Aguilucho, célebre marisquería madrileña ubicada en una esquina de Claudio Coello con Hermosilla, cuando hizo su entrada en el local una mujer prodigiosa. Uno de los amigos, comentó entristecido: «Me gustan todas las mujeres menos la mía». Y su compañero ratificó su comentario: «Me sucede lo mismo. Me gustan todas las mujeres menos la tuya». Y siguieron con la charla. Sentido común. El notario lee el testamento de un hombre muy rico. Todos los herederos de luto y con expresión de vinagre. También de luto, con una minifalda a la altura del ombligo y sonriente, una jovencita despampanante. Y el notario lee el párrafo comprometido. «Y a mi querida esposa, Melissa Vanessa Sánchez Montoro, mi amada Cuchifritina, que se casó conmigo por mi dinero, le dejo todo mi dinero». Sentido común. Una viñeta de Tono enLa Codorniz. Un hombre con su hija pasean y se detienen para conversar con un conocido. El hombre presume de hija: «Aquí donde la ves, se pudo casar con un duque»; «Y, ¿por qué no se casó?» «Porque no quiso el duque». Sentido común.
Cayetana Álvarez de Toledo es una mujer inteligente, formidable parlamentaria y dotada de sentido común. Tiene un problema. Su cuello es muy largo, y esa característica física produce muchas envidias en las mujeres. Por otra parte, tiene un concepto de la libertad muy desarrollado, y no acepta imposiciones de su propio partido. Casado se la quitó de encima –es un decir–, para entregar la portavocía del PP a Cuca Gamarra, ratificada por Feijóo. Cayetana, que había sido insultada por Pablo Iglesias cuando era vicepresidente del Gobierno, subió a la tribuna del Congreso y con una serenidad demoledora puso al farsante en su sitio.
«Usted es el hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece. La del crimen político». Iglesias había presumido de la militancia en la banda terrorista FRAP de su padre. El padre se indignó e interpuso una demanda en Zamora contra Cayetana, que no había dicho otra cosa que lo anteriormente reconocido por el hijo del demandante. Que su padre había sido miembro del FRAP. La fiscal encargada del caso ha solicitado el archivo de la demanda, por medio de la cual, el padre de Pablo Iglesias pretende embolsarse 18.000 euros. Y Cayetana acudió a la cita judicial en Zamora con el cuello más estilizado que nunca y su voz medida y sosegada. «He ido a Zamora a declarar que la Tierra es redonda, y parece que la fiscal coincide conmigo». Y ha recalcado: «Estoy en Zamora porque he llamado terrorista al militante de una organización terrorista». Sentido común. A nadie se le obliga ir hasta Zamora por llamar bombero a un jefe de estación. Semejante error no es delito. Lo sería si Cayetana hubiera llamado terrorista al bombero, que no es el caso. Cuando se ha pertenecido al FRAP, se demuestra su pertenencia y el hijo del militante del FRAP presume del compromiso terrorista de su padre, no tiene sentido ser obligado a viajar a Zamora para corroborar una evidencia. Pero al reclamo de la Justicia no se le da plantón, y Cayetana Álvarez de Toledo no rehúye, como tantos otros, la citación de un juez. «¿Usted ha dicho que el padre de Pablo Iglesias es un terrorista?»; «Sí, señoría»; «Y ¿por qué lo ha dicho?»; «Porque su hijo lo ha dicho antes». Sentido común.
Una lástima que Cayetana Álvarez de Toledo no sea la portavoz libre de un PP liberado de sus complejos. Hay muchos dirigentes y militantes del PP que no coinciden con su versión complaciente hoy en boga. Pero no se atreven a estirar el cuello y hablar con libertad. Y Cayetana habla con plena libertad sin necesidad de estirar el cuello. Más estirado y se rompe.
Me gusta su cabeza, su coraje y su distancia con la vulgaridad.
Y su sentido común, culminado con brillantez, y sin complejos.

Más de Alfonso Ussía​

 

Senegal, mon amour​

Se entiende el mosqueo de don William Ruto. Es visitado por un autodenominado «líder internacional» y le suelta en Nairobi, capital de Kenia, que está muy contento por haber viajado a Senegal​

2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


Una equivocación en el diarioArribaa punto estuvo de crear, además de confusión, un conflicto diplomático entre España y Francia. La noticia publicada por el diario falangista molestó sobremanera al general De Gaulle que no se esperaba semejante intromisión del general Franco en la política exterior francesa. «Su Excelencia el Jefe del Estado ha invitado al presidente de Filipinas, Diosdado Macapagal, a visitar oficialmente Francia». Se superó el trance. En la política internacional, como en la nacional, abundan las meteduras de pata. Gerald Ford, presidente de los Estados Unidos, en visita oficial al gran aliado de Occidente en el Oriente Medio, el Estado de Israel, brindó en la cena por «el querido pueblo palestino». Y Harold Wilson, después de ingerir seis martinis en el avión que le llevaba de Londres a Caracas, llegó al palacio de Miraflores con una peonza monumental. Y animado por una musiquilla de fondo que interpretó como un vals, se dirigió a una mujer vestida de carmesí cuyo trasero le había encandilado. «Bella dama de rojo, ¿me concede este vals?»; la bella dama de rojo no estaba para bailes. «No le concedo este vals por tres motivos. El primero, porque no me considero una bella dama; el segundo, porque lo que está interpretando la orquesta no es un vals, sino el Himno Nacional de Venezuela. Y el tercero, porque soy el arzobispo de Caracas». En viaje oficial a la República Centroafricana, entre los acompañantes del Rey estaba el jefe de su Casa, el general Sabino Fernández Campo. Compartía mesa con Don Juan Carlos I, el presidente de aquel país, y los ministros centroafricanos de Asuntos Exteriores e Interior. Se sirvió el segundo plato. «Mano de mandril asada con patatassouflé». Nos lo narró Sabino a un grupo de amigos durante un cocido en casa del abogado Luis Zarraluqui: «El Rey tuvo que comerse la mano del mandril, que venía con pelitos y todo. Yo me excusé. 'Perdón, pero mi médico en España me tiene absolutamente prohibido que coma mano de mandril'. Intervino el ministro del Interior. 'Lo lamentamos mucho, porque se trata de un plato nacional exquisito. Hace menos de un siglo, en lugar de manos de mandril, comíamos manos de misioneros'». Y mi querido Jaime Mayor Oreja, fue despertado a las 4 de la mañana por una llamada de su colega marroquí. Se trataba de informarle que los españoles que viajaban en un avión de la Royal Air Maroc que había sido secuestrado, se encontraban en perfecto estado de salud. Y Jaime Mayor, entre el sueño y la buena noticia, se excedió involuntariamente en sus palabras de gratitud. En lugar de despedirse del colega marroquí con un «merci beaucoup, mon amí», lo hizo con un «merci beaucoup, mon amour». Una semana más tarde, en un encuentro bilateral hispano-marroquí, don Jaime se sentó enfrente del ministro magrebí, y no se atrevía a mantenerle la mirada, entre otros motivos, porque el ministro marroquí, que era pelo y pluma, le hacía ojitos.
De ahí que carezca de importancia el doble tropezón de Sánchez en su discurso agradeciendo la bienvenida de su anfitrión, don William Ruto, presidente de Kenia. «Me siento muy honrado de ser uno de los primeros líderes internacionales (sic) que le visita como presidente de Senegal». «Y tengo muchas ganas de trabajar con usted por España y Senegal». Fue cuando el presidente William Ruto, le interrumpió: «Soy el presidente de Kenia, ¡no de Senegal!» Así comenzó el viaje oficial de Sánchez a Kenia, seguramente asesorado por su esposa, gran experta en África, y el ministro de Asuntos Exteriores. Confundir a Kenia con Senegal es como trastocar Finlandia con Polonia. Kenia, como Uganda, Tanzania –antes Tanganyka– y Orange, fue colonia del Imperio Británico, en tanto que Senegal, como Dahomey, Argelia, Sudán, Camerún y Malí, pertenecieron a Francia, igual que el Congo al Rey exterminador Leopoldo de Bélgica, Angola y Mozambique a Portugal, y Fernando Póo, Rio Muni , Ifni y el Sáhara Español, a España. Se entiende el mosqueo de don William Ruto. Es visitado por un autodenominado «líder internacional» y le suelta en Nairobi, capital de Kenia, que está muy contento por haber viajado a Senegal. En fin, que se entiende el barullo que lleva en la cabeza nuestro chisgarabís, por muy líder internacional que se considere.

Más de Alfonso Ussía​

 

No y no ¡qué susto!​

Un legionario de bronce con el arma en trance de combate y con la bayoneta calada no es de recibo para nuestros políticos. Ellos hubieran preferido un legionario portando un ramo de flores y, a ser posible, con una coleta surgiendo del chapiri y con un deje de blandura en la posturita​

05/11/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg

Para celebrar el centenario de la fundación de la Legión, el Ayuntamiento de Madrid impulsó la creación de un monumento conmemorativo, que encomendó al magnífico escultor Salvador Amaya, autor de la escultura que inmortaliza, en la plaza de Colón, al heroico Blas de Lezo. Unen a Blas de Lezo y al fundador de la Legión, el general Millán-Astray, sus mutilaciones físicas en acciones de guerra. El vencedor en Cartagena de Indias contra la impresionante flota inglesa al mando del Almirante Vernon y el general Millán-Astray perdieron en combate un ojo, un brazo y una pierna. La escultura legionaria representa a un legionario anónimo, con su fusil y la bayoneta calada, en posición preventiva. «¡ Madre mía, qué susto, no vamos a la inauguración, no y no!», se ha oído en el cercano Ministerio de Defensa. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida ha invitado al acto de inauguración del monumento, que se celebrará el próximo martes 8 de noviembre, a la llamada cúpula del Ministerio de Defensa, invitación que ha sido rechazada, porque un legionario de bronce con el arma en trance de combate y con la bayoneta calada no es de recibo para nuestros políticos. Ellos, de haber sido consultados, hubieran preferido un legionario portando un ramo de flores y, a ser posible, con una coleta surgiendo del chapiri y con un deje de blandura en la posturita. Pero con el arma y la bayoneta calada ¡Qué horror, qué espanto, qué susto! Y para colmo, apuntando hacia las estatuas de Largo Caballero e Indalecio Prieto, en la acera enfrentada de La Castellana. Porque ahí tienen razón los políticos del Ministerio de Defensa. En el monumento al legionario no se advierte ningún detalle medioambiental, ni LGTBI, ni referente al cambio climático, ni a la transexualidad, nada, nada, nada. Salvador Amaya, el escultor, no ha reparado en esos pequeños detalles que hoy en día son obligatorios. Y ha dibujado, bocetado y esculpido un legionario que representa a todos los legionarios que han pasado con orgullo y honra por la Legión en 102 años.
Y claro, en el Ministerio se han asustado de lo lindo. Porque el legionario de Salvador Amaya se las trae. «¡Qué aspecto de machista y maltratador!», habrá comentado la subsecretaria, altamente conmocionada por la elementalidad militar del monumento. «Parece un legionario en acción de combate, señora ministra, y eso sí que no. Usted no va, ni yo, ni el de más allá. ¡Qué susto de estatua!».
Lo que tendría que haber sido un acto civil y militar se ha quedado en lo primero. La Legión lleva 102 años defendiendo a todos los españoles. Más de 10.000 caídos por España. Siempre, los más aplaudidos por el pueblo llano en los desfiles. En las misiones internacionales, el máximo reconocimiento por sus servicios por parte de los ejércitos aliados.
No existe el cansancio, ni el hambre, ni la sed, ni la ambición personal, ni el egoísmo en un legionario. Si hay que morir por acudir en auxilio de un compañero, sea la muerte bienvenida. En los tercetos del soneto a los infantes del poeta Amós de Escalante, se resume al legionario.
No hay a su duro pie risco vedado.
Sueño no ha menester, quejas no quiere.
Donde le ordenan va, jamás cansado.
Ni el bien le abruma ni el desdén le hiere.
Erguido, valeroso y abnegado,
Pelea por España, triunfa o muere.
El propio autor del monumento al Legionario, lo ha recordado en un mensaje: «Todos los que queráis honrar a la Legión y a sus más de 10.000 caídos por España lo podréis hacer en un acto civil, no militar por órdenes políticas, que tendrá lugar el próximo martes 8 de noviembre a las 17 horas en el paseo de la Castellana esquina a la calle Vitruvio».
Buen emplazamiento. En los jardines de la Escuela de Ingenieros Industriales, el Museo de Ciencias Naturales, y el feo, pero simbólico por lo que representa, monumento a la Constitución de 1978, la que desean fulminar con trampas y socios traidores los actuales gobernantes. Los que ven a un legionario de bronce, 102 años de valor, sacrificio, vida y muerte por España y gritan aterrorizados. ¡Qué horror, qué susto, un soldado con la bayoneta calada! No vamos.
Pues mejor.

Más de Alfonso Ussía​


 

Tenorio y Tenoria​

Noviembre, el mes de Don Juan Tenorio, que todavía ha sobrevivido a la mamarrachada nauseabunda del «Halloween»​

06/11/2022Actualizada 01:30
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


Hoy, descanso de la política. Noviembre, el mes de Don Juan Tenorio, que todavía ha sobrevivido a la mamarrachada nauseabunda del «Halloween». Me centro en el Tenorio de Zorrilla, no en «El Burlador de Sevilla» de Tirso de Molina, que es un tostón. En su ensayo de Don Juan, el doctor Marañón, afirmaba que la supuesta virilidad y capacidad de seducción del Tenorio, escondía un alma feminoide. Muñoz-Seca, con la colaboración de Pérez Fernández, estrena «La Plasmatoria». Un invento mediante el cual los muertos vuelven por unas horas a la vida. Y lo primero que pregunta Don Juan Tenorio dirigiéndose al público es la dirección de la casa de Marañón, que ha insinuado en su ensayo que Don Juan pierde aceite por el tubo de escape. -¿Dónde vive Marañón?-.
He asistido a muchas representaciones y diferentes montajes del Tenorio de Zorrilla. La mejor versión, en mi opinión, la protagonizada en el Teatro Español por Carlos Lemos y Carmen Bernardos dirigida, creo recordar, por José Tamayo. No erró Marañón del todo. Pero Don Juan no era mariquita. Sucede que seducía gracias a la capacidad de seducción de sus ayudantes. Sin la envolvente charlatanería de su criado italiano Ciutti, jamás hubiera conquistado a la prometida de su rival, Don Luis Mejía, doña Ana de Pantoja. Sin la entusiasta colaboración de Brígida, la dueña de doña Inés, la hija del Comendador, jamás habría triunfado. Es Brígida la que, leyendo con ardor un poema de Don Juan a su pupila entre las paredes del convento, pone a doña Inés como una fragua. «Luz de donde el sol la toma/ hermosísima paloma/ privada de libertad ;/ si os dignáis por estas letras/ pasar vuestros lindos ojos,/ no los tornéis con enojos/ y concluir, acabad».
Y doña Inés, como un brasero. No por los versos, que son malos, sino por la emoción añadida por Brígida, que recitaba de dulce. Y Don Juan, acude a la cita con Mejía, le gana la apuesta, manda a Ciutti que convenza a la Pantoja, rapta del convento a doña Inés, se la lleva a su quinta del Guadalquivir con Brígida de paquete, y claro, aquello terminó como el rosario de la aurora, con el Comendador y don Luis atravesados por la espada de Tenorio.
De la princesa Real
A la hija de un pescador,
Ha recorrido mi amor
Toda la escala social.
Hasta finales del XX, existía en Madrid, en la calle Santiago, un restaurante privado , «El Figón de Santiago», cuya contraseña para acceder era la del comendador y el mesonero de la Hostería del Laurel. Una puerta de madera de roble con un ventanuco. Se golpeaba la puerta con un aldabonazo y al abrirse el ventanuco se establecía la gracia de los octosílabos del hostelero y el Comendador.
-La Hostería del Laurel?-;
- En ella estáis caballero? –
-Está en casa el hostelero?-;
-Estáis hablando con él-.
Y el portón se abría y daba paso al cliente.
Zorrilla no calcula bien los tiempos. En una hora, don Juan sale de la Hostería del Laurel, y ordena a Ciutti que encienda a la Pantoja, convence a doña Inés con la ayuda de Brígida, le hace el amor en la quinta sita en lo que hoy son Los Remedios, desflora a doña Inés, atraviesa el Guadalquivir, y hace lo mismo con doña Ana de Pantoja, todo eso en una hora, lo que da a entender que los arreones del Tenorio eran como los de un conejo, o que pegaba unos gatillazos de órdago, o que las mujeres de su época, inexpertas y puras, se conformaban con muy poquita cosa. Porque a partir de la seducción de la novia de don Luis, Don Juan no vuelve a comerse una rosca en toda la tragedia, que transcurre del amor a la muerte, la muerte hablada de las estatuas de doña Inés y el Comendador, que no perdona a Don Juan ni por casualidad.
Y Zorrilla, que rima a la perfección, no trabaja la consonante con Tenorio. Siempre usa del «notorio», lo cual abre la puerta de la sospecha de haberla escrito a tiempo contratado. Porque rimas con Tenorio hay muchas. Abalorio, casorio, conservatorio, consistorio, dormitorio, emporio, escritorio, oratorio, repertorio y hasta la trainera de Orio, si bien en sus tiempos no existían las regatas de traineras, y de existir, los remeros de Orio no se entrenaban en el Guadalquivir.
No obstante, y a pesar de sus limitaciones, la comedia dramática y trágica de don José Zorrilla, es una delicia, además de una tradición. De las más representadas del teatro español. Las últimas andanzas de un bocazas presumido y conquistador de mujeres a cuenta ajena. La tradicional cita de los españoles con el Día de Todos los Santos, hoy herida por la estúpida noche del «Halloween» que es el mal gusto importado por los cursis y para los cursis. Pero de seductor, nada. Don Juan era flojito. Y bastante facha, según se dice ahora de los que no son socialistas, comunistas, terroristas o independentistas. Lo ha declarado la abogada Cristina Almeida: «Bertín Osborne me propuso s*x*, y yo lo rechacé, porque es un facha».
Habrá que escribir La Tenoria para inmortalizar su resistencia ideológica ante la seducción. Podría superar al Tenorio de Zorrilla, ese pobre hombre.

Más de Alfonso Ussía​

 

Esa gentuza​

Fueron detenidas, y por lógica, ya estarán en libertad, libres de toda culpa, crítica o amonestación, porque nadie del Gobierno ha abierto la boca​

07/11/2022Actualizada 09:05
2961F65FBF3061ED35723661ED32D5.jpg


No son, como ellos se denominan y los pesebristas informativos les siguen la corriente, ecoactivistas, o militantes climáticos o medioambientales, o simplemente ecologistas. Son, además de imbéciles, terroristas del Arte, ecodelincuentes, maleantes, vagos necesitados de unos minutos de gloria por atentar contra el patrimonio, no sólo de los españoles, sino de la humanidad. La parejita que pegó sus manos a los marcos –centenarios, por cierto–, de las Majas de Goya en el Museo del Prado de Madrid, dicen pertenecer a un movimiento medioambiental que responde al nombre de «Futuro Vegetal». Consecuencia de la incultura, de la vaciedad, de la estupidez, de la insuperable capacidad de asumir los mensajes de la mentira. ¿Qué tiene que ver el futuro vegetal con las obras de arte? Dicen ser mujeres. Perdón por escribir «mujeres», que es muy facha. Ahora hay que decir «personas con vagina», «personas gestantes», «personas con vulva» o «personas menstruales», es decir, guarraditas. Parece ser que se llaman Sam y Alba. Una de ellas, la primera que pegó su mano derecha al marco de La Maja Vestida mientras la otra pintaba en la pared de la sala, se quitaba después la sudadera –en este caso el nombre de la prenda de vestir es correcto–, y se pegaba posteriormente la mano izquierda en el marco de la Maja Desnuda –ninguna reacción por parte de los vigilantes–, muy femenina no era. Dada su condición de futuro vegetal se acercaba más al aspecto del pepino que de la remolacha. Y con una voz algo más grave que la de John Wayne. La segunda, la bajita –¿Sam o Alba?–, se encaró con los visitantes del Prado que les decían de todo, porque hubo reacción. En el Museo de La Haya, mientras una pareja de forajidos pringaba de puré a la «Joven de la Perla» de Johanes Vermeer, no se dio la reacción indignada del público. En El Prado tuvieron que ser protegidas por los que protegen con bastante lentitud las obras de arte, que ya estaban avisados de posibles visitas malolientes e indeseables. Al menos, se ha confirmado que hace cuatro días, la Presidente de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, habló con el ministro de Cultura –cuyo nombre he olvidado por completo por su innecesariedad–, para trasladarle su preocupación por los débiles controles de acceso a la considerada mejor pinacoteca del mundo. De no haber sido expulsados de la sala donde se exhiben las Majas Goyescas, Alba y Sam o Sam y Alba, habrían abandonado el templo de la pintura con más de un chichón en las puntas de sus remolachas. Fueron detenidas, y por lógica, ya estarán en libertad, libres de toda culpa, crítica o amonestación, porque nadie del Gobierno ha abierto la boca. Ellas, las del Futuro Vegetal, son dos delincuentes del rollo ecocomunista, admiradoras de Greta Thunberg, de las veganas, y participantes activas de la farsa climática, y cuentan con las simpatías de nuestro Gobierno multinacional, multicultural, multiantiespañol, y séame permitido el desahogo, multigilipollas.
Esas nenas, nada tienen de activistas medioambientales. Son delincuentes de probada acción penal contra el patrimonio artístico y cultural de España. Otro día, de seguir amparándolas, alimentarán con puré a las Meninas de Velázquez, al Cardenal de Rafael, a la Familia de Carlos IV de Goya, o al Jardín de las Delicias de Jheronimus Van Aken, familiar y artísticamente conocido por El Bosco. Porque estos golfos no se van a detener si no son detenidos previamente por los servicios de seguridad y acceso de todos los museos del mundo libre. El Hijo Pródigo de Rembrandt en el «Hermitáge» de San Petersburgo está a salvo. Saben que Putin no se anda con rodeos. Que una cosa es el Futuro Vegetal y otra muy diferente, el riesgo personal.
Sam y Alba, sean hombres o mujeres, además de componentes del estúpido movimiento Futuro Vegetal, no tienen otra calificación que delincuentes. Profesionales de una nueva delincuencia organizada contra el Arte de los genios, que fueron unos fachas y unos retrógrados, amén de degustadores de carnes, y retratistas de Reyes. Mucho cuidado, Felipe IV Velazqueño, que van a por ti.

Más de Alfonso Ussía​

 
Back