A esa señora se le ha olvidado de que ella misma se ofreció y al ser rechazada juró odio eterno al rechazador y no hay chisme o invención que no haya salido de su rencor, ¡anda y que la ondulen! menuda arpía rencorosa y maledicente. Que cuando el entonces Rey (con teléfonos fijos) hablaba con alguien, ella (por lo visto) presente (¿dónde estaría escondida? ¿debajo de una mesa?)en el lugar de la conversación no solamente oía al Rey sino que además ¡sabía lo que le decían al otro lado del teléfono!,