¡Hola, prim@s!
Pues viendo este tema, me he animado a contaros una experiencia que viví en mis comienzos como Vigilante de Seguridad, a finales de los 90.
Me tocó realizar servicios en un gran hipermercado, que tenía dos turnos de trabajo: de día y de noche, 12 horas por turno. Lógicamente, el turno de noche era una gozada, en el sentido que básicamente consistía, una vez cerrada la sala de ventas, en pasar la noche oyendo la radio o leyendo, en una mesita junto a la puerta del almacén, y realizar rondas periódicas por la línea de cajas y refrigerados, más que nada por si había una fuga de agua, un corte de fluido eléctrico, y cosas así. El hiper estaba cerrado a cal y canto, por lo que no era probable que se colara algún amigo de lo ajeno.
Por entonces era muy aficionado a los temas de misterio y no me perdía ni un sólo programa del malogrado Juan Antonio Cebrián, "La rosa de los vientos".
Esa noche, hacían un especial sobre psicofonías. Tema ideal para oír cuando estás completamente solo y medio a oscuras, como era mi caso.
Cuando hubo finalizado el programa (creo recordar que sobre las 03'00) inicié la ronda por sala, no teniendo mejor idea que gritar: ¡¡Manifiéstate!!
momento en el cual el pitido de alarma de uno de los arcos antirrobo comenzó a sonar. No voy a entrar en detalles de cómo salí despavorido de la sala, para atrincherarme en la mesita, contando los minutos a que llegara el relevo, a las 06'00. En efecto: pérdida total de dignidad.
Al cabo de unos días, aprovechando que personal de mantenimiento de los arcos de seguridad se encontraba en labores propias, les conté lo sucedido. Además de las risas, me comentaron que no era un hecho inusual el que los sensores se activaran por sonidos resonantes en espacios cerrados (mi voz, en este caso), o música alta y similares. Eso me dijeron.
En cualquier caso, desde entonces sigo a rajatabla una máxima que leí una vez:
"Nunca abras puertas si no estás seguro de poder cerrarlas de nuevo".