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Sostenella y no enmendalla​

Cuando se llama tarado a un golpista que huye escondido en un maletero, envainársela es lo más adecuado para seguir viviendo a cuerpo de emir gracias a la generosidad de la Nación golpeada
12/06/2022Actualizada 01:50
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Contaba Jaime Campmany que en una localidad murciana, las dos familias predominantes se aborrecían. En la pequeña feria organizada por la fiesta patronal y local, tomaba una copa de más un varón de la familia A y pasó por delante de la caseta una mujer de la familia B, de gran tamaño y generosa obesidad. El hombre de la familia A al paso de la señora gorda del clan rival, le soltó una inconveniencia zoológica: «Adiós, hipopótama». Y se armó el lío. Puñetazos, golpes, gritos, sillas voladoras y tumulto. Fue detenido el faltón de la familia A, pero el juez de paz intentó una reconciliación entre las dos partes siempre que el bocazas de la familia A se disculpara ante la gorda de la familia B.
«¿Reconoce usted que ha faltado al honor y al respeto de la señora cuando le dijo que era una hipopótama?». «Lo reconozco, señoría». « ¿Se disculpa ante la señora?»; «Me disculpo, señoría». «Señora, ¿acepta usted las disculpas del señor?»; «No es un señor, pero las acepto». «En tal caso, el señor se disculpa, la señora acepta las disculpas, se firma el acta y cada uno a su casa. En dos minutos les pasamos el acta para la firma». Llegó el acta, firmó el varón insultador, firmó la mujer insultada, firmaron los testigos de cada parte, firmó el juez de paz, y cuando ya estaba todo firmado, rubricado y confirmado, el faltón le formuló al juez la siguiente y comprometida pregunta: «Señoría, ¿a las hipopótamas se les puede decir «señoras»? El juez titubeó. Y aprovechando el titubeo y la duda, el bocazas se dirigió a la gorda: «Beso sus pies, señora». Y abandonó la sala. Sostenella y no enmendalla se llama esa figura.
El que no sostiene nada y enmienda todo es otro tipo de bocazas, aún peor educado que el protagonista del anterior sucedido, pero con menos integridad que una muralla de gominolas. Rufián. Sí, ese pobre hombre que sufre todos los meses percibiendo su sueldazo del Congreso de los Diputados de una nación extraña. Anunció que dejaría el escaño en seis meses y lleva más de tres años percibiendo con humillación su sueldo, sus dietas, sus ventajas fiscales, su teléfono móvil, su tableta, sus billetes en clase preferente y su ayuda a la vivienda cada vez que se desplaza a la capital del país extranjero que le paga todo, Madrid. Rufián no es gracioso, y proviene de Almería, que es una provincia híbrida de Andalucía y Murcia, precisamente.
Se le fue la boca, y calificó en público al forajido del maletero, a Puigdemont, de «tarado». Los independentistas se llevan muy bien, y ésta es la muestra. Pero nada de sostenella y no enmendalla. Fue llamado por el pequeño Aragonés, presidente de la Generalidad de Cataluña e hijo y nieto de alcaldes y empresarios franquistas, y con la gallarda firmeza que le caracteriza, le chorreó a Rufián, obligándolo a rectificar su calificativo referido a Puigdemont. Recuerdo su frase textual. «Puigdemont es un tarado». Y cuando todos esperábamos una reacción digna y firme de Rufián, éste se disculpó casi con lágrimas a punto de cauce y arroyuelo asomando a sus ojos, temblor de barbilla y voz asustadita. Este Rufián, que es un faltón permanente, se la envaina a la primera.
Lo malo es que eso se contagia. Y quizá el contagiado es él. Cuando se llama tarado a un golpista que huye escondido en un maletero, envainársela es lo más adecuado para seguir viviendo a cuerpo de emir gracias a la generosidad de la Nación golpeada.
Cobardica Rufián. En el colegio, cuando alguien acusaba a otro, o hacía de chivato, o lloraba por un balonazo, le decíamos «nena».
Rufián: nena.

Más de Alfonso Ussía​

 

EL DESENCANTO​

Creo que la perspectiva de lo que fue España es la razón de mi hundimiento, que espero que sea efímero. España es hoy en día un interminable cielo gris
junio 10, 2022
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Hay días terribles en la vida de un escritor. Días de depresiones y desencantos. Mucho tiene que ver la meteorología. La lluvia anima, aunque muchos no lo crean. Lo que hunde poco a poco el ánimo del que escribe es el ambiente. Esos días plomizos y grises en los que todo sale mal. O mejor, en los que nada sale bien, que es imprescindible el matiz.

Creo que la perspectiva de lo que fue España es la razón de mi hundimiento, que espero que sea efímero. España es hoy en día un interminable cielo gris. Para mí, que Larra eligió un día como el de hoy para escapar de sus melancolías. El ánimo no se explica ni se deja explicar.

Se cuenta de un Gobernador Civil del Régimen anterior. Se dejaba llevar por el alivio de las injusticias. –A ver, Martínez, he decidido solicitar al ministro su traslado. Y el ministro me ha autorizado a ello. Mañana será oficialmente notificado al respecto. No estoy descontento de su labor. Es formal, cumplidor, puntual y respetuoso. Cuando a un alto funcionario formal, cumplidor, puntual, respetuoso y además competente, se le traslada a otro lugar, hay que apoyarse en algún motivo. Yo no me he apoyado en motivo alguno para solicitar su traslado. Esa falta de motivación es la que consolida mi poder. Y por ello, he recomendado que sea usted destinado a Tarragona. Entiendo que es una faena, pero cuando me aburro, ese tipo de canalladas me liberan del desencanto. Sí, Martínez, lo sé. Que tiene usted seis hijos en edad escolar y están encantados en su colegio. Que su mujer, al fin, ha encontrado un piso de alquiler cómodo y espacioso, y además, a una manzana de distancia del colegio de sus hijos. Que se ha aclimatado y tiene un grupo de amigos y conocidos que le hacen la vida más agradable. Por eso he pedido su cese. Estoy harto de que la gente a mis órdenes sea más feliz que yo. Me paso el día discutiendo. Mi carácter se ha avinagrado, y usted no deja de mostrarme con su permanente sonrisa que es un hombre feliz. Le advierto, Martínez, que una persona exageradamente dichosa es lo más parecido y cercano a un idiota. Pero en su caso, no. Usted no es idiota, si bien me pone en guardia su aparente alegría. Tiene usted cara de pez, Martínez, y me ponen muy nervioso las personas con cara de pez. Por todo ello, y con el fin de calmar mi desencanto con la injusticia, he decidido que sea destinado a Tarragona. Y usted se preguntará por qué a Tarragona. Se lo digo. Me dijo mi secretaria, que usted cuenta unos chistes muy divertidos con acento catalán, y siempre ubica sus ocurrencias en Tarragona. Así que, a Tarragona . Póngame a los pies de su señora esposa. Buenas tardes, Martínez-. _¿Me permite un comentario, señor Gobernador?-. –Se lo permito, Martínez-; – pues permítame que le diga que es usted un hijo de la gran put*-. –Bravo, Martínez, ha atinado-.

Me siento como Martínez. Día triste, nublado, con panza de burra, desaliñado, entregado al desencanto. Lo único que me distingue del desencanto y la depresión de Martínez, es que nadie me ha destinado, al menos por ahora, a Tarragona.

Alfonso Ussía
 

Una memoria objetiva​

¿Habrán llegado a los oídos de sus errados contratantes tramos de voz o de documentos que afectarían al prestigio del IE procedentes de Marruecos?
13/06/2022Actualizada 08:22
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Por aquel artículo perdí muchos amigos. Pero mi obligación moral sobrevolaba a tan lamentable pérdida. Pedro Sánchez había pactado con los estalinistas de Podemos. Pablo Iglesias fue nombrado vicepresidente del Gobierno, y su cuota de ministros inútiles y resentidos, aceptada. Entre ellos, la ministra de Igualdad, en aquel tiempo compañera de hecho, lecho, chalet, piscina, barbacoas, treinta guardias civiles a sus órdenes, niñera , funcionaria de seguridad encargada de calentarle el asiento del coche para que la ministra no sintiera en sus nalgas el frío matutino de Galapagar y tres hijos en común con el vicepresidente comunista. Estaba claro el rumbo que había elegido Sánchez contra España, pactando los apoyos parlamentarios del separatismo catalán y los herederos de la ETA. Por aquel artículo perdí muchos amigos, irrecuperables, y alguno de ellos, amigo íntimo desde la infancia. Mi mujer era amiga desde la niñez de la mujer del protagonista del artículo, yo mantenía muy buenas relaciones con él, y mis hijos y sus hijos se trataban como primos hermanos. Aquel artículo rompió e hirió muchos sentimientos y estableció distancias insalvables. Lo escribí plenamente consciente del daño que hacía a muchos de los míos. Un daño lógico y medido, que no era comparable al terrible daño que se produjo en España cuando se supo la noticia.
Quizá, de los más brillantes y triunfadores, formidable empresario, creador y trabajador empedernido de mis amigos de la juventud, el más destacado era Diego Alcázar y Silvela, Marqués de la Romana, fundador y presidente del Instituto de Empresa, centro modélico de formación de miles de licenciados universitarios en sus diferentes ramas. Un curso en el IE valía – y vale–, mucho más que cien becas como las de Errejón o mil tesis doctorales plagiadas y redactadas por otros del aglutinador de brotes psicóticos que hoy nos gobierna. Tesis que coincidió con un libro que le financió generosamente Planeta –Atresmedia, la Sexta, Onda Cero, La Razón–, cuando su autor no fue Sánchez, sino su chica para todo, la periodista Irene Lozano, que tan extraordinarios cargos institucionales obtuvo a cambio de aquella suplantación.
La noticia no dejaba espacio a la duda. El Instituto de Empresa había contratado a la mujer de Sánchez, Begoña Gómez, como directora de un Proyecto a desarrollar en África. Como si el IE dependiera de dicho proyecto. Como si Begoña Gómez fuera una experta en asuntos africanos, como si la viabilidad del centro de estudios fundado por Diego Alcázar estuviera a expensas de la extraña contratación. No se hicieron públicas ni las condiciones ni las obligaciones laborales de la experta africana, que confundía el Senegal con Nigeria, Tanzania con Kenya y Costa de Marfil con la Costa Brava.
Al día siguiente de publicarse el artículo, se presentaron en mi casa montañesa el Marqués de La Romana, que acudió acompañado del Duque de Híjar, amigo mío desde antes de la memoria. Venían de Madrid a darme unas explicaciones que yo no les había pedido, menos aún al Duque de Híjar, que ya estaba jubilado. Fue una reunión educada, pero tensa. Defendió su decisión Diego asegurándome que se trataba de una contratación muy favorable para la empresa. Le respondí que no siempre las contrataciones políticas son beneficiosas, y menos aún, en el caso que nos ocupaba. Que había contratado a la mujer – y peor influencia- de un presidente del Gobierno que había formado un gabinete con enemigos de España, de su unidad y de su libertad, y que, desdiciéndose una vez más, se apoyaba en el Congreso en los votos del separatismo catalán, del separatismo vasco y de los herederos de la ETA. Con toda amabilidad nos despedimos, y hasta hoy.
Y hoy me llegan noticias, no del todo confirmadas, de la ruptura laboral o de colaboración especial entre el IE y la experta en África. Es decir, que el Instituto de Empresa ha dejado de pagar un pastizal a la mujer de Sánchez por no hacer absolutamente nada. Y me apena, más que nunca, la nefasta decisión que años atrás tomó Diego Alcázar, a sabiendas de su gravísimo error. Esa mujer, que llenó de sombras una institución con prestigio en todo el mundo, no valía para nada. No hay que responsabilizar exclusivamente al Marqués de la Romana de aquel extravagante paso. Pedro Argüelles, ex Secretario de Estado de Defensa con Pedro Morenés durante el Gobierno de Rajoy, y el nervioso Juan José Güemes, antiguo parlamentario de la Asamblea de Madrid con el PP, se mostraron entusiasmados con la contratación de la señora Gómez.
¿De qué se habrá enterado el IE para prescindir de su indolente e ignorante fichaje político? ¿Habrán llegado a los oídos de sus errados contratantes tramos de voz o de documentos que afectarían al prestigio del IE procedentes de Marruecos? Todo se sabrá a su debido tiempo.
De lo que me alegro, porque su obra no merecía tan monumental despropósito, es de la recuperación hacia la normalidad del IE, que se ha liberado de una hipoteca infectada. Pero deshacer lo que tan mal se hizo sólo puede tener una explicación. El mal superior que habría llegado en el caso de mantener semejante anomalía en nómina o en sobre sin recibo.
Y me alegro por el Instituto de Empresa, Diego Alcázar, y su impecable trayectoria hasta el tremendo tropezón. «Pegasus» puede ser la causa. Expectante me hallo.

Más de Alfonso Ussía​

 

GRANDES RECETAS​

Ningún presumido maestro de esa cosa, se atrevería a llevar a la práctica la teoría gastronómica y culinaria de Tip.
junio 14, 2022
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La mayoría desconoce que Luis Sánchez-Polack, Tip, genio entre los genios, además de magnífico poeta humorístico y recopilador de los “Santos Varones”, escribió un libro de recetas de cocina, “Las Recetas de Tip”. Se adelantó a los tiempos de la Nueva Cocina. Ningún presumido maestro de esa cosa, se atrevería a llevar a la práctica la teoría gastronómica y culinaria de Tip. El libro es una joya, y hay que dosificar el oro.

Tip no era un gran comilón. Su aspecto dejaba entrever lo contrario. Comía a destiempo, después de prolongadísimos aperitivos. Un día, en Valencia, nos sentamos a comer Antonio Mingote, Antonio Ozores, Tip y el que escribe. En la carta se ofrecía, entre otros muchos platos, Conejo a la Valenciana. Los Antonios y el que escribe encargamos un arroz con más arroz que el arroz que se ofrece habitualmente en Valencia. Y Tip solicitó al propietario del restaurante, un tipo amabilísimo “Bosquejo de Conejo a la Valenciana”. El dueño del local le corrigió: -Don Luis, señor Tip, tenemos Conejo a la Valenciana, pero no sabemos en qué consiste el Bosquejo de Conejo a la Valenciana-. Tip se incorporó y besó en la frente al propietario. –Criatura mía, buena mujer – se llamaba Manolo-, Bosquejo de Conejo a la Valenciana, como su nombre indica, es un Conejo a la Valenciana con bosquejo previo. Si usted no tiene bosquejo, renuncio al Conejo a la Valenciana y me sumo al arroz que van a degustar estas tres prost*tutas guapísimas que me acompañan. La Mingota, la Antoñita y Alfonsita la Orejona-.

De cuando en cuando, y para alegrar la temporada de verano, recomendaré a los lectores de mi página algunas de las recetas de Tip. Procuraré que sean recetas de platos ligeros y digestivos, y sobre todo, baratos, al alcance de todos. Hoy iniciamos la serie con un plato del que Tip, su creador, se sentía especialmente orgulloso, y que figura en su libro de recetas como una de las más apetecibles y saludables para dormir posteriormente una siestecilla reparadora.

FALLEBITAS DE FORTIMBRÁS

Ingredientes: Dos cañerías, un colador, medio litro de acelgas

Ad-hoc, una rodajita de polvos de talco, seis docenas de vinagre, un pedazo de leche, tres azucareros de sal gorda hasta reventar y varios miles de pedacitos de ajo al nene.

Preparación: Cójanse cuatro fallebitas de Fortimbrás y satúrense lánguidamente hasta conseguir una masa coral compacta.

Una vez churruscados los ingredientes, se bajan las cifras siguientes y se introducen en una pequeña pera de goma o lavativita. Colóquense aquestas en un plato de aluminio, a ser posible de porcelana, y de esta guisa se mantienen durante varios años al baño de María de las Mercedes.

Añádase una mosca rabisalsera de Socuéllamos al despertar la aurora.

Si la aurora es guapa, se procede a despertarla antes.

Preferible servirse en frío.

A ver quién se atreve con las fallebitas de Fortimbrás.

Alfonso USSÍA
 

Terrible beso​

El feminismo es muy pudoroso y estricto simultáneamente, y como no se dio el consentimiento y el besucón era un Príncipe bien vestido, limpio y recién duchado, exige la eliminación de la escena de Blancanieves
14/06/2022Actualizada 01:43
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Vuelven los pulcros rumores. Va a ser cierto que los ánimos de las ultrafeministas han sido colonizados por censores del régimen que tanto aborrecen. Hay una escena en Sor Citroën en la que Gracita Morales se deja ayudar por un guardia urbano. Una humillación para la mujer. Y en Agustina de Aragón, la heroína zaragozana incita y excita al espectador masculino con una frase en la que mezcla, sin pudor alguno, su estado de ánimos con el s*x*: «De indignación, me palpita el pecho». Pero nada que ver con el beso no consentido de Blancanieves.
Me preocupa Blancanieves, pero me preocupa aún más que el odio a la Monarquía de los socialistas, comunistas, podemitas de Stalin, podemitas de Lenin, podemitas de Yoly, podemitas de Belarra y la niñera de Irene, se ocupe también de la Monarquía de la nación del príncipe de Blancanieves. Para mí, que se trata de un Principado centroeuropeo, una especie de Luxemburgo aún más pequeñito con profundas grietas sociales, sin olvidar la crueldad de un racismo digno de estudio y posterior condena. Los enanos eran obligados a trabajar en la mina. Mina, por otra parte, escondida en el frondoso bosque. La Reina era muy mala, y su diaria conversación con el espejo nos hace ver lo poco que le importaba su Reino en comparación con su físico. La inesperada presencia de Blancanieves, que llega al lugar gracias a una beca Erasmus, enfurece a la Reina, e igual que Sánchez, sin consultar con sus asesores, sin acudir al Congreso, sin explicar su proyecto, sólo con la ayuda del espejo mágico que les dice a Sánchez y a la malvada Reina del cuento que son los más bellos, atractivos e inteligentes, la Reina Begoña, envenena una manzana reineta –o verdedoncella, que en manzanas estoy pegado–, y se la ofrece, como Eva a Adán en el Paraíso, a la joven entrometida de Erasmus, que en lugar de acudir a la Universidad de turno, se adentra en el bosque y descubre la casita de los enanos mineros. En la casita de los enanos, y perdón por si me extralimito, Blancanieves lo pasa de cine, sobre todo con Mudito, que a la chita callando, es un jaguar en aquello que todos mis lectores están imaginando.
No le andan a la zaga Gruñón y Sabio, dos obsesos sexuales.
El veneno causa efecto, y Blancanieves se derrumba. Y aquí viene lo que más molesta del cuento. La nación que linda con el reino tirano de la Reina Begoña es un Principado, una Monarquía parlamentaria. Y cuando en el bosque, los enanitos se disponen a inhumar los restos mortales de la joven estudiante y otras cosas, aparece el Príncipe a caballo, desmonta, se enamora de la becaria difunta, y acude hacia ella para besar su boca. La difunta revive con el beso, se abraza al Príncipe, y sin agradecer apenas a los enanitos sus desvelos para con ella, desaparece al trote del caballo agarrada a su Príncipe, mientras Mudito, Gruñón y Sabio se quedan con un palmo de narices.
La Walt Disney Corporation, agobiada por el movimiento de las mentirosas de «Me Too», ha decidido eliminar de la película el beso no consentido. Una joven, como Blancanieves, que ha sufrido un patatús, un pipirlete de esa magnitud como consecuencia de un envenenamiento perverso, no está en condiciones de consentir o no consentir un beso. Es más, si el Príncipe no osculea en los labios a Blancanieves, los enanos la entierran y aquí paz y después, gloria. Pero el feminismo es muy pudoroso y estricto simultáneamente, y como no se dio el consentimiento y el besucón era un Príncipe bien vestido, limpio y recién duchado, exige la eliminación de la escena.
Y a los que se les ha caído el poco pelo que tenían ha sido a los enanitos. La Montero «Chiqui», la andaluzona, ha ordenado la apertura de un expediente sancionador severo a los siete enanos, por haber abusado del trabajo doméstico de Blancanieves durante semanas sin pagarle la Seguridad Social. Como a Echenique. Pero de verdad. Obligándoles a pagar la multa, no como a Echenique que todavía no ha ingresado ni un euro por defraudar a la Seguridad Social con su pobre asistente inmigrante.
En fin, que dejo a cada lector, faltaría más, plena libertad de interpretación de este importante barullo del beso no consentido, de la becaria de Erasmus, del Príncipe vecino, de la Reina Begoña, del desconsuelo de Mudito, Gruñón y Sabio y de la multa a los siete enanitos, sanción a pagar sin opción a vista gorda como Echenique, por defraudar a la Seguridad Social. En fin…

Más de Alfonso Ussía​

 

JORNADA DE REFLEXIÓN​

Una catástrofe electoral del PSOE en Andalucía, su feudo, su finca, su jardín y su mina, puede arrastrar al sanchismo a su fin.
junio 15, 2022
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Se dice campanudamente: “Hoy es la jornada de reflexión”. En el fondo es humillante. Los españoles necesitamos, antes de votar, reflexionar durante todo un día lo que no hemos reflexionado en un año.

Los defensores de la jornada de reflexión aseguran que se trata de un día dedicado al pensamiento. Doy por hecho que el 99% de los andaluces que se disponen a votar el próximo domingo, no precisan de reflexiones impuestas. Ya saben a quién van a votar. No soy adivino. Pero apuesto por una rotunda derrota de las izquierdas. El PSOE camina encorvado por el peso de 680.000.000 de euros robados a los trabajadores andaluces. -¿Cuándo van a devolver los 680 millones de euros que han robado a los andaluces?-, preguntó Macarena Olona a una señora del PSOE con bastante mala pinta. –Eso sí que no se lo consiento-, replicó la socialista. Pero ahí se detuvo. No le fluyeron las ideas ni los argumentos. Y claro, Espadas, un hombre que puede figurarse afable en familia, tiene menos gancho que Echenique de boxeador.

Una catástrofe electoral del PSOE en Andalucía, su feudo, su finca, su jardín y su mina, puede arrastrar al sanchismo a su fin. Y el fin del sanchismo se convertirá en un encadenado período de procesos judiciales, con Alcalá-Meco como el mejor de los horizontes. Va a ganar Moreno Bonilla, Juanma, llamado así porque se llama Juan Manuel. De llamarse Juan Ramón, sería Juanra, y si fuera Juan Pedro, Juanpe. Pero da igual. Creo que bien asesorado es un buen gestor, pero confío muy poco en sus firmezas ideológicas. Y el resto de las izquierdas, muy poquita cosa. La ultraizquierda amistosa y hueca de Yolanda Díaz, y la más agresiva aparentemente de Teresa Rodríguez, no parecen haber despertado grandes entusiasmos. Y nos queda, por último, Juan Marín, el sanluqueño de las torrijas.

No es necesaria una jornada de reflexión, con el calor que hace, para decidir no votar a este hombre tan innecesario y cambiante, que ha estado en cuatro partidos políticos, y que de no salir, Juanma le tiene preparado un carguito bien remunerado.

Como tengo muchos parientes y amigos en Andalucía, me he permitido el abuso de enviarles un mensaje a todos ellos. -¿Váis a reflexionar el sábado?-. Todavía no he recibido ni una sóla respuesta afirmativa. El más escéptico me responde con otra pregunta: -¿Para qué?-.

Se trata de una simpleza pensar que una victoria abrumadora del PP puede devolver la decencia a la política andaluza. La juez Alaya ha estado muy clara y sincera: “El PSOE y EL PP se unieron para apartarme de la instrucción de los ERE fraudulentos”. Prefiero, claro está, una victoria del PP que un buen resultado del PSOE. Pero lo mejor sería que los partidos conservadores y liberales, se unieran para gobernar. Ya lo han hecho en Castilla y León y han empezado a recoger los frutos. De momento, el 50% del dinero que se regalaba a los vagos sindicalistas de UGT y CCOO, se dedicará a fines útiles. Pronto llegará el fin de las subvenciones. Sin Vox, el PP no se habría atrevido. Pero bueno, lo más importante es que el PSOE obtenga un resultado ridículo, menos de 30 escaños. Y se escoñe.

Alfonso USSÍA
 

Visita bastante rara​

Que Bolaños desarrolle sus innatas condiciones de mando en la Moncloa nada tiene de extraño, pero se me antoja bastante raro que sea él, y no el Papa, el que decida los asuntos a tratar en la Santa Sede, por muchos plátanos que lleve de regalo
15/06/2022Actualizada 01:55
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Todo lo que hace Bolaños es raro. Tiene que ser muy listo para haberse convertido en el embajador volante de la cristiandad en España. Su visita a Su Santidad el Papa Francisco ha constituido un éxito, en mi humilde opinión, descriptible. Cuando llegó a la Santa Sede, los elegantes guardias suizos le indicaron que utilizara la entrada del economato vaticano. Los suizos no están obligados a entender a Bolaños. Y Bolaños intentó entrar por el acceso de audiencias especiales, llevando una bolsa para el Sumo Pontífice con un frasco de azafrán, una botella de aceite de oliva, y ocho plátanos de la isla de La Palma. También le llevaba al Papa un libro, un facsímil bellamente encuadernado y que muy pocos han leído desde que fuera escrito e iluminado por monjes medievales. El Papa lo abrió y posó con el libro, pero su interés, desde el primer momento, se detuvo en el frasco de azafrán y los ocho plátanos. Regalar al Santo Padre un frasco de azafrán y ocho plátanos sólo está al alcance de Bolaños. La botella de aceite de oliva apenas llamó la atención de Su Santidad, pero con los plátanos cambió su expresión alcanzando una mirada de extrema felicidad. En el Vaticano no le compran plátanos. Tienen que estar carísimos en los mercados de Roma. Los de La Palma los consiguió Bolaños gratis total, después de anunciar que, al fin, los 200 millones de euros para los damnificados por el volcán que prometió Sánchez que llegarían a la isla en veinticuatro horas, estarán a disposición de los palmeños en las próximas semanas. Y aunque a regañadientes, le enviaron los plátanos. Por su aspecto, y no deseo bajo ningún concepto reducir la importancia del regalo, Bolaños tendría que haberlos elegido menos maduros, porque los plátanos se pasan muy pronto, y para disfrutarlos en su pleno sabor y turgencia, Su Santidad tuvo que consumir el ochote bananero aquella misma noche, porque a la mañana siguiente ya se mostrarían pochos y ennegrecidos. Plátanos aparte, nadie sabe a cuento de qué visitó Bolaños al Papa, porque el gran contencioso que mantiene la Santa Sede con el Gobierno de España es la nueva ley del aborto de Irene Montero y, según parece, lo del aborto no formó parte de la charlita. Con Yolanda Díaz tampoco habló del aborto, y con la embajadora Celaá, menos aún. Me han contado que en el maravilloso Palacio de España, desde que lo habita la Celaá, han sido enviados a los sótanos prodigiosos tapices y reposteros y sustituidos por muebles-bar y rincones con objetos de art decó. Pero no pretendo irme por las ramas. Lo cierto es que, en 30 minutos, desde la sorpresa platanera hasta el último gesto de la despedida, Bolaños no le dejó hablar al Papa del aborto en España. Y ese detalle merece un análisis. Que Bolaños desarrolle sus innatas condiciones de mando en la Moncloa nada tiene de extraño, pero se me antoja bastante raro que sea él, y no el Papa, el que decida los asuntos a tratar en la Santa Sede, por muchos plátanos que lleve de regalo. Me recuerda a una errata de prensa que apareció publicada en el diario Arriba y que fue comentada por el gran Evaristo Acevedo en su Comisaría de Papel de La Codorniz. «Su Excelencia el jefe del Estado ha invitado al presidente de Filipinas, señor Diosdado Macapagal, a visitar oficialmente Francia». Lógicamente, De Gaulle se molestó por ese abuso de confianza. Y Bolaños no había nacido todavía, para bien de aquellos tiempos.

En resumen. Una visita rarísima la de Bolaños con su bolsa de plátanos a Su Santidad el Papa. Es de esperar que, al menos, nos sea explicado por el Padre Ángel el motivo de la misma.

Más de Alfonso Ussía​

 

PLAYAS​

–Señora, usted es la madre de diez hijos, ocho de ellos varones, todos educados y corteses. Pero son primos de Leonor Ussía, que escandaliza todos los días a los bañistas.
junio 17, 202

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Con los calores tórridos, que han superado en Cantabria y Asturias los 35 grados, las playas han sido habitadas. La mar rompe cálida y las olas del norte avisan poco a poco la llegada del nortazo loco, de la galerna. En mi niñez las playas de San Sebastián no frecuentaban los días de viento sur. El municipal Elósegui, multaba con diez pesetas a los bañistas que se cambiaban fuera de las carpas o de los toldos, y con cincuenta pesetas a las españolas con biquini. –Señorita, usted lleva un biquini muy reducido de materia textil y mi deber es sancionarla. – Señor agente Elósegui, se trata de la mademoiselle de mis hijos-: en tal tesitura, señora, si ella es francesa puede seguir con el biquini, pero le advierto que de ser el mismo el que se ponga mañana, será multada por mi autoridad-. A las francesas les autorizaban el biquini, en tanto que a las españolas se les obligaba a embutirse en un traje de baño completo, dejándolas a merced de las atractivas francesas. Hoy, el agente Elósegui, tendría que depositar en el almacén de objetos inservibles su cuaderno de multas y su bolígrafo Bic naranja. En los extremos de las playas todas las mujeres van en Topless o en pelotas, y la cantidad de ellas es tan considerable, que en conjunto pierden interés.

Mi prima Leonor Ussía era muy avanzada Y se empelotaba en Ondarreta. El párroco de la parroquia del Antiguo rogó a mi madre una visita en el despacho parroquial. –Señora, usted es la madre de diez hijos, ocho de ellos varones, todos educados y corteses. Pero son primos de Leonor Ussía, que escandaliza todos los días a los bañistas y las tradicionales familias decentes que acuden a la palaya en pos del reconfortante refresco corporal-. Mi madre no conocía a la oveja negra de mi familia, que por otra parte, era simpatiquísima y estaba como un blinis de caviar iraní. -No tengo influencia sobre ella, señor párroco. Es más; no la conozco. -. Pero ello cercenó nuestra libertad. Cuando llegaba la prima Leonor a la playa, nuestras cuidadoras nos obligaban a volver a casa. Aquel verano, nuestra prima Leonor, fue sorprendida en la carpa de una familia muy conocida haciendo porquerías estivales con un barquillero de Ondarreta. – Si me regalas un barquillo, yo te regalo mi Bidasoa-.

El Bidasoa, río mítico
, siempre sugerente y saltarín, con su isla de los Faisanes en el centro del curso. Isla francesa tres días a la semana, española durante tres días, y el domingo, excesivamente poblada por las pasiones pecaminosas. Decidí un domigo, liberarme gracias a mentiras y triquiñuelas de la autoridad de mi madre, y acudí a la isla de los faisanes. Guateque en traje de baño. Baile agarrado con chicas en biquini. Aquello me pareció que era lo más cercano al Paraíso terrenal. Me elaboraba a una francesa llamada Jocelyne – ¡¡Dios la mentenga como en aquellos tiempos!!, cuando llegaron los guardias civiles y los gendarmes para proceder a nuestra expulsión. Y volvimos a la paya de Ondarreta, al agente Elósegui, a la persecución de Leonor, y a las tres horas de digestión para rozar la orilla con la punta del pie. Fue terrible ver como mi prima fue retenida por tres municipales por mostrar sus t*tas a la comunidad playera. Días más tarde, se casó con el agente Elósegui, que la tenía entre ceja y ceja. Cuando fui a felicitar al agente por casarse con mi prima, el agente Elósegui se mostró seco: Lo hago por España, porque tu prima necesita autoridad. Es muy putusima.

Se fugó con un francés. No supimos más de ella, Las playas se mostraron tristes y vacías.

Alfonso USSÍA
 

Paletos​

Ya me dirán ustedes qué influencia puede tener en unas elecciones en Andalucía una foto con Obama. Puedo estar equivocado, pero intuyo que ninguna influencia
16/06/2022Actualizada 12:40
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El paleto tenía que presentarse a un acto electoral en una localidad andaluza, pero lo suspendió. Bolaños, que acababa de regalarle ocho plátanos al Papa, movió con prontitud los hilos de la improvisación. El paleto había sido informado de que su ídolo, Barack Obama, se disponía a pronunciar una interesante conferencia en Málaga, organizada, convocada y remunerada por la Digital Enterprise Show. Y el paleto sucumbió a la tentación. No resultó sencillo, pero Obama accedió a hacerse la foto con el paleto mientras intercambiaban frases de cortesía. Posteriormente, supimos por boca del sublime hortera que habían hablado del cambio climático, la digitalización y los desafíos actuales y futuros de nuestra sociedad. En cinco minutos hablaron de todo eso. Me lo creo, porque con Biden, en los pasillos de la OTAN, conversó en 17 segundos de la inmigración, el precio de la energía, la amistad hispano-estadounidense, y aún tuvo tiempo para invitarlo a pasar un fin de semana en La Marismilla. Cuando la conversación alcanzaba la cima del interés, la organización se llevó a Obama y el paleto restó feliz porque la foto había salido muy bien. Fue lo último que le dijo: «Señor Obama, cuando tenga la foto pasada al papel, se la mando y me la dedica de esta manera: 'A Pedro Sánchez y su distinguida esposa Begoña, con admiración y profundo cariño. Barack Obama'». Todavía no la ha recibido.
El problema es que las paletadas, o las paleterías, son contagiosas. Y al finalizar el tostón de su conferencia, Barack Obama accedió también a hacerse una foto con Juanma. Menos expresiva, hay que reconocerlo. Juanma, que es ingenioso a más no poder, le soltó una ocurrencia tronchante, aunque Obama no terminó de asumir su gracia trianera. «Señor Obama, encantado de conocerlo. ¿A que no sabe por qué usted y yo somos iguales?». Obama no daba con la respuesta ni la solución. Y al fin, Juanma, con esa sonrisa y ese salero que Dios le ha dado, se la ofreció.
«Porque usted, Barack, es moreno, y yo me apellido Moreno». Extinguida la carcajada, Juanma se disculpó: «Perdone este abuso de confianza, pero no lo puedo remediar, soy muy guasón». Y para rematar la faena, al amparo del revuelo del capotillo, Juanma remachó: «Esta foto es mucho mejor que la que me hice hace pocos días con una vaca».
Y es que la gracia se tiene o no se tiene.
Cuando Espadas, el agudo e instruido candidato socialista, se enteró, ya era tarde. Obama se había largado con el fajo de billetes calentito rumbo a los Estados Unidos. «Si me hago la foto con Obama, gano las elecciones». Lo cierto es que algo tendrá el agua cuando la bendicen. A mí, y perdón por introducirme en el texto, Obama no me dice nada. Y como tengo entendido y comprobado, que yo tampoco le intereso a él, la posibilidad de culminar mi aldeanismo paleto con ese expresidente de los Estados Unidos tan confuso, es inexistente. Pero ya me dirán ustedes, mis lectores en El Debate, qué influencia puede tener en unas elecciones en Andalucía una foto con Obama. Puedo estar equivocado, pero intuyo que ninguna influencia. Son cosas de paletos, que los hay en todas partes, si bien en España proliferan, y quien no lo crea, que visite el nordeste.
¡¡Una foto con Obama!!
Bien, ¿y qué?

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La demócrata​

Si ganan las izquierdas, hay que celebrar la inteligente y libre elección de los andaluces, y si ganan el centro o la derecha, hay que quemar las calles
17/06/2022Actualizada 01:38
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El fanal de Ribadesella, la luz permanente del oriente de Asturias, la sutil mujer que reúne en su materia y espíritu la inteligencia de Clara Campoamor y la gracilidad felina de Sharon Stone –me refiero, claro está, a doña Adriana Lastra– pudo ser considerada como una gran matemática hasta que un pequeño desliz, una nimiedad pronunciada en público, obstaculizara su porvenir en el mundo de las Ciencias Exactas. Un error susceptible de ser cometido por cualquier estrella de la política excesivamente abrumada por sus muchas ocupaciones. Doña Adriana, quizá con su pensamiento centrado en su lujoso ático recientemente adquirido, aseguró que quince por tres (15x3) daban por resultado 37, y no 45, como creíamos hasta la fecha. No obstante, la impresionante valía personal de la simpática doncella impulsó a ser designada por su protector, descubridor y mentor Pedro Sánchez, vicesecretaria general del PSOE, que es una responsabilidad a tener en cuenta. Por una razón muy sencilla. Ella es la centinela de la pulcritud democrática del nuevo socialismo que, por otra parte, es viejísimo, porque nació en el despacho de Largo Caballero, aquel dirigente del PSOE que no tuvo más remedio, en bien de la humanidad, que ordenar que fueran fusilados muchos de sus adversarios. No lo hizo por maldad, sino por limpieza. Faltaría más.
La demócrata doña Adriana ha pedido el voto a las izquierdas en la elecciones autonómicas andaluzas a celebrar el próximo domingo, 19 de junio. El fundamental argumento no puede ser más democrático: «Para no tener que invadir las calles el lunes 20». Hay que entender a doña Adriana. La señora Lastra es demócrata, pero antes que ello, socialista. Y una buena socialista no acepta que los partidos liberales y conservadores asalten con los votos de los ciudadanos las urnas. Porque, de acuerdo con las encuestas y las previsiones publicadas por los expertos, lo del domingo puede ser interpretado como una agresión de los votos de los andaluces a la democracia de Adriana Lastra. Como buena socialista demócrata, doña Adriana no hace mención a los 680 millones de euros que los socialistas han robado a los trabajadores andaluces. Una buena parte voló a bolsillos particulares y la otra prefirió ser pulida en mariscadas y establecimientos de alterne, o como se decía cuando el lenguaje oficial no era el políticamente correcto, en prostíbulos o casas de putas. Pero es lógico que esa travesura socialista no sea digna de una reflexión del fanal de Ribadesella. Ella renunció a la aritmética con su errada multiplicación, y su cargo actual sólo le exige pureza democrática. Es decir, que si ganan las izquierdas, hay que celebrar la inteligente y libre elección de los andaluces, y si ganan el centro o la derecha, hay que quemar las calles. Y no se trata de una crítica. En el mundo existen dos modelos de democracias. Las occidentales, como las de Alemania, Francia, Portugal, Polonia y los Estados Unidos, –y aún, la de España–, y las democracias socialistas y comunistas como las de Cuba, Venezuela, China y Corea del Norte. Éstas son las democracias que le gustan a doña Adriana, y por ello, no deja de ser demócrata. En estas democracias, al que se manifiesta en la calle se le premia con disparos a la cabeza o 25 años de prisión en las democráticas cárceles venezolanas o cubanas. En España, todavía, por pertenecer al primer bloque de democracias, las manifestaciones, ya sean improvisadas o impulsadas por los partidos que pierden las elecciones, están autorizadas.
De ahí que no comparta las críticas a doña Adriana. Es demócrata de los pies a la cabeza pasando por los muslos. «Si perdemos, arderán las calles». Se trata de una visión quizá excesivamente sesgada de interpretar la democracia.
Pero es lo que hay.

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Lo sentimos, Happy​

Por ahora, ni los elefantes ni los osos pueden aspirar a un «Habeas Corpus». Sí en cambio los seres humanos sin nacer que son vilmente asesinados en los cuerpos de sus madres
18/06/2022Actualizada 01:30
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La Corte Suprema de Nueva York, última instancia judicial, ha dictado una dolorosa sentencia que habrá entristecido al podemita animalista López Uralde, al que envío mis sinceras condolencias. Se trata de Happy, una hembra de elefante del zoo del Bronx. Nos ha informado de ello Javier Ansorena, corresponsal deABC en Nueva York. Un grupo animalista, el «Nonhuman Rights Project» (proyecto para los derechos de los no humanos) exigió que le fuera concedido el «Habeas Corpus» a Happy, víctima de una detención arbitraria y abusiva. Finalmente, no le ha sido concedido el «Habeas Corpus» y Happy se mantendrá como elefante en el zoo del barrio neoyorquino. No obstante, dos de los siete magistrados se solidarizaron con el elefante y votaron a favor de proteger al bello paquidermo.
En España, un lobo, un oso y, sin ir más lejos, un perro, un gato o un loro, tienen más derecho a la vida que un niño sin nacer. Si matas a un perro, apaga y vámonos; si un ganadero al que los lobos han asesinado a veinte ovejas para comerse una lo abate de un disparo, al ganadero le llegará la total calvicie, la alopecia definitiva, entre barrotes. Pero si asesinas a diez niños perfectamente viables, eres una persona de progreso.
Bibiana Aído, aquella gran mujer que se inventó Zapatero, fue preguntada al respecto y su respuesta, científica y profesional, nos dejó a muchos turulatos. «El feto de una jirafa es una jirafa, pero el feto humano sólo es humano cuando nace». La científica Irene Montero, la de las pajitas de los niños y niñas de seis años, ha dejado a la pobre Aído muy detrás en la carrera de perversidades, obsesiones y estupideces.
Existe un lugar en Liébana especialmente prodigioso, por el sitio, por su gente y por su paisaje. Lo fundaron Severo y Cari, y hoy lo llevan sus hijas, con Ana a la cabeza. Se llama «El Oso». El mejor cocido lebaniego –sin olvidar el de «Casa Cayo»– en Potes. «El Oso» se ubica en Cosgaya, Camaleño, en la carretera que une Santo Toribio con Fuente Dé. Una señora bastante impertinente reservó una habitación para un fin de semana. Preguntó si podía llevar a sus cinco perros. «Son para mí más que mis hijos». Cinco perros son muchos para meterlos en un hotel. Y dejó a los perros en Madrid. Muy animalista, ecologista, senderista y todas esas cosas. Paseaba por los alrededores del hotel, y se aproximó a una zona con colmenas. Había un oso. El oso miró mal a la intrusa, y se incorporó. La señora corrió a toda pastilla, gritando y ululando: «¡Un oso, un oso!». El oso, al comprobar que la intrusa se marchaba gritando, volvió a la miel y se olvidó del suceso. La señora animalista, indignada, pidió el libro de reclamaciones y se quejó ante Severo, el propietario. «Es indignante la falta de seguridad en este establecimiento. A treinta metros del hotel, me ha atacado un oso». Severo, con voz pausada y honda sabiduría procedió a tranquilizarla. «Señora, si el oso la hubiese atacado, usted no estaría aquí pidiendo el libro de reclamaciones. Por otra parte, si el animal que a usted le ha asustado hubiera sido una pantera negra, tendría usted toda la razón. Pero si lo que se encuentra en el hotel «El Oso» es un oso, nada tiene de extraño. Por lo tanto, cálmese, y no vuelva por la zona de las colmenas».
Es lo lógico. Los jueces en Nueva York, al menos cinco de los siete de la Corte Suprema, han llegado, después de horas de debates y deliberaciones, a la siguiente conclusión. Happy tiene trompa y unas grandes orejas. Sus patas son tochas y contundentes. Tiene trompa, rabo, pesa miles de kilogramos y en lugar de hablar, barrita. Es pues, un elefante. Y por ahora, ni los elefantes ni los osos pueden aspirar a un «Habeas Corpus». Sí en cambio los seres humanos sin nacer que son vilmente asesinados en los cuerpos de sus madres. Las madres abortistas son dueñas de sus cuerpos, pero no de los cuerpos que viven en su interior. Cada día, en España, las trituradoras de las clínicas abortistas destruyen centenares de niños a los que no han dejado nacer.
El crimen está ahí. No en el territorio de Happy, que vive en Nueva York bien alimentado, cuidado, mimado y para colmo, no lo agradece.

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Biblioteca y el marqués​

Me llamó el que era jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno, para comunicarme que el Rey le había concedido a Antonio el título de marqués de Mingote. Le dije que lo de marqués de Mingote se lo tomaría a risa mucha gente, y se quedó preocupado. Al día siguiente me llamó el Rey
19/06/2022Actualizada 01:31
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El único placer que procura una gran mudanza –«En tiempos de turbación/ no hacer mudanza» (Iñigo de Loyola)–, es la de ordenar de nuevo una gran biblioteca. En dos años lo he conseguido, de tal modo, que sigo con mi biblioteca desordenada. Conozco los libros y los saludo por sus lomos, más de dos mil de ellos, encuadernados. Y encuentro en sus páginas cartas y tarjetones que me han llevado a muchos años atrás. Cela, que en ocasiones era un poco exagerado, decía que los hombres que se detienen ante los escaparates son maricones. Sólo se admite si el escaparate es de una librería, y si se trata de una librería de viejo, mejor. También decía que eran unos nenazas los hombres que hablaban mucho tiempo por teléfono. Cosas de don Camilo.
En un libro reencontrado –y abrazado–, de Antonio Mingote, me he topado con una bellísima carta que me escribió, quizá la última, cuando el Rey Juan Carlos le concedió el marquesado de Daroca. Me considera responsable de ello. Algo hay de cierto. Una tarde se lo insinué al Rey, y otra tarde me llamó el que era jefe de su Casa, Rafael Spottorno, para comunicarme que el Rey le había concedido el título de marqués de Mingote. Le dije que lo de marqués de Mingote se lo tomaría a risa mucha gente, y se quedó preocupado. Al día siguiente me llamó el Rey. «¿Qué coxx de título le doy a Mingote que no sea el de marqués de Mingote?».
Lo tenía pensado. «Marqués de Daroca, señor. Antonio nació en Sitges porque su padre era el director de la banda municipal de Sitges. Pero Antonio se consideraba darocense, y algo más tarde, madrileño». Pocos días después, me llamó Antonio emocionado. «¿Sabes que el Rey me ha concedido el título de marqués de Daroca?»; «ni idea. Me parece estupendo. Si alguien lo merece eres tú». «Joé, ¡qué tío!», exclamó. Me figuro que refiriéndose al Rey.
Y con su grafía perfecta, que era en sí una obra de arte, recibí una carta. Antonio había dibujado una corona marquesal, muy grande, a cuyo lado, en una nube me advertía: «Me ha salido un poco demasiado grande. Tendré que remediar mis ansias de grandeza». Y la carta: «Queridísimo Alfonso. Quiero inaugurar mi correspondencia bajo el membrete coronado que estás viendo, para agradecerte, en primer lugar, el que pueda existir ese membrete, pues tú eres el principal responsable de que lo haya podido dibujar. Y en segundo lugar, para pedirte consejo. ¿Está bien el membrete donde está? ¿Puede ser más grande, o sería ostentación, así como reducirlo de tamaño significaría humildad por mi parte, hipócrita? ¿Se encuentra en lugar correcto o sería recomendable desplazarlo al ángulo superior izquierdo, como suelen presentarse las mercerías y demás establecimientos lucrativos? ¿Basta su aparición como sencillo dibujo en blanco y negro, o resultaría más solemne, además de decorativo, pintarlo al óleo? En fin, espero tus acertadas indicaciones al respecto.
Tú sabes, querido Alfonso, que por muchas bromas (de dudoso gusto algunas, por cierto), que me permita sobre este asunto, he asumido mi nombramiento con indisimulable orgullo y profunda satisfacción. Tanto, que me propongo someter mi conducta a las inflexibles (supongo que son inflexibles) normas por las que deben regirse los nobles (y tiemblo de pavor al escribir esa palabra), por lo que apelo a ti, que perteneces a la nobleza consolidada para pedirte consejo y orientación. ¿Qué hago, Alfonso?
Antes de esta carta he escrito otra al Rey, manifestando mi agradecimiento y renovando mis votos de lealtad hacia la Corona. Por otra parte he pensado nombrarte consejero (sin sueldo) de mi inexperto hijo, para que cuando me ausente de este planeta conflictivo, él, hasta ahora plebeyo ignorante, ajuste su conducta a lo correcto. Aunque si no aceptas el nombramiento, ocupado como estás con tus innumerables compromisos y trabajos, lo comprenderé. Que el muchacho se apañe. Por lo menos espero que te reúnas con él algún lunes en el Club 31, o donde sea, y le enseñes cuál es el camino. Y cómo se manejan los cubiertos del pescado. Un abrazo enorme. Hasta luego. Totón».
Maravillas que se encuentran por desordenar de nuevo una extensa e intensa biblioteca.

Más de Alfonso Ussía​

 
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