Llevo algún tiempo leyendo este hilo sin atreverme a participar básicamente por vergüenza, pero ahora me he animado a compartir esto que me ha sucedido a ver si alguien tiene alguna explicación (aunque sea paranormal) o le ha sucedido algo parecido (lo pongo borrosito para que solamente lo podáis leer quienes estáis registrados porque parece que así me da menos cosa contarlo).
Esto sucedió hace bastantes años, siendo yo pequeña pero lo suficientemente grande como para pisparme de todo (unos 13 años tendría). Era invierno y nos juntamos unos cuantos familiares en la casa de mis abuelos para hacer la típica recogida de manzanas, ya que mis abuelos tenían muchísimos manzanos y parte de las manzanas las vendían a una fábrica para hacer sidra. Era un día húmedo, con niebla y hacía frío (esto lo cuento para que os pongáis en situación). Olía a chimenea y a eucalipto, y después de comer decidí salir con mis primos a dar un paseo por el monte.
Todo iba según lo esperado en relación a lo que te solías encontrar por allí: árboles, un par de casas, algún perro que se asomaba a husmear, lo típico. Cuando ya nos habíamos alejado de casa de mis abuelos y andábamos cerca de otra casa que había por allí, yo me desvié del camino y me metí por un camino lleno de maleza. Al cabo de un rato, me encontré con un busto de piedra al lado derecho del camino. Era grande, pertenecía a un hombre y estaba lleno de musgo. La maleza le llegaba como hasta la mitad, pero se podía ver perfectamente la cabeza y los hombros. Me quedé allí un rato observándolo, e incluso lo toqué, notando que la piedra estaba fría y húmeda. En ese instante, escuché a mi primo llamarme a voces porque como me habían perdido de vista, pues se asustaron. Contesté para que se quedaran tranquilos, y di la vuelta hasta llegar al camino principal para encontrarme con ellos.
Cuando los vi, les dije que había una estatua, bla, bla, pero no me hicieron mucho caso y me dijeron que había que volver porque era tarde (ellos vivían en otra ciudad y habían venido con sus padres en coche) y además tenían frío, bla, bla. Volvimos, y cuando llegamos a casa lo conté a todos. Me dijeron que qué pintaba una estatua ahí en medio y no me hicieron ningún caso. Nadie me creyó salvo mi tía, que me dijo que la llevase allí. Lo que pensaron todos fue algo del tipo: "Madre mía, mira que ir al monte a buscar una estatua, está peor ella que la niña". Pero nada, nosotras ya habíamos salido por la puerta así que pasando, jaja.
La llevé por el mismo camino y efectivamente, ella vio la estatua exactamente igual que yo. Allí estaba ese busto de piedra en frente nuestra.
La cosa quedó así, pero al cabo de un tiempo, esta vez en primavera, estábamos un día en casa mi tía y yo, y a ella se le ocurrió la idea de ir a ver la estatua, y así de paso pues le hacíamos una visita a mis abuelos. Fuimos hasta su casa, estuvimos allí un rato, y luego dijimos que con el buen día que hacía, nos íbamos a dar un paseo. Hicimos el mismo recorrido, pero cuando llegamos allí no había nada... N A D A. Reculamos un poco hacia atrás porque justo al lado había una casa, y aprovechando que la señora andaba por allí haciendo las típicas cosas que hacen las señoras rurales en sus casas, le preguntó mi tía a ella si sabía qué había sido de la estatua que había allí al lado. La señora la miró con cara un poco en plan "Pero qué me estás contando...", y le dijo que en no sé cuántos años allí (ella había nacido en esa casa y tendría unos 70 años o más) no había visto ni tenido constancia de que hubiera ninguna estatua...
¿Vosotros le encontráis alguna explicación? Porque mira que lo hemos hablado veces mi tía y yo, y no entendemos absolutamente nada.
En otro rato que me anime os cuento alguna otra anécdota más (la verdad es que tengo unas cuantas).