Gaza e Israel entran en guerra tras un ataque sin precedentes desde la Franja

Crees que es un grupo de aficionados? Ya lo comenté , no sabéis el alcance de inteligencia y armamento que tienen , sin contar con la que ellos mismos fabrican o roban cuando matan a soldados de las idf, no los subestimeis.

No lo subestimo Al contrario, sé perfectamente quienes son, como funcionan y quien los entrena

Y, aún así, sin la colaboración del gobierno israelí no hubieran podido llevar casi 20 años dominando Gaza.

PD. No me digas que Israel ha llevado lanzaderas de cohetes a Gaza!

No nos subestimes tú, haz el favor.
 
Pues ya sabe lo que tiene que hacer el "gobierno gazatí de Hamas" para intentar evitarlo (lo pongo entre comillas porque por aquí hace muy poco se dudaba de su existencia, al haber acabado Israel con sus dos principales líderes) : devolver a los rehenes, empezando por los que estén aún vivos. Y no iniciar guerras que saben sobradamente que no van a poder ganar y que sólo sirven para provocar sufrimiento adicional a su pueblo.
Porque, por desgracia, el "apoyo occidental" a la causa tampoco está sirviendo de mucho, ya que las manifestaciones y las acusaciones y condenas a Israel no se están traduciendo en ayudas a las víctimas de esta guerra que se está prolongando demasiado, ni, lo que es peor, en tratar de evitar futuras víctimas...
independientemente de que tenga derecho a defenderse, también podía ser comedida en su respuesta, pero esa opción parece que no la barajas.

Copio algunos párrafos de un artículo interesante sobre esto.


El precio pagado por los palestinos supera cualquier límite. La desproporción de la respuesta se explica por el afán de venganza y de castigo colectivo, evidenciados desde el primer día en las declaraciones de las autoridades de Israel. Benjamín Netanyahu ha convertido su imperdonable fallo como responsable de la seguridad de los israelíes, burlada por Hamás en aquella jornada aciaga, en una oportunidad para cambiar “el equilibrio de poder en la región para muchos años”, según sus propias palabras.

Israel se halla en su punto de mayor expansión militar al menos desde 1982, cuando abandonó el Sinaí que arrebató a Egipto en la Guerra de los Seis Días. En Gaza no cesan sus ataques y bombardeos sobre la población civil, con unos niveles de mortandad y unas condiciones sanitarias, de nutrición y de seguridad que abonan los proyectos de transferencia de población y su sustitución por colonos israelíes, tal como se propone la extrema derecha.

Su ejército aún está en el sur del Líbano, que deberá desalojar a finales de enero según la tregua pactada con Hezbolá, aunque se ha reservado la libertad de acción militar ante eventuales vulneraciones del alto el fuego. Y desde la caída del régimen alauí en Siria, ocupa el territorio fronterizo del Golán hasta ahora desmilitarizado, donde ya hay proyectos de colonización. La más insidiosa de las expansiones es la que se ha producido en el último año y medio en Cisjordania por parte de los colonos. Como en Gaza, la ultraderecha teocrática pretende reducir al mínimo la presencia árabe, puesto que identifica este territorio palestino con Judea y Samaria, legadas por Yahvé al pueblo judío, según la Biblia.

El éxito militar e incluso estratégico de Netanyahu está conduciendo a una derrota política y moral. No ha liberado a los rehenes ni conseguido el alto el fuego tal como sus aliados internacionales le reclaman. No se conocen sus planes para Gaza. Su Gobierno iliberal está en campaña contra la independencia judicial y la libertad de expresión. Acosado judicialmente por corrupción en casa y en la escena internacional por crímenes de guerra, limpieza étnica y apartheid, no ha rendido cuentas ni se ha sometido a investigación por sus responsabilidades del 7 de octubre. Y la grave y controvertida acusación de genocidio ha sido adoptada por las más prestigiosas organizaciones humanitarias, como Amnistía Internacional, Médicos Sin Fronteras y Human Rights Watch.

Netanyahu cuenta con la ventaja de la unanimidad bélica y de la derechización de la sociedad israelí, ciega ante el sufrimiento de sus convecinos palestinos. Depende por entero de sus ministros supremacistas y racistas, que le presionan para que siga una guerra tan conveniente para sus propósitos expansionistas como para su propia supervivencia política como primer ministro. El soft power o poder blando que ha hecho brillar a Israel en el pasado se halla del todo eclipsado por la negra y persistente nube de la guerra sin fin. Este Israel de ahora da miedo.
 

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