¿Ah, sí? ¿Y qué hay que hacer? ¿Voy al registro civil y que me den de baja como hermana? ¿Renuncio a los apellidos y me pongo John Doe, ahora en la vejez?
¿Me ofrezco en adopción? ¿O mejor contrato un sicario?
Me acabo de acordar de Gloria Fuertes, fíjate. Tuvo una madre de mierda, una madre que le pegaba cuando la veía leyendo o escribiendo, una madre que la trataba como a una basura, como a un estorbo.
Un día en un recital de poesía, Gloria Fuertes contó al público sobre su infancia, sobre lo triste que era no haber tenido nunca una madre que la quisiera, y se ofreció en adopción. (Estamos hablando de la poeta ya con sus cincuenta o sesenta tacos). Y un matrimonio anciano del público se ofreció.
Y fueron al notario y formalizaron la adopción.
Su nueva madre le cosía tapetes para su mesa de escritora, y le bordaba en los tapetes "Te quiero mucho, hija mía".