Ver el archivo adjunto 3879667
El otro hijo de Isak Andic, el que descubrimos al día siguiente de la muerte del fundador de Mango
El pasado 16 de diciembre a las 9 de la mañana, al día siguiente del accidente que acabó con su vida, avanzábamos en
Informalia una noticia titulada
"El enigma del 'cuarto hijo' de Isak Andic, el fundador de Mango: ¿Quién es Henry, que también está en el testamento?". Aquel 16 de diciembre, mientras el cielo de Montserrat aún recogía el eco de un silencio roto, los titulares empezaron a correr como cuchillos afilados. Una esquela, escueta y sobria, publicada en los periódicos reveló un misterio que pocos esperaban pero este digital descifró: el nombre de
Henry Suárez, incluido junto a los hijos biológicos del magnate
Isak Andic, aparecía con la misma familiaridad que una estrella intrusa en el firmamento familiar. Henry, el ahijado del fundador de Mango, se convirtió, de un día para otro, en una de las figuras más enigmáticas de la vida del empresario fallecido
Isak Andic, un hombre hecho a sí mismo, había tallado su vida como quien construye un imperio a golpe de voluntad y talento. Desde Estambul, donde nació en 1953, hasta las lujosas oficinas de Palau Solità i Plegamans, el empresario tejió una narrativa de éxito que cruzaba continentes. Pero lo que nadie anticipó fue la existencia de este 'cuarto hijo', que no lleva su sangre pero sí su consideración en el testamento espiritual y también en el material.
Henry Suárez no fue criado en las mansiones ni bajo los reflectores de la alta sociedad barcelonesa. Hijo de una madre ecuatoriana y un padre turco, Suárez creció con la mezcla de credos y culturas que también definió a Andic. Quizás fue esta afinidad de orígenes, este crisol de influencias, lo que selló un vínculo profundo entre ambos. Un amigo cercano de Isak nos cuenta que "Henry, a sus 48 años, no solo era el ahijado de Andic: era parte de su legado emocional, alguien que compartía esa rara habilidad de convertir un sueño en algo palpable", nos explica.
La simplicidad calculada
En la capilla ardiente, donde Isak Andic yacía en una caja de pino desnuda, Henry recibió las condolencias como si fuera uno más entre los herederos. Nadie lo cuestionó; pocos, de hecho, parecían advertir el detalle. La elegancia minimalista del ataúd contrastaba con la complejidad que ahora se revelaba en las páginas de la vida del magnate. Un cuerpo contenido en madera sin barnizar, una estrella de David marcando la entrada a una eternidad que siempre había respetado sin llegar a abrazar con fervor.
Henry era parte de la familia, nos dice la misma fuente que nos contó por qué el fundador de Mango había quedado aquel sábado con su hijo en Montserrat:
para hacer las paces tras unas desavenencias. Para Isak, "la familia no siempre estuvo definida por la biología, sino por la lealtad, la conexión y, sobre todo, el afecto", nos desvela este buen amigo del empresario fallecido.
Con una trayectoria profesional que mezcla creatividad y pragmatismo, Henry Suárez había hecho carrera en silencio. Su paso por Mango, Nike y el estudio de Javier Mariscal lo había moldeado como diseñador, pero fue su empresa propia, Blanca Beltz, la que lo colocó en el radar de la industria. En esta consultoría de interiorismo, Henry parecía seguir los pasos de su padrino: crear universos en los que las personas pudieran encontrarse con su mejor versión, ya fuera en una tienda, un restaurante o un espacio comercial.
Más allá de su vida profesional, Henry formaba un núcleo familiar con Eider Madariaga, periodista y fotógrafa, y su hija Lea, de nueve años. Esa "casa oasis" en Barcelona era reflejo de su visión del mundo: un espacio que equilibraba lo mundano con lo sublime, lo práctico con lo poético. La revelación de Henry Suárez y su familia sacudió, de alguna manera, el esquema clásico del linaje Andic. Los hijos biológicos del empresario, Jonathan, Judith y Sarah, representaban cada uno una faceta del legado de su padre. Jonathan, el primogénito, había sido designado como el heredero natural del negocio, pero no sin tropiezos. Las decisiones que tomó al frente de Mango, en un periodo crítico, casi derrumbaron el imperio que su padre y su tío Nahman habían construido con tanto esfuerzo. Sin embargo, el tiempo y la madurez le permitieron redimirse, y en los últimos años, padre e hijo habían encontrado un equilibrio, tanto personal como profesional. La figura de Toni Ruiz, CEO de Mango y hombre de confianza de Isak, se convirtió en el pilar que aseguraría la continuidad de la compañía. Judith y Sarah, por su parte, eligieron caminos menos visibles pero igualmente significativos. Ambas habían contribuido al desarrollo creativo y ético de Mango, y aunque ahora estaban alejadas de la estructura operativa, seguían siendo parte del consejo que velaba por el futuro de la empresa.
En vida, Isak Andic había navegado no solo en yates de lujo, sino también en las aguas más turbulentas de la alta sociedad. Su lista de relaciones sentimentales era tan extensa como las páginas de una revista del corazón, pero su vínculo con Stephanie Knuth, su última pareja, parecía haber sido el más profundo. Stephanie, que lloraba desconsolada en el tanatorio, representaba el epílogo romántico de una vida llena de luces y sombras.
Sin embargo, fue Henry quien, en su discreción, parecía haber heredado algo más valioso que bienes materiales: la esencia misma de Isak. Mientras los herederos oficiales se repartían acciones, propiedades y recuerdos tangibles, Henry quedaba como un testimonio vivo de la visión del empresario.
Más allá del testamento
La inclusión de Henry en la esquela oficial planteaba una pregunta inevitable: ¿aparecería también en el testamento? Con un patrimonio estimado en 4.500 millones de euros, la herencia de Isak Andic prometía ser un tema de interés público. Pero, más allá del dinero, lo que realmente parecía haber dejado a Henry era algo intangible: el reconocimiento de ser parte de su mundo, de su historia, de su familia elegida.
En la despedida que tuvo lugar en la central de Mango, Henry estuvo al lado de los hijos biológicos, atendiendo condolencias y compartiendo un duelo que no era solo por la pérdida de un hombre, sino de un padre en el sentido más amplio de la palabra.
Una vida de novela
La historia de Isak Andic siempre tuvo un aire de novela: desde sus humildes comienzos en Estambul hasta la cima del mundo empresarial, pasando por los episodios de amor, traición y reconciliación que marcaron su vida personal. La inclusión de Henry Suárez en esta narrativa es, quizás, el último capítulo inesperado, un giro que añade profundidad a un relato ya de por sí fascinante.
Y así, mientras el mundo sigue girando y las tiendas de Mango continúan vistiendo a millones, la figura de Isak Andic permanece en el recuerdo, no solo como un empresario brillante, sino como un hombre capaz de trascender las barreras de la sangre para construir un legado verdaderamente humano.
El pasado 16 de diciembre a las 9 de la mañana, al día siguiente del accidente que acabó con su vida, avanzábamos en Informalia una noticia titulada "El enigma del 'cuarto hijo' de Isak Andic, el fundador de Mango: ¿Quién es Henry, que también está en el testamento?". Aquel 16 de diciembre...
www.eleconomista.es