Incluso el momento pataleta, que te entrena la paciencia y la gestión de emociones, tiene más sentido que estar en Bali mirando el horizonte, con un tío que no sirve para otra cosa.
No nacemos voluntariamente, ni morimos sabidos. No se trata de buscarle un sentido a la vida, ni de intentar darle un valor. Se trata de intentar suavizar lo que supone estar vivo, de la mejor manera que puedas, en cada momento.