CAPÍTULO 25 (Último,quedan , Agradecimientos, y Encarte)
Gracias a la vida
Este libro de emociones y de reflexiones
me ha servido de terapia. Creo que nunca he sido feliz del todo. He vivido momentos felices, pero tengo la sensación de que han sido efímeros. Como aquella famosa canción, muchas veces me pregunto qué tres cosas son las más importantes en la vida: la salud es lo primero, luego pondría el amor y después el trabajo. Ahora tengo buena salud, no me falta el trabajo, pero ¿y el amor?
Ahí he pinchado. Me habría gustado tanto tener una familia normal, ser feliz y acabar mi vida, como mis padres, cogida de la mano del hombre
que me ha amado y al que más he querido. Me duele pensar que no va a ser así, que no voy a volver a ser feliz con alguien. Por eso quiero ilusionarme con mi futuro, pensar que me quedan cosas muy bonitas por vivir.
Cada día me cuesta más superar ciertas cosas y dejar en el camino a personas que han sido importantes. Estos meses atrás han sido un infierno; pasé un momento muy malo porque no me atrevía a dar el paso de dejar a Fran y me sentía una mierda. Tenía mucho miedo, pensaba que lo que había pasado con Jesulín me iba a ocurrir otra vez.
Pero hay que ser valiente, barrer el polvo y la miseria que se acumula, y aunque me duela el alma, cerrar este capítulo de mi vida, que casualmente coincide con el capítulo final de este libro.
Después del divorcio he entrado en una nueva etapa y me siento super realizada, cada día estoy un poco mejor y me siento muy orgullosa de mí misma; me encanta verme así de bien. Siento que voy poniendo orden en mi
cabeza. Creo que lo más importante es aprender a quererme, una cosa que no he hecho nunca. En el fondo, hay una parte de mí que nunca se ha querido. Esta es una asignatura que debo aprender, porque si no me quiero yo, quién lo va a hacer y quién me va a respetar.
Jamás pensé que sería tan famosa. ¡Pero si quería ser misionera! Y mira cómo estoy ahora, repartiendo hostias todos los días. Y me puedo ganar la vida vendiendo mi vida, nunca lo he negado, pero si me hubiera acostado con un tío por diez mil euros también lo diría. Gracias a Dios, no he tenido que hacerlo y estoy muy orgullosa de la vida que
tengo.
Ha llovido tanto… Me acuerdo del día en que Terelu Campos me invitó al bautizo de su hija Alejandra, con mi niña, que era un bebé. Cuando vi a Rocío Jurado, que para mí era una estrella, o a Sara Montiel, con esas esmeraldas en el hotel Santo Mauro, no me lo podía creer. Mi bebé y yo en el bautizo de la nieta de la Campos. De María Teresa Campos, nada menos.
Y aquí sigo. El tiempo ha pasado y ha puesto a cada uno en su lugar.
Pero estoy harta de demostrar que ni soy un producto ni un juguete roto.
Es muy duro escucharlo, no me gusta, me parece injusto. ¿Dónde estoy rota? En primer lugar, nunca he sido un juguete y no he estado rota en ningún momento. Es cierto que me arrepiento de cosas, como todo el mundo, sobre todo de haber hecho públicas mis adicciones, como ya he contado, pero aquí estoy, no me he exiliado ni nada parecido.
Eso sí, vivo ajena a tanto buitreo suelto, paso de muchos comentarios… ¡Que les den!
Llevo oyendo que estoy acabada la tira de años, pero yo me pregunto qué se
entiende por estar acabada. Sé que algunos se han frotado las manos y han
disfrutado pensando que estaba tocada y hundida. He visto también apuestas para ver quién me usurparía el trono como princesa del pueblo. A todos estos les tengo que dar una mala noticia: ni estoy tirada, ni acabada.
Mi más reciente entrevista de televisión fue, como ya he contado, un récord de audiencia. Que yo he sufrido mucho en la vida, ¡coxx!
¿Que lo he tenido más fácil que otros? Pues sí…, pero lo que de verdad he sabido es sobrevivir. Me he reinventado una y otra vez, y lo seguiré haciendo, ¿eso es malo?
¿Y qué hago si no? ¿Me hundo en la miseria? Pues no, no va conmigo ni con mi carácter. Y en una entrevista —como en la vida—, si ya estoy metida en la mierda, o aclaro el charco que tengo encima o dejo que todo el mundo hable.
¿O aquí solo hay que hablar y juzgar a Belén Esteban? Por eso hablo yo, pero
lo hago desde mi persona y siempre he sido honesta.
Y si el padre de mi hija hubiera venido a verla y se hubiera comportado como un buen padre, yo no habría tenido que hablar mal de él.
Y si dije que el día de la comunión vino, cogió unas lonchas de jamón serrano, las metió en un bocadillo y se fue, pues lo siento, sé que es fuerte, pero es la verdad.
Y que no se preocupó ni del traje de la comunión de su hija, pues también es
verdad. A veces pienso que debería cambiar determinados aspectos de mi persona y otras digo que no quiero hacerlo. ¿Voy a ir de fina? De ay, ay, ay… No. Si estoy hasta los coj*nes digo que estoy hasta los coj*nes, da igual que sea horario de tarde o noche. Y no digo que no me haya equivocado al contar determinadas cosas, pero ¿nadie se ha confundido en la vida? ¿O solo tiene boca que se equivoca Belén Esteban?
Pues eso, que cada perro se lama su cipote.
Sé que algunos me odiarán y no me soportarán, es normal y lo entiendo, pero hay otros muchos que me quieren y eso es lo importante. Quiero fijarme en la gente que me da y no en la que me quita.
Miro mi vida y veo felices a los míos, sobre todo veo bien a mi madre.
Ella disfruta mucho en Benidorm. Se va todos los días a bailar a una cafetería.
Un día me dijo que fuera a verla. ¡Qué risa! Cuando entré allí me puse a bailar
un pasodoble con un señor. Mi hija no sabía ni dónde meterse de la vergüenza
que le daba. Todos me saludaban y algunos lloraban al verme. La Andrea
decía:— Abuela, no se te ocurra bailar con nadie.
Porque allí los hombres la sacan a bailar, hombres de su misma edad. Y yo me doy cuenta de lo feliz que es, que se va con sus amigas a la playa, a bailar, que disfruta en su pequeño apartamentito, que les costó a mis padres cinco millones de pesetas de entonces, treinta mil euros de ahora.
Seguro que mi padre, esté donde esté, disfruta al verla así. Eso es lo importante, ver felices a los tuyos.
Pero ahora quiero descansar, quiero disfrutar más, parar el botón del mando y vivir un poco más en diferido. Dejar el directo para mi trabajo, para la televisión. Cierro los ojos y me veo a mí misma con cincuenta años. Me gustaría vivir bien, no deber dinero a nadie, tener una casita en Benidorm, que mi hija estuviera bien preparada y poder ir andando por la calle sin tener que mirar si me siguen o no.
No le pido más a la vida.
También me habría encantado que el hombre de mi vida estuviera conmigo.
Si lo encontrara y me lo pidiera, me iría detrás de él sin pensarlo.
La vida es como te viene. La he vivido así y pago las consecuencias, pero también he disfrutado de muchas cosas buenas, cosas sencillas, como
tomar una cerveza con limón en el bar de mi amigo Mosqui, con las madres de
unas amigas mías; y estaba tan feliz, disfrutando de esas pequeñas cosas…
Así soy yo, hay cosas que no cambian