Los grandes amores de Mario Vargas Llosa: la tía Julia, la prima Patricia y la amiga Isabel
El Nobel tuvo una vida sentimental de novela. Se casó con su tía, 12 años mayor que él, y la dejó por una prima. En 2015, inició un mediático noviazgo con Isabel Preysler
Retrato de Mario Vargas Llosa con su prima y exmujer Patricia Llosa
El breve y tormentoso matrimonio de Ernesto Vargas y Dora Llosa marcó a fuego a su único hijo,
Mario Vargas Llosa. Los padres del escritor se separaron cinco meses y medio después de haberse casado, cuando el niño ni siquiera había nacido. El pequeño Mario se crio con su familia materna, creyendo que su padre había muerto. Mucho tiempo después, cuando ya tenía canas, el Nobel comprendió el motivo del fracaso conyugal de sus progenitores: el resentimiento y los complejos sociales. “Porque Ernesto Vargas, pese a su blanca piel, sus ojos claros y su apuesta figura, pertenecía —o sintió que pertenecía, lo que es lo mismo— a una familia socialmente inferior a la de su mujer”, reveló en sus memorias,
El pez en el agua, publicadas en 1993.
Con esos antecedentes, no es de extrañar que Vargas Llosa buscara el amor dentro de su propia familia. En 1955, con 19 años, se encontró con
Julia Urquidi, hermana de su tía Olga, a la que conocía desde niño. La “tía” Julia, como la llamaba, era 12 años mayor que él, acababa de divorciarse y estaba de visita en Lima para pasar unas semanas de vacaciones con su familia. El escritor, que estaba cursando el tercer año de la universidad, se enamoró de esa mujer madura, de figura alta y agraciada, voz ronca y risa fuerte.
La pareja mantuvo en secreto el romance durante unos meses. Cuando la familia se enteró, Ernesto Vargas amenazó de bala a su hijo y lo instó a resolver la situación. El joven Mario, que por entonces acababa de publicar algunos cuentos en revistas literarias, llegó a la conclusión de que tenía que legalizar su relación con Urquidi. Tía y sobrino se fugaron y se casaron en secreto en el pueblo de
Grocio Prado, en la costa peruana. El alcalde de Grocio, un pescador, y un vecino de la localidad ejercieron de testigos improvisados. Los recién casados, sin dinero ni apoyo de sus parientes, celebraron el enlace brindando con unas Coca-Colas.
De vuelta en Lima, las familias Vargas y Llosa intentaron separarlos. El matrimonio se mudó a París, donde él siguió estudiando y escribiendo. Entonces empezó a preguntarse si no había sido una precipitación el haberse casado. “No porque nos lleváramos mal con Julia, pues no teníamos más disputas que cualquier matrimonio común, y lo cierto es que Julia me ayudaba en mi trabajo y, en vez de obstruirla, alentaba mi vocación literaria. Sino porque aquella pasión del principio se había apagado y la había reemplazado una rutina doméstica y una obligación que, a ratos, yo empezaba a sentir como esclavitud”, recordaría el escritor en sus memorias
. “El tiempo, en vez de acortar la diferencia de edad, la iría dramatizando hasta convertir nuestra relación en algo artificial”.
Mario Vargas Llosa y su esposa, Julia Urquidi (La tía Julia) en París en 1961.
Sus predicciones terminaron cumpliéndose. El romántico enlace terminó por irse a pique en 1961 cuando Vargas Llosa coincidió en París con su prima,
Patricia Llosa Urquidi, hija de sus tíos Lucho y Olga. Él, con 25 años, estaba terminando su primera novela,
La ciudad y los perros, y ella, con solo 16, estaba realizando unos cursos de cultura francesa en
La Sorbona. Patricia y su hermana, Wanda, pasaron un año en casa de Vargas Llosa y Julia Urquidi en la zona de la Escuela Militar, en el Campo de Marte.
Menos de tres años después, el escritor se separó de la “tía” Julia para casarse con la prima Patricia. La historia de este entuerto tiene dos versiones literarias. En 1977, Vargas Llosa publicó
La tía Julia y el escribidor, una novela inspirada en su propia historia de amor. En 1983, la “tía” Julia le respondió con
Lo que Varguitas no dijo, un relato confesional que retrataba la desventura de la vida en común con un mujeriego incorregible.
“Estas historias suceden todos los días, en todas partes del mundo. No he sido la única, la primera, ni seré la última mujer que ha vivido entre el cielo y el infierno al querer salvar un amor que solo existió para ella”, declaró Urquidi acerca de su libro. “Desde luego que en ambas historias hay más invenciones, tergiversaciones y exageraciones que recuerdos y que, al escribirlas, nunca pretendí ser anecdóticamente fiel a unos hechos y personas anteriores y ajenos a la novela”, explicó Vargas. Y añadió: “En ambos casos, como en todo lo que he escrito, partí de algunas experiencias aún vivas en mi memoria y estimulantes para mi imaginación y fantaseé algo que refleja de manera muy infiel esos materiales de trabajo. No se escriben novelas para contar la vida sino para transformarla, añadiéndole algo”.
Mario Vargas y Patricia Llosa terminaron casándose y viviendo sus primeros años de matrimonio en París, donde entablaron amistad con el escritor y diplomático chileno Jorge Edwards, el narrador limeño
Julio Ramón Ribeyro, el guerrillero
Pablo Escobar e integrantes de
la gauche divine latinoamericana de la época. Tuvieron tres hijos: Álvaro, nacido en 1966; Gonzalo, en 1967; y Morgana, en 1974. El matrimonio tuvo sus altibajos. Dos años después del nacimiento de Morgana, Vargas Llosa tuvo una fuerte pelea con su amigo
Gabriel García Márquez. Ninguno de los dos explicó el motivo, pero en el entorno del Nobel sugieren que Patricia pudo ser la razón.
En la ceremonia del premio Nobel, en 2010, Vargas Llosa lloró de emoción al mencionar a su prima y esposa. “El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años”, dijo con la voz quebrada. “Sin ella, mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido
Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos”, agregó. “Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas e intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios”.
El escritor Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler asisten a la entrega del premio Madrileño del Año 2022 en el Teatro Real de Madrid
En mayo de 2015, reunieron a toda su familia en Nueva York para brindar por sus bodas de oro. Pocos días después, la revista
¡Hola! publicó unas fotos del Nobel junto a Isabel Preysler, vieja amiga a la que conoció en 1986, cuando la
socialité lo entrevistó para ese semanario rosa. “Fotografiados juntos en un almuerzo para dos en Madrid”, tituló la revista del corazón. En esa información se afirmaba que el matrimonio Vargas Llosa estaba separado. Patricia emitió un comunicado en el que decía: “Mis hijos y yo estamos sorprendidos y muy apenados por las fotos que han aparecido en una revista del corazón. Hace apenas una semana estuvimos con toda la familia en Nueva York celebrando nuestros 50 años de casados y la entrega del doctorado de la Universidad de Princeton. Les rogamos respetar nuestra privacidad”.
Días después,
¡Hola! publicó nuevas fotos de Vargas Llosa y Preysler que confirmaron el noviazgo. “Esta es una relación nacida de una infidelidad”, declaró Gonzalo Vargas Llosa, hijo del escritor. La relación del novelista con la
socialité lo alejó de su familia y lo acercó al mundo del papel cuché, un mundo que él había criticado enérgicamente en su ensayo
La civilización del espectáculo, publicado en 2012.
Vargas Llosa, que había denunciado la banalización de las artes y la literatura y el triunfo del periodismo amarillista y frívolo, ahora era un personaje del
cuore. “¿Sabe cuántos ejemplares vende ¡
Hola! en España a la semana? Un millón”, comentó durante la rueda de prensa de su novela
Cinco esquinas. “Qué no daría un autor de novelas por un millón de lectores de revistas... El ¡
Hola! es un fenómeno cultural de nuestro tiempo. Ofrece la vida en rosa. En ella todos son ricos, todos son felices, todos asisten a actividades que producen placer. Hay millones de personas que quieren ese material que les haga soñar. Antes eran las novelas las que lo ofrecían”.
Su mediático
noviazgo con Preysler, salpicado de apariciones en
photocalls, fiestas de Porcelanosa y hasta en el
reality show de Tamara Falcó, amenazó con empañar su prestigio literario. Pero lo que empezó como un escándalo terminó igual. Tras ocho años de noviazgo,
¡Hola!, revista de cabecera de la llamada reina de corazones, anunció la separación. El semanario informó que la
socialité lo había dejado por un problema de celos. El entorno de él aclaró que eran “incompatibles”. “A él le interesa la cultura y a ella el espectáculo”, apuntaron. Preysler dijo que no le había dolido nada romper. Él declaró en
EL PAÍS Semanal que no se arrepentía de nada, pero reconoció que eran de dos mundos distintos.
Vargas Llosa volvió a encontrar apoyo y compañía en su prima Patricia, “la prima de la naricita respingada y carácter indomable” de la que se había enamorado más de medio siglo antes. A ella le dedicó su última novela,
Le dedico mi silencio, publicada en 2023. “Es un bonito y merecido gesto”, dijo el entorno del escritor a EL PAÍS, sin querer poner etiquetas a la relación. “No nos toca a nosotros decir si esa relación es romántica, pero lo importante es que la familia, que se había distanciado durante siete años, vuelve a estar unida”, añadieron.
Vargas Llosa falleció en su casa limeña, acompañado por su prima Patricia y sus hijos.
El Nobel tuvo una vida sentimental de novela. Se casó con su tía, 12 años mayor que él, y la dejó por una prima. En 2015, inició un mediático noviazgo con Isabel Preysler
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