Dios, qué drama. No es para tanto. Leonor va a un centro comercial, y las imágenes de la chica haciendo sus compras, captadas a través de la cámara de seguridad del lugar, se le facilitan a la prensa.
Acabo de ver un noticiario chileno donde el alcalde de Punta Arenas, en una entrevista, lamentó el incidente. Dice que, por supuesto, hay que respetar la vida privada, no solo de Leonor, sino de cualquier ciudadano. Sin embargo, también señaló que no hay una regla escrita (o ley en Chile) que penalice este tipo de situaciones.
Habrá que esperar a ver cómo queda la causa interpuesta por el consulado español.
En América Latina, este tipo de videos de gente famosa en sitios públicos (a veces vendidos o facilitados por los locales a la prensa) son cosa de todos los días. No veo por qué tanto drama.
Punto y aparte. Lo que veo aquí es la mano de Leticia, que reproduce en su hija lo que ha sido su propia conducta: fotos solo en horarios de oficina; en su tiempo libre, nada de imágenes. Y como la hija se está desmelenando (¡bien por ella!), la madre no quiere que quede testimonio gráfico.
Leonor, que imagino ama y adora a su madre como es natural, me parece muy sometida a Leticia. No hay necesidad de empañar la imagen de la princesa con este tipo de litigios. Es la heredera, y le tomarán millones de fotos robadas. Mientras no sean dentro de su casa, en una habitación de hotel o en su jardín, no se está violando su derecho a la privacidad.
Es algo que debería aprender a manejar (bueno, su madre en 20 años no ha aprendido nada). Por su posición, la privacidad solo la tiene puertas adentro, porque los fotógrafos y la gente con sus cámaras personales la perseguirán siempre. Mejor que dejen de lado paranoias estúpidas y que siga disfrutando de su vida y de su cerveza. Se ve que toma de a pintas
(
473 ml).
