Eso va en sensibilidades, cuando los piropos eran agradables e ingeniosos te sacaban una sonrisita si eran groseros, las menos veces, se les ignoraba, los obreros de las obras solían ser bastante respetuosos, peores eran los que pasaban por tu lado y en bajito te decían barbaridades, a éstos ni caso y en muchos casos le soltabas algo adecuado, si estaba esperando a alguien y se acercaba un pesado le miraba y le decía que me dejara en paz y si persistía llamaba al camarero, recuerdo mi juventud como algo maravilloso llena de ilusión e inocencia por comerme el mundo, millones de risas y amoríos, cada uno cuenta su versión y percepción, lo que tenía claro es que sabía defenderme y no me iban a amargar unos groseros que ni me iban ni me venian. más daño hacían algunas mujeres que por envidia te criticaban poniéndote mala fama.