En el caso Alcácer se coronaron muchos. Había una competición brutal entre periodistas para ser el que más sabía, el que daba la última hora más gorda, el que se llevaba a la audiencia.
Ganó Nieves Herrero, como podría haber ganado otro.
También eran otros tiempos. Recuerdo que en la muerte del Yiyo, un torerillo de 19 años, aquella tarde que un toro le partió literalmente el corazón en la plaza, metieron las cámaras en el velatorio en su casa, toda la familia llorando, la madre destruida sobre el cadáver de su hijo, el padre entre lágrimas diciendo "es que el toro también se tiene que defender, si no, el toreo sería una carnicería, no un arte".
Cuando a Paquirri lo metieron a la enfermería, agonizando, allí dentro estaban las cámaras y los periodistas micrófono en mano. Recogiendo sus últimas palabras desde la camilla, mientras le rompían el pantalón, "doctor, me pongo en sus manos".
Eran otros tiempos. Ahora nos creemos que hemos inventado la telebasura, pero ojo de dónde venimos.