De pequeña yo era muy amiguita de una niña de mi cole. Sus padres se interesaron mucho por conocer a mis padres, ambos con profesiones liberales y religiosos. Jugábamos los fines de semana en casa de la una o de la otra. En el cuarto de los padres, dónde dejaba el altar, tenían montado un altarcillo con la imagen de un cura raro, que por aquel entonces yo no sabía quién era.
Un fin de semana me llevaron junto a su hija a un chalet donde enseñaban a las niñas a cocinar y coser, y a los niños otras actividades.
El rebote grande se lo cogieron mis padres cuándo volví a casa con unos folletos de cómo tiene que ser la mujer y de rezar mucho. Cosa lógica porque los otros padres no les habían comentado nada.
Mi hermano iba a un cole sólo de niños, dónde también trataban de engancharle con el tema deportes, y si se tenían ya sabida la historia de la familia.