Yo solo diré que, igual que uno no nace sabido, ni llega a adulto sabido, ni se enfrenta a problemas y situaciones completamente preparado; ni va al médico especializado para tratar su dolencia (porque muchas veces ni siquiera sabemos lo que nos duele ni lo que mirar), no podemos esperar algo distinto de nosotros a la hora de afrontar el mundo, ni de encontrar el terapeuta.
A veces a la primera funciona, es perfecto; a veces incluso lo sientes así y con el tiempo deja de surtir efecto. Otras, necesitas intentarlo muchas veces hasta dar con el idóneo (hay una youtuber, Ter, que habla por ejemplo de lo que le ha costado encontrar a SU psicólogo). No es fácil, lleva tiempo, dedicación y un esfuerzo que, en momentos así, resulta especialmente duro. Es lo normal. Dejemos de exigir algo irreal a las personas (que encima están sufriendo).
Y por otro lado: es normal tener momentos catárticos en consulta. Daros cuenta que vagamos por la vida escondiendo, reprimiendo e ignorando muchos pesares (angustias, estreses, inseguridades, miedos, terrores, traumas, invalidaciones, abusos, agresiones, tristeza, dolores, duelos, pérdidas, faltas de respeto, y la lista podría ser interminable). Cosas que rara vez hablamos (ni miramos) en absoluto, ni siquiera con las personas más cercanas. ¿Cómo no vas a llorarlo y sufrirlo en cuanto te toque tocar el tema en terapia? Claro que va a haber día que salgas destrozada (yo le cogí cariño al look ojos de mapache y cara de tomate, porque me seguía pintando los ojos JAKKJAJK). Hay días que sales de terapia y lo único para lo que tienes fuerzas es hacerte una comida muy sabrosa o pillar un helado, darte una palmadita en la espalda, una bocanada de aire y, con todo el cariño del mundo, hacer de alfombra lo que queda de día. Será el tiempo, y el autoconocimiento lo que te dirá si está sirviendo o no. No queráis correr cuando primero hay que aprender a andar.