Lo que se debe hacer, en realidad, es dejar de malgastar esos años de belleza en simples exhibiciones o en la búsqueda de aprobación efímera. La belleza natural no es un accesorio para coleccionar “likes” en Instagram, sino un don que la naturaleza te ha otorgado para atraer al candidato ideal. En vez de entregarse a la hedonismo y caer en la superficialidad de manadas de pretendientes, lo sabio es aprovechar ese tiempo para marcar una impronta real y selectiva.
Cuando una mujer sabe que su atractivo –ese que incluye no solo lo visual, sino el olor, el sabor, las feromonas y esa vibrante juventud– tiene fecha de caducidad, debería emplearlo para captar a un hombre que valore la virtud de esa feminidad y que, a cambio, ofrezca la solidez y la madurez que solo se forjan con el tiempo. No se trata de renunciar a lo que se es, sino de entender que, a medida que la belleza se transforma, la verdadera conexión se cimenta en la reciprocidad: el hombre, aun cuando supere los 40, demostrará honor y compromiso al reconocer y cuidar lo que la mujer, en su apogeo, ha ofrecido. Decadas de vibrante energia y pasion ( en las antipodas de lo que uno se encuentra fantasmas y pesadas mochilas emocionales y el pensamiento de que su mejor momento y recuerdos los tiene otro fulano de vuestro pasado..)
En otras palabras, la cuestión no es si es triste o ingenuo basar las relaciones en la juventud o la fertilidad. Es admitir que la naturaleza dicta un mandato: aprovechar esos años dorados para establecer una relación genuina y duradera