Pues es que lo normal es que puedas meter a quién te de la gana, eso sí con mesura; no todos los días ni a todas horas.O sea, el resto de l@s que comparten se tienen que tragar sí o sí a quien meta en casa uno.
Tienes a alguien paseando por la casa, que ¡A saber! ¿Y si en realidad es un ladrón? Por ejemplo. Pero vamos, como si es un santo. No procede, no es su casa. No es aceptable por el resto, que sí es su hogar.
Es que, de verdad, no voy contra nadie, y perdonarme, pero alucino con los razonamientos.
No, prima. Que sea frecuente (que no lo sé, porque hace mucho no comparto) que sea frecuente no lo hace bueno.
Religiosamente pagan todos. Si todos llevan a quien le da la gana, ahí no hay quien viva.
Ya, pero la libertad de uno termina donde empieza la del otro. Será su casa, pero también la del compañero(a) con quien comparte, que se nos olvida. NO es la casa de ese “alguien” que pretende meter ahí, lo siento.
Que se busquen otro sitio
Pero ¿Llevar a una amiga para hablar? ¿A tus padres de visita? ¿A tu hermana? ¿A tu novio?
La casa es de los dos y los dos tendrán que acoplarse a que eso no es un convento.
Es que ni mis propios padres nos han prohibido jamás llevar a nadie a casa, más bien al revés.
Es que como tu dices, la libertad de uno termina donde empieza la del otro. Será su casa, pero también la del compañero (a) con la que la comparte y no por ello no va a poder invitar a sus amigos.