Fui a ver una casa con la intención de comprarla, acompañada de un amigo. La había visto en foto y me parecía bien, pero ya se sabe que las fotos pueden falsear mucho la realidad, así que quedé con el vendedor para verla.
Al abrir la puerta y ver al propietario, ya sabía que me iba a tener que blindar los oídos. Tenía todo el aspecto del auténtico macho: decidido, altivo, mentón levantado, mirada retadora, piernas bien abiertas para hacer sitio al gigantesco atributo sexual que finge tener. Un tío seguro de sí mismo, dominante. Como tiene que ser.
Para colmo, estaba acompañado de su cuñado. Si ya un hombre hetero en solitario puede ser un problema, si además trae colega la cosa se puede complicar mucho.
Efectivamente así fue. Aquello fue un festival del humor digno de un congreso nacional de forocoches. Este estupendo ejemplar de macho estaba casado y tenía cuatro hijas. Todo el recorrido por la casa y todas las explicaciones sobre cada habitación, las hizo a costa de chistes sangrantes sobre su propia familia y sobre las mujeres en general.
Aquí está la cocina, pequeñita, pero como total solo entra mi mujer, y para lo que sabéis cocinar las mujeres de ahora, os sobra sitio. ¡Jajajaaj!
Los muros son gruesos, a prueba de bombas, con lo que hablan y gritan mis hijas y mi mujer, está comprobado que el aislamiento acústico es de calidad! ¡Jajajaja!
Aquí está la terraza y el lavadero, la lavadora va incluida, es sencilla, son dos botones, pero vamos, no le voy yo a enseñar a poner la lavadora a una mujer! ¡Jjajjaaj!
El cuñado se descojonaba con cada ingenioso chiste de este Séneca. Y a mí se me iba inflando la vena progresivamente. Encima la casa no era gran cosa, diminuta, (la foto es verdad que mentía, como suele pasar). Pero aunque hubiese sido un palacio de saldo, a mí me hubiese parecido mal.
Fue un recorrido tenebroso, no por la casa, sino por las miserias de la masculinidad. ¿Se daba cuenta este ser de que estaba insultando a su propia familia, ante una extraña? ¿Se daba cuenta de que yo también soy mujer e igual ciertos chistes me podían parecer insultantes?
Pues no, no se daba cuenta. El macho auténtico hace lo que le da la gana y no necesita darse cuenta, ni ser cuidadoso con nadie. El hombre hetero está cómodo en el mundo, a sus anchas, y cualquiera que le afee su conducta o le prive de su comodidad (que es un derecho de nacimiento) es un enemigo a batir.
Me imaginé lo que debía ser soportar a semejante capullo en casa, toda una vida. Ser hija de este imbécil. Ser su mujer. Incluso ser su empleada. O simplemente tenerlo en una cena navideña con tres copas encima y el cuñado al lado.