Tu visión es bastante ingenua. Planteas la idea de que la juventud debe ser un periodo de exploración libre, como si las elecciones que tomamos en esos años no tuvieran consecuencias a largo plazo. Sin embargo, lo cierto es que sí las tienen.
El ser humano, a diferencia de otras especies, no es un ente aislado de la biología. La idea de que puedes dedicar tus mejores años a "vivir tu vida" y que luego, mágicamente, a los 35 aparecerá la pareja ideal es un mito moderno que choca con la realidad biológica y psicológica del ser femenino. No se trata solo de atractivo, sino de la energía y la inversión emocional que una mujer puede ofrecer. A los 20, tienes un capital enorme: juventud, frescura, una apertura emocional sin cicatrices profundas. A los 35, muchas mujeres ya cargan con un historial de decepciones, expectativas frustradas y desconfianza, en este foro hay miles de ejemplos de ello. La diferencia no está solo en lo físico, sino en la manera en la que se entrega y se vincula una mujer en cada etapa de su vida.
El argumento de que "todas las relaciones nos enseñan algo" es una romantización de la dispersión emocional. Aprender qué exactamente: que los hombres no son confiables, que el amor es efímero, que la entrega apasionada siempre termina en decepción... ¿es esa la gran enseñanza? Lo que la psicología evolutiva ha demostrado una y otra vez es que el ser humano, especialmente la mujer, no está diseñado para una serie infinita de relaciones pasajeras sin consecuencias emocionales. Cada pareja deja una huella, cada vínculo moldea tu capacidad para amar en el futuro.
Y no, no se trata de que la existencia femenina se base solo en gustar, sino en reconocer que el atractivo no es solo un juego de validación, sino un recurso biológico que, bien utilizado, te permite garantizar el mejor escenario posible para tu vida futura. Se trata de estrategia, de visión a largo plazo. No es una imposición, es una verdad incómoda que muchas prefieren ignorar hasta que se enfrentan a las consecuencias.
Puedes vivir como quieras, por supuesto. Pero la realidad no negocia. Y la biología, mucho menos.