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Yo hoy en intentar dormir.
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Y lo peor es que me está costando.Yo hoy en intentar dormir.
Yo hoy ni con medicación.en la novela 'los renglones torcidos de dios', había un pasaje que venía a decir que conciliar el sueño era más fácil después de un disgusto que después de un triunfo, porque en el primer caso la mente tenía sus mecanismos de defensa... a veces se cumple, a veces no.
“¡Qué difícil le fue a Alice Gould conciliar el sueño aquella noche! Entre los muchos motivos que, por lo común, alteran el necesario descanso de los hombres hay dos que destacan sobre los demás: la depresión de un gran fracaso y la exaltación de un gran éxito. Para el primero, la naturaleza posee numerosos antídotos: el cerebro colabora con la voluntad para tender una sutil capa de humo que acaba ocultando el recuerdo del descalabro sufrido. Y tarde o temprano el sueño llega como una oportuna medicina. Pero cuando la alteración viene producida por el éxito, ni la voluntad se presta a tender esa protección ni el entendimiento colabora a ello. Ambos a una, quieren regodearse con la satisfacción recibida, desean gozar con su recuerdo; se niegan a perder el más mínimo detalle y gustan volver una y otra vez al motivo de su contento”.
Ay Pri... ¿Es autobiográfico?Loescribir...
hay una bloguera que cada mes propone un reto literario. en realidad lo que escribo no pueden considerarse ni relatos ni cuentos ni nada parecido, voy improvisando y tirando de cosas que tengo en mi mente en ese momento. pero paso un buen rato y me olvido de todo.
el domingo escribí esta modesta historia, que continuará, veremos cómo.
Logré convencer a mi familia de que necesitaba unas vacaciones. Ellos podían arreglarse durante unos días en mi ausencia.
Tras un viaje en tren que se me hizo corto -entre leer, escuchar música, mirar por la ventanilla y observar a otros viajeros-, llegué a Cádiz. Como la estación no estaba demasiado lejos del hotel, decidí ir andando. Me serviría para estirar un poco las piernas.
Me di una ducha y bajé al comedor, eran las dos del mediodía y aún estaba a tiempo. Mientras comía, sonó mi móvil: era un whatsapp de Noelia, me proponía quedar esa misma tarde. Para los que somos algo tímidos, qué gusto da tener amigas que tomen la iniciativa. Acepté sin dudarlo.
Quedamos a las cinco. Fuimos caminando hacia la playa de la Caleta. Nos descalzamos, aunque es un decir, porque ambos llevábamos chanclas de V, las más abiertas que hay. Mientras paseábamos por la orilla, se me ocurrió una idea.
“Noe, ¿y si te saco una foto para luego hacerte un retrato? Ya sabes que he empezado un curso de dibujo y me viene bien practicar”.
A ella le gustó la idea. Adoptó una pose soñadora, con los ojos cerrados. Me pareció que así estaba guapísima, así que disparé.
“Cuando cerramos los ojos, mejora nuestra propiocepción. Nos podemos centrar más en otras sensaciones que no sean visuales”, me explicó.
Continuamos paseando y hablando sobre muchas cosas: libros, psicología, música, anécdotas de un foro donde nos habíamos conocido...
Al atardecer, decidimos regresar. Noelia, como yo, también tenía personas a su cargo. Era una de nuestras muchas cosas en común.
Al llegar a la esquina donde ella continuaría hacia su casa y yo hacia el hotel, le pregunté en tono travieso:
“Bueno, ¿cómo nos despedimos? ¿Nos damos un abrazo, dos besos, o tres...?”.
“Lo que tú prefieras, Chema, pero en cualquiera de los casos tendremos que cerrar los ojos. ¡La propiocepción, recuerda!”, respondió riendo.