A ver cómo lo cuento cambiando identidades. Parece difícil.
Eran unas festividades navideñas en casa de unos parientes que a su vez habían invitado a unos parientes que venían con parentela y otros parientes que venían con la suya propia. O sea, que realmente parientes unos de otros no eran salvo los de la casa del anfitrión, que era el nexo común. La rama A que venía con sus hijos y nietos se empeña en hacer canelones que era su plato favorito. Muy pasados de sal, por cierto. Y llega la hora de comer y la otra rama B no se presentaba. Resulta que estaban haciendo torrijas de postre. Cuando se presentan, la líder de la rama A le echa un rapapolvo al líder de la rama B por la tardanza, porque sus nietos se iban a comer los canelones salados fríos. La mujer del líder B, que realmente es una lideresa en la sombra, muy jodida, por cierto. Los anfitriones molestos. Cuando acaba el ágape se van todos a una cafetería y ahí aprovecha la líder de la rama A para seguir dando la turra al líder de la rama B. Mira, por lo menos eso no me pilló a mí por banda, y solo tuve que coger la copa de champán para disfrutar del espectáculo.