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Aporto mi experiencia personal. Soy una persona muy independiente y nunca he estado pegada a mis padres, de hecho, me fui de casa cuando era muy joven porque no aguantaba la convivencia. No nos pasó nada malo en plan abusos o peleas pero no congeniamos nunca.
Cuando conocí al que es ahora mi marido, me llamó la atención que hablara con su madre tantas veces al día. No le di importancia, pero luego cuando nuestra relación ya era más seria, me tocaba ir a casa de la suegra a comer cada sábado. Luego se compró un piso, yo era estudiante y no pude aportar, entonces mi suegra decía que el piso era de la "familia" (o sea, suyo también) y se plantaba de visita dos veces al día, venía a inspeccionar si había plancha, algo que limpiar, y a mi entonces novio no le molestaba porque le encantaba que su madre le hiciera todo. A pesar de vernos tantas veces los sábados estaban reservados para ella. Daba igual que hiciera un día precioso para dar una vuelta o que alguien nos invitara a tomar algo, había que ir a ver a su madre. Sé que hay mucha gente en esta situación que lo hace porque se ven presionados o no saben decir no, pero en nuestro caso él necesitaba ese contacto.
Fue escalando poco a poco. Un día nos fuimos a IKEA a Portugal (por dar un paseo más largo en coche) y a las dos horas de estar en la carretera ya tenía varias llamadas perdidas. No le hice caso. Mi marido conducía y no podía mirar el teléfono. Esto fue hace siglos cuando los coches todavía no tenían bluetooth ni había smartphones. Pasamos el día allí y por la noche, crisis. La mujer lloraba como si hubiera muerto alguien, gritando que por qué no le dijimos que estábamos bien, que habíamos llegado, que pensó que estaríamos muertos en una cuneta y cosas de esas. Mi marido empezó a informarle de TODO lo que hacíamos, en plan: nos vamos al Carrefour, tranquila si no contesto, nos vamos a tomar algo (y luego se apuntaba). Otras veces se traía amigas a nuestra casa a tomar café para enseñarles "su" piso y el de su hijo. Yo era una chica tímida de 25 años y no me atrevía a plantarle cara. Además lo que me dolía era ver que mi marido/novio no veía el problema.
Luego nos casamos y ella tuvo una depresión de caballo, era religiosa entonces para ella nuestra relación empezó cuando nos casamos, antes decía que las novias vienen y van y que no éramos nada.
Cuando nació nuestro hijo, no sé si fue por las hormonas o porque me petó la patata pero le dije que no podía seguir así y que quería el divorcio. Ahí cambió todo, por suerte. Ahora es una suegra llevadera, mi marido la llama todos los días a las 8 de la tarde pero eso lo entiendo porque es mayor y vive sola y soy yo la primera en preguntarle "has llamado a tu madre?".
Lo que quiero decir con toda esta historia es: a veces vale la pena luchar por cambiar las cosas. Pero si mi marido no hubiera puesto de su parte y no me hubiera apoyado y puesto límites a su madre, llevaríamos ya 15 años divorciados. Para mí, la dependencia de la familia es un red flag como una casa.
Cuando conocí al que es ahora mi marido, me llamó la atención que hablara con su madre tantas veces al día. No le di importancia, pero luego cuando nuestra relación ya era más seria, me tocaba ir a casa de la suegra a comer cada sábado. Luego se compró un piso, yo era estudiante y no pude aportar, entonces mi suegra decía que el piso era de la "familia" (o sea, suyo también) y se plantaba de visita dos veces al día, venía a inspeccionar si había plancha, algo que limpiar, y a mi entonces novio no le molestaba porque le encantaba que su madre le hiciera todo. A pesar de vernos tantas veces los sábados estaban reservados para ella. Daba igual que hiciera un día precioso para dar una vuelta o que alguien nos invitara a tomar algo, había que ir a ver a su madre. Sé que hay mucha gente en esta situación que lo hace porque se ven presionados o no saben decir no, pero en nuestro caso él necesitaba ese contacto.
Fue escalando poco a poco. Un día nos fuimos a IKEA a Portugal (por dar un paseo más largo en coche) y a las dos horas de estar en la carretera ya tenía varias llamadas perdidas. No le hice caso. Mi marido conducía y no podía mirar el teléfono. Esto fue hace siglos cuando los coches todavía no tenían bluetooth ni había smartphones. Pasamos el día allí y por la noche, crisis. La mujer lloraba como si hubiera muerto alguien, gritando que por qué no le dijimos que estábamos bien, que habíamos llegado, que pensó que estaríamos muertos en una cuneta y cosas de esas. Mi marido empezó a informarle de TODO lo que hacíamos, en plan: nos vamos al Carrefour, tranquila si no contesto, nos vamos a tomar algo (y luego se apuntaba). Otras veces se traía amigas a nuestra casa a tomar café para enseñarles "su" piso y el de su hijo. Yo era una chica tímida de 25 años y no me atrevía a plantarle cara. Además lo que me dolía era ver que mi marido/novio no veía el problema.
Luego nos casamos y ella tuvo una depresión de caballo, era religiosa entonces para ella nuestra relación empezó cuando nos casamos, antes decía que las novias vienen y van y que no éramos nada.
Cuando nació nuestro hijo, no sé si fue por las hormonas o porque me petó la patata pero le dije que no podía seguir así y que quería el divorcio. Ahí cambió todo, por suerte. Ahora es una suegra llevadera, mi marido la llama todos los días a las 8 de la tarde pero eso lo entiendo porque es mayor y vive sola y soy yo la primera en preguntarle "has llamado a tu madre?".
Lo que quiero decir con toda esta historia es: a veces vale la pena luchar por cambiar las cosas. Pero si mi marido no hubiera puesto de su parte y no me hubiera apoyado y puesto límites a su madre, llevaríamos ya 15 años divorciados. Para mí, la dependencia de la familia es un red flag como una casa.