Como mamá separada y con niño, soy consciente de que él y yo somos una familia y un pack. Mis deseos individuales de mujer son importantes también, pero mi reto es conciliarlos con el bienestar de esa familia que he formado. No puedo dejar de lado ni una cosa, ni la otra.
Y como persona adulta, no necesito, como a mis 20 años, ir corriendo con prisas a ninguna parte. El patrimonio de la madurez es disfrutar de los procesos a su tiempo y a su ritmo, sin ansias, con cabeza y con corazón, pudiendo reflexionar sobre lo que estoy haciendo y siendo consciente del delicado equilibrio que requiere la toma de decisiones importante. Vivir el presente y disfrutar de lo que ya tengo. Compruebo que simplemente con llevar las cosas con tranquilidad, todo se acopla de una forma mucho más fluida, se ocasionan muchas menos perturbaciones para una misma y los demás y llego exactamente al mismo sitio, pero en mejores condiciones que si hubiera ido a toda marcha y sin pensar.
A mi alrededor, veo personas que tienen las mejores intenciones con todo, pero no saben no entrar en la vida como un elefante en una cacharrería y las consecuencias son muchos destrozos que no era necesario ocasionar para tener lo que deseaban.