Un sobrao con no demasiada experiencia y mucho "¿ego?", como guía, malo, y un poco gilip..llas por no ir pendiente del resto del grupo.Hace mucho tiempo que pensé en abrir un hilo así, donde las primas pudiéramos compartir graciosamente esas ocasiones en las que hemos tenido que soportar a hombrecetes que se ponían en ridículo sin saberlo, con tal de defender su masculinidad contra viento y marea. Esto de la frágil masculinidad debería ser algo más estudiado y de lo que se pudiera hablar sin tanto tapujo, como pasa con nuestros cambios de humor previos a la menstruación, de los que se hartan de hacer chistes, sin saber que lo suyo es peor, porque lo suyo es constante, no cuatro días al mes.
Pongo un ejemplo, sufrido hace poco.
Me apunto a una excursión para visitar determinado lugar que está en mitad del campo, a las afueras de ninguna parte. Vamos en tres coches: el mío, el de otra chica, y el de los organizadores de la excursión, una pareja. Todos los coches hasta arriba.
Iniciamos la ruta por mitad del campo en fila, en primer lugar el coche del guía, que sabe exactamente dónde vamos. Yo detrás con mi coche, y detrás de mí, la otra chica con el suyo.
El camino era en principio bueno, pero poco a poco fue empeorando, y lo que empezó siendo una pista forestal más o menos buena, terminó siendo un camino de cabras, lleno de baches, obstáculos, pedruscos de todo tamaño, matorrales, en fin. Mi coche iba rozando los bajos, es un coche urbano, no un 4x4, y encima es de por sí bastante bajo. Reduzco velocidad para no cargarme el coche, mientras me arrepiento a cada segundo de haberme metido en ese lío.
La chica que iba detrás de mí con su coche, lo había estrenado hacía menos de un mes. Figuraos las ganas que tendría de dejarse los bajos en aquel monte.
Pues el guía, un señor maduro, cuando vio que reducíamos velocidad, ¿qué diréis que hizo? Acelerar.
Acelerar todo lo que pudo, hasta que llegó el punto que ya no se le veía, ni cerca ni lejos.
Pensé "será que el camino va a ser vía única todo el rato, y ha pensado que nos espera en la meta". Pero resultó que no. A paso de tortuga como íbamos, llegamos a una bifurcación. ¿Y ahora, qué hacemos? ¿Es por la derecha, por la izquierda, por debajo del puente? Ni idea.
Llamo por el móvil al guía, pensando "este tío es gilipollas, vaya guía", y me da las instrucciones no solo para ese cruce, sino también para los dos próximos. Yo iba flipando, la verdad.
Cuando llegamos al sitio, allí estaba el guía, con esa sonrisa de suficiencia que se le pone a un hombre cuando ha dejado claro que su gran masculinidad ha triunfado por delante de dos mujeres, tontas perdidas, que no saben conducir por mitad del monte. Le explicamos que nuestros coches son bajos y que tampoco esperábamos un camino tan complicado.
"¿Complicado? ¡Qué va! Si por aquí conduce hasta un niño " Nos dijo, partiéndose de risa, y sin darse cuenta que había quedado como un imbécil maleducado.
Luego pasan cosas